Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🔸3🔸

Esla

Entramos a su habitación, dejo mis cosas a un lado en aquella silla que solo está para estorbar o retener ropa sucia. Me dejo caer sobre su cama como si estuviese en mi casa, sintiendo un cansancio emocional que sobrepasaba mis energías. Ana se sentó a mi lado, esperando en silencio que esté lista para hablar, y aunque creía estarlo de camino a su casa ya sentía que no era así. El nudo en mi garganta retenía todas las palabras que quería decir, toda la frustración que estaba almacenándose en mi pecho.

—Tiene otra... —dije al fin con voz temblorosa, ahogando un sollozo— lo escuché hablando con ella por teléfono.

—¡Dios! Sí debería regañarte porque te lo dije muchas veces... —comentó mirándome frunciendo el ceño con reproche, pero al ver mi muy lamentable y patético estado, suavizó su expresión—, pero no lo haré... De momento.

—¡Gracias! —susurré.

—¿Quieres un abrazo? —sugirió.

—¡Por favor! —sollocé.

Acomodé mi cabeza sobre sus piernas, abrazándome a su torso para ocultar mi rostro el cual, una vez más y casi en contra de mi voluntad, volvía a humedecerse con algunas lágrimas.

—A veces es bueno llorar, y eso no significa que le estés dando importancia a él —dijo mientras acariciaba mi cabello tratando de consolarme—, tampoco eres de piedra así que déjalo salir, te sentirás mejor.

Uno tras otro, sollozos incontrolables salían de mi boca impregnados en rabia y desilusión. ¿Qué más podía hacer en ese momento? Ya no podía ser más estúpida de lo que he sido en los últimos dos años, y tampoco podía borrarlo.

—Respira despacio... — me decía con ternura— ¿Quieres helado?

—¿Tienes de fresa? —pregunté en medio de sollozos, poco a poco tranquilizándome.

—Siempre tengo de fresa y chocolate —contestó entre risas.

Salió de la habitación mientras yo seguía en mis lamentaciones, dejar de llorar era lo primero que debía hacer y después... ¿Cómo se cura un corazón roto? La respuesta es difícil de saber, pero por ahora podía ahogarme en helado de fresa y películas con mi mejor amiga.

En silencio, entró con dos tazones llenos de helado cubierto de arequipe y trozos de galleta de vainilla. Colocó una de nuestras películas favoritas, Animales fantásticos y donde encontrarlos. La cinta se reproducía sin ser atendida con la emoción con la cual solíamos hacerlo, solo el helado era capaz de hacerme sentir algo diferente al coraje que tenía.

—¿Quieres hablar de ello? —indagó con curiosidad.

—Te estabas demorando, ya empezaba a preocuparme —contesté rellenando mi boca con helado y galleta.

—Ya sabes, el chisme es lo mío —expresó con su típica gracia—, pero también sabes que sin helado no es lo mismo.

Ambas estallamos en risas, porque era cierto. Como buenas amigas que somos, el chisme es el plato diario en nuestras conversaciones, y siempre desde que nos conocemos lo acompañamos con chucherías. Helados, papas, galletas, o cualquier cosa que se le pueda agregar arequipe, mi mayor adicción. Continuamos comiendo mientras la película avanzaba; sin embargo, solo escuchaba mi lamentable relato sobre lo sucedido.

—Es un idiota, sabes que siempre me cayó como patada en los ovarios —exclamó—. Se hacía el perfecto cuando estaba rodeado de gente, pero en el fondo siempre ha sido un doble cara.

—Lo sé, ya lo tengo completamente asegurado —añadí con desgana.

—Hay que verle el punto bueno a esto —dijo de pronto.

—¿Tiene? —indagué escéptica— Ilumíname.

—Por un lado, deberías agradecer que te enteraste ahora y no más adelante —comentó con seguridad y molestia en su rostro cachetón—, si hubiese pasado más tiempo sería aún más doloroso.

—Pero dos años...

—No son casi nada si estamos hablando de una relación seria y oficial —declaró Ana interrumpiendo mis lamentos—, no fueron cuatro, cinco o post matrimonio. Gracias a Dios no se les pasó eso por la cabeza.

—¿Y el otro lado bueno cuál es?

—Que nada te ata a ese idiota—señaló con obviedad—, solo será un mal recuerdo lleno de toxicidad, celos y pelos en la espalda.

—No tiene pelos en la espalda —corregí entre risas.

—Como sea, ahora él es problema de otra boba y tú eres una mujer libre a partir de hoy, además... —hizo una pausa agarrándome de los hombros para encararme— Esta vez serás lo suficientemente inteligente y fuerte como para evitarlo a toda costa, ¿Cierto?

—Obvio.

—Sabes que si llegas a dirigirle la palabra en algún momento te golpearé, ¿Verdad? —amenazó con rotunda seriedad— Muy duro, justo en la cara.

—Dejaría de llamarte mejor amiga si no lo haces —aseguré con el mismo gesto de seriedad.

—Dalo por hecho.

Continuamos viendo la película casi llegando al clímax de la historia, retomando nuestra atención en las maravillosas escenas que tanto nos gustaba. Esta vez, me decidí a prestarle atención a ello y sacar al idiota de mi ex de la cabeza, aunque sea por solo media hora.

Las llamadas insistentes de mi hermana me obligaron a marcharme, recordando que le había prometido ir. Retoqué mi maquillaje para ocultar las bolsas que se formaron en mis ojos, tratando de eliminar todo rastro del llanto de mi rostro. Tomé el camino largo, la ruta de autobús que más vueltas daba por la ciudad antes de llegar a mi paradero, de esa forma podría usar ese tiempo para tranquilizarme y aparentar. ¿De qué sirve eso? De nada, pero por lo menos podría contarle todo a mamá sin romper en llanto, otra vez. Lo que quiero es superarlo, no seguir chillando como pendeja por algo que ya no vale la pena.

—Ya era hora, hija de tu madre —exclamó Annabelle abriendo abruptamente la puerta de entrada, dejándome con la mano en el aire a punto de abrirla.

—Si quieres me voy, pendeja —le reñí—, no tengo ninguna obligación.

—¿Me trajiste algo? —indagó con expresión inocente.

—¡Quite de ahí! —la hice a un lado para entrar rumbo a la cocina, un vaso de agua era lo que más necesitaba después de tanta azúcar.

—Hola, mi amor —saludó mamá, cariñosa como siempre que quiere convencerme de ayudar a la malcriada que me dio de hermana— ¿Cómo va todo?

—Sí madre, la ayudaré —dije con sarcasmo.

—Yo también te quiero, mocosa —exclamó con fingida ternura.

—No a la orden, señora Carmen —me burlé.

Sí, estoy hecha mierda emocionalmente por culpa de un engendro del demonio que traicionó mi confianza, pero mi madre y mejor amiga son las únicas personas en el mundo con la capacidad de hacerme reír con sus comentarios en momentos así. De verdad las amo.

Regresé a la sala donde estaba la imitación de carne y hueso de la muñeca diabólica esperándome; dos libros, un portátil y miles de hojas estaban esparcidas por casi todo el suelo. Su cara de desesperación me causó gracia, pero también me recordó el estrés que pronto se me vendría encima con el regreso a clases.

—Solo llevan dos días de clases —comenté entre risas— ¿Y ya estas tan estresada?

—Hagamos de cuenta que solo regresamos de vacaciones y no estamos iniciando un nuevo año escolar —explicó con molestia—, estoy citando literalmente lo que dijo la bruja que tenemos por maestra de química.

La carcajada fue inevitable, sabía a quien se refería y lo que estaba sintiendo en ese momento. ¡Pero vamos! Tampoco es para morirse, yo viví eso hace un par de años también.

—Lo siento, pero también pasé por eso —me apresuré a decir, antes que me lanzara el portátil encima—, el mismo proyecto pendejo de todos los años, me imagino.

—No lo dudes.

—Espera... —interrumpí mi risa— ella siempre lo pone al finalizar el año, ¿Por qué lo haces hasta ahora?

—Ah... es que...

—Annabelle Sofía Odette, dime que no estás haciéndolo a último momento —exigí.

—¿Si te digo que sí igual me ayudarás? —indagó con inocencia fingida.

—Mucha... —le reñí dándole un golpe en el brazo— tarada.

Después de media hora de regaños y unos cuantos golpes más, nos pusimos manos a la obra. En realidad, me sirvió más a mí que a ella el hacerlo, me distrajo el concentrarme en aquel proyecto para no pensar en él. Cuatro horas después, dos pares de piernas entumidas y un dolor de cabeza a punto de matarme, el dichoso trabajo estaba más que listo. Solo restaba entregarlo al día siguiente y se acababa su martirio, uno que ella misma se buscó por irresponsable.

—Me debes una bien grande, niña —exigí, acariciando suavemente las sienes de mi cabeza.

—Que no soy una niña, ya tengo 15 —reclamó con fastidio.

—Casi 15, aun no los cumples —recalqué—, además, si estas tan grandecita ¿por qué no haces tus trabajos a tiempo? Asume la responsabilidad.

—No vayan a discutir otra vez —riñó mamá—, más bien vayan a bañarse y a dormir si terminaron eso.

—¿Qué hora es? —indagué confundida.

—Más de las diez de la noche, a esta hora no me sales —advirtió con su tono autoritario—, hoy duermes aquí.

—Ya, vale, entendí —acepté a regañadientes.

Me dirigí a mi vieja habitación para morir por el resto de la noche, no sin antes darle un beso a mi madre en la mejilla. Me duché y vestí con uno de los pijamas de mi hermana, viendo como todas las cosas que una vez hice para decorar seguían allí. Sentada en la cama, recordé aquellos tiempos antes de caer de cabeza en la vida de Kenneth. Y sin poder evitarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más, no podía decir que después de un par de horas dos años estaban completamente superados, aunque quisiera que fuese así.

—¿Puedo entrar? —preguntó mamá tocando la puerta.

—Claro —contesté secando mis lágrimas.

—Pastilla y agua —dijo—, para el dolor de cabeza.

—¡Gracias, em estaba matando!

—Ahora sí —añadió— ¿Qué pasó? Y no me vengas con excusas bobas porque detesto me mientas.

No la miré a los ojos, trataba de desviar la mirada a cualquier parte detrás de ella. Estaba nerviosa por su reacción, ella tampoco era de agradarle la idea de estar con Kenneth. Que ironía, ¿No? Casi todos a mi alrededor me lo advirtieron, pero nunca hice caso. Tan ciega estaba que ignoraba a todo el que dijera lo contrario.

—Ya sé que me regañarás por esto, pero ya no se puede hacer nada al respecto... —dije después de un tiempo mientras retorcía las manos— Terminé con Kenneth, estaba saliendo con alguien más a mis espaldas.

—¡Ay cariño! —exclamó con tristeza— Ven aquí, bebé.

Me atrajo hacia sus cálidos brazos, acariciando mi cabello como solo una madre puede hacerlo. Volví a llorar, no lo negaré, pero esta vez fue diferente. En los brazos de mi madre me sentía como una niña, protegida y amada. Esto era lo que de verdad necesitaba para sanar, no completamente como quisiera, pero si para sellar esa parte de mí que podría caer en la trampa de una falsa disculpa.

—Tranquila, mi niña —susurraba—, ese infeliz no te merece, eres demasiado para algo tan insignificante como él.

—Yo sí lo quería, mamá —sollocé—. Fui una tonta.

—No te trates así, un error lo comete cualquiera cuando está enamorado. ¿Por qué no te quedas esta semana con nosotras? —sugirió— No quiero que estés sola.

—Está bien —acepté—. Gracias mami, te amo.

—Y yo a ti, mi amor —susurró dándome uno de sus besos tranquilizadores en la frente—. Todo estará bien, mereces algo mucho mejor que eso.

Me abrazó fuerte, acurrucándome entre sus brazos. Permanecimos así por un buen rato, hasta que el sueño y el dolor de cabeza me vencieron.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro