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Notas de Félix

—Gracias por recibirme, Félix.— enunció Aurore con una suave sonrisa. Solamente asentí.

Si algo había aprendido de ella es que era una persona complicada, y aunque en un inicio me molestaba su actitud, ahora mismo sólo intentaba descifrarla. No estaba del todo feliz puesto a que de alguna u otra manera sus acciones ocasionaron mi conflicto con Chloe, pero tampoco la podía culpar por completo.

En estos últimos días ella se había vuelto cercana, y no de una manera insinuosa, sino que podía decir que sentía cierta preocupación por mí y por lo mucho que me había recluido últimamente.

No era nada personal, sólo que ese círculo de personas nunca había sido de mi agrado y solamente estaba con ellos porque Chloe los frecuentaba; así que sin ella, supuse que no había nada de malo en buscar mi distancia.

Aún así Aurore se buscó acercar a mí y pedirme disculpas por lo sucedido, así que desde entonces ella venía a veces tan sólo para pasar el rato y contarme de su vida.

A diferencia de todo lo que creí de ella, tocaba el violín y lo hacía muy bien, según me dijo fue entrenada por su propio abuelo; también intentó practicar danza pero, con leña admitió que tiene problemas ortopédicos que no lo hacen una disciplina favorable para ella.

Ese día no era distinto. Hablaba sobre un par de mascotas que había tenido, al parecer ella era muy apegada a sus animales.

Era fácil hablar con ella, más que nada porque ella hacía toda la conversación.

—¿Has hablado con ella, Félix?— me preguntó de pronto. Solamente negué.

—A penas y hemos tenido un par de palabras antes de la tarde en el restaurante, pero ella no dijo nada. — respondí.

—Ya veo.— suspiró.— Chloe es más rara de lo que pensé, y eso que siempre he pensado que es rara.— en cualquier otra ocasión me hubiera molestado por lo que dijo, pero ahora podía entender un poco la forma en la que ella decía las cosas y la intención en sus palabras.

Se le hacía rara porque no la terminaba de entender. Y si eso era la definición de raro, entonces sí, para mí Chloe era la persona más rara del mundo.

—Tú hablaste con ella ¿no? Ese día después de lo del restaurante.— ella soltó una suave risa viendo el sol ponerse a través del ventanal.

—Sí, algo así, pero no ocurrió nada importante; parece que sigue con la cabeza en otra parte.

Eso era cierto, Chloe no tenía los pies en la tierra, parecía ir corriendo de un lado a otro, esquivando a todos, decretando el exilio para cualquiera que se intentara acercar a ella.

Y había una idea que atormentaba en mi cabeza, que apuntaba con el filo de una flecha hacia mi corazón.

—¿Sabes quién es el chico que nos presentó aquella vez, el de cabello azul?— ella negó, eso me temía.

—Le estuve preguntando a los otros y nadie parece conocerlo de ninguna parte, no sé de dónde se lo sacó Chloe.

Aún recordaba con claridad cómo se acercó a ella, cómo la abrazó como si la conociera de toda la vida, ese brillo en los ojos de mi mejor amiga al ver que él se aproximaba. No era ningún misterio porqué Chloe había perdido la cabeza últimamente.

—Creo que tiene algo con él.— se sintió extraño decirlo, casi doloroso, incluso sentí náuseas; algo me ha de haber hecho daño en el estómago.

—Quizás sea del nuevo barrio donde vive Sabrina, eso explicaría muchas cosas. Últimamente la frecuentaba más que antes.— en ese momento me dieron ganas de tomar mi teléfono y preguntarle a Sabrina si sabía algo pero no quería lucir como un patán. Me había confiado y perdí antes de siquiera iniciar mi lucha.

—Bueno, eso no cambia nada.— le di un trago a mi soda.— Solamente me decepciona un poco que ella no me lo quiera contar ¿tan ajenos nos hemos vuelto?

Ella regresó a verme, como si buscara entenderme y analizar cada una de mis expresiones ¿así de malo era ocultando mis emociones? En definitiva eso no era lo único que me decepcionaba, pero no creo que quedara más que decir.

—¿Te puedo decir algo?— el tono de su voz cambio drásticamente. Regresé a verla, su mirada suplicaba mi atención y sus labios temblaban.

Creo que ya veía venir lo que me diría.

—Pues ya que estamos en eso, supongo que sí.— respondí. Ella tomó aire y giró su mirada.

—Ese día, el de la fiesta, en serio estaba celosa.— confesó con algo de pena.— Y entiendo que creas un solo estaba encaprichada, estoy acostumbrada a recibir la atención de los hombres cuando la quiero pero...— apretó sus labios y después dejó escapar un suspiro. Regresó su mirada hacia mí.— En serio me gustabas.— sus mejillas se tiñeron. Llevó la mano a su pecho y apretó su ropa cerca de la posición de su corazón.— Más bien, me gustas.

La confesión fue agridulce, más agria en realidad, en definitiva no fue el mejor momento para decirla.

—Lo lamento, Aurore.— me limité a responder. Sentía que cualquier otra cosa que dijera estaría demás. Ella dibujó una sonrisa triste en su rostro.

—¿Por qué ella?

—¿En serio quieres escuchar la respuesta?— el ambiente se había vuelto tenso.

—Supongo que no.— volvió a agachar su mirada.— En realidad sé la respuesta, sólo quería escucharla venir de tus propias palabras. Quizás así... no sé, sentiría que realmente no queda esperanza.— regresó su mirada hacia el cielo.— ¿Qué pasó con tu primo?

Hacia mucho que no hablaba de ello. La pregunta me tomó por sorpresa, entendía porqué Aurore la estaba haciendo, después de todo fue a causa de mi primo que Chloe y yo nos volvimos más cercanos; aún así no era fácil de contar.

—Nadie sabe. Después de la muerte de su madre, mi tío lo aisló por completo y te mentiría si te digo que estoy seguro de que sigue con vida. Ni siquiera la familia sabe de su paradero y mi tío tampoco comenta nada al respecto. Chloe y yo... lo llamamos por mucho tiempo esperando que él en algún momento nos respondiera las llamadas como en los viejos tiempos, pero nunca lo hizo. Aún creo que Chloe sigue esperando, de alguna manera Adrien es lo único que queda de cuando nuestras vidas eran más fáciles.

—¿Y qué crees que hubiera pasado si Adrien no hubiera desaparecido?

Agaché la mirada. En el fondo, para mí la respuesta era obvia, pero difícil de admitir.

—Adrien fue el primer amor de Chloe aunque nunca lo dijo en voz alta, siempre lo supe, así que es fácil imaginar. Quizás de seguir él aquí yo hubiese renunciado a ella desde antes.— ella negó sin retirar su mirada de mí.

No sé si estaba bien decir estas cosas frente a ella después de su confesión, pero de alguna manera ella lograba hacer que sacara estos sentimientos que llevaba atorados en mi pecho desde hace años.

—No creo, siendo honesta, desde que tengo memoria he notado la manera en la que la miras que es difícil creer que habría una forma en la que esto fuera distinto, aunque me encantaría que fuera así.

Me quedé reflexionando sus palabras. Ella siguió hablando conmigo de otros temas y ya no profundizamos más al respecto. Después sólo se retiró con un fuerte abrazo, como si de alguna manera ella también se estuviera despidiendo de algo en mí.

Tenía que admitirlo, en estas últimas semanas le había agarrado un afecto especial a Aurore, encontré una persona que jamás me imaginé encontrar en ella y una parte de mí deseaba corresponderle como se debía; pero sería cruel de mi parte despertar falsas ilusiones en ella.

La semana continuó algo monótono. Me encontré con Lila Rossi y me habló sobre nuestro intercambio a Inglaterra pactado por nuestros padres: ambos viviríamos en un mismo departamento y asistiríamos a la misma facultad, eso hacía sentir más seguros a los señores Rossi de mandarla a un país donde el idioma aún no era algo que ella manejaba a la perfección.

Ella era muy parlanchina y la verdad compartíamos muy pocas cosas. Yo le aparecía un aburrido de lo peor y ella me resultaba indiferente, pero nada suficientemente extremista para no convivir juntos.

Me iría a inicios del año próximo, así que ya me quedaba pocas semanas en Francia y la verdad me aterraba la idea de seguir mal con Chloe, independientemente de a quien dirigiera sus sentimientos, yo quería seguirla teniendo en mi vida.

Justo cuando empezaba a empacar mis primeras cosas para el viaje, escuché el Walkie-Talkie sonar.

"Félix ¿Estás ahí?"

Mi corazón tembló. Hacia mucho que ella no me hacía una llamada, incluso pensé que era un sueño.

"Sí, aquí estoy."

Hubo un silencio largo. Ella no sabía que decir y yo no sabía que pensaba como antes, así que tampoco podía adivinarlo. Solamente espere que dijera algo, tampoco quería interrumpirla. Seguía sin responder.

"¿Quieres que nos veamos?"

Fue lo mejor que se me ocurrió preguntar.

"Sí."

Dijo con voz débil, quizás acababa de llorar.

"Está bien ¿Voy a tu casa?"

Ella negó.

"Yo voy a la tuya."

Mi corazón empezó a palpitar rápido, ansiaba tanto volver a verla pero ahora no sabía si me sentía preparado. Aunque, como había dicho antes, era mejor enmendar las cosas cuanto antes.

Dejé las cosas que había estado empacando y salí al jardín a tomar aire. La brisa nocturna ya empezaba refrescar y se podía sentir algo de frío, pero me ayudaba a mantenerme con los pies en la tierra, debía estar preparado para cualquier cosa que ella me dijera.

Pensé en lo que Aurore me había dicho "¿Qué crees que hubiera pasado si Adrien no hubiese desaparecido", y quizás ella tenía razón y yo no hubiese renunciado a Chloe de todos modos; pero de cualquier forma yo ni hubiera recibido su atención y tenía que admitirlo, tal vez la vida no quería que ella estuviera conmigo.

La noche llegó antes que ella y yo había perdido la esperanza de volver a verla al menos ese día. Quizá se había arrepentido a último momento y había decidido no venir, u la verdad no me hubiera sorprendido.

—Joven Graham, la señorita Bourgeois está esperándolo en la entrada.— sentí el aire escaparse de mis pulmones.

Sin poder evitarlo crucé mi propia casa a paso veloz hasta por fin, tenerla a unos pasos frente a mí. Prometí controlarme, en serio que me mentalice haciéndolo, pero justo ahora ella me observaba con una mirada derrotada, el cabello desaliñado y mi cardigan puesto, envolviéndola, protegiéndola.

Me sonrió con las pocas fuerzas que tenía. Maldición ¿Cómo se supone que uno se resiste así?

—Te extrañé.— admitió en un hilo de voz y sin poder aguantar un poco más, la abracé sintiendo que mi alma se quedaba ahí, en sus brazos.

Yo también la había extrañado.

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