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Capítulo XI: Hanae Otsutsuki.

Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.

—Es tan lindo— Hanae se encontraba mirando desde la ventana en dirección hacia donde a Ashura entrenaba en el jardín, el joven Otsutsuki todavía no se percataba de la mirada de ella.

—Llevas horas viéndolo, mejor deberías ayudarlo a practicar, es pésimo en lo que sea que está haciendo— Kaede apareció a su lado sin previo aviso, Hanae saltó al verse descubierta. Debido al movimiento la azabache terminó derribando varias cosas

El ruido llamó la atención de Ashura, lo que provocó que Hanae trate de esconderse, Kaede como siempre intentó que no lo hiciera.     

Ashura giró en dirección a ellas, sonriendo ampliamente y saludando con su mano derecha —¿Ya están aquí?, ¿Comemos algo juntos?— habló con gran emoción. 

—Ah, yo...— Hanae saludó torpemente con un movimiento de su mano, su risa nerviosa hizo sonreír más a su primo.   

—Cuando termines ven a comer fruta con nosotros— lo invitó Kaede que también extendía su mano hacia él. 

—¡Lo haré!— gritó Ashura con gran energía. 

—Que lindos ojos— Hanae se recargó una vez más en el marco de la ventana, observando encantada los movimientos de Ashura. 

—¿Te gusta Ashura?, Eres demasiado obvia, Hanae— Kaede le veía entretenida, Hanae sabía que quería burlarse de ella, por eso mismo sentía sus mejillas tan calientes. 

—Quizá, sólo un poco— se apresuró a mentir, su hermana comenzó a reír más fuerte.

—Eres muy tierna, hermana— Kaede cubrió su boca en un intento por parar de reír, ya estaban volviendo a llamar la atención de Ashura.

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Hanae se miraba en el espejo mientras su hermana detrás de ella cepillaba su cabello, le gustaba ver el cariño y dedicación con que su hermana mayor la trataba. Desde los pequeños gestos al desenredar su cabello hasta las sonrisas cuando acariciaba su cabeza.

—Hermana, tu cabello es tan hermoso. Ahora que serás la líder, debes apoyar a mi amigo Kaiten con sus cultivos— Kaede le estaba sonriendo, y como siempre, Hanae la encontró brillante y cálida. 

Hanae miró sus manos un tanto nerviosa —¿Crees que lo haré bien?, Hermana, creo que la líder deberías ser tú— murmuró ella con cierto temor. 

No conocía mucho de los humanos ni de sus vidas o rutinas, ¿Cómo podría guiarlos?

—Yo no quiero ese puesto, además, tú tienes más liderazgo— le animó Kaede tomando sus hombros. 

—No te voy a defraudar— aseguró Hanae, esforzándose por mostrar a su hermana la gran determinación que tenía —Le dedicaré más recursos a los cultivos de tu mejor amigo, él siempre abastece a toda la aldea, ahora que somos más debemos contratarle trabajadores— meditó tanto para su hermana como para sí misma. 

—¡Sí!, Kaiten se está esforzando mucho, pero aunque no lo dice, necesita una mano extra— le dijo Kaede riendo, su mejor amigo podía llegar a ser muy obstinado. 

Hanae sonrió —Se lo conseguiré, no te preocupes por él— prometió a su hermana.

Kaede le devolvió la sonrisa, sabía de la admiración de su mejor amigo por su hermana, y le tenía muy inconforme que él no fuera correspondido.

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Indra, al notar el gran entusiasmo y vergüenza de Hanae, aceptó de mala gana la canasta de postres que ella le ofrecía. La joven lo tomó como una muestra de que podía continuar. 

—Ayúdame, por favor— le imploró la ojiperla con una pequeña reverencia. 

—Si te gusta mi hermano sólo díselo, puedes ayudarlo a entrenar, es una manera de acercarte a él. Yo puedo ayudarte con algunas técnicas— le dijo el mayor con la misma indiferencia de siempre, no le agradaba la idea de involucrarse con el romance de su hermano menor, pero entrenar con Hanae podría ayudarle de alguna manera. 

—¿De verdad lo harías?— preguntó Hanae un tanto sorprendida, no esperaba una respuesta así de su parte.

—Sí, entrenar con alguien como tú me ayudaría. Creo que tienes el nivel suficiente para que me deba esforzar un poco— le respondió Indra con una sonrisa burlona dibujada en sus labios. 

La expresión de Hanae se volvió amarga, sin saber si percibirlo como una ofensa o no. Ella contempló aquella idea, reflexionando sobre la posibilidad de ayudar a Ashura en su entrenamiento como un medio para establecer una conexión con él sin ponerla tan nerviosa.

—Si ayudo a Ashura-kun con sus entrenamientos tendré una forma de hablarle sin estropearlo— murmuró la joven para sí misma —¿Cuánto deberé esperar para confesarle mis sentimientos?— indagó ansiosa. 

—Eso ya depende de ti, no esperes que escriba también tu confesión amorosa— se burló Indra mientras rodaba los ojos. 

—No es lo que intentaba pedir...— 

—Empezaremos en tres días— la interrumpió Indra con voz demandante —Te veré en este mismo sitio a las cinco de la mañana. Si llegas un minuto tarde, no te ayudaré— la amenazó, lo que ocasionó el enojo de la contraria. 

—Estaré aquí, deja de quejarte por todo. Eres odioso— replicó Hanae con los brazos cruzados, gesto que alimentó la indignación de Indra.

—Tonta— un ligero golpe del dedo índice de Indra aterrizó en la frente de Hanae, cuando reaccionó, él ya se estaba marchando. 

Hanae tocó su frente instintivamente, localizando el punto del anterior contacto —¡Oye!, ¡Vuelve acá, cretino!— 
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Hanae se encontraba alistando su arco y sus flechas, estaba lista para ir a su encuentro con Indra, últimamente sus entrenamientos eran muy productivos. Aunque también comenzaba a acercarse más de lo que ella esperaba.

Antes de que pudiera terminar de alistar sus herramientas, Kaede apareció en su habitación sin haber llamado antes a la puerta.

—No irás con él— demandó Kaede visiblemente molesta, pero aún más preocupada.

Hanae suspiró, entendiendo el miedo de su hermana pero sintiendo la necesidad de hacer algo por sí misma. Debian dejarla tomar sus propias decisiones.

—No puedes prohibirme eso— la azabache se colgó en la espalda su arco junto con las flechas —He mejorado con mis entrenamientos, soy más fuerte ahora— 

—¿Crees que no me doy cuenta?, ¿De verdad piensas que soy idiota?— Kaede levantó la voz, con su mirada llena de frustración. 

—Hermana...— 

—Ustedes dos se están acercando demasiado, te apoyaba en tu enamoramiento con Ashura porque él es una buena persona, pero Indra...— la mayor apretó los puños, tratando de mantener la calma, pero su ansiedad era evidente.

—Indra-kun no es como tú piensas, puedo verlo, también es bueno— sus ojos se llenaron de lágrimas, reflejando el amor y la preocupación que sentía por su nuevo compañero de entrenamientos. 

—¡No lo es!— le gritó Kaede furiosa.

Hanae pasó de largo a su hermana, dispuesta a irse de la habitación. Comenzaba a creer que no podría razonar con su hermana mayor.

—Deja de ignorarme, Hanae. Él no es un buen partido, lo sabes bien— la joven le tomó del hombro para impedir que se fuera, decir que estaba molesta sería poco —Tú no tienes que salvarlo— 

—Pero quiero ayudarlo, no importa si no estamos juntos, no me gusta la oscuridad que lo está envolviendo— murmuró Hanae, insistiendo solamente una vez más.

Kaede se quedó en silencio por un momento, con las palabras de su hermana resonando en su mente 

—Hanae, ese no es tu problema— 

Hanae se alejó aún más de su hermana —Sabía que no me entenderías— la joven se giró ligeramente y se fue por el pasillo, perdiéndose de la vista de su hermano mayor.

Kaede se quedó en la habitación, sintiéndose frustrada, y teniendo que tirar algunas de las velas del buró como método para aliviar su furia.

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Hanae estaba esperando junto a Kaede bajo un árbol, las dos se encontraban comiendo algunos bocadillos que prepararon. Su hermana mayor la había invitado a una comida de campo, justo donde su mejor amigo tenía su granja, Hanae imaginaba que lo había hecho porque nunca los había presentado formalmente.

—Buen día, señoritas. Lamento hacerles esperar— se disculpó Kaiten apenas llegando hacia ellas, en sus manos llevaba una jarra de limonada junto a algunos vasos.

Hanae y Kaede intercambiaron sonrisas mientras observan a Kaiten acomodar la jarra de limonada. El sol brillaba intensamente y el aroma de los campos llenos de flores silvestres envolvía el ambiente, creando una atmósfera perfecta para su picnic. Hanae, un poco nerviosa, se preguntaba cómo sería la interacción con el mejor amigo de su hermana, ya que siempre había escuchado historias sobre él pero nunca había tenido la oportunidad de conocerlo en persona.

—No te preocupes, los bocadillos que preparamos pueden comerse fríos— le dijo Kaede con entusiasmo mientras servía las bebidas.

—Así es, no te presiones— Hanae, aún un poco tímida, tomó un sorbo de su bebida y sintió el refrescante sabor que le ayudó a calmar los nervios.

Kaiten les devolvió la sonrisa —Entonces, creo que me dará tiempo de cambiar mi ropa— 

—Deberías, desde temprano estás trabajando y se notan varias manchas de lodo— comentó Kaede para molestarlo un poco, el contrario se sonrojó ligeramente, sintiéndose avergonzado por no estar presentable.

—Ah, lo siento. No me percaté, lo arreglaré de inmediato— para la sorpresa de ambas chicas, Kaiten se quitó la polera que llevaba puesta ese día.

Hanae se quedó hipnotizada al ver su cuerpo, lograba apreciar varios músculos definidos. Un sonrojo apareció en sus mejillas al notar las pequeñas gotas de sudor que le recorrían la piel. La joven se cubrió ligeramente la boca, porque ahora que observaba más, su piel bronceada le hacía parecer más atractivo. Estaba deleitada. 

—¡Kaiten!, Te he dicho que no puedes ir por ahí quitándote la camisa, mucho menos en presencia de otras chicas— Kaede se levantó casi de un salto y lo empujó hacia la casa al mismo tiempo que le daba palmadas en el hombro.

Hanae salió de su trance y se avergonzó al darse cuenta de que lo había mirado más de la cuenta. 

¿Qué diría su hermana de su comportamiento?

O peor aún, ¿Qué diría Kaiten?

—¿Eh?, Bueno, iré a cambiarme y regreso— el joven comenzó a reír nervioso, obedeciendo a su mejor amiga y decidiendo marcharse unos minutos hacia su hogar. Los empujones de Kaede comenzaban a ser cada vez más fuertes.

—Él no tiene remedio— Kaede negó con la cabeza, su mejor amigo parecía que no tenia vergüenza. 

—¿Lo hace siempre?— preguntó Hanae mientras cubría sus mejillas con la intención de no delatar el rubor de su rostro. 

—Es un buen chico, pero su interacción con otras personas deja mucho que desear— la mayor dió un largo suspiro, Kaiten tenia la edad de su hermana, por lo que en ocasiones podía llegar a ser muy inmaduro e inocente.

—Ya veo— habló de nuevo Hanae, sintiéndose nerviosa todavía. No sabía cómo podría veo a la cara después de analizarlo tan a detalle.

—No lo culpes, ¿Si?, Kaiten no sabe mucho porque sus padres murieron cuando era muy pequeño— explicó la ojiperla con un aire de tristeza, Hanae se sorprendió con aquella revelación —Creció sólo e hizo todo para sobrevivir por su cuenta, por eso en ocasiones sus modales no son los mejores— continuó ella en vista de que su hermana menor no decía nada.

—Parece una buena persona, lo ha estado haciendo bien— comentó Hanae sonriendo.

Kaiten le pareció una persona que de verdad le gustaría conocer.

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—Me gustas, Indra-kun— confesó Hanae en un día soleado, mientras el viento jugueteaba con su cabello.

Indra, después de varios minutos de tenso silencio, finalmente respondió con voz firme —¿Es así?—

—Tal vez sea repentino, pero convivir contigo me ha hecho muy feliz. Quisiera saber tu respuesta— continuó Hanae, sintiendo su corazón latir con fuerza.

—No puedo corresponder a tus sentimientos— contestó Indra, con una expresión impasible, terminó bajando la mirada. 

La sorpresa y el dolor se reflejaron en los ojos de Hanae —Pero... Pensé que te sentías de la misma manera—

Indra respiró profundamente antes de pronunciar las palabras que sentía necesarias —Ya no quiero verte, Hanae. Eres una distracción en mi verdadero propósito. Mi amor por ti me está cegando—

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Hanae, su corazón se sentía tan oprimido que dolía. Sin embargo, conocía lo suficiente a Indra como para saber que hablaba muy enserio.

—¿Por qué?, Si sientes algo por mi, deberíamos intentarlo...— murmuró ella, tratando de encontrar todavía una explicación coherente de su parte.

—Lo siento, Hanae. Yo necesito un tiempo— fue la única respuesta que recibió de Indra.

Hanae se quedó inmóvil, con el corazón hecho pedazos, bajo la sombra del árbol que había sido testigo de tantos momentos importantes en su vida. Recordaba con claridad aquel día, tres años atrás, cuando le había pedido ayuda a Indra por primera vez. Desde entonces, habían compartido secretos, construyendo un vínculo que ella creía irrompible.

Pero ahora, mientras observaba la espalda de Indra alejándose, cada paso resonaba en su pecho como un eco doloroso. El sol brillaba intensamente, creando un contraste brutal con la oscuridad que sentía en su interior. No podía entender por qué él no se había volteado ni una sola vez para mirarla, para darle una última señal de que aún había esperanza. Sentía que el mundo a su alrededor se desmoronaba, y lo único que deseaba en ese momento era que el tiempo se detuviera.

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Ashura acariciaba el cabello de su prima mientras miraba que la taza de té que le llevó antes se encontraba en el buró, ella no había bebido ni un poco. 

—No debes sufrir por mi hermano, es un tonto si rechaza a una mujer tan maravillosa como tú— trató de animarla, Hanae siempre le había parecido linda y su personalidad tan determinada la llegaban hacer parecer como alguien intimidante.

Hanae sonrió débilmente —¿Eso crees?— 

—Totalmente— aseguró el mayor asintiendo.

—Gracias, Ashura-kun— la ojiperla se encogió de hombros y comenzó a llorar de nuevo, asustando aún más a Ashura. 

Si tan sólo hubiera declarado sus sentimientos a Ashura sin tantas complicaciones, seguramente ahora no estaría sufriendo, sino teniendo una bonita relación con el castaño.

—Han pasado unos meses desde que se fue, así que no sigas llorando por él— le pidió el joven sintiendo pena por ella, en cuanto viera a su hermano, se encargaría de golpearlo por hacer llorar a alguien que apreciaba demasiado.

—Ya no lo haré, lo prometo— murmuró Hanae tratando de no verse tan lamentable ante los ojos contrarios.

Ashura se levantó y dejó su taza de té junto a la de su prima —Puedes quedarte a dormir aquí, es muy tarde para que regreses a tu aldea— comentó esperando que ella acepte su invitación.

—Gracias— Hanae asintió y se recostó en la cama, Ashura le sonrió unos segundos.

—Hasta mañana— se despidió él antes de cerrar la puerta.

Hanae se quedó despierta por varias horas más, no podía dejar de pensar en que su aldea justo ahora debía estar desprotegida y eso le inquietaba. Su aldea no tenía porque pagar las consecuencias de su corazón roto. 

Se levantó de golpe, dispuesta a marcharse ahora que Ashura debía estar dormido, creía que de esa forma su primo no la escucharía salir, eso debido a que su habitación se encontraba muy lejos.

Estuvo a punto de abrir la puerta, aunque se detuvo cuando escuchó unos pasos en el pasillo.

—¿Ashura-kun?— susurró con cierto temor.

La joven se animó a abrir la puerta tras no recibir una respuesta, su sorpresa fue notoria al encontrarse con Indra. Y sus ojos rojos no hicieron más que asombrarla y ponerla en alerta.

—Sabía que eras tú a quien estaba sintiendo, ¿Tan rápido me reemplazas?— Hanae retrocedió unos pasos por instinto e Indra aprovechó su duda para entrar a la habitación y cerrar la puerta tras de si.

—¿De qué estás hablando?— habló la ojiperla molesta.

Indra tomó el mentón de Hanae y la obligó a verlo a los ojos —Detesto que hayas vuelto a elegir a mi hermano, Hanae— 

—Vete de aquí, me estás molestando— la azabache lo empujó por los hombros, furiosa con su repentina aparición y su comportamiento.

—La que me está molestando eres tú— para sorpresa de Hanae, Indra la besó a la fuerza, sosteniendo su rostro y mordiendo ligeramente sus labios. 

Hanae golpeó su abdomen para apartarlo, nunca esperó que su primer beso fuera con Indra, mucho menos que tuviera que ser de esa forma.

—Ya fue suficiente, me voy de aquí— dijo mientras limpiaba cualquier rastro del contacto de Indra de sus labios.

Hanae intentó dirigirse a la ventana para escapar pero Indra la tomó del cabello y la obligó a regresar a la habitación. La menor se sintió más molesta que antes.

—Te voy a enseñar que sólo me perteneces a mi, no permitiré que mi hermano vuelva a tocarte— Indra soltó su cabello para lanzarla hacia el futón, Hanae lloró del coraje que le producía su forma de tratarla.

—Estás loco, no vuelvas a tocarme— le advirtió ella mientras su Byakugan se activaba. 

Hanae guardó silencio cuando volvió a sentir los labios de Indra sobre ella, su cuerpo se paralizó del miedo cuando él comenzó a romper su ropa.

—Incluso tomabas el té con él antes de dormir, eso era nuestro— Indra miró sobre l hombro de Hanae las dos tazas de té en el buró y enfureció.

Si hermano no sólo le robaba el puesto que su padre debió darle, también quería quitarle la mujer que amaba.

—Ya basta, aléjate de mi— Hanae intentó apartarlo con ayuda de su puño suave, pero Indra ahora le parecía más fuerte que antes.

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—¿Qué Indra hizo que?— Ashura golpeó la mesa, no podía creer lo que su tío estaba diciendo. Y sólo de imaginar que era cierto, su cuerpo se estremecía.

—Hamura, he enviado a Indra lejos. No volverá a lastimar a Hanae, te lo prometo— habló Hagoromo en un intento por contener a su hermano e ignorando a su hijo menor, que recién había entrado a la habitación.

—Escúchame bien, Hagoromo. La única razón por la que no asesino a tu hijo es porque no sé a dónde lo enviaste, en cuanto ponga un pie en la aldea de mis hijas, voy a acabar con él— amenazó Hamura furioso, nunca había puesto un pie en la tierra después de que su esposa murió en el parto de su hija menor, y ahora quizá se arrepentía. Debió estar más al pendiente de sus hijas, así no las habrían lastimado. 

—Él abusó de Hanae, ¿Por qué deberíamos dejarlo ir?— escuchó a Kaede gritando, y en lugar de buscar tranquilizar a su hermana y a su padre, Hanae se limitó a esconder su rostro entre sus piernas.

—Sólo pido que perdonen su vida, sé que puedo encontrar una forma de que pague por su crimen, pero su muerte no debería ser una opción— le suplicó Hagoromo devastado, su hermano menor siempre había sido amable y su relación con él era muy buena, odiaba la brecha que se estaba formando entre ambos.

—Es la única que veo— le dijo Hamura mientras sus ojos se activaban sin que fuera plenamente consciente de ello.

—Me enfrentaré a él— murmuró Ashura entre la discusión de ambos adultos —Le haré ver lo que sucederá si vuelve a poner una mano encima de Hanae— el joven salió de la habitación con lágrimas de enojo y frustración rodando por sus mejillas.

—Espera, Ashura— Hagoromo salió detrás de él, lo último que deseaba era un enfrentamiento entre sus hijos.

—Indra es un bastardo— Kaede golpeó la mesa para después patear una de las sillas. 

Hamura se acercó a Hanae y se arrodilló frente a ella para quedar cerca de su altura —Te buscaré un esposo— 

Hanae se incorporó de mejor manera en su silla al escucharlo.

—¿Qué?—

—Lamento no ser un buen padre, Hanae. Sé que no piensas en casarte, pero si no lo haces, todos comenzaran a hablar de ti— su padre no sonreía, en realidad, se miraba más agotado que otras veces —No pienso permitir que mi hija sea señalada por algo que no es su culpa— sentir su mano sobre sus hombros provocó sus lágrimas, su padre trataba de ayudarla a su manera. 

—Mi amigo...— murmuró Kaede —Conoces a Kaiten, Hanae. Él es una buena persona y te aprecia, no tendrá problemas en ayudarnos— la joven se acercó a su hermana para de alguna manera tratar de consolarla. Ella estaba de acuerdo con su padre, y quién más le parecía adecuado para ese puesto era su mejor amigo, él ya tenía una gran admiración por su hermana menor, confiaba en que podría nacer un sentimiento muy bonito hacia Hanae.

—Está bien— aceptó Hanae mirando hacia el suelo, le agradaba el mejor amigo de su hermana mayor, incluso tenían conversaciones interesantes. 

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La boda de Hanae y Kaiten era sin duda el evento más esperado del año en la aldea. La atmósfera estaba cargada de alegría y emoción, y cada rincón del lugar había sido decorado con flores y farolillos que iluminaban la noche. Los aldeanos no podían evitar sonreír al ver a su líder, Hanae, radiante en su kimono nupcial, y a su lado, el siempre leal y cariñoso Kaiten. Ese momento es el que culminaba una historia que muchos ya habían anticipado, pues la cercanía entre ambos siempre fue evidente gracias a Kaede. 

Kaede, con su característica energía y entusiasmo, pronto se convirtió en el centro de atención mientras contaba anécdotas sobre como conocieron a su mejor amigo. Una de las historias más emotivas era aquella en la que Hanae le confesaba su amor por Kaiten. Los aldeanos escuchaban atentos, algunos con lágrimas de alegría, otros con sonrisas cómplices, mientras Kaede narraba cómo Hanae y Kaiten siempre fueron inseparables. Las risas y los aplausos se sucedieron, crearon un ambiente cálido y familiar. Era evidente que Kaede tenía un don especial para conectar con la gente y hacerles sentir parte de esa hermosa celebración.

Hanae, aunque algo sonrojada, sonreía y reía en ocasiones por las historias de su hermana, ella realmente estaba logrando convencer a los aldeanos. Cada anécdota le parecía más linda que la anterior, y le hubiera gustado que realmente fueran ciertas. Casi podía sentir el amor, que su hermana tanto presumía, tenía de parte de Kaiten.

La ceremonia avanzó y los votos fueron intercambiados, sellando así una unión que todos sabían inevitable. La boda no sólo celebra el amor entre dos personas, sino también la fortaleza y la unidad de toda la comunidad. Los aldeanos continuaban festejando, sabiendo que esa unión traería prosperidad y felicidad a la aldea. 

Kaiten, estando a lado de Hanae, robaba un poco del postre de su esposa, Hanae rió un poco al descubrirlo.

—Lo siento, Kaede siempre me presume este postre pero nunca me enseña a hacerlo— Kaiten rió nervioso y desvió su mirada, sintiéndose un poco expuesto ante los ojos de su ahora esposa. 

—Es porque solamente yo tengo la receta para el pastel de frutos rojos— Hanae tomó más de su pastel y le dió a probar a Kaiten, quién aceptó tímidamente —Hagámoslo juntos la próxima vez— le propuso ella sonriendo.

—Sí, eso me gustaría— aceptó el joven con una sonrisa.

—Vamos, come un poco más— le animó Hanae, que de nuevo le ofrecía de comer de su pastel.

—Hanae, sé que todo esto fue muy repentino y probablemente no querías casarte, eres muy joven al igual que yo— intentó explicar Kaiten mientras la interrumpía y rechazaba sutilmente su pastel.

—Kaiten...— murmuró ella con temor a que él de pronto no estuviera de acuerdo con esa unión.

—No debemos intentar algo que tú no quieras. Lo único que deseo es que nos llevemos bien, podemos ser amigos si te agrada la idea— Kaiten sonreía, y por su agradable mirada y sus reconfortantes palabras, ella sabía que hablaba en serio. Se permitió sentir un poco de felicidad, por fin encontraba otra persona que pensaba en lo que ella quería y tenía en cuenta su opinión.

El joven se sonrojó al confesarlo, no se atrevía a decirle que estaba enamorado de ella. Sabía por el padre de Hanae y por Kaede que alguien había lastimado mucho a su esposa, y por ello entendía que no quisiera tener una relación romántica. 

No la molestaría con sus sentimientos, se conformaba con poder ser su amigo y compañero.

—Yo también quiero que seamos más cercanos, me agradas mucho— Hanae le sonrió, tomando su mano por debajo de la mesa.

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Hanae estaba decorando con algunas lámparas de papel el santuario que su hermana iba usar para la oración de esa noche, la mañana era fresca y eso la hacía agradable.

Las personas más ancianas de la aldea eran quienes se reunían con Kaede, tenían más conocimientos sobre los dioses de lo que ellas podían conocer, por eso se involucraban en todos los asuntos espirituales que rodeaban a su hermana mayor. Hanae los llamaba sabios del templo, lo que le parecía algo justo, eran como el consejo de excelencia de su hermana y quienes le ayudaban a tomar algunas decisiones difíciles. 

No le pareció extraño ver a algunos de ellos en el santuario, decorando y arreglando los últimos detalles de la ceremonia.

—Hanae-sama, ¿Cómo se siente hoy?— un anciano se acercó a ella para saludarla, escondiendo sus manos en las mangas largas de su yukata.

Hanae se asustó un poco por su repentina aparición, lo que provocó que dejara caer la lámpara que llevaba sus manos. El anciano se inclinó para recogerla por ella y entregársela de vuelta.

—Estoy bien, el bebé no ha dado tantos problemas como otros días— contestó Hanae acariciando un poco su vientre y riendo suavemente.

—Su vientre parece haber crecido mucho para ser solamente de tres meses— comentó el contrario con cierto tono mordaz, Hanae no pudo ocultar sus nervios, realmente tiene cinco meses de embarazo.

—Ah, ¿Eso cree?— la ojiperla miró hacia otro lado en busca de más personas para tratar de huir saludando a alguien más, pero los otros ancianos parecieron abandonar la sala.

—Su hijo... ¿Realmente es de Kaiten?— indagó, llamada nuevamente la atención de la azabache.

—¿Qué demonios está diciendo?— Hanae lo observó furiosa por su insinuación.

Si bien era cierto, que ese anciano le diera a entender que engañó a su esposo le resultaba una gran ofensa.

—¿Cómo te atreves a hablarme así?— gritó el anciano, indignado por el tono con que ella le habia hablado.

—No haga que me arrepienta de aceptarlo en mi aldea— lo amenazó Hanae, enfureciendo su semblante amable de siempre. 

—Tú... Niña arrogante...— el anciano levantó su mano hacia ella, aunque Hanae no tuvo tiempo de reaccionar, le asombró no recibir ese golpe.

—No vuelva siquiera a pensar en poner una mano encima de mi esposa— sus ojos perla vieron con sorpresa la escena que se desarrollaba frente a ella, Kaiten la estaba defendiendo, incluso de esas personas que él tanto respetaba.

—¡Estoy defendiendo el honor de nuestra aldea!— el anciano se soltó del agarre de Kaiten, mirándolo con desaprobación.

—¡Usted solamente está buscando causar problemas!, Nunca le ha agregado Hanae, le teme a sus ojos— le reclamó el pelinegro, posicionándose delante de su esposa como una forma de protección.

—¡Guarda silencio!— exigió el anciano.

—¿Qué cree que diga Kaede cuando se entere de que intentó golpear a mi esposa?, Le recuerdo que ella está embarazada— continuó Kaiten sin dejarse intimidar. 

—No te atrevas— murmuró el mayor.

—Ha sido suficiente, es mejor que se retire, hablaré con mi hermana para saber cómo proceder con usted— habló Hanae con voz firme, moviéndose unos pasos hacia su esposo para poder ver a la persona que los atacaba.

El anciano les miró muy enojado antes de darse la vuelta para salir por la puerta principal de la sala.

Hanae tomó la mano de Kaiten cuando por fin estuvieron solos, el joven se giró a verla y se sonrojó al encontrarse con los brillantes ojos de su esposa.

—Kaiten, nunca te había visto enojado. Creo que te veías más atractivo— le dijo Hanae mientras le sonreía de forma pícara.

—¿Qué estás diciendo?— Kaiten se sonrojó fuertemente, por lo que prefirió cubrirse el rostro con su mano izquierda.

—Me encanta cuando me defiendes, Kaiten— siguió bromeando la chica, tocando con sus dedos el torso del pelinegro. Solía jugar con él porque le gustaba verlo sonrojado. 

—No sigas, Hanae— pidió Kaiten, que sentía sus mejillas más calientes que antes, y antes su gran sorpresa, Hanae se levantó sobre las puntas de sus pies para depositar un suave beso.

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Hanae estaba escribiendo sobre las técnicas que había estado perfeccionando con su padre por tantos años, haciendo dibujos para ilustrar de mejor manera sus pergaminos, aportando ideas y sugerencias para mejorar las técnicas y las ilustraciones. Hanae Kaiten, habían dedicado muchas horas a perfeccionar sus habilidades en el arte de la caligrafía y el dibujo. 

La técnica de la rotación resultó ser una de las favoritas de Hanae debido a su elegancia y precisión. Esa técnica implicaba un giro fluido y controlado para crear la defensa perfecta.

Kaiten, que siempre estaba atento a las necesidades de su esposa, se aseguraba de que nunca le falte material para trabajar. Con su experiencia y conocimiento, él también contribuía con consejos valiosos, ayudando a Hanae a refinar sus habilidades y a encontrar nuevas formas de expresión artística. Juntos, disfrutaban de la creación de pergaminos que no solo son bellos a la vista, sino que también transmitían sus emociones.

A medida que Hanae continuaba escribiendo y dibujando, su relación con Kaiten se fortalecía. La oficina que habían acondicionado se convirtió en un santuario de creatividad y aprendizaje mutuo. Cada pergamino terminado es un testimonio de su dedicación y pasión compartida. A través de este proceso, Hanae no solo mejoró sus técnicas, sino que también forjó recuerdos inolvidables con su esposo, creando un legado que prometía perdurar por generaciones.

Esa noche como todas las demás, Kaiten llegó a su pequeña oficina con más tinta para que siguiera escribiendo, últimamente Hanae se veía muy concentrada, quizá porque estaba por terminar con otra de sus técnicas más difíciles, los Puños Gemelos de León.

—Hanae, no te presiones tanto. Descansa un poco— su esposo le sonrió, él le veía con esa mirada tan comprensiva y llena de admiración que siempre aceleraba a su corazón. Hanae disfrutó cuando él se acercó y depositó un tierno beso en su frente.

—Estoy por terminar, de hecho sólo me hace falta encontrar un buen nombre para una de mis técnicas— Hanae miró sus ilustraciones, tratando de ver el nombre adecuado para su rotación. 

Kaiten tomó asiento a su lado, inclinándose ligeramente hacia ella para ver lo mismo que ella

—¿Y cuáles son las propuestas?— preguntó con curiosidad.

Hanae lo observó y sonrió —Creo que ya lo tengo— admitió, y se culpó por no haberlo visto antes.

—¿En serio?— Kaiten la miró de vuelta.

—Le pondré tu nombre, así todos sabrán lo enamorada que estoy de ti— Hanae se acercó un poco más a él, colocando su mano sobre la rodilla de su esposo.

—¿Mi nombre?— repitió Kaiten nervioso.

—Hakkeshou Kaiten— habló Hanae muy entusiasmada —¿No suena increíble?— 

—Me gusta— Kaiten se sonrojó y miró hacia el lado opuesto a ella, Hanae aprovechó ese instante para empujarlo suavemente al suelo y recostarse sobre él. 

—Si te gusta, debemos celebrarlo— le provocó Hanae tomando la mano de su esposo, Kaiten colocó su mano libre en la cintura de la joven.

—Hanae, debemos ser cuidadosos— le recordó Kaiten avergonzado.

—Hoy seamos un poco atrevidos— le pidió Hanae para después inclinarse hacia él y besarlo.

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Hanae estaba recostada al lado de Kaiten, quien acariciaba su cabello suavemente y depositaba algunos besos tiernos en su frente. La intimidad del momento se sentía cálida y llena de amor, un reflejo perfecto de la relación que habían cultivado juntos a lo largo de esos últimos meses. Hanae, con una sonrisa serena en el rostro, se volvió hacia él.

—¿Qué nombre deberíamos darle a nuestro hijo?— preguntó Hanae, con sus ojos brillando con la emoción de la inminente llegada de su bebé.

Kaiten frunció el ceño ligeramente, mostrando una expresión pensativa —No he podido escoger alguno— admitió, dejando escapar un suspiro —Alguien debería escribir un libro con nombres para bebés—

Hanae rió suavemente ante la ocurrencia de Kaiten, sintiendo la misma frustración y emoción que él —Ya tengo ochos meses de embarazo, te queda menos tiempo para pensarlo— le recordó ella sonriendo.

—Pero debo escoger dos nombres, por si es un niño o una niña— intentó explicar el pelinegro.

—Me da miedo pensar que pueda parecerse a su padre, no quiero eso— habló de pronto Hanae, temblando ante esa posibilidad. Kaiten la abrazó un poco más fuerte, queriendo que ella pudiera volver al lindo momento que compartían segundos antes.

—Espero que nuestro hijo tenga tus ojos, es lo más bonito que puede existir en este mundo— confesó Kaiten mientras daba otro beso a su mejilla.

—Ah, Kaiten— Hanae no pudo evitar las lágrimas de emoción, ese último mes la tenía más sensible de lo habitual.

—Te amo, Hanae— el pelinegro se atrevió a robar un tierno beso a los labios de su esposa.

—Yo también te amo, Kaiten— respondió Hanae mientras cerraba los ojos, imaginando las infinitas posibilidades que tendría su hijo con Kaiten como su padre.

Ambos se sumergieron en un silencio cómodo, dejando que el amor y la expectativa llenen el aire.

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Sus ojos se llenaban de lágrimas, en ese instante se sentía demasiado impotente, nada de lo que intentaba funcionaba. Presionaba su herida, pero la sangre no paraba de salir a borbotones, las mangas de su lindo kimono blanco se habían teñido de un fuerte rojo carmesí. Las gotas de agua salada que salían de sus ojos perla terminaban cayendo cerca del gran hueco en su pecho, sabía que él sufría, pero no quería dejarlo ir, no sería la misma si su amado la abandonaba. ¿Estaba siendo egoísta?, Probablemente, ¿El amor era egoísta?, Ya no conocía la respuesta. Lo amaba, empero, eso no significaba que era tan fuerte como para dejarlo ir.

¿Quién se atrevió a hacerle daño a un ser tan puro como su amado Kaiten?, Él jamás le haría daño a alguien, si solía sentirse mal cada que miraba a algún animal muerto, por eso mismo era vegetariano. No comía nada de carne, solamente cuidaba de algunos animales para obtener leche y algunos huevos que entregaba al templo, el alimento que terminaba de completar lo necesario para todos era lo que cosechaba de sus cultivos. Como era una persona importante para el funcionamiento del templo, su padre lo había elegido como su esposo. Al principio tenía miedo, pero él y sus sonrisas la convencieron de su sinceridad, Kaiten y ella aprendieron a amarse, no era justo que alguien quisiera arrebatarles esa felicidad. 

—Kaiten... Por favor...— rompió las mangas de su kimono, sin importar que fueran de seda y que probablemente recibiría algunas reprimendas de los sabios del templo, ya nada le importaba, solamente quería detener a cualquier costa el sangrado de su esposo. 

—No llores, quiero que mi último recuerdo sea el de tu rostro sonriendo— los ojos oscuros de su esposo estaban más apagados que otros días, y aun con el sufrimiento que recorría cada parte de su cuerpo, se esforzaba por sonreírle. Con lentitud, la mano fría de su amado Kaiten avanzó hasta posicionarse sobre su mejilla, él trataba de limpiar el rastro que dejaban sus lágrimas. 

—No digas eso, por favor... Tú no puedes dejarme— aunque quería detener su llanto para cumplir la petición de su amado, simplemente no lo conseguía. Estaba destrozada, la vida de su esposo escapaba de su cuerpo sin que ella pudiera hacer algo para detenerlo —No puedes dejarnos— su embarazo de ocho meses era algo imposible de pasar por alto, y su esposo era consciente de ello, era tan enorme que le resultaba increíble pensar que sólo un bebé venia en camino. 

—Hanae, te amo— Kaiten sentía como en momentos perdía la razón, sus ojos se cerrarían pronto y antes de que eso sucediera, anhelaba poder confesar sus sentimientos una vez más. Fue muy fácil enamorarse de Hanae, ella era una mujer fuerte, inteligente, amable, honesta, agradable, había infinidad de palabras positivas con que podía describirla. Sus ojos lo cautivaron desde el primer día que se vieron, y cuando le dieron la noticia de que sería su esposa, le prometió al cielo que haría todo lo posible por recuperar su sonrisa. 

—Ya basta, Kaiten... Voy a curarte, estarás bien— las ideas escapaban de su mente, no podía dejarlo solo para pedir ayuda porque eso significaría que no habría alguien que hiciera presión en su herida, Kaiten ya no tenía fuerza suficiente para evitar que su sangre siguiera saliendo, ¿Qué se supone que haría si ni siquiera contaba con herramientas para tratarlo?

—No puedo sentirlo, veo que sostienes mi mano pero no me es posible sentirte— y dolía, los dioses sabían cuánto dolía no poder sentir la mano de su esposa, más que la herida que se abría sobre su pecho. Ella soltó su mano para presionar su herida con ambas, en un intento desesperado por darle unos minutos más de vida, tal vez el cielo escucharía sus plegarias y llevarían a persona que pudiera ayudarle. 

—Kaiten, si tú no estás conmigo... Si tú no estás conmigo, ya no tendré a mi alma gemela, ya no...— ya no tendría sentido vivir, Kaiten fue la persona que le devolvió la esperanza y le hizo creer en el verdadero amor. Tenía a su hermana, también la amaba, y tampoco le agradaba la idea de dejarla a ella, pero es que todo era tan difícil, no quería imaginar una vida sin Kaiten. Su hermana Kaede sería lo único que le quedaría, ella que siempre la apoyaba. 

—Estarás bien, Hanae. Eres la mujer más fuerte que he conocido, tú y Kaede cuidarán bien de nuestro hijo— el pelinegro se esforzó por acariciar su vientre abultado, siempre le gustó tocarla y sentir como su hijo se movía en el interior de su esposa. A ella en ocasiones le causaba náuseas, y se sentía mal de estar alegre de percibir las pataditas del bebé si ella tenía esa expresión de querer regresar el desayuno. Ahora era diferente, su amada Hanae no parecía querer vomitar, en realidad, sus lágrimas y la tristeza que cubría sus lindas facciones le debían impedir sentir otra cosa. 

—Kaiten, no te rindas, te lo suplico— sostuvo su mano, aquella que acariciaba su vientre de ocho meses. Sabía que él no podía sentirla, y lamentaba que siguiera esforzándose por ellos —Solamente concédeme un día más— no pretendía ser egoísta, reteniendo a su esposo cuando él sufría tanto, empero, tampoco quería estar sin él. Ya nada sería lo mismo, aunque su hermana le estuviera consolando, no soportaría que le suceda algo malo a su amado.

—Escoge un lindo nombre para nuestro hijo, presiento que será un niño— Kaiten siguió frotando la tela que cubría su vientre, le dolía pensar que no podría estar presente en su nacimiento, que no cuidaría de su esposa y su hijo como le prometió tantas veces a Hanae. Seguramente los dioses le castigarían por ello, aunque debían tomar en cuenta que él nunca pretendió abandonarlos a propósito —Perdona que tu padre sea tan lento para elegir, pequeño— le habló al bebé, y con la voz de su esposo, Hanae sintió como si se removiera en su interior. Kaiten sonrió, cuando el vientre de su esposa comenzó a ser más voluminoso, el presentimiento de que serían gemelos se instaló en su corazón, ahora ya no le sería posible comprobarlo.

—No quiero que mi hijo no te conozca, no quiero vivir en un mundo donde tú no estés— las manos de Hanae se acercaron al rostro de su esposo, llenando sus mejillas con manchas de su propia sangre, que intentaba quitar con las partes limpias de su kimono. Ya no había salvación para su amado, lo entendía, pero no quería aceptarlo. Era injusto, le estaban arrebatando a una de las personas que más amaba, Kaede y Kaiten lo eran todo para ella.

—Los amo, Hanae. Te prometo que en mi siguiente vida volveré a encontrarlos— su esposo hizo un intento por acercarla a él, Hanae lo comprendió y rápidamente se recostó a su lado, tomando su mano y besando sus labios por última vez. Deseaba demostrarle cuánto la amaba, en meses se había ganado su corazón, aunque sentía como si lo hubiera conocido de toda la vida. Con Kaiten podía ser sincera, al igual que con su hermana, a su esposo podía contarle todos sus secretos. Confiaría en él, confiaría en que en su siguiente vida, podría ser feliz a lado de Kaiten.

—Espera por mí— le suplicó, abrazándose a su cuerpo que lentamente iba perdiendo el aliento. Aunque tenía la esperanza de reunirse nuevamente con él, todavía no aceptaba que lo perdería en ese momento —Cariño, te necesito desesperadamente aquí conmigo— sostenía su mano y la frotaba contra su mejilla, desde hace poco, Kaiten había cerrado los ojos, presentía que no volvería a abrirlos.

—Encontraré la manera de verte de nuevo— le prometió de nuevo él con una sonrisa dibujada sobre sus labios, todavía con su último aliento, suplicaba a todos los dioses que le permitieran ver a su familia en su siguiente vida. En el templo se les hablaba sobre las reencarnaciones, él lo creía, y esperaba que le concedieran el regalo de volver a conocer a Hanae. Sólo deseaba que su amada Hanae no sufriera tanto como lo hizo en esa vida.

—¿Quién te hizo esto?, Dime el nombre de ese maldito— la ojiperla apretó la mano con que no sostenía a su esposo, era evidente que no se trataba de un accidente, tampoco creía que alguien fuera tan idiota como para tratar de atacar su aldea. Necesitaba saber quién se atrevió a lastimar a su amado, a un inocente civil que ni siquiera llevaba un arma con que defenderse en ese momento. Encontraría a esa persona y le haría sufrir hasta que se disculpara y suplique por su vida. 

—Fue él, lo hizo Indra— susurró Kaiten con las últimas fuerzas que tenía.

Los ojos de Hanae se abrieron en total sorpresa, no estaba preparada para escuchar ese nombre de nuevo.

—Ese maldito se atrevió a regresar— Hanae apretó sus manos, sintiéndose frustrada por no haber impedido que Indra le hiciera daño a su esposo.

—Hanae, no lo enfrentes sola. Por favor...— le suplicó Kaiten antes de cerrar sus ojos para siempre, su esposa se asustó al no sentir su energía.

—¡Kaiten!— Hanae lloró al ver que no reaccionaba, se tiró a su lado para abrazarlo, pero él no le devolvió el abrazo como siempre hacía.

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—Me traicionaste, te casaste con otro— su tono era molesto, sus ojos más fríos que en el pasado. Hanae no sintió temor, llevaba un arco y su estuche de flechas en la espalda, haría sufrir al hombre que se atrevió a asesinar a su esposo.

—¿Por qué lo hiciste?, Yo lo amaba— ella gritó, estaba molesta al no poder salvar a su amado Kaiten, al permitir que la persona frente a ella vuelva a hacerle daño. Tal vez debió esperar a Kaede, idear un plan antes de ir a retarlo, empero, no podía desperdiciar el tiempo.

—No soporto verte con otro, Hanae— es la sencilla respuesta que él le dió, lo que hizo enfadar más a la ojiperla. Él le hizo mucho daño en el pasado, ¿Qué le hizo creer que lo estaría esperando con los brazos abiertos?

—Te reto a un duelo, no pasaré por alto la muerte de mi esposo— Hanae retiró una de sus flechas de su estuche, encendiendo la punta gracias a una pequeña técnica de fuego. Lo haría, sin importar que su familia pueda tener problemas, ella lo asesinaría en ese preciso instante.

—No quiero una batalla contigo— él le dió la espalda, aunque le dolía sentir que la mujer que amaba lo traicionó, no quería hacerle daño —Maldita, vas en serio— murmuró cuando la flecha de Hanae atravesó su hombro derecho. Quitó la flecha de su cuerpo, dejando una herida de la que pronto salió sangre.

—Te haré pagar por separarme del amor de mi vida— su ataque fue una advertencia, ella jamás fallaba en el tiro con arco. Si no le apuntó a su corazón, era sólo porque él le daba la espalda, y no atacaría a alguien que no le miraba de frente.

—No te preocupes, pronto volverás a verlo— la sonrisa de él no le causó miedo, ahora solamente le importaba obtener justicia para Kaiten.

Antes de que Indra llegara hasta ella, Hana activó una de sus técnicas, los leones que se formaron en sus manos lograron sorprender ligeramente a su oponente, pues hasta ahora ella nunca los había usado. El tono morado de su energía se fusionó con el blanco del fuego que Indra le había enseñado a usar, quería poder causarle el mayor daño que pudiera. 

Indra sintió el fuerte golpe en su hombro izquierdo, el daño era tanto que estaba seguro de que ella no sólo había quebrado su brazo, sino también parte de su energía. Aún con eso, como un último acto de amor hacia ella, Indra decidió que su muerte sería rápida, así no sufriría.

Hanae perdió el aliento cuando sintió que la mano de Indra atravesaba su pecho, fueron segundos antes de que su corazón dejara de latir.

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Hinata se encontraba en una antigua sala de oración que emanaba una atmósfera de misterio y reverencia. Después de contactarse con Hanae, había decidido seguir explorando mientras Obito trataba de capturar peces para la cena.

Las paredes de la sala estaban adornadas con grabados y símbolos que relataban la historia de Hamura, un antiguo y respetado líder. Al centro del salón, un grabado en letras grandes captó su atención.

—La luz de la luna de Hamura brilla sobre mi— intrigada, Hinata leyó las palabras en voz alta, esperando algún tipo de reacción o revelación.

Sin embargo, no ocurrió nada de inmediato. Decidida a seguir explorando, Hinata intentó dar un paso, pero su vista se nublo repentinamente y el mundo a su alrededor se oscureció. Sintió sus piernas ceder y antes de darse cuenta, cayó desmayada. Mientras luchaba por recuperar su fuerza y ponerse de pie nuevamente, experimentó una sensación de flotar en un vacío oscuro y frío.

Lentamente, creyó abrir los ojos, pero su visión siguió siendo borrosa. A través de la neblina, distinguió la figura de un hombre que le resultaba inquietantemente familiar. Sus rasgos eran vagos, pero había algo en su presencia que despertaba un eco en su memoria. 

—Hija, tardaste mucho en poder verme— Hamura le sonrió, con ojos visiblemente cansados.

—¿Hija?— repitió ella desconcertada.

—En tu primer vida, pude ser tu padre... Siento no haber sido el mejor— Hamura bajó la mirada, sintiendo el peso de no haberla defendido mejor en el pasado. Hanae no dejaba de sufrir el mismo destino y eso lo entristecía.

—Oh, eres el padre de Hanae... Mi padre— Hinata se sorprendió más al escucharse, todo el sitio parecía incluso más oscuro que la dimensión de Obito, al único que puede ver es a Hamura —¿Dónde está Obito-san?— preguntó, tenía miedo porque no lograba mirar ni un rastro de la sala de antes.

—Necesitaba hablar contigo, Byakugan no Hime— le hizo saber el mayor.

—¿Por qué?— 

—Sé que no estás conforme con lo que has escuchado de parte de Hanae, puedo ayudarte a hablar con Izanami, sólo permíteme darte un poco de mi chakra— le pidió, porque creía que con ayuda de Izanami podrían ponerle fin a la maldición de su hija.

—¿De verdad puedes ayudarme?— indagó con una ligera desconfianza, después de ver que su pasado no dejaba de repetirse, comenzaba a perder cualquier esperanza.

Hamura asintió y se atrevió a tomar las manos de su hija —Lo haré, si prometes que en tu siguiente vida me volverás a llamar padre— 

Los ojos de Hinata se llenaron de lágrimas que no pudo contener —Lo prometo— 

Hamura volvió a sonreír con su respuesta.

Hinata despertó desorientada, se incorporó un poco para quedar sentada sobre el suelo, observó hacia todas partes pero no encontró rastro de su anterior acompañante, tampoco de Obito. 

—¿Obito-san?— lo llamó pero como supuso no obtuvo respuesta, así que imaginó que él debería seguir pescando. 

—¿Por qué siempre estás pensando en él?, Es un poco aburrido tener que ver siempre lo mismo, niña— habló Izanami fastidiada de la misma situación, esa humana parecía no tener ojos oara algo más.

Hinata se tensó al escuchar a alguien a su espalda, en ningún momento había sentido otra presencia y no creia que hubiera otras personas en la aldea.

—¿Crees que ya nos vió?, ¿Nos puedes ver?— indagó Izanagi curioso y con un peculiar buen humor.

Hinata se dió la vuelta, prestando hasta entonces más atención a los dos grandes espejos en el salón, que estaban justo debajo del grabado sobre el juramento de Hamura. Se sintió asombrada por la presencia de los dos espejos que reflejaban imágenes tan vívidas y humanas. El aire estaba cargado de una energía extraña, casi palpable, que emanaba de las figuras en los espejos. Ella no podía apartar la vista de los ojos penetrantes de la mujer y la serenidad en la mirada del hombre. Sentía una mezcla de curiosidad y temor al ver cómo esas figuras parecían cobrar vida ante sus ojos.

El hombre de vestimenta casual, con su cabello castaño y su piel bronceada, inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera reconociendo su presencia. Su pequeña barba se movió ligeramente cuando él mismo la tocó

La mujer, con su kimono azul marino y su cabello oscuro que caía como una cascada, sonrió suavemente. Su rostro era precioso, y sus ojos intimidantes hacían juego con la energía del espacio. 

Hinata sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esas no eran figuras comunes, eran entidades que trascendían el tiempo y el espacio.

—¡Oh!, Ella nos está mirando— la voz de Izanagi resonó en la sala, con un tono eufórico y lleno de alivio.

—Ya era hora— se quejó Izanami rodando los ojos.

—¿Ustedes quienes son?— preguntó Hinata, con su voz temblorosa pero llena de determinación. Sabía que estaba en presencia de algo mucho más grande que ella. 

—Izanagi, dios de la creación— se presentó Izanagi levantando su mano derecha —Ella es mi esposa, Izanami— continuó, sus palabras parecían llevar consigo un peso de autoridad y sabiduría.

Izanami se dejó caer sobre una silla detrás de ella  —Soy la diosa del inframundo— añadió ella, sus ojos brillando con una luz que parecía venir de otro mundo.

—¿Es por Hamura que los estoy viendo?— Hinata parpadeó varias veces, tratando de encontrarle sentido a lo que estaba sucediendo frente a sus ojos.

—Sí, debemos hablar antes de que se termine el tiempo— respondió Izanagi mientras asentía levemente —Tu llegada ha sido esperada por mucho tiempo, Hinata. El destino te ha traído hasta aquí—

—¿Por qué...?, ¿Por qué lo que le sucedió a Hanae no deja de repetirse?— Hinata apretó sus manos, ella no quería que Obito termine muerto a manos de la nueva reencarnación de Indra, tampoco le gustaría morir después de él.

—Ah, eso quizá es culpa mía— aceptó Izanagi en un suspiro.

—Por supuesto que lo es, nada de esto hubiera sucedido de no ser por ti— le regañó Izanami, visiblemente molesta.

—Tú no ayudaste— se defendió Izanagi de inmediato.

—El tiempo es limitado— les recordó Hinata, interrumpiendo el inicio de una discusión por parte de ellos. 

—Bien, yo lo comencé— reconoció Izanami soltando un par de maldiciones en voz baja —Pero fue culpa de tu esposo— dijo señalando a la joven Hyuga.

—Yo no estoy casada— contestó Hinata viéndola de forma extraña.

—Para entender un poco, debes saber que a mí esposa no le gusta involucrarse demasiado con los humanos— interrumpió Izanagi en un intento por explicar mejor lo que su esposa había querido decir.

—A excepción de algunos que me parezcan interesantes, cómo a tu hermana Kaede— añadió Izanami feliz, en su tiempo, Kaede había hecho centros donde los humanos la reconocían a ella y a su esposo como sus dioses.

—Y yo, bueno, siempre me he compadecido mucho de los humanos. Son criaturas muy frágiles— dijo Izanagi con un tono de melancolía.

—Y eso nos llevó a cometer un error— agregó Izanami, su voz reflejaba una mezcla de arrepentimiento y frustración —Cuando Kaiten Hakkeshou estaba muriendo, él nos suplicó que le permitieran estar con Hanae en su siguiente vida, que sin querer y al igual que Hanae, sería su segunda vida— 

—Y se lo cumplieron, ¿Verdad?— preguntó Hinata, sus ojos reflejaban la curiosidad y ansiedad que sentía por terminar de escuchar.

—En realidad, yo pensaba ignorarlo. No me llamaba la atención ayudar a un humano con su amor trágico, pero mi esposo...— Izanami hizo una pausa, mirando a Izanagi con una mezcla de amor y reproche

—Yo no me resistí, me daba tanta pena que esos dos jóvenes no pudieron ser felices, sentí que no los había protegido aunque ellos creían en mí. Por eso le concedí su deseo, él iba a reencarnar al igual que tú— explicó Izanagi ante la atenta mirada de Hinata, eso explicaba porque volvía a reencarnar, era el deseo que le habían cumplido a Kaiten.

—Kaiten no sabía que ese era el principio de una maldición—  le dijo Izanami con cierta lástima.

—¿Una maldición?— murmuró Hinata sorprendida.

—Yo estaba furiosa con mi esposo por haberle cumplido su deseo al granjero, yo era la encargada del inframundo, era yo quien debía tomar esa decisión, no él— explotó por fin Izanami, justo como lo había hecho hace tantos años atrás. Aún no perdonaba el hecho de que su esposo se atreviera a saltarse su puesto.

—Pero, Kaiten no tenía la culpa de eso— lo defendió Hinata contagiada de la molestia de la diosa.

—Pero el estupido de tu esposo se lo pidió a él también, debía pedirlo sólo a mi— le gritó Izanami al mismo tiempo que se cruzaba de brazos, a Izanagi le encantaba cuando hacía sus rabietas.

—Él no es un...— 

—Aunque no me lo hubiera pedido a mi, lo habría ayudado— aceptó Izanagi, interrumpiendo a Hinata en el proceso. No quería que ambas mujeres terminen discutiendo, porque conociendo a su esposa, Hinata terminaría perdiendo. 

—Y es por eso que quise vengarme de Izanagi arruinando a sus trágicos amantes— continuó Izanami recordando viejos tiempos, molestar a su esposo para hacerlo enojar era de sus actividades favoritas —Cuando Indra me pidió lo mismo que Kaiten, lo acepté, le permití reencarnar para buscar a la mujer que amaba— porque de esa manera, Kaiten, la elección de Izanagi, no tendría el camino libre oara buscar el amor de Hanae.

—¿Por eso los tres siempre regresamos?— Hinata apretó sus manos, su pasado trágico entonces se resumía a una disputa entre dos dioses, era por culpa de ellos dos que ella no pudiera ser feliz con Obito.

—Sí, es por nosotros— reconoció Izanami sin rastro de arrepentimiento, aunque su esposo la conocía lo suficiente como para saber que se sentía un poco culpable —Pero, debo aclarar que yo no creía que la obsesión de Indra llegaría a tanto— admitió la diosa.

—Cuando el te encuentra vuelve a enamorarse de ti— confesó Izanagi, al igual que en Kaiten, el amor de Indra hacia Hanae también era muy fuerte.

—Y cuando tú encuentras a Kaiten, siempre lloras y después no puedes ver a nadie más— se burló Izanami, provocando un rubor en la mejillas de Hinata —Dejas de ver a Indra— 

—Los celos y el enojo lo dominan, por eso te asesina al igual que a Kaiten— terminó por completar Izanagi.

—Sin darnos cuenta, los habíamos maldecido— Izanami desvió un segundo la mirada, habían intentado en varias ocasiones que su final fuera diferente, pero Indra siempre complicaba todo o se adelantaba. 

—¿Y siempre será así?, ¿No puedo cambiarlo?— indagó Hinata angustiada, no lo podía aceptar. No podía dejar que su destino sea el mismo por el juego de unos dioses.

—Ah, no debes preocuparte por ello— le consoló Izanagi con una sonrisa.

—Encontramos una forma de solucionar lo que hicimos mal— le confesó Izanami en voz baja, como si quisiera que nadie más la escuche.

—En esta vida no vas a morir— le dijo Izanagi feliz.

—Al menos no a manos de Indra— lo corrigió Izanami.

—¿¡Eh!?— Hinata miró asustada a la diosa.

—Sólo voy a necesitar al hermano de Obito, con él le pondremos fin a la maldición— intentó explicar Izanami pero sin llegar a revelar más detalles.

—Pe-pero Shisui-kun está muerto— murmuró Hinata cabizbaja, le entristecía demasiado la muerte de Shisui, tanto él como Obito merecían poder estar juntos. 

Incluso pensaba que Shisui merecía más el tiempo que ella pasaba junto a Obito.

—Algo así, no del todo en realidad— habló Izanami, impidiendo que se pierda dentro de sus pensamientos.

—¿A qué se refiere?— Hinata les miró con un rastro de curiosidad y esperanza. 

—¿Olvidas que somos dioses de la creación?, Podemos hacer que Shisui vuelva si queremos— le presumió Izanagi sintiéndose orgulloso de su esposa y de sí mismo.

—Si lo hacen, Obito-san abandonará su plan... Tienen que ayudarme a hacerlo volver— la ojiperla les miró fascinada, con ellos su esperanza aumemtaba en gran manera.

—Aun no es el momento— le dijo Izanami para calmarla.

—¿Y que hay de Kaede?, De la venganza que ella está planeando— quiso saber ella, aprovechando el momento que ambos dioses le ofrecían para resolver sus dudas.

—No te diremos sobre eso, es parte de nuestro plan, si lo descubres podrías arruinarlo— respondió Izanagi, restándole importancia a las palabras de la pequeña Hyuga. 

—Ella también forma parte del plan, verás que terminará ayudando— le prometió Izanami, y en sus ojos, Hinata por fin encontró sinceridad.

—¿Obito-san estará bien?, No morirá, ¿Verdad?— nerviosa, Hinata observó a ambos a los ojos, esperando que pudieran salvarlo.

—Te prometo que él estará bien— Izanagi levantó su mano derecha como señal de que estaba siendo sincero.

—Obito por ahora es más fuerte que la reencarnación de Indra, no va a morir por su culpa— agregó Izanami, para la gran tranquilidad de la ojiperla.

—¿Ya conocí a Indra?— preguntó Hinata con cierto temor.

—Lo hiciste, pero él no estaba muy interesado en ti— medito Izanagi, hasta ahora Sasuke parecía tener otros planes, e iniciar un romance no era uno de ellos.

—Apenas ahora sus recuerdos sobre ti lo hicieron verte, pero él no hará algo que pueda dañarlos— comentó Izanami, aunque Sasuke intente desafiar a Obito, justo en ese momento no contaba con las habilidades para derrotarlo.

Hinata sonrió mientras observaba sus propias manos, contagiada de la esperanza que ellos le ofrecían —En esta vida, podremos ser felices— la joven volvió su mirada a los espejos pero Izanagi e Izanami ya no estaban con ella. 

Confundida, se levantó del suelo y sacudió la tierra de su ropa. Con más tranquilidad que antes, Hinata salió corriendo de la sala en busca de Obito. Necesitaba encontrarlo para asegurarse de que él estaba bien.

—Es una pena que ella va a morir tan joven— susurró Izanagi cuando la vió desaparecer por completo —¿Cuántos meses le quedan?— preguntó a su esposa, siendo consciente de que Hinata ya no los escucharía.

—Menos de seis— le respondió Izanami sin mostrar pena por ella, a diferencia de su esposo.

La historia debía ser de esa manera.

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Notas de la autora: 

• Puede contener errores ortográficos.

• Bueno, por fin tocó hablar de Hanae, espero que se resuelvan todas las dudas sobre ella.

• Y ahora que mencionamos a Izanagi e Izanami, se descubre que por estarse llevando la contra es que la historia siempre se repite 🙈

• Shisui tiene que volver para que Obito se calme 🥹

• Y no menos importante, le quedan seis meses a la Hinatita, ustedes como piensan que van a terminar todo esto? 👀 

Dejen sus votos y comentarios 💖 

Nos leemos en la próxima actualización 👀💜

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