Capitulo III
- De verdad, a veces me pregunto si realmente somos primos.- Refunfuñaba Shaka, mientras se frotaba el puente de la nariz, después de darme un regaño del que ni siquiera mi madre sería capaz.- ¿Cómo demonios se te ocurrió hacer eso?
- Ya te lo dije. Siento que ese chico oculta algo.- Repetí por milésima vez.
- Y acercarte imitando una escena digna de una película de terror es tan lógico...- Mencionó con una intención que se balanceaba entre la burla y el fastidio, Afrodita. El Omega de mi primo.
Después de la reunión, decidí tratar de indagar más sobre Sorrento. Pero todo parecía demasiado obvio para mí, y directamente le hice la pregunta sobre los hilos. "¿Tú también los ves?"
El peli-lila no me dió una respuesta concreta, más bien, solo se hizo el loco, y huyó a toda prisa... Bien, quizás Afrodita tiene razón y no fue la mejor forma.
- Kanon, en primer lugar, sabes que nadie puede saber de tu "secreto".- Bufó cansado Shaka.- En segundo lugar, ¿no se te ocurrió que quizás solo malinterpretaste todo, y ese chico no tiene la misma capacidad que tú?
Shaka y Afrodita son de las pocas personas que saben sobre mi don, y que no me toman a loco. Quizás el haberles dado una mano para terminar juntos, aún siendo Beta y Omega, tuvo algo que ver... Pero ese no es el punto.
- Ya lo sé.- Suspiré resignado.- Pero nunca antes había visto a alguien como yo, y además...
- ¿Además qué?
Al final solo suspiré cansado, frotando mis sienes. Quizás Shaka tiene razón y solo malinterpreté todo. Esto a veces llega a ser demasiado estresante, pero los demás no tienen la culpa, ni porqué pagar por mi malhumor, así que traté de calmarme antes de decir algo que pudiera lamentar después.
- Bien, lo siento.- Suspiró el rubio frente a mí.- Quizás no pueda entender lo que sientes, Kanon. Pero solo quiero ayudarte, aunque, sinceramente, no sé cómo.
- No, tienes razón. Quizás solo fueron paranoias mías.- Dije, fingiendo mi mejor sonrisa.- Cómo cuando me negaba a creer que mi padre y tu madre Omega comparten hilo, y que tu padre y el tío abuelo de Aioria comparten el suyo, porque juraba que en cualquiera momento iban a ser infieles y todo se iba a ir al demonio.
- No hables de eso mientras comemos, por favor.- Alegó algo nervioso e incómodo.
- Vamos, si incluso Afrodita logró asimilar que su madre Omega y el tío de Mu comparten su hilo, y lo mismo con su padre y su secretario.
El Omega solo soltó una pequeña risa, bebiendo algo de agua. Shaka de inmediato buscó cambiar de tema y desviar completamente la atención. Afortunadamente, conozco bien a mi primo, y sé que sacar ese tema a colación para hacer que olvide por completo lo que estuviéramos hablando antes, nunca falla.
Sí, sé que es imposible hacer que todas las personas que comparten hilo terminen juntas, y la mayoría termina al lado de quién no es su destinado, pero también sé que no todos terminan mal.
Me tomó años asimilar por completo que mi padre y mi tío Asmita comparten hilo, aún estando ambos casados con otras personas. Aún recuerdo cuando tenía 13 años, y mi paranoia de que terminaran engañando a mi madre y a mi tío Defteros, llegó al grado de no dejarlos ni un segundo a solas durante las reuniones familiares, y hacer de todo incluso por evitar que siquiera intercambiaran palabras... Pero, a la vez, me cuestionaba si estaba haciendo lo correcto al mantenerlos lo más alejados posible. O si debía hacer lo contrario y tratar de unirlos.
El asunto de mi tío Defteros y el tío abuelo de Aioria no me asustó lo suficiente nunca. Al fin y al cabo, Sísifo no era familia directa de nosotros, solo un amigo cercano, y mi tío Defteros hacía de todo por dejar solo a su Omega el menor tiempo posible debido a su ceguera y la edad de su hijo. Así que las veces que llegaran a coincidir eran contadas, y las posibilidades de una interacción que diera incapié a algo más, prácticamente nulas.
Sí, fue una época bastante difícil, pero también fue cuando finalmente dejé de cargar con el peso yo sólo. Shaka es solo dos años menor que yo, y desde siempre fuimos cercanos, y él fue el único que se dió cuenta de que algo andaba mal conmigo y se acercó a preguntarme en vez de solo suponer cosas. Al final, terminé contándole todo, mi secreto, y lo que pasaba con mi padre, el tal Sísifo y sus padres.
Shaka siempre ha sido un poco más prudente que yo, y aunque también se mostró bastante sorprendido y algo molesto con esa noticia, actuó mucho mejor. "Si tiene que pasar, va a pasar, y nada podemos hacer por evitarlo. Pero confío en que mis padres harán siempre lo mejor para todos." Esas fueron las palabras de Shaka, y al final tuvo bastante razón.
Mi padre nunca le fue infiel a mi madre con Asmita, ni él a mi tío con mi padre. Ambos eran solo ami-enemigos, haciéndose bromas algo pesadas en cada reunión familiar pero siempre apoyándose cuando la situación lo ameritaba. Cómo cuando mi madre sufrió un accidente automovilístico y mis tíos siempre estuvieron ahí para apoyarnos, o todas las veces que mi padre tenía alguna crisis y mi madre no sabía qué hacer para animarlo.
Con mi tío Defteros y Sísifo lo mismo, nunca hubo algún indicio de infidelidad y ambos eran solo buenos amigos. Nunca excedieron el límite de lo fraternal, y todos parecían ser felices con sus matrimonios y familias...
Aunque bueno, solo ellos saben lo que realmente sienten y pasa por sus mentes, y si se lamentan de algo o no. Pero ese ya no es problema mío, ni es algo que esté en mis manos resolver.
Con la madre Omega de Afrodita y el tío de Mu pasa algo similar. Ambos Omegas son amigos de la infancia, pero hace años descubrí que ambos comparten su hilo. También descubrí que el padre de Afrodita comparte hilo con su secretario. Del Alpha de Shion aún no logro dar con el otro extremo, así que ni idea de quién sea, con algo de suerte está en el otro lado del mundo o algo así.
Pero con todos ellos pasa lo mismo: Son felices con sus parejas y familias, y no exceden los límites fraternales con los que sí son sus destinados.
Aunque, también está la otra cara de la moneda. He presenciado casos donde personas no destinadas terminan juntas, y todo lo que podría salir mal, sale mal... Cómo los padres de Rada: Radamanthys y Pandora Wembley, a quiénes conocí cuando el rubio más jóven se mudó a Santorini.
Según lo que me contó el Radamanthys menor, siempre fueron un matrimonio horrible. Se casaron solo porque Pandora quedó embarazada, permanecieron juntos por años a causa de la presión social, hasta que simplemente la convivencia fue insoportable y se dignaron a divorciarse, cuando su único hijo tenía dieciocho años.
Siempre se la pasaban peleando por todo, reclamandose infidelidades que eran ciertas en más de una ocasión, mayormente de parte de Pandora. La mujer nunca mostró ni una pizca de interés por arreglar los problemas de su matrimonio, ni mucho menos de amor por su unigénito. Incluso fue capaz de intentar atacar a su propio hijo de apenas cinco años, lanzándole una copa de cristal a la cabeza en una discusión con su marido. De no ser por la rápida reacción de Radamanthys para sujetar a su hijo y llevarlo al hospital, seguramente la historia habría terminado en una tragedia en vez de una cicatriz en la sien, que el ahora adulto, siempre cubría con el flequillo.
Radamanthys me había contado que en más de una ocasión había visto a su padre llorar, mientras bebía whiskey o vino como si no hubiera un mañana. De ahí surgió la pequeña adicción que tuvo por el alcohol en su adolescencia, y con la que aún seguía lidiando batalla de vez en cuando, pero definitivamente, estaba mucho mejor.
De "la mujer que lo parió", cómo él se refería a su madre, lo que recordaba era como siempre buscaba cualquier mínima excusa para golpearlo, gritarle e imponerle castigos. Siempre diciéndole que era el peor error de su vida, y que lo odiaba por parecerse al desgraciado de su padre... Bueno, no lo culpo. Con una madre así, hasta yo habría terminado huyendo de casa apenas cumpliera la mayoría de edad, igual que él hizo.
Apenas fue mayor de edad, empacó todas sus cosas, y el día de su cumpleaños, escapó de su casa, con la intención de irse de su ciudad natal y nunca volver. Pero su padre logró alcanzarlo en la estación de autobuses, y convencerlo de volver a casa. Aunque esa fue la gota que derramó el vaso, y el rubio mayor por fin tomó el valor de exigirle el divorcio a la malvada bruja con la que se casó, en vez de solo esconderse detrás de una botella de alcohol.
Radamanthys me contó que no fue un proceso fácil, pero después de algunos meses, la mujer se dió por vencida y firmó el divorcio, marchándose de las vidas, no solo de su ex-esposo, sino también de la de su hijo por casi diez años en los que no supieron de ella. Hasta que volvió cuando supo que Radamanthys se había ido de Londres por asuntos de trabajo, después de "haber entrado en razón, estar arrepentida y desear arreglar las cosas con su hijo." Esa fue la excusa con la que apareció en la puerta del apartamento de Radamanthys, mientras su padre y yo le ayudabamos a desempacar y acomodar cosas.
Sobra decir que la bestia rubia bebedora de whisky menor la echó de una patada en el trasero, no sin antes decirle que era una mierda no solo de madre, sino de persona, no tenía perdón, y no la quería en su vida.
El rubio mayor intervino también, con la intención de respaldar a su unigénito, terminando en un intercambio de palabras hostiles entre él y su ex-esposa.
Al final, todo se volvió una riña familiar en la que tuve que intervenir para calmar los humos, separarlos a todos, y evitar que el asunto escalara a peor.
Tener que sujetar a un enfurecido Radamanthys no fue sencillo, incluso terminé recibiendo un par de bofetadas para evitar que madre, hijo y padre se mataran entre ellos. Pero después de dejarme una marca de su horrible mano en la mejilla, la mujer Beta se marchó ofendida, pero fue tiempo suficiente para notar que los padres de mi amigo no comparten hilo.
Parece que no quedarse con el destinado es lanzar una moneda al aire y rezar por tener buena suerte.
Este asunto es muchísimo más complicado de lo que parecería a simple vista.
- Hola.
Ante ese tímido saludo, con ese marcado acento, Shaka y Afrodita dejaron de hablar de lo que sea que estuvieran parloteando, y yo salí de mis pensamientos, girando mi vista al recién llegado a la mesa del comedor, igual que mis acompañantes. Era de nuevo ese chico.
Casi al instante, un silencio sepulcral se adueñó de la mesa en la que mi primo, mi amigo y yo estábamos. Sorrento no decía nada, parecía nervioso a decir verdad.
- Bueno, Kanon. Nos gustaría quedarnos, pero le prometimos a mis padres que cenaríamos con ellos hoy. Mi hermano y Lune tenían una noticia importante que decirnos y quieren que todos estemos presentes, así que si nos disculpan.- Habló Afrodita, poniéndose de pie, tomando de la mano a Shaka.- Nos vemos mañana.
- Ah, claro.- Respondí, tratando de salir del pequeño shock que la aparición del Omega me había causado.- Vayan con cuidado.
Afrodita y Shaka no tardaron más de unos segundos en marcharse, dejándonos solos, frente a frente, en completo silencio.
- ¿Puedo sentarme?
- Claro.
El peli-lila ocupó el lugar en el que anteriormente estuvo Shaka, y yo no pude evitar dirigir mi mirada a sus manos, con la pequeña esperanza y a la vez temor, de haberme equivocado. Pero no era el caso, no había hilo en ninguna de sus manos.
- Lamento haber actuado así antes.- Mencionó el Omega, rompiendo el silencio.- Así que, tú también los ves.
- Sí.- Asentí.- Y... Tú...
- Sí. Sé que no tengo uno, igual que tú.
Al inicio, el ambiente era tan denso que se podría cortar con unas tijeras, pero, al ir bajando lentamente las barreras, y tomar la confianza suficiente para hablar de nuestras vidas, y ser conscientes de que podíamos compartir nuestra peculiaridad sin miedo de ser juzgados, todo cambió.
Al parecer, Sorrento y yo éramos bastante parecidos. El austriaco también había nacido con esa capacidad, y al igual que yo, también había sufrido ser tachado de loco cuando hablaba de su don. Él también había tenido que vivir ocultando su don de todos, por temor a lo que los demás pudieran pensar al respecto, solo con unos cuantos siendo conocedores de él.
Los dos habíamos pasado nuestras vidas ayudando a almas gemelas a encontrarse, viendo relaciones desastrosas y otras que por capricho del destino parecían estables a pesar de no estar planeadas de esa forma, siendo conscientes de que jamás podríamos aspirar a algo así.
Hablando, se nos fue el tiempo, hasta que nos avisaron que el edificio debía cerrar y teníamos que irnos.
Ambos salimos, aún conversando, sintiéndome por primera vez libre, seguro...
- Te quedarás un tiempo en Grecia, ¿no?
- Sí, debo supervisar la alianza, y arreglar cualquier cosa que haga falta.
- En ese caso, ¿estás libre el viernes por la noche?- Me atreví a preguntar, con una pícara sonrisa.
- Por supuesto.- Respondió Sorrento, con una ligera risa.
Dicen que el destino nunca se equivoca, y aunque no lo veas en un inicio, las cosas siempre terminan por caer en su lugar.
A veces, encuentras el amor en donde menos lo esperabas... Quizás, encontraremos el amor justo donde estamos.
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