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Final: Cartas de Félix



El tiempo ha avanzado demasiado rápido.

Mis 18 años parecen ahora un recuerdo lejano, una fotografía perdida en algún álbum de la casa que ha cubierto el polvo, un cardigán con tela desgastada que guarda agujeros por todas partes.

Pero de alguna manera, este Agosto estaba por terminar, y el frío del próximo otoño amenazaba con sus heladas ventiscas. Inglaterra nunca se caracterizó por tener climas cálidos.

Como ave que migra, mi tiempo aquí había terminado. Iría al sur por climas más cálidos, por suaves atardeceres naranjas en París.

Seis años en estas heladas tierras parecían ahora ser tan fugaces, pero en su momento se sintieron como una eternidad.

—Pasajeros del vuelo 7673, con destino a París, con horario 15:25; favor de aproximarse a la salida A. — tomé aire profundo. Ahora mismo sólo cargaba conmigo mi equipaje de mano: un sencillo maletín que no contenía más que mi agenda, un libro de drama, una pluma y mi portátil.

Una vez a bordo del avión observé por última vez a Inglaterra que por alguna extraña razón, a pesar de seguir en él, ahora me parecía tan lejano, un objeto inamovible que ya era incapaz de alcanzar. Miré mi celular para distraerme un poco.

"¿Ya estás en el avión?"

Era un mensaje de Luka.

No es necesario describir quién es Luka, así que ahora sólo me limitaré a decir que es un amigo, un gran amigo mío.

"Ya, no tarda en despegar"

Apagué mi celular y cerré los ojos, necesitaba descansar un poco.



A pesar de ser lejano, el verano de los 18 años me marco mucho; aunque siendo honestos, no conozco persona cuyo un verano a esa edad no sea importante. Quizás sea porque todos están a nada de aplicar sus pruebas para la universidad, o están justo en su primer empleo, o quizás a punto de experimentar su último romance adolescente, sea cual sea, ese verano es único para cualquiera.

Aún recuerdo ese beso, se quedó bien grabado en mi memoria como la mayor imprudencia que he cometido; aún siento cierta vergüenza de recordar aquel momento.

Y sin duda nuestra separación no fue fácil. Ella no quería que me fuera, pero tampoco podía quedarme, y aunque ella lo entendía sabía que el asunto la traía molesta.

Discutimos mucho esos días, a pesar de que los sentimientos entre nosotros ya eran más claros, ninguno nunca se atrevió a dar el siguiente paso en ese momento y los dos continuamos con nuestras vidas.

—Uy, ese libro es muy bueno. Aunque tengo que admitir que nunca lo había visto en su versión francesa.— una joven bronceada, rubia y de ojos oscuros se había sentado a lado mío.  Le sonreí.

—Es mi lengua materna, se me hace más cómodo así.

—¿En serio? Tu pronunciación del inglés es muy buena, hubiera creído si me dices que eres británico.— respondió divertida. Tenía bonitos gestos.

—Gracias, aunque se debe más que nada a que mi padre era de Boston, así que me inculcó el idioma desde muy pequeño.

—Mi madre era de Alemania, pero nunca se animó ha hablar el idioma en casa así que no sé básicamente nada de vocabulario. Se puede decir que corriste con suerte.

El resto del vuelo fue una plática entretenida que mezclaba varios temas sin llegar a profundizar en ninguno. Ella era una abogada que acaba hacía poco había acabado su carrera y había conseguido un buen empleo en Francia.

Tenía básicamente controlado lo del idioma así que no era ningún problema.

Finalmente sonó la breve alarma para abrochar los cinturones debido a que el avión estará a punto de descender. Ahí nuestra charla acabó.

Ella caminó junto conmigo hasta el sitio para recoger maletas, iniciando nuevamente la conversación. Sin duda no era difícil socializar con ella.

—Entonces ¿Te parece si ahora nos vamos a tomar un café y después me das un recorrido por tu amada París? Me gustaría mucho conocer el Louvre.— me cuestionó justo cuando tomaba mi maleta.

Miré su rostro.

