∆
25
Dieciocho años.

Ignorar parte del tiempo que estaba con Albus en su casa me era un poco imposible. James era sin duda difícil de no ver, el cabello enmarañado peinado hacía atrás, la camisa blanca, el pantalón de mezclilla, una corbata y esa sonrisa de tipo malo.

Hasta me dan ganas de golpearme con la pared…

Un pequeño suspiro escapó al probar una galleta de nuevo. Albus me ayudaba a elegir una carrera después de la escuela, me interesaba ir por la rama de quimica, pero me tentaba la enseñanza, disfruté mucho las clases en la escuela y ver a los profesores impartir las.

— ¿Qué te parece estudiar los animales? Puedes viajar por el mundo para ello — me distrajo Albus al tomar un panfleto de la mesa.

— Hmmm, puede ser — observe el folleto no muy segura.

— Nuestro tío Charlie se dedica a eso…. — la voz de James nos distrajo, ambos le vimos con una ceja alzada.

No estaba de humor para verlo, y menos escucharlo.

— Solo decía…cielos, que par de malhumorado — mencionó al salir por la puerta de la cocina cuando no mencionamos nada.

— Sé que no quieres hablar de eso…pero deberían hacerlo — Albus comentó una vez su hermano salió de la cocina.

Albus conocía la incomoda situación que teníamos James y yo, incluso nuestros padres sospechaban de que algo no iba bien. Pero preferían no comentar nada ante una posible pelea entre los dos. La relación que una vez tuvimos como amigos ya no existía, y tal vez Albus tenía razón y necesitaba aclarar todo antes de la situación se volviera más incómoda.

— Si, tienes razón — me miró incrédulo mi amigo — No quiero hablar de eso — le saque la lengua para molestarlo.

Claro que quiero hablar...pero no es el momento...

El resto de la tarde discutimos los diferentes puntos de cada carrera; y no estaría de más estudiar animales, ver el mundo no sonaba tan mal. Incluso poder llevar a la abuela resultaba tentador.

Antes de que ya ni pueda moverse demasiado…me gustaría llevarla a Londres o Egipto.

La abuela sufría mucho, últimamente le era difícil moverse, tanto que usaba una silla de ruedas. Su artritis empeoró cada día, pronto no tendría mucha movilidad, pero seguía igual de inquieta como una jovencita.

Recogimos todo de la mesa, el resto de galletas y panfletos, cuando la señora Potter llegó. Nos pidió estar en el cuarto de Albus en lo que preparaba la cena.

Subir las escaleras en la casa de los Potter era una gran hazaña. Cada puerta de los cuatro pisos siempre me llamó la atención, deseaba conocer sus secretos, incluso ahora. Me detuve a la mitad en una puerta cerrada con candado, curiosa la mire.

Albus desapareció por una puerta al final del pasillo siendo su habitación.

— La curiosidad mata a los gatos.

— Esa no es la frase Potter — rodé los ojos, la desventaja era que el cuarto de Albus y James estaban en el mismo piso.

— Ilústrame.

— Es la curiosidad mató al gato, no a los gatos, genio — rodé los ojos, me aferre al plato de galletas.

Calma, solo es un chico, nada más…solo eso, no tienes porque estar sudando.

Mis manos me traicionaron, antes de dar el paso el plato resbalo. Me apresure a tomarlo y sus manos tocaron las mías.

Cómo hace tiempo, cuando conocía a Albus. Pero no veía el verde de los ojos de mi amigo, si no, uno castaño, uno claro que oscureció al tener contacto conmigo.

El tiempo se detuvo, solo podía ver sus ojos. Mi corazón se agitó al tenerlo tan cerca, hacía tiempo que no sentía su tacto, no desde el beso a los quince.

Albus tiene razón, debería hablarlo con James…tal vez así, deje de quererle.

Hace mucho escuche de que cerrar lo círculos era importante. Mi círculo con James nunca se cerró.

— Necesito hablar contigo.

Fue la sorpresa de ver esa sonrisa curiosa en su rostro lo que me animo al seguirle a su habitación. Albus seguramente me echara bronca, pero necesitaba cerrar ese circulo.