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🔸13🔸

Elsa

Mi mente estaba en blanco por completo, solo sentía la urgente necesidad de llegar a mi casa antes que me estallara la cabeza, e ir al baño de paso. Quería como tratar de entender lo que estaba sucediendo, pero no desde hace tan solo una hora, sino desde el inicio de todo este embrollo. ¿Cuándo fue eso? Tampoco sé. ¿En qué momento esto se salió tanto de control? Un beso, solo había sido un beso. ¿Cómo llegó a tanto? Solo una cosa se me ocurrió en ese momento de desesperación.

—Espero sea para algo bueno, estaba a punto de...

—De verdad es urgente —le interrumpí apresurada su retahíla—, necesito que vengas, pero ya.

—Niña cálmate que te mueres —replicó Ana—, respira y dime...

—Solo ven —grité y colgué.

Mientras llegaba me duché para aligerar la tensión, quitar todo rastro de sudor y calor. Había quedado tan excitada y confundida que, solo al entrar al baño me di cuenta que dejé algo en su casa, mi panty. Además, aún sentía ese cosquilleo en mi entrepierna que me estaba martirizando. No era desagradable, todo lo contrario, me gustaba aquella sensación como si su lengua aún estuviese jugando con sutileza en aquella zona. Con lentitud, mi mano fue tomando camino hacia mi vagina llegando a rozar aquella campanita, liberando en mi cuerpo un estremecimiento placentero. Todavía estaba sensible.

Poco a poco, los roces fueron aumentando y la sensación me tenía las piernas tambaleantes. Suaves jadeos se escapaban de mi boca, convirtiéndose en gemidos que resonaban en aquel pequeño espacio. Sentía como un intenso calor se iba a cumulando en mi bajo vientre, estaba a punto de tener otro orgasmo, pero la voz de Ana al entrar en mi casa me alertó.

«¿Qué demonios estoy haciendo?» me reñí.

—Me estoy cambiando, ya salgo —le avisé.

Controlé mi respiración y vestí; eran solo las 6 de la tarde y no tenía planeado volver a salir, así que el pijama fue la única opción en mi lista en ese momento. Al salir, estaba esperándome de brazos cruzadas y expresión molesta, mientras movía con frenetismo y desesperación su pierna demostrando que estaba nerviosa.

—¿Sabes lo que tuve que hacer para poder salir? —preguntó con enfado— Limpiaré la casa completa por una semana, y tú me ayudarás. Ahora sí, ¿Qué es tan urgente?

Nos sentamos en el suelo sobre mi alfombra acolchada, en mis piernas coloqué un cojín y tomé otro más para abrazarlo, a ver si de esa forma podía calmarme un poco y empezar a hablar.

—¿Recuerdas que te conté que Bianca me besó? —pregunté titubeante.

—Sí, ¿No me digas que volvió a hacerlo? —expresó con disgusto.

—Bueno...

Creía conveniente empezar desde esa noche de la fiesta, cuya borrachera no fue tan fuerte y mi mente no quedó tan nublada. Aún recordaba gran parte de lo que sucedió, contrario a lo que le dije a la misma Bianca.

—¿No te lo dije, grandísima idiota? —gritó consternada— Y a parte la besas tú, ¿Te gusta o qué? No me vengas con que sí porque no te creo. ¡Dios!

Mi expresión de tenso nerviosismo tuvo que hablar por mí, porque poco a poco su cara se fue cubriendo de pasmosa calma. Pasó su mano por todo su rostro, suspiró y volvió a mirarme fijo y con intensidad.

—Dime que no hay nada más, por favor —murmuró entre dientes—, te lo suplico.

—Creo que... —titubeé— tuvimos sexo.

Al parecer aquello no era lo que imaginaba, su rostro se contrajo en una mueca de asombro paralizante. Su boca abierta en una perfecta O, las cejas levantadas arrugando la frente y los ojos bien abiertos.

—Es... espera, ¿Crees? —preguntó con calma casi un minuto después— ¿Cómo qué crees?

—Es que... —balbuceaba— no sé, es tan confuso que aun no entiendo que pasó.

—Elsa, ¿Qué mierda está pasando por tu cabeza? —me reñía furiosa— Un beso es una cosa, pero, ¿Sexo? ¿Estás demente? ¿Tú la...? Ya sabes...

Gesticulaba con las manos tratando de explicar el acto en sí, enredando sus dedos corazón e índice de cada una como si se estrellaran.

—¿Tijereamos? —pregunté sin entender— No, yo ni me moví. Tiene más vida una estatua que yo en ese momento, literal estaba paralizada sin saber qué hacer.

—A ver —respiró profundo—, vamos a calmarnos ¿Vale? Y vas a explicarme hasta el más mínimo detalle de lo que pasó. ¿Estamos?

No tenía más opción que hacerlo, era la única manera existente para poder encontrar una explicación y tal vez una solución. Literal, describí todo al pie de la letra, cada cosa que hizo, cada parte de mí que besó, lo que dijo y lo que yo trataba de decir también.

—Elsa por dios, ¿Te violó? —exclamó con pavor— Literalmente me acabas de decir que te violó. No, esto no puede quedar así, o la denunciamos o la mandamos a la mierda.

—¿Qué? —vociferé asustada— No, espera, ya eso es extremista. No creo que haya sido una violación, o sea no... me obligo o forzó. No es como que me drogó o algo...

—¿Estás escuchando lo que dices? —estaba perpleja, sin creer lo que de mi boca salía—. Tú te negabas, pero ella seguía sin importar nada. Según mi concepto y lo que me han enseñado, eso es violación. ¿Cómo es eso de «no me forzó»?

—Pude haber... no sé... la pude haber empujado y salir corriendo —sugería sin mucha convicción—, algo así, ¿No?

—¿Me estás diciendo que dejaste que te manoseara? —la perplejidad y el asombro volvían a su rostro aún más profundo— Elsa, tenías novio, eres heterosexual. ¿Debo recordártelo?

—Lo sé, o lo sabía, no sé... es que... —suspiré encogiéndome de hombros— desde el beso...

—Espera, alto ahí... ¿Cómo que desde el beso? ¿Te gusta acaso? —exclamó— Elsa, ¿Te gusta una mujer? ¿Eres consciente de lo que dices? ¿Solo por un beso?

—A todas estas... ¿Por qué la besaría? —pregunté— El día después de la fiesta.

—Estabas ebria cantando la canción de Dory en Buscando a Nemo —contestó con exasperación—, a mí también me besaste estando borracha y no por eso te enamoraste de mí, ¿Se te olvida? Cierto, ni lo recuerdas.

—Esta vez sí recuerdo todo, no había apuesta de por medio y no fue mucho el efecto del alcohol porque no tomé casi, estaba mezclado con jugo —enumeré apresurada evitando su solución—, y el café también ayudo un poco, me parece.

Me miraba con profunda consternación, y la entendía. Ella tenía razón, pero no quería llegar a esos extremos y mucho menos acusarla de algo que sé no hizo. Estoy confundida, no sé qué está pasando, pero sí sé que no fui forzada. ¿Primer paso para entender mi enredo? Aceptar que de cierto modo y hasta cierto grado, permití que sucediera.

—No puedes estar hablando en serio, de verdad —dijo—. Hagamos una cosa, por hoy solo ve a dormir y cálmate. Mañana hablamos bien, cuando pienses con la cabeza. Y, asegúrate de no hablar con ella por un tiempo para que no te enredes más.

—De acuerdo —suspiré con cansancio.

—Solo dime una cosa antes de irme —añadió— ¿Qué sentiste?

—Yo... ah pues... —«primer paso, aceptarlo»— Fue el orgasmo más intenso que he tenido en la vida.

—¡Santo Dios! No te apresures y piensa bien las cosas, ve a dormir —exigió y se marchó.

Hice caso a sus palabras, cerrando todo y apagando mi teléfono celular después de llamar a mamá como todos los días. Traté de dormir, pero los recuerdos de su boca sobre mi cuerpo no me lo permitían. Di vueltas sin parar en la cama, pero al cerrar los ojos aquellas imágenes regresaban. Me di por vencida y decidí distraerme con otra cosa, películas de terror. Las de Resident Evil eran las indicadas, siempre me concentraba tratando de ver los «fallos científicos» de toda la trama. Hasta que, por fin a eso de las dos de la madrugada me quedé dormida, solo para ver en mis sueños su amplia sonrisa y el brillo coqueto de sus ojos.