—Lo siento, no puedo.— respondí rápidamente. Ella negó.

—Creo que no me estás entendiendo ¿Quieres tener una cita conmigo? Por lo que entendí,  eres soltero.— tenía que admitirlo, agradecía que fuera directa.

—En realidad, ya me espera alguien.

No, ni tenía novia. Como dije antes, Chloe y yo peleamos mucho antes de que yo me fuera a la Universidad de Cambridge, pero eso no significaba que yo no la hubiese visto desde aquel entonces. Existían los veranos, NUESTROS veranos.

Ella no tardó en entender a lo que me refería.

—Oh, ya veo. — dijo tallándose el brazo. — Bueno, entonces esta sería la despedida. Fue un gusto conocerte, Félix.

—Igualmente.

Y se alejó caminando con su elegante andar. Había una pequeña parte de mí que deseaba volver a verla en el futuro, solamente para saber si había conseguido sus objetivos de los que tanto me habló en el camino. Quizás no hubiera estado demás pedirle su número para seguir en contacto.

Avancé por mi cuenta.

Había tantas cosas que me traían nervioso de regresar a Paris, a pesar de que siempre me consideré alguien que no se perturbaba tan fácilmente, como por ejemplo pensar en si era buena idea o no contarle a mi madre que Adrien se había puesto en contacto conmigo.

Hacía dos años recibí una carta de él, a mano. No sé ni siquiera sobre cómo supo que yo estudiaba en esa universidad, pero aunque no lo denoté, lo que más sentía en ese momento era alegría.

Adrien había escapó de su casa en cuanto cumplió la mayoría de edad. Su padre se volvió un obsesivo que no le permitía poner un solo pie en la calle y empezó a manejar una empresa de moda de manera casi anónima.

Había conocido a una chica muy linda que era básicamente su mundo y le había servido de incentivo para sanar las heridas que le dejó su trastornado padre y hasta el momento se había sentido capaz de contactar con personas de su pasado.

Ahora mismo él vivía en Nueva York pero decía que en algún momento se decidiría por volver a Francia para hacer las pases con su padre y reunirse con nosotros. Además al final me dejó su correo anotado para que pudiéramos conversar mejor por ahí.

La calidez de París me cubrió en pocos segundos. Estaba fresco y el verano aún se sentía en la piel a diferencia de Inglaterra. Tuve que quitarme el saco.

—Mírate nada más, el señor con maestría está de vuelta en París.— regresé mi vista. Luka me veía acompañado de Aurore quien no tardó mucho en lanzarse en mis brazos emocionada.

—No puedo creer, ha sido bastante. Te dejaste crecer el pelo.— decía la fémina mientras me tallaba la cabellera como si me tratase de un niño pequeño.

—Sólo ha pasado un año desde la última vez que nos vimos, no seas exagerada.

—Pero fue el año más largo de la vida ¿Sabes? Siento que este año envejecí más rápido de lo normal.— Aurore en estos años había cambiado bastante. Se le veía más motivada que nunca.

Luka la veía con una suave sonrisa. No sabía si tenían algo esos dos ni tampoco lo creía, sólo sabía que ese chico y ella se habían convertido en amigos inseparables de mi mejor amiga, de la mujer que amaba, y que cada uno se veía con un amor fraternal único.

—¿Y Chloe?— no había querido preguntar pero me carcomió la curiosidad no verla ahí.

—Ella venía con Sabrina, seguro se...

Y antes de que pudiera decir algo, en un momento tan veloz, Aurore se alejó de mí abriendo camino a un cuerpo que no había estado ahí antes y que ahora me abrazaba con euforia, fuerza y sin duda mucho sentimiento.

Mi cuerpo reconoció al suyo en cuestión de segundos.

—Félix, por fin estás aquí.— dijo casi colgada de mi cuerpo. Mi olfato aún seguía reconociendo su perfume, el mismo que usaba siempre, ese que la volvía un mayor delirio si era posible.

—Y ya no me iré. Lo prometo.

