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2. Steve

Steve suspiró, su equipo se alistaba para subirse al helicarrier. Se les informó que los protestantes que rescataron ya se encontraban en suelo americano, estaban a salvo. No había mayor razón para quedarse, la misión de extraditarlos fue un éxito.

El Comando Aullador volvía a casa -sin heridos o pérdidas humanas.

Steve entendía que debía sentirse orgulloso y feliz de regresar, y ciertamente lo estaba. Solo que presenciar la guerra que se desataba en los pueblos bajos de Filipinas lo hacía titubear, no consideraba correcto devolverse y permitir que se continúe con los abusos propios de una guerra injusta. Tal vez, aquello era lo peor de las misiones en campo: la culpa de no hacer más.

Debía conformarse con la alegría de sus compañeros, y con su gratitud por regresarlos nuevamente con sus familias. Porque aunque estaban dispuestos a perder la vida en cada misión, ellos añoraban la esperanza de volver.

Su equipo tenía razones para aferrarse a la vida misma.

Y él también.

Aún le costaba creer que llegó a ser un hombre con un solo propósito: Servir y morir por el país. Tanto que ese Steve sin mayores sueños le resultaba ajeno, incluso un desconocido. Ahora no podía permitirse caer en batalla, tenía el deber de volver al igual que su comando. Porque su vida no le pertenecía solo a él, lo esperaban.

Su mejor amigo lo hacía, y Steve no estaba dispuesto a fallarle. Le había dado la promesa de volver, a casa; con él -siempre que se marchaba a una misión.

De ahí que, su corazón despidiera el remordimiento por la alegría de volver a encontrarse con esos ojos almendra y esa sonrisa tan sincera. Steve bajó la cabeza avergonzado, tenía la pequeña brújula que Tony le regaló. La abrió y marcó el norte, su atención se centró en la pequeña foto que estaba en la parte superior.

Una enorme sonrisa invadió su rostro, porque la foto era de Tony. Lo que inició como una broma se convirtió en un recordatorio de su deber por volver. Él lo estaba esperando, no podía alagar más su encuentro. No cuando él mismo deseaba ser recibido por un cálido abrazo -ese que le permitía poder distinguir el aroma a café sobre la colonia favorita que Tony usa-, quería escuchar nuevamente sus bromas y esa contagiosa risa.

Necesitaba olvidar por unos instantes esas fuertes imágenes características de la guerra, al igual que abandonar su manto como Capitán.

Necesitaba volver a su refugio, necesita volver con su mejor amigo.

—Cualquiera que te viera sonriéndole a la foto que tienes en tu brújula, pensaría que es una de nuestra sensual y querida Peggy Carter. —Bucky Barnes, su amigo y al que consideraba como un hermano, lo interrumpió. Se había desconectado por unos segundos del mundo, y ese era el efecto que Tony tenía en él. —. Por suerte no soy cualquiera, y sé bien a quién le sonríes como un bobo.

—Estuvimos tres semanas fuera, Bucks.

—Y en esas tres semanas, no dejaron de hablar.

—De hecho sí. —Steve reconoció con tristeza y preocupación. —. En estos cuatro últimos días, Tony no aceptó ninguna de mis llamados ni respondió algún mensaje.

—Seguramente, porque no se acostumbra a manejar ese celular tan antiguo que le regalaste.

Steve ladeó la cabeza, quería que Barnes tuviera razón. Porque no recordaba haberlo hecho enojar, salvo por la semana más que se alargó la misión.

—Apuesto que si fuera yo el que dejara de hablarte, no importaría. —Barnes susurró, tras notar la preocupación en el rostro de su amigo. —. Pero como se trata de Tony, se vuelve inquietante. ¿No?

—Bucky, no empieces.

—Bien, bien. —Barnes alzó las manos en son de inocencia. Conocía a Steve, fueron amigos desde pequeños y sabía bien que la atención con Tony era diferente. No les negaría su amistad, solo que esa amistad tenía más que contar. Pero no interferiría. —. Lo único que diré es que agradezcas por no tener un hermano celoso.

Steve rodó los ojos.

—Aunque, supongo que también se debe a Tony. Me cae más de lo que quisiera reconocer, tiene mi aprobación para ser parte de nuestra peculiar familia.

— ¡Bucky! Si vas a seguir molestando, será mejor lo reconsideres. Porque estoy dispuesto a duplicar tus jornadas de instrucción a los nuevos.

—Pero, ¿por qué? Si yo hablaba sobre la posibilidad para que Tony sea tratado como un hermano más; por ambos, claro. —Barnes alegó en su defensa, Steve no creyó en su inocencia.

Pero prefirió pasarlo por alto, no buscaba retrasar más el viaje.

Ese que le resultó eterno, pudo distraer su mente con la celebración de su comando. Ellos no solo le festejaban su liderazgo, sino también la preferencia que la agente Carter tenía por él.

No lo negaría, le emocionaba pensar que una mujer como Peggy Carter pudiese interesarse en él. Porque ella era tan admirable, perfecta para cualquiera y sobre todo, con un noble y leal corazón. Sentía mucha admiración hacia Peggy, que solo ser notado por ella le provocaba mariposas en el estómago.

Tony lo acusó muchas veces de ser un tonto, suponía que era por su miedo a intentar entablar más allá que una amistad con ella; esto a raíz de no considerarse suficiente para Carter.

"Créeme, Steve. Si te vieras como yo lo hago, jamás sentirías miedo de ser rechazado. Porque eres asombroso, demasiado perfecto para mi gusto. Así que, no lo dudes, Peggy acabara rendida por ti".

Las palabras de Tony llegaron a su mente, ayudándole a creer en el aliento de su comando. Porque Tony era igual o más asombroso que cualquiera; y no solo por la fama que le precedía por ser un Stark, sino por el hombre que hay detrás de esa fama -un hombre entregado, firmemente apasionado y por el cual era capaz de renunciar a su servicio.

Tal vez, sí tenía oportunidad.

Steve tomaría la decisión después, ahora quería encontrarse con Tony. Extrañó a su mejor amigo, más de lo que podría reconocer. Así que, cuando las puertas del helicarrier se abrieron, Steve fue el primero en descender y toparse con el recibimiento de los nuevos reclutas con otros oficiales. Dejó que su equipo agradeciera las felicitaciones y festejaran con el resto, su atención estaba dirigida a encontrar a Tony.

No lo divisaba por ninguna parte de la pista de aterrizaje, quería creer que no pudo subir a recibirlo por alguna sobrecarga de Fury. Porque el rostro de Tony era el primero en recibirlo, en mostrarle esa sonrisa y mandarle un guiño como felicitación. Y mentiría si lo minimizara, esperar al otro se volvió un sello personal para ambos -la certeza de que volvías a casa.

Desde que se conocieron, fue así.

Las primeras veces en que Steve no podía acompañar a Tony a alguna conferencia o congreso, lo esperaba en la residencia de la academia; y viceversa cuando se trataba de sus misiones como cadete.

Era su sello, se repitió.

Por esa razón, no logró notar a Peggy entre el tumulto ni tampoco escucharla. Porque al momento de darse cuenta que no encontraría a Tony, corrió hacia la zona baja del cuartel. No se detuvo hasta llegar al laboratorio de Tony, el cual extrañamente estaba en silencio.

Lo más seguro era pensar que no lo encontraría ahí, sino en cualquier rincón del cuartel y durmiendo. Steve sonrió ante la idea de tener que buscar a Tony, se asemejaba tanto a la búsqueda de un gatito que se pierde, y aún así, se permite dormir profundamente.

"Y de ahí te quejas cuando te comparo con Alpine, Tony. Eres igual que ella, pequeño y muy travieso", Steve se dijo a sí mismo.

A pesar de no ser recibido por Tony, se mantenía feliz de llegar. Porque lo vería, pero toda sonrisa o alegría se esfumó en el preciso momento que entró a su laboratorio. Todo aparentemente se mantenía igual, salvo por el preocupante detalle de que no estaban más las fotos enmarcadas de ambos que Tony tenía en su escritorio, ni los cuadros con sus dibujos colgados en las paredes.

Steve se adentró al laboratorio, inspeccionó de cerca. Se hallaba en perfectas condiciones, no tenía la cafetera con residuos de granos de café que Tony suele triturar por las mañanas. Tampoco estaba el desorden que Tony provocaba al momento de decidirse por algún vinilo entre sus albúmenes favoritos de rock, ni qué decir sobre la ausencia de piezas metálicas en el piso o las hojas sueltas con sus bocetos y cálculos.

Este laboratorio no podía ser de Tony, se regresó a la puerta y leyó como cinco veces el nombre que tenía estampado: Anthony Edward Stark, consultor.

"Si este laboratorio tiene tu nombre y es el mismo en el que paso horas acompañándote y sintiéndome en casa, ¿por qué me da escalofríos permanecer aquí? ¿Por qué empiezo a creer que las paredes que alguna vez me albergaron con tanta calidez, ahora amenazan con aplastarme?".

Steve no soportaba permanecer un segundo más, iba a ir a buscar a Tony. Le esperaba una severa riña por la mala broma que le estaba gestando. Pero frenó en seco al tener a Peggy en el marco de la puerta.

—No cabe duda de que eres un hombre demasiado rápido. —Peggy apenas susurró, Steve le sonrió de lado. —. Pero pude alcanzarte.

—No tenías por qué hacerlo.

—Me temo que sí, creo que soy la indicada para informarte que ayer Tony renunció a seguir formando parte de Shield.

Steve se giró nuevamente hacia el laboratorio, las palabras de Peggy resonaban con un fuerte eco y en su cabeza. Ahora entendía el aspecto tan ordenado y ajeno del laboratorio de Tony. Quiso reírse, pero no podía ni siquiera moverse. Apenas consiguió darse vuelta, un repentino miedo comenzó a adueñarse de él.

—Le dije que se quedara un día más para despedirte, pero no pudo. Sostuvo que sabrías entender su prisa.

— ¿Así? —La voz de Steve se escuchó hostil. Y no quería serlo, pero el fuerte dolor de su pecho lo animaba.

Estaba molesto con Tony.

La gran pregunta sería por qué -por no ser avisado o ante el hecho de que Tony se fue.

— ¿Solo te dijo eso?

Peggy se acercó con cuidado a Steve, puso su mano en el hombro del rubio y lo apretó. —. Me pidió que evitara que lo odiaras.

— ¿Por qué lo haría? Si es mi mejor amigo, de las personas que más quiero y me impo...

Steve no terminó, porque su mente le dio la única razón por la que podría llegar a odiar a Tony -a ese genio que le cayó mal en el momento que supo de su traslado a la academia, pero el que luego se convirtió en su lugar seguro.

"Tony, tú no me puedes hacer esto. Tú no simplemente me puedes haber dejado, no cuando me prometiste que nunca soltaríamos la mano del otro".

Steve quería aferrarse a la esperanza, a esa que se alimentaba de todos los años que compartió con Tony. Él no podía simplemente irse, renunciar a la historia que tenían.

¿Cierto?

La mirada de Steve se rompió, sus lágrimas no tardaron en resbalar de sus mejillas.

Y Peggy supo en ese momento que Tony le mintió.

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