Al despertar, no tuve tiempo de pensar en nada. Literal, lo único que había en mi mente era no llegar tarde a clases, como había apagado el teléfono estaba media hora retrasada al no tener alarma activa. En el camino, lo encendí para avisarle a uno de mis compañeros y saber que el profesor aun no llegaba. Aliviada, supe que tenía un par de minutos para llegar. Sin embargo, un mensaje suyo me picó en la conciencia.

(B) El, déjame explicarte, ¿Sí? Lo siento, de verdad lo lamento. ¿Podemos hablar de esto? Por favor.

Estuve a punto de llamarla, de contestar su mensaje o por lo menos dar una señal de vida, pero recordé las palabras de Ana y desistí de ello. La mejor manera de pensar bien las cosas, era dejándola a ella por un rato de lado y no dejarme influenciar. Mientras menos sepa de sus razones, más entenderé que es lo que me pasa. O por lo menos esperaba que así fuese. A lo largo del día me llamó unas 5 veces, envió más mensajes y Ana se dio cuenta de ello. Me estaba poniendo ansiosa, no me dejaba ni leerlos y mantenía el teléfono fuera de mi alcance.

Por todos esos días lo pensé, lo analicé, pero no llegaba a ninguna conclusión. El sábado se acercaba cada vez más y no estaba preparada para verla. ¿Qué le diría? ¿Qué me tenía más confundida que garrapata en un peluche? Es frustrante el no entenderme a mí misma, no sé qué es lo que quiero y siempre tuve clara mi sexualidad. Entonces, ¿Por qué ahora la tengo en duda? No me puede estar gustando una mujer, ¿O sí? No me puede estar gustando Bianca, ¿Verdad?

—Vaya mierda —susurré aún más frustrada.

No quedaba más que hacer que dormir, el estrés de la universidad más esto me consumían. Siendo viernes, estaba ansiosa por lo que pudiera pasar en la clase, pero estaba dudando si debía ir o no. Soy una completa cobarde, no podía dar la cara sin tener las cosas claras. Pero no quería dejar de verla, por los mensajes sabía que la estaba pasando mal, en especial por mi silencio, y no podía seguir haciendo esto. No de por vida.

La alarma no sonó, me desperté por pura casualidad y muy tarde. Apresurada, me alisté y salí corriendo a clases. Los nervios estaban carcomiéndome, e incluso me dolía un poco el estómago y estaba sudando frio. ¿Tan mal me tiene? Pero al llegar, todos estaban haciendo sus preparaciones del día. Lo primero que vi fue a Bianca, y la culpa estalló en mi interior. En su rostro se dibujaba la tristeza, aquella sonrisa que siempre llevaba para todos no estaba, y me sentía horrible por ser la causa de ello.

—Señorita, ¿Qué son estas horas de llegar? —me reprendió Lorenzo— Más de 40 minutos tarde.

—Lo sé, pero es que... —titubeé, interrumpiéndome al percatarme que se dio cuenta de mi llegada.

Al verme, su rostro se iluminó en una sonrisa de alivio y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Con rapidez las limpió, y volvió a mirarme con su sonrisa ladeada.

—¿Qué cosa? —indagó Lorenzo.

—Ah, lo siento... —balbuceé— tuve que ir a casa de mi mamá antes de venir y eso me retrasó un poco.

—Pero a esta hora ya no te da tiempo de preparar un pastel desde cero —explicó seriamente— ¿Qué hacemos?

—Ahmm... bueno —pensaba o trataba de hacerlo, pero nada se me ocurría—. Realmente no sé. Siento haberlo molestado, trataré de llegar a tiempo mañana.

Volví a mirar a Bianca antes de salir, atenta a todo lo que sucedía y le sonreí, esperando que eso sea suficiente por ahora por lo menos para mejorar su humor.

—Creo qué... —intervino Lorenzo— podemos hacer una excepción por hoy, pero tendrás que hacerte con alguien para que no pierdas la clase. ¿Vale?

—Claro, gracias —exclamé—, no volverá a pasar.

Entré pensando que hacerme con Ana sería la mejor opción, pero desde su puesto me dio a entender otra cosa. «Hazte con ella» gesticuló señalando a Bianca. Con algo de inseguridad, me acerqué a ella notando su nerviosismo y las ojeras en sus ojos.

—¿Puedo? —pregunté con algo de timidez.

—Sí, claro —contestó sonriente.

Tomé mi delantal de mi puesto habitual, regresé al suyo y esperamos indicaciones de Lorenzo. Por el momento, Bianca debía explicarme todo lo que él había dicho desde el inicio. Con un suspiro, empezó a detallar el procedimiento sin quitar sus ojos de mí. Yo solo estaba pendiente de la receta en el tablero, las cosas que ella misma me señalaba y el biscocho en el horno. Trataba lo menos posible de mirarla, me sentía extraña sabiendo lo que había sucedido entre nosotras.

—Solo faltan como 5 minutos para que el biscocho esté listo —anunció Bianca—, mientras, ¿Podemos hablar?

La preocupación volvió a su rostro, y sabía que había llegado el momento de afrontar la realidad.

—Sí, claro, dime —contesté con fingida calma.

—Lo de ese día, quería decirte que...

—¿Cómo vamos por aquí? —interrumpió Lorenzo.

—Falta poco para que el biscocho esté listo —contesté apresurad.

La expresión de Bianca no era de las mejores, le habían interrumpido justo en el momento que había esperado toda la semana y estaba molesta. Y justo en ese instante, el horno sonó. Saqué con cuidado el molde, extrañándome ante lo que veía. Lo que debería ser de forma cuadrada, con la superficie abultada uniforme y ovalada, resultó tener ondulaciones extrañas y bordes sobresalidos.

—No otra vez —se quejó Bianca.

—¿Qué pasó aquí? —indagó Lorenzo tratando de no reírse.

—Yo acabo de llegar —me defendí entre risas—, soy inocente.

—Bueno, como castigo por tardanza y burlarte —anunció Lorenzo mirándome con reproche—, te encargarás de darle una forma más creativa. Las veo.

Se marchó dejándome indignada y a Bianca riéndose por ello, por lo que la miré con reproche y dije: —Pero si él también se estaba burlando.

—No se va a castigar a sí mismo —expresó entre risas.

—Ya que... —repliqué— ¿Qué hacemos con tu Frankenstein?

—No sé, señorita encargada —se burló.

—Voy a golpearte —amenacé.

Por un momento, toda aquella tensión y preocupación en el ambiente se esfumó para volver a ser como antes. Aquel pastel requería de toda nuestra concentración, logrando un buen resultado pese a lo extraño que se veía. Aproveche las ondas para representar el mar, las olas altas y espumosas, un gran barco navegando en medio de la tempestad y listo.

—Nada mal —exclamó Lorenzo—, quedas perdonada.

Tanto Ana como Bianca se burlaron por ello y mis quejas, alegando que debía tener un poco más de crédito por mi obra maestra y creatividad. Por raro que parezca, no habían pasado ni 10 minutos cuando una pequeña niña se acerca apresurada al aparador de los pasteles; y después de 5 más insistiéndole a su madre, lo compraron.

Salimos a comer por los alrededores, el no haber desayunado me causó dolor de estómago y un regaño más por parte de ambas. Compramos desayuno improvisado de calle; limonada, empanadas de pollo y extra salsa. Nos quedamos en aquel mismo parque donde nos juntamos la primera vez, charlando como si nada mientras veíamos la gente pasar. Había cierta tensión en el ambiente, Bianca estaba algo incómoda y Ana me hacía señas cada que podía.

—¿Habrá baño en este parque? —indagó Ana levantándose de su asiento.

—Creo que... vi uno por allá —contesté en automático—, pero no creo que quieras entrar.

—Momentos desesperados —dijo y se marchó.

—Lo sabe, ¿cierto? —preguntó Bianca al perderla de vista.

Trate de omitir aquella pregunta, no estaba del todo segura que la respuesta fuese a gustarle.

—Algo —titubeé sin poder mirarla a la cara—, lo siento, estaba confundida y no tenía con quien más hablarlo.

—No me molesta —dijo alzando mi rostro hasta cruzar miradas— ¿Qué piensa ella de esto?

—Pues... ella dijo que... —dudé— que me violaste.

Su expresión de miedo fue tan grande, que se le humedecieron los ojos y hasta yo sentí su preocupación.

—Pero yo no creo eso... —dije apresurada— no es como que me obligaste o algo.

—¿Estás... —su voz se quebró— segura?

La primera lágrima rodó por su mejilla, automáticamente la limpie con una suave caricia, viendo como cerraba sus ojos y se deleitaba con solo ese gesto.

—No hay de qué preocuparse, no has hecho nada malo —le sonreí, esta vez con naturalidad y la ternura que su expresión me causó.

—Pero es que... —sollozó— igual no estuvo bien. Yo quiero explicarte, no sé... no quiero que esto quede así y que afecte nuestra amistad.

—Te escucho —expresé—, solo desahógate.

Limpió sus lágrimas y respiró profundo; sin embargo, no alcanzó a pronunciar palabra alguna debido a la presencia de un vendedor ambulante quien, pese a nuestras negativas por adquirir su muy novedoso ungüento, no se daba por vencido. Ya aburridas de aquel personaje, Ana llegó a nuestro rescate y nos marchamos de aquel lugar. Regresamos cada quién a su casa, los pendientes de la universidad no se harían solos y mucho menos de la noche a la mañana. Pero no quería dejar las cosas en el aire, si tanto le afectaba haría el esfuerzo por escucharla y dejar el tema zanjado.

(E) Hola Bi, solo quiero que estés tranquila. Podemos hablar de esto cuando quieras si eso ayuda a calmarte, así que avísame cuando tengas tiempo. Besos.

Durante la clase del día siguiente no fue una ni dos, sino cinco intentos interrumpidos uno tras otro, molestándola cada vez más. Y pese a su mal humor, no pude evitar reírme del asunto ganándome un golpe de su parte, pero también una sutil y disimulada sonrisa. A lo largo de la semana retomamos conversación como si nada hubiese sucedido, reíamos y nos hacíamos bromas entre las tres, incluyendo en algunas de ellas a Carla y Sofía. Aquel tema solo lo quería hablar en persona, por lo que nos vimos unas tres veces después de clases, y aun así no se pudo debido a que siempre pasaba algo; nos cruzábamos con algún conocido, interrumpían nuestra conversación o no era el lugar adecuado.

Llegado el viernes, las cosas estaban «bien» entre nosotras. ¿Por qué «bien»? Aunque ya había dejado en claro que no había ningún problema, Bianca estaba algo inquieta con el tema, y Ana seguía insistiéndome en que lo habláramos, pero no se había dado el momento.

(A) Chicas, amores míos ya es viernes y el cuerpo lo sabe. ¿Tarde de pelis o qué?

Y esto se me hacía sospechoso, más siendo ella la de la iniciativa.

(E) No tengo mucho dinero que digamos, aún no me pagan.

(B) No me siento muy bien así que creo que paso.

(A) No se preocupen, veremos películas con crispetas y refresco, para no hacer desastre. Y, tú mi querida Bianca, serás la anfitriona así te subiremos el ánimo. ¿Qué dicen? Igual no acepto un no por respuesta, saben que soy cansona e insistente.

(E) Me tomo muy en serio ese tipo de amenazas, ¿Pero no puede ser aquí? No quiero que hagas tus cochinadas en casa ajena para que lo dejes todo vuelto nada y no limpies como la última vez. Desgraciada.

(B) Que linda, está bien.

(A) Mi querida Elsa, hermana de mi alma, te adoro, pero.... Su casa es más linda.

(E) A mí no me hables, traidora.

(B) Pondré plástico en el suelo, y esconderé los cuchillos solo por si acaso.

(E) Por mí no hay problema, encontraré el modo, para eso veo series.

(A) No he leído ninguna amenaza, ¿A las 7 está bien?

(E) Sí, perfecto, nadie verá cuando arrastre tu cadáver en medio de la oscura noche.

Al salir de clases, pensaba que iríamos directo a casa de Bianca, pero Ana tenía un plan diferente.

—No mi ciela, nos vemos directo en su casa —anunció—, no quiero llegar olorosa y con este traste encima, así que voy primero a casa a bañarme y buscar comida.

—Pueda ser que llegