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Capítulo IX: La ciudad de las alturas.

Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.

El suelo de la luna tenía una textura agradable, le gustaba jugar con el entre sus manos, se sentía como la arena de la playa a la que su padre la llevó cuando tenía siete años. Aunque la playa y la luna eran muy diferentes, la luna era fría y solitaria, la playa era cálida y ruidosa.

Hanae observó entonces en dirección a la tierra, su vista era lo suficientemente buena como para poder distinguir la mancha terrestre en qué vivían su tío y sus primos, (o quizá ella se había obsesionado un poco con regresar a ese lugar). 

Aunque le encantaba su hogar porque podía estar con su padre y hermana, la verdad es que extrañaba ese contacto con otras personas, cuando era pequeña podía disfrutar de ver a decenas de mujeres preparando comidas y dulces que le fascinaban, a hombres enseñándole como se debían plantar correctamente las verduras y a niños jugando hasta que sus pies ya no podían más.

Amaba la luna, pero se sentía muy desolada.

—Hija— la llamó Hamura de pronto, apareciendo detrás de ella sin que pudiera notarlo con anticipación.

—Padre, ¿Dónde está mi hermana?— le preguntó Hanae girando en su dirección.

Kaede se había marchando hace varios días, y por más que la buscaba, no podía encontrarla.

—Acerca de eso…—

—¿Ocurre algo malo?— quiso saber la joven ojiperla. 

—Tu hermana irá a la tierra, quiere que nuestras enseñanzas sean compartidas con los habitantes. Está muy inspirada por tus primos— le contó por fin, si bien estaba orgulloso de la decisión de su primogénita, eso no quería decir que no le dolía su separación. Y sabía que su hija menor podría ser la más afectada.

—¿Ella no regresará?— los hombros de Hanae cayeron un poco, ya sabía la respuesta aún antes de formular la pregunta. 

—No lo creo— contestó sincero.

—Entonces, ¿Estaremos solos?— su voz fue triste, y no porque le desagrade la idea de quedarse sólo con su padre, era el hecho de no volver a ver a Kaede.

—No necesariamente, a tu hermana le gustaría que la acompañes— le dijo Hamura tomando su hombro, su sonrisa terminó contagiando a Hanae.

—¿De verdad?— los ojos de la azabache brillaron con intensidad, y lo que confirmó su gran emoción fue el salto con que se puso de pie. 

Hamura asintió, sin que la sonrisa se fuera de sus labios —Prepárate, Hanae. Partirás en unos días— le informó, ganando un abrazo por parte de su hija.

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Todo a su alrededor dejó de girar abruptamente, logrando que la Hyuga se sintiera desorientada por un momento. Aún no podía acostumbrarse a la técnica de Obito, y se terminó de dar cuenta de ello cuando cayó al suelo por perder el equilibrio.

—¿Estás bien, pequeña torpe?— Obito le extendió la mano y la ayudó a levantarse.

Y aunque Hinata no podía verlo debido a su máscara, podía asegurar que tenía una sonrisa burlona en el rostro.

—Pensé que ya no me llamaría así…— se quejó la ojiperla mientras lo pasaba de largo para poder centrar sus ojos en el sitio a dónde la había llevado.

Se asombró por la arquitectura del lugar, de alguna manera le recordaba a su clan, puesto que había símbolos grabados en las paredes que recordaba de las salas de entrenamiento.

La aldea se alzaba misteriosa y rodeada por una antigua muralla de piedra. A simple vista, parecía silenciosa y desolada, sus casas de madera cubiertas por el paso del tiempo y la naturaleza reclamando su espacio. 

A medida que exploraba las ruinas, Hinata notaba un aura de misterio que parecía envolver cada rincón. Pronto, comenzó a escuchar susurros en el viento y sombras que se movían entre las ruinas.

La azabache continuó caminando hacia la muralla que rodeaba toda la aldea, tocó las rocas de una parte en que el muro sólo estaba a la mitad, logrando ver qué había algunas partículas que brillaban dentro de las piedras quebradas. Siguió explorando con sus manos las rocas hasta que una cayó hacia el lado opuesto a ella, le causó curiosidad no escuchar ningún ruido que le hiciera saber que tocó el suelo, así que decidió inclinarse un poco para ver.

Sus ojos se abrieron un poco más por la sorpresa, sintiéndose mareada al no poder ver el suelo del otro lado de la muralla. Obito tomó su cintura y la alejó justo a tiempo para que no tropezara.

—No dejas de ser mi pequeña torpe— el Uchiha la soltó cuando la vió estar mejor —Debes tener cuidado, no la llaman ciudad de las alturas porque suene bonito— le comentó con una sonrisa, Hinata captó rápidamente su sarcasmo.

—Ya lo noté— enfadada, Hinata lo apartó poniendo sus manos sobre su torso.

Obito se rió ligeramente, de verdad amaba hacerla enojar.

—Esta aldea fue construida sobre las montañas, conecta con otras dos gracias a unos puentes colgantes, pero no creo que estén en condiciones de ser usados, así que no te acerques tanto— le informó señalando hacia donde se podía apreciar otra montaña con algunos templos en la cima.

—Por eso el aire se siente más frío, incluso cuesta respirar. ¿A qué altura estamos?— la Hyuga se frotó ambos brazos, su nuevo atuendo no estaba siendo de mucha ayuda ahora.

—No lo sé, dos kilómetros quizá— respondió el Uchiha sin mucho interés por ese dato —No te preocupes, te vas acostumbrar en unos minutos— 

Viéndola temblar, Obito se quitó su propia capa para cubrirla con ella. La joven sonrió avergonzada, ese pequeño detalle parecía simple para él, pero tenía un bonito significado para ella.

—¿Cómo conoció este lugar?— preguntó Hinata mientras tomaba asiento en el suelo, recargando su espalda en una parte de la muralla que parecía estar en buen estado.

—Por mi maestro, Uchiha Madara— imitando a la ojiperla, Obito se sentó a su lado, aunque tomando cierta distancia de ella. 

—¿Uchiha Madara?— repitió desconcertada, eso no podía ser posible.

—Cuando era un niño... Él me salvó de morir, es por Madara que ahora tengo células de Hashirama— confesó el Uchiha en voz baja, como una pequeña demostración, se quitó uno de sus guantes para dejar crecer de la palma de su mano una pequeña rama.

Hinata abrió un poco más sus ojos mientras que en su boca se formaba otra pequeña mueca de asombro. Estaba segura de ser la primera a quien Obito le mostraba esa habilidad, probablemente ni siquiera Itachi lo sabía.

—Él debió ser un anciano cuando lo rescató— habló por fin, después de algunos minutos—Pero, estoy agradecida. Por él pude conocer a Obito-san— Hinata se sonrojó y apartó la mirada, él encontró ese gesto muy adorable.

No lo había pensado antes, pero la joven tenía razón. De no ser por Madara, ambos no se hubieran conocido. Y por increíble que resulte, él no se estaba arrepintiendo de dejarla adentrarse en su vida.

Obito terminó quitándose la máscara y  guardando aquel objeto en la mochila que llevaba. Estando los dos solos, sentía total libertad de mostrar quien realmente era.

—Pensé que tendrías más curiosidad sobre Madara— sus ojos oscuros se dirigieron a ella, que seguía evitando verlo sentando su atención en los dientes de león que crecían sobre le césped.

—No sé si Obito-san quiera hablar sobre ello, parece que él no le agrada— dijo la Hyuga un poco cautelosa, no quería incomodarlo.

—No importa, trataré de ser sincero contigo— porque sentía que ya había llegado el momento de resolver todas las dudas de Hinata. Quería verla dormir tranquilamente de nuevo.

—Antes, Obito-san mencionó que Madara le pidió robar unas pinturas de aquí— Obito asintió para permitirle continuar—¿De quién eran esas pinturas?— 

—Los antiguos habitantes de esta aldea solían pintar mucho a su líder, cuando empieces a explorar lo notarás, hay demasiados cuadros de Hanae Ōtsutsuki— contestó el pelinegro sin quitarle los ojos de encima —Madara perdió a la mujer que amaba antes de abandonar Konoha, y las pinturas de Hanae fueron su consuelo— 

Obito desvió la mirada entonces, Hinata era idéntica a las pinturas de Hanae que recordaba, por eso entendía que Kaede estuviera tan ilusionada con ella. Incluso agradecía que Madara estuviera muerto, sino, sería otro más que se terminaría obsesionando con la joven. 

—¿Fue Madara quien le contó la historia de Hanae y Kaede?— quiso saber.

—Sí, fue él—

—¿Puede contarme?— se atrevió a preguntar 

Obito la miró y respiró hondo, sabiendo que la historia de Hanae y Kaede no era fácil de relatar —No te gustará lo que escuches— 

—No importa, debo saberlo— insistió ella.

Obito suspiró profundamente antes de comenzar a hablar —Es probable que conozcas la historia de Hagoromo Ōtsutsuki— Hinata asintió con la cabeza, mostrando que estaba al tanto. —Él tenía un hermano menor, Hamura Ōtsutsuki. Mientras Hagoromo se quedó en la tierra para tratar de predicar sobre la paz, Hamura decidió irse a la luna— continuó Obito, su voz cargada de una mezcla de admiración y melancolía.

—Es lo que he escuchado— respondió Hinata, con sus ojos llenos de curiosidad y comprensión. 

La historia de los Ōtsutsuki siempre había sido un tema fascinante y enigmático, lleno de lecciones sobre poder, responsabilidad y sacrificio. Hagoromo, conocido como el Sabio de los Seis Caminos, había dedicado su vida a enseñar el ninshū y buscar la paz en la Tierra. En contraste, Hamura, llevado por un sentido diferente de deber, se había trasladado a la luna.

—Hamura es tu ancestro, fue de él que descendieron los Hyūga. Dicen que también otro clan, pero realmente no conozco los detalles sobre ellos— continuó hablando el Uchiha, quisiera poder decirle más acerca de sus antepasados, pero la historia de Hamura era más difícil de obtener.

—Entiendo— 

—Tal parece que, al igual que su hermano, Hamura se enamoró de una mujer con la que terminó teniendo dos hijos. Hagoromo tuvo dos varones, Hamura dos niñas— Obito sonrió por la extraña coincidencia, tal parecía que los hermanos habían tenido los lados opuestos de una moneda —La primer hija de Hamura fue Kaede, nació con la apariencia de su padre pero sin sus habilidades, ella ni siquiera pudo despertar el Byakugan. Sin embargo, heredó el toque espiritual de su padre. Kaede nació con el don de poder ver el futuro, y tiempo después comenzaría a interesarse por la diosa de la tierra, Izanami— cada una de aquellas palabras todavía rondaba en su cabeza con la voz grave y pausada de Madara.

Mientras Obito y Hinata continuaban su conversación, una sensación de conexión con el pasado los envolvía. Los relatos de Hagoromo y Hamura no sólo eran historias antiguas, sino también reflejos de las luchas y decisiones que cada uno enfrentaba en sus propias vidas. En ese momento, Hinata comprendió que, al igual que los hermanos Ōtsutsuki, ellos también tenían el poder de influir en el destino del mundo, cada uno a su manera, y que sus acciones, por pequeñas que parecieran, podían tener un impacto duradero.

—¿Hanae fue su segunda hija?— Hinata le observó con ojos curiosos.

Obito afirmó con la cabeza, con una suave sonrisa dibujada en su boca, mientras sus pensamientos vagaban por recuerdos antiguos.

—Hanae nació poco después, aunque su madre no sobrevivió. Hanae tenía la apariencia de su madre, pero ella si logró heredar la fuerza de su padre— Obito hizo una pausa, como si reviviera aquellos días en su mente, algo en la historia de ambas hermanas le hacía sentir como si él hubiera estado ahí —Despertó el Byakugan a temprana edad, por lo que constantemente entrenaba con su padre para que ambos pudieran mejorar sus habilidades. Se podría decir, que se convirtió en la heredera de Hamura— 

—Ellas se amaban demasiado, ¿verdad? —preguntó Hinata, con un toque de melancolía en su voz. Obito asintió lentamente, sus ojos reflejando un sentimiento contenido.

De alguna manera, le recordaba a su hermano menor. 

—Sí, Kaede adoraba a su hermana menor, es por eso que cuando decidió bajar a la tierra para predicar las enseñanzas de su padre, llevó consigo a Hanae— continuó Obito, mientras ajustaba sus guantes nuevamente y miraba a la distancia —Kaede y Hanae creyeron fervientemente en los valores que su padre les había inculcado y querían crear un lugar donde la gente pudiera vivir en paz y con propósito. Ambas formaron esta aldea, dónde aceptaban a personas que buscaban refugio y querían tomar un nuevo estilo de vida— 

—¿Un nuevo estilo?— murmuró un poco desconcertada.

—En esta aldea no comían carne, aunque si utilizaban algunos productos derivados de los animales. También predicaban las enseñanzas de Hamura y tenían centros de oración para Izanami e Izanagi— explicó Obito haciendo una pausa para dejar que las palabras calaran en su interlocutor —La gente aquí se enfocaba en el desarrollo personal y en cómo podían contribuir a la comunidad. Era un lugar donde todos eran bienvenidos, sin importar su pasado, siempre y cuando estuvieran dispuestos a vivir de acuerdo con los principios de Kaede y Hanae. 

—¿Y qué hay de su seguridad?— preguntó con un tono de preocupación en la voz.

—Eran una aldea pacífica, aunque cuidaban bien de quién tratara de invadir para robar los secretos del Byakugan— respondió Obito, señalando algunas torres en la muralla que rodeaba la aldea —Había hombres que protegían sus alrededores, y para los invasores era difícil tener que escalar la montaña. Aún si lograban pasar esas dificultades, se veían detenidos por Hanae, quien protegía a su aldea— explicó, añadiendo un gesto hacia la imponente barrera natural que ofrecía una protección adicional.

La estructura defensiva de la aldea no sólo se limitaba a las murallas y las torres de vigilancia. Los habitantes tenían un conocimiento profundo del terreno y utilizaban trampas y señales estratégicamente posicionadas para alertar a los guardias de cualquier intrusión. Con el Byakugan de Hanae podían detectar la presencia de enemigos a grandes distancias, lo que les daba una ventaja significativa en términos de anticipación y respuesta.

A pesar de su apariencia de tranquilidad, la aldea estaba preparada para enfrentar cualquier amenaza. La combinación de su ubicación geográfica, sus defensas físicas y las habilidades excepcionales de su líder aseguraba que los secretos del Byakugan permanecieran protegidos. La comunidad vivía en una armonía cautelosa, confiando en sus métodos tradicionales de seguridad para mantener la paz y la estabilidad en su hogar.

—¿Cómo fue que ella se convirtió en líder?, Kaede es quien tenía la idea de formar la aldea— indagó con una mezcla de extrañeza y nostalgia en su voz.

—Hanae era más apta para ello, Kaede prefería ser una sacerdotisa, así que delegó su puesto a su hermana menor— concluyó Obito sin más explicaciones, no es como si estuviera enterado de todos los fragmentos de la historia.

—¿Y qué sucedió con ella?— preguntó la joven, que para ese punto, ya estaba demasiado involucrada en aquel relato.

Obito miró a Hinata detenidamente —Indra Ōtsutsuki, el primogénito de Hagoromo, se enamoró de ella—

—¿Su primo?— parpadeó varias veces, sorprendida por esa revelación. 

Por alguna razón, sintió como un golpe al escuchar aquel nombre. 

Obito asintió —Indra la amaba, enloqueció cuando se enteró de que Hanae se había casado con un granjero de su aldea...— 

Hinata sintió que el dolor en su estómago se intensificaba  —¿Fue él...?— 

—Indra asesinó al esposo de Hanae, y después se enfrentó a ella sin importar que estuviera esperando un hijo— el Uchiha se detuvo un momento, sabía que Hinata era muy sensible, aún así, le sorprendió verla llorar —Él la asesinó, por eso se ganó el odio de Kaede. Los Uchiha somos los descendientes de Indra, por eso ella nos aborrece— 

—Indra... ¿No fue castigado?— se atrevió a cuestionar, aunque ya presentía la respuesta.

—Hamura estaba devastado cuando su hija murió, recuperó a Kaede y usó su fuerza para alejar la luna de la tierra. Hagoromo estaba preocupado por el daño que eso causaba a los habitantes de la tierra, pero antes de que pudiera razonar con su hermano, su hijo Ashura decidió enfrentar a Indra— Obito suspiró, la rivalidad de ambos hermanos siempre había estado muy latente, así que lo que sucedió con Hanae fue solo la gota que derramó el vaso. La pelea que su padre había estado postergando finalmente se presentó.

—¿Una batalla entre hermanos?— la Hyuga apretó sus manos, recordando brevemente la pequeña rivalidad que había entre su hermana y ella. 

—Sí, fue Ashura quien asesinó a su hermano años después. Hamura regresó a su posición después del primer enfrentamiento entre ellos, y Kaede decidió volver a la tierra para planear una venganza— con esa última palabra, volvió a obtener la atención de Hinata.

—¿Venganza?—

—Te lo dije antes, Indra dejó descendientes— le recordó Óbito dando un suave toque a su nariz, Hinata se sonrojó, comprendiendo que Indra era el ancestro de su acompañante —Los Hyūga se formaron después, con los siguientes hijos de Hamura. Y esta aldea... Nadie la volvió a habitar— 

—Pero, no puede ser toda la historia, aún tengo muchas preguntas— en un acto impulsivo e impropio de su parte, Hinata tomó el brazo de Obito, estrujando su ropa—¿Qué clase de venganza planea Kaede?— exigió saber.

—No es como si ella fuera a decírmelo, ojos de ángel— le contestó con una ligera sonrisa plasmada en su rostro. 

—Tiene que haber más, necesito saber para que mi destino no sea el mismo— atemorizada, la Hyuga soltó a su compañero y se llevó la mano derecha al sitio donde sentía su corazón latir con fuerza.

—¿A qué te refieres?— la sonrisa en el rostro de Obito se esfumó.

Hinata guardó silencio por varios minutos, no quería contarle la predicción de Kaede sobre su futuro. Decirlo en voz alta lo hacía más real.

—Pensé que Kaede sólo me estaba confundiendo, pero yo... Desperté un don parecido al suyo— murmuró dirigiendo su vista al suelo.

—¿Qué?, ¿Desde cuándo?— preguntó Obito, su tono había dejado de ser gentil.

Hinata bajó la mirada, un tanto avergonzada por su habilidad, le hacía sentir que invadía la privacidad de los demás —No fue hace mucho, pero cuando toco a las personas, en ocasiones veo visiones de su pasado— dijo en voz baja, casi como un susurro. Obito frunció el ceño, tratando de entender la magnitud de las palabras de Hinata. 

—¿Con quién te ha sucedido?— su cuerpo se tensó aún antes de escuchar su respuesta.

La ojiperla se tomó un momento para reunir sus pensamientos antes de responder —Con Konan-san, ella perdió a una persona que amaba, pude verlo un poco— sus palabras estaban llenas de empatía y admiración —Y con Obito-san...—

—¿Qué fue lo que viste?— sus ojos estaban fijos en ella, haciendo que la joven se sienta cohibida.

—A su equipo, Obito-san era compañero de Kakashi-sensei— se frotó ligeramente el brazo izquierdo, se sentía bien al decirle por fin a alguien su secreto —Y su hermano, Shisui-kun es su hermano menor— terminó por confesar.

Obito continuó tenso, no le agradaba que ella esté enterada de Shisui, porque perder a su hermano menor es algo de lo que se sentía muy culpable. Hinata podría odiarlo al saber que no había protegido a Shisui.

¿Cómo ella podría confiar en que también la protegería? 

—¿Te sucede al tocar a las personas?— Hinata asintió ante su pregunta, Obito se quitó sus guantes y se los colocó a Hinata —Mis guantes te quedarán grandes, después te compraré unos a tu medida— le explicó ante su mirada confundida.

—Obito-san...— susurró.

—Úsalos para que no toques a nadie directamente—  lo hacía para protegerla, porque ese don como bien podría ser una bendición, también se puede convertir en una maldición.

La conversación entre los dos se llenó de una nueva comprensión, uniendo sus destinos de maneras inesperadas.

—¿Me ayudará?— preguntó Hinata, con una mezcla de desesperación y esperanza en sus ojos.

—Lo siento, Hinata. Es todo lo que sé, fue Madara quien me contó esa historia, yo creía que eran sólo cuentos hasta que estuve en esta aldea— Obito suspiró profundamente, sintiendo el peso de la situación —No tengo más que decirte—

—Debe haber otra forma— insistió la Hyuga con el ceño fruncido, la gran determinación que tenía cuando llegó se iba bajando.

—Existe una posibilidad, puedes contactar con tus ancestros con ayuda de Izanami— no quería darle falsas esperanzas, pero si ya estaban ahí, lo mínimo que podían hacer era intentarlo.

—¿De qué habla?— 

—Kaede construyó una santuario especial, la recámara de las almas perdidas. La usaban para guiar a los habitantes de la aldea que fallecían, quizá puedas hablar con alguien ahí— trató de explicarlo, aunque la verdad es que no sabía si creer en sus propias palabras. Nunca había podido acceder a ese santuario, por lo que podrían ser sólo cuentos producto de la mente delirante de Madara.

—Puedo intentarlo— se animó la joven apretando ambas manos.

La idea de contactar con los ancestros a través de un santuario especial como la recámara de las almas perdidas le pareció prometedor. En su clan se creía que los espíritus de los antepasados pueden ofrecer sabiduría, guía y protección a los vivos.

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Hinata, con el corazón latiendo rápidamente, mantenía poca distancia mientras seguía a Obito a través de la aldea hasta llegar a un pequeño templo escondido entre los árboles. La estructura, aunque deteriorada por el tiempo, emanaba una sensación de misterio y poder.  Quizá se debía a la cantidad de escritos e ilustraciones talladas en sus paredes. 

El santuario, con sus muros de piedra cubiertos de musgo y su puerta de madera maciza, parecía estarla llamando desde adentro.

—Se necesita el Byakugan para poder entrar, creo que sólo así podrás ver cuál debes presionar— Obito tocó ligeramente los grabados para mostrarle que algunos de ellos se podían presionar, eran como botones, pero él nunca descubrió cuál era el correcto.

—Lo intentaré— Hinata activó el Byakugan, y con la ayuda de sus ojos pudo ver lo que Obito no.

—¿Y bien?— preguntó Obito, esperando instrucciones.

—Obito-san, ¿puede colocarse en la columna opuesta?— Hinata señaló hacia el otro extremo de la puerta, sus ojos perla estaban enfocándose con precisión.

—De acuerdo—, respondió Obito, mientras caminaba con tranquilidad hasta la columna. Sabía que debía confiar en los sentidos avanzados de Hinata para navegar por esa situación complicada. Una vez que llegó a su posición, se giró para mirar a Hinata, esperando el siguiente paso.

Hinata respiró hondo y se concentró. Con el Byakugan aún activado, vio los finos hilos de chakra que se tejían en un patrón complicado a través de la puerta. —Ahora, Obito-san, necesito que enfoque su chakra en esa columna. Presione el tercer, quinto y octavo número— dirigió, sus ojos no perdiendo detalle alguno. Obito asintió y comenzó a canalizar su chakra, sintiendo cómo la energía fluía a través de su cuerpo y hacia la columna —Debe hacerlo al mismo tiempo que yo— era un trabajo en equipo delicado, pero confiaban el uno en el otro para superar este obstáculo.

Los dos asintieron y presionaron la columna de acuerdo a las indicaciones de Hinata, la puerta por fin cedió quitando el seguro con un fuerte ruido. Obito se acercó para empujar la puerta. Del sitio salió polvo y algunos murciélagos, el Uchiha se apresuró a apartar a Hinata, abrazándola como forma de protección y para alejarla de los murciélagos.

—¿Estás bien?— indagó Obito con preocupación en su voz.

—Lo estoy, gracias— respondió Hinata, quedándose abrazada a Obito unos segundos más. Su respiración se calmó gradualmente mientras sentía el calor de Obito. A pesar de la oscuridad y el misterio que los rodeaba, había un momento de paz y seguridad en ese abrazo.

—Tal vez deberías entrar sola, temo que te pueda desconcentrar— le dijo el pelinegro con un tinte de voz que consiguió darle ánimo.

Finalmente, Hinata se separó suavemente, aunque su mano aún se aferraba a la de Obito. Ambos miraron hacia la entrada recién abierta, la curiosidad y determinación de Hinata por fin regresaban. Sabía que tras esa puerta podía encontrar respuestas a los enigmas que la habían llevado hasta allí. 

Hinata lo miró con ojos llenos de incertidumbre —¿No se irá?— preguntó, su voz apenas fue un susurro, temerosa de la respuesta. 

Obito la observó con ternura y asintió lentamente, sus ojos oscuros llenos de promesas no dichas —No, te prometo esperar aquí— respondió con firmeza, acercándose para besar su frente en un gesto de consuelo.

El contacto fue breve pero cargado de significado, Hinata sintió una calidez que se extendía desde el punto de contacto hasta su corazón. Sonrió, confiando en sus palabras, se dió la vuelta con determinación. 

Avanzó hacia la puerta, sus pasos ligeros pero firmes, volviendo la cabeza una última vez para grabar en su memoria la imagen de Obito esperando pacientemente.

Al cerrar la puerta, una mezcla de emociones la invadió, la tristeza de la separación momentánea, la alegría de la promesa de reencuentro y la certeza de que, pase lo que pase, no estaría sola. La figura de Obito, fuerte y segura, se quedó grabada en su mente.

Al entrar, Hinata se queda asombrada por los numerosos escritos que cubren las paredes del templo. Los caracteres antiguos y complejos parecen contar historias de tiempos pasados, de grandes batallas y héroes olvidados. La luz que se filtra por las grietas en el techo ilumina ciertos pasajes, dándoles un brillo casi etéreo. Hinata se siente atraída por los escritos, y no puede evitar acercarse para leer. Descubre que muchos de estos textos están relacionados con el poder del Byakugan y los secretos de los Otsutsuki, algo que podría ser crucial.

Hinata logró ver algo más de luz en el santuario por los cristales que formaban el techo, varios estaban rotos, lo que explicaba por qué había murciélagos adentro. La tenue iluminación crea un ambiente misterioso, pero no lo suficiente como para disuadirla de continuar su exploración. El polvo en el aire y los ecos de sus pasos añadían una sensación de antigüedad y abandono que la hacía sentir como si estuviera adentrándose en un lugar sagrado.

Siguió caminando, sus ojos recorriendo los grabados en las paredes que parecían ser instrucciones y algunas oraciones dedicadas a Izanami, la diosa de la creación y la muerte. Las inscripciones estaban en un idioma antiguo, pero Hinata logró descifrar algunas palabras gracias a su conocimiento previo y su intuición. Un grabado en particular llamó su atención.

"El agua te ayuda a encontrar el reflejo de tu propia alma". 

Esta frase resonó en su mente, llenándola de curiosidad y una extraña sensación de serenidad. Decidida a desentrañar el significado de las inscripciones, Hinata buscó una fuente de agua en aquel sitio. 

—Debe ser ahí—

Encontró una pequeña cascada en una esquina, su superficie calmada y reflectante. Se arrodilló frente a ella, mirando su propio reflejo en el agua. Mientras lo hacía, se dió cuenta de que las palabras en los grabados no solo eran instrucciones, sino también una guía espiritual. Al observar su reflejo, Hinata comenzó a comprender que su viaje no es sólo sería físico, sino también una búsqueda de conocimiento y conexión con algo más grande que ella misma.

Hinata, guiada por su intuición, se adentró en el agua cristalina y se sentó frente a la pequeña cascada. El rugido del agua cayendo y la bruma que la envuelve creaban un ambiente sereno. Mientras observaba su reflejo en la superficie ondulante, no pudo evitar sentir una mezcla de anticipación y duda. Sin embargo, la imagen que ve en el agua no revela nada fuera de lo común, simplemente su propio rostro contemplativo.

Decidida a buscar una conexión más profunda, Hinata cerró los ojos y, con una súplica sincera, pidió fuerza a Izanami. En su corazón, ella anhela respuestas y un camino claro a seguir. 

Sintió una energía sutil pero poderosa alrededor de ella, como si el mismo espíritu de Izanami respondiera a su llamada. La cascada parece susurrar palabras que erizan su piel.

Al abrir los ojos nuevamente, Hinata se encuentra con una visión diferente. Su reflejo en la cascada ha cambiado, y ahora muestra a otra mujer. 

La conexión con sus ancestros es palpable, y Hinata siente que ha dado un paso significativo en su viaje espiritual.

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Notas de la autora:

• Puede contener errores ortográficos.

• Regresé 🗣️🗣️🗣️

• Los siguientes capítulos por fin serán de la historia de Hanae y también de Madara 🧐

Les dejo imágenes de referencia de la aldea:




Y también del cuadro que robó Obito para Madara:

Dejen sus votos y comentarios 💖

Nos vemos en la próxima actualización 👀💜

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