Por fin se apartó un poco de mí y me regaló una sonrisa con la felicidad más genuina que había visto en mi vida, soltando un par de lágrimas de alegría. Me acerqué y deposité un beso fugaz sobre una de las lágrimas que deslizaba sobre su mejilla.

Ella ya no sería más sólo veranos, no sería más sólo agostos. Por primera vez en mucho tiempo, ella podía ser todo mi bendito año.

Salimos a comer con ellos.

Cada uno contó lo que había sido de sus vidas: Aurore estaba consiguiendo un sueldo más que cómodo como violinista. Luka también se dedicaba a la música, su grupo ya había grabado un álbum al que le había ido decente y mientras tanto aún tocaba en un bar de buena fama. Chloe concluyó su carrera y ahora mismo se mantenía de su trabajo y una beca de estudios para su maestría. Sabrina ya laboraba en, vaya coincidencia, un buffet de abogados en París.

Al parecer a cada uno le había ido bien y estaba feliz por ello.

Finalmente cada quien se despidió y empezó a retirarse. Sólo quedamos Chloe y yo.

—Sube al auto. Hay un lugar al que quiero llevarte.— había esperado esto durante todo el viaje, quedar a solas con ella.

—¿A dónde?— le pregunté. Ella sólo respondió con una sonrisa traviesa. Sonreí.— Supongo que sólo tengo que confiar en ti.

Durante el trayecto se comportó enigmática, no hubo conversación entre nosotros pero no se sintió incómodo, era casi como si me estuviera permitiendo admirar París, repasar cada uno de sus trayectos nuevamente.

—Llegamos.— reconocí el lugar de inmediato. Era aquella casa de su familia que solían utilizar para los fines de semana, aquella que también utilizaba ósea sus cumpleaños. Se le veía bastante renovada.— Ahora vivo aquí, así que mande a que la arreglaran un poco.— pronunció. Seguramente notó mi desconcierto.— Ven.

Tomó mi muñeca y empezó a jalarme hasta aquel sitio que recordaba perfectamente. Su recámara. En cuanto entramos no tardó ni dos segundos en empujarme sobre la cama y tirarse a un lado mío con una cobija cubriéndonos por completo.

En menos de un segundo, habíamos vuelto a ser esos niños de aquellos lejanos veranos.

Un par de miradas que se ven el uno al otro con miradas juguetonas y sonrisas espontáneas, con una cobija que se había vuelto nuestro refugio, un sitio en donde sólo habitábamos ella y yo.

—Ansiaba volver a hacer esto contigo.— dijo mientras me tomaba de la mano. La acerqué hasta mis labios y besé su palma, luego su muñeca.— Félix.— me distrajo de mi labor. Su mirada ahora era tan transparente, sentía que la podía ver con una claridad con la que no la había visto nunca.— Te amo.

Ella no era mi novia.  Nuestra relación era un vaivén de emociones aquellos veranos, pero eso no le quitaba lo perfecto. Nada me hacía más feliz que tenerla a mi lado finalmente, pero hacía mucho que ella ya no era mi novia.

—También te amo. Y te prometí que el día que regresara de manera definitiva, te iba a dar esto ¿Recuerdas?— sus labios temblaron cuando sintió aquel anillo introducirse en su dedo. Sentía su cuerpo temblar cerca del mío, yo también estaba temblando, estaba completamente nervioso pero a la vez completamente seguro; no había nada que quisiera más en este mundo que a la mujer que tenía frente mío.

—Pensé que ya lo habías olvidado.

Antes de que le pudiera responder ella ya besaba mis labios con devoción.

Parecía que no quería que nos detuviéramos, que fuéramos más allá del último límite y honestamente, no había ninguna razón para hacerlo. Después de todo, al fin habíamos conseguido esto, aquello que quien sabe cuanto tiempo habíamos llevado anisándolo, pero hasta ahora nos atrevimos.

Después de todo Chloe Bourgeois llevaba tiempo sin ser mi novia. Hacia un mes, ella fue a Cambridge a ayudarme a empacar mis cosas y le había pedido matrimonio.

Chloe Bourgeois no es mi novia, es mi prometida.









Aún queda el epílogo.

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