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∆
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Tiempo
El tiempo paso en un abrir y cerrar de ojos, la nieve se derritió, la primavera pasó tan rápido que el calor del verano azotó con fuerza.
El sonido de los aparatos de aire se escuchaba con tan solo acércate a las casas y justo ese verano el tiempo me volvió una joven casi adulta o como solía decir Lily “una niña en el cuerpo de una mujer”.
Hay ventajas y desventajas, mi cabello creció, las pecas sé esparcieron, mi cuerpo cambio, incluso la voz pero algo nunca lo hizo. Por más que intente hacerlo, por más que salí con algún chico, con quién me diera un beso o un momento alejada de todo. James seguía preso en mi.
En ocasiones me cuestionaba si realmente un día encontraría a alguien mejor, a un hombre que me hiciera olvidarlo.
Mi abuela comentaba que era amor, y el amor era difícil de olvidar.
Mi madre comentó que solo estaba enamorada, que pronto pasaría.
Mi padre solo mencionó que era un capricho ante mi madures.
Después de todo James era el chico más deseado del vecindario.
A sus veintiuno años contaba con una carrera situada en una oficina respetable del ministerio o eso me comentó Albus un día. Parecía seguir los pasos de su padre pero al estilo del tío Bill. No sabía a qué se refería con eso último.
La mayoría de las chicas del vecindario daban todo por su atención cuando llegaba en una vieja motocicleta, con un curioso traje, y una enorme sonrisa de orgullo.
Sonrisa que borraba al verme pasar.
Lo nuestro, la amistad que tuvimos se borró con el tiempo. La cordialidad fue mejor para los dos.
Albus y Lily siguieron siendo mis amigos. Mis hermanos se juntaban con nosotros para llenar el vacío que dejó el antiguo cuarteto.
— ¡Hey! ¡Te voy atropellar!
Me sorprendí, gire el rostro y vi con sorpresa el pequeño automóvil que conducía una pequeña Lily emocionada. Me aleje enseguida de la calle, Lily se detuvo y el señor Potter me sonrió nervioso.
— ¿Qué te parece? Papá me está enseñando a manejar — sonrió orgullosa — ¿Cómo voy?
— Bien cielo, solo ten cuidado de no atropellar a nadie — rio divertido — ¿Quieres acompañarnos? — me preguntó con una sonrisa el padre de Lily.
— Gracias señor Potter, pero Albus me espera.
— Cuidado de no incendiar la casa —
Reímos los tres divertidos ante la broma del señor Potter.
No era mentira, por un descuido que desconozco, cuando intentamos realizar un pastel Albus y yo, las cortinas de la casa se incendiaron.
Ese día mi madre y la señora Potter nunca nos dejaron solos para cocinar.
La casa de los señores Potter cambio con el tiempo, el color gris fue quedando poco a poco en el olvido, al combinar colores como azul, mate o blanco con ese gris que no se dignaba a desaparecer.
Lily y la señora Potter realizaban un esfuerzo diario para combinar los colores con la decoración de la casa.
Los retratos seguían cambiando cada tanto, en una broma entre Albus y yo, decidimos saludar cada vez que pasábamos por ellos. Y a veces sospeche que me devolvían el saludo.
— ¿Qué haces?
— Cocinar galletas….no le digas a nadie, no quiero problemas.
Reí divertida al ver a mi mejor amigo con un delantal de escobas, una especie de pañuelo en la cabeza y un guante sacando del horno una bandeja de galletas. Ese años Albus se graduaba de su escuela y pronto iniciarían una carrera de químico.
— ¡Oye! Están calientes — me queje al quitarle una galleta.
— Pero deliciosas — comentó al sacar la lengua divertido.
Un sonido nos distrajo, James miró un frasco en el suelo, al parecer intento pasar desapercibido pero sin éxito.
Fue poco lo que duró, pero el suficiente para sentir ese golpe en el pecho. Ese golpe que me recordaba que James seguía en mi corazón.
Imbécil….
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