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El resto de la semana no volví a saber de James, Albus o los señores Potter. Estaba ocupada con las tareas pendientes para prestar atención al vecindario. Pronto iniciaban las clases y seguía dejando los deberes para el final. Mi madre me sentenció con un castigo severo si no terminaba. Por esa razón me dolía la mano, tanto escribir.

Después de un momento decidí dar una pausa, baje de la silla, y tomé en brazos a bolita para acercamos a la ventana. El frio se filtró al cuarto cálido, el invierno pronto venía pero la estación de otoño aún continuaba.
Bolita se acurrucó en mi regazo. La vista del vecindario me hizo sonreír, algunos niños jugaban en la calle, casi todos los vecinos y entre ellos logré ver a James.

Mi corazón salto de orgullo cuando detuvo el balón, los chicos siempre solían jugar al fútbol y deseaban tener a James en su equipo.

Una sonrisa apareció en mi rostro y un pequeño gol escapó de mis labios cuando James anotó. El grupo lo felicito y me reí al verlo. Las niñas que estaban cerca gritaron su nombre pero no me importó. Me sentía feliz con solo verlo.

Tal vez fue mi imaginación, pero dude cuando James alzó la mano y saludo en mi dirección. Voltea a ambos lados, buscando entre los edificios otra ventana que estuviera abierta. Pero cuando me señaló solo a mi, me escondo tras la cortina.

Respira…diablos…respira, solo fue un saludo.

Lleve una mano a mi corazón y sentí que explotaba. Bolita escapó de mis brazos, dude al salir de mi escondite, fui una grosera al no saludar pero James tenía ese efecto en mi.

Más tranquila me aventure a salir pero ya no había nadie, decepcionada por mi torpeza regrese a los deberes. Al tocar la silla vi claramente como un objeto aterrizaba en la alfombra del cuarto. Preocupada me acerque hasta tener frente mío una bola de papel.

Temerosa la tomé, estaba en el segundo piso, dudaba que un simple lanzamiento atravesará la ventana.

No seas paranoica, muchas persona pueden hacer ese tipo de lanzamientos…

Más tranquila comencé a desenvolver la mitad de una hoja de cuaderno. Las rasgadura de la tinta indicaban que la persona escribió rápido y sin meditar mucho. Cuando termine su lectura, mi rostro adquirió una nueva tonalidad de rojo intenso, tal vez parecido a las manzanas.

¡Grosera! No me saludas y yo si.

Te espero a las ochos, después de cenar en el pórtico de la casa para oír tus disculpas.

James.

Nunca antes nadie me dijo grosera, me consideraba una persona educada. Mi abuela siempre me comparaba con las damas de alta cuna, incluso papá se enorgullecía por mis buenos modales cuando me presentaba a sus colegas del trabajo. Solo, tal vez, fuera tímida, pero grosera jamás.

Nerviosa baje a cenar, y mi madre lo noto. Cuando papá llegó me preguntó cómo iba la tarea y apenas contestaba, no presté atención, solo comí mientras me debatía en ir o no.

Si no voy, será una falta de respeto…pero no fui grosera al no saludarlo…solo me asusto ¿Cómo le explicó eso sí no puedo hablarle bien?

Justo dieron las ocho cuando termine de lavar los platos. Me acerque a mi madre y le pedí tirar la basura ese día, por lo general lo hacía mi padre pero necesitaba aclarar las cosas y dejar en claro que no era ninguna grosera.

Cuando salí de la casa estaba oscuro, las únicas luces se encontraban en los focos de cada pórtico de las casas, si acaso algunas lámparas. No me gustaba la noche, me daba miedo y creaba peores fantasías, trage con dificultad cuando me encamine a la casa de James.

Pero no lo vi, no había nadie en los escalones sentado, la puerta no estaba abierta, nada. Nerviosa retrocedí, tal vez fue un malentendido y esa nota no iba a mi.

—¡Boo!

Grite, tan alto como mis pulmones lo permitieron, el aliento que golpeó mi oreja ante la palabra me hizo encogerme. Y unas pequeñas lágrimas asomaron mis ojos, mi abuelo me dijo una vez que solo era asustadiza, que mi corazón era tan blandito que cualquier cosa me aterraba. Eso fue cuando tenía cinco años.

Ahora lo podía confirmar.

Encorvada, abrazando mis piernas por el miedo y temblando sentí un presencia delante de mí. Alguien posó sus manos en mis hombros y mi miedo creció.

—¡No! — lo empuje, fuera lo que fuera empuje a esa cosa y escuche el ruido de un golpe.

—¡Eso me ha dolido! Tienes fuerza…

—¿Ja-james? — abrí los ojos y lo vi en el pavimento con una mueca en su rostro.

—Si, soy yo, no me hagas daño — se cubrió la cara fingiendo pánico.

Reí un poco y él sonrió tranquilo. Me ayudó a levantarme con cuidado y no soltó mis manos, me guió a los escalones de su casa.

—Perdón por…asustarte — declaró rascando su nuca al tomar asiento a mi lado — No pensé, que te fueras asustar así.

Negó, le quite importancia. Me sentía contenta, siendo la primera vez que podía observar a este James, uno tranquilo, que me hablaba. Me sonrojo al recordar sus manos sobre las mías y las junte siguen cálidas.

A los pocos segundos, a causa de mis gritos dos puertas  se escucharon  abrir.

La primera fue de la casa de James. La señora Potter apareció con una varita en la mano, el cabello despeinado y en camisón. El señor Potter estaba a su espalda, también con una varita. Los mire curiosa.

Mis padres aparecieron corriendo a nuestra dirección, pero ellos con armas diferentes. Mi madre con un sartén y mi padre con un paraguas.
Al verlos, James y yo reímos.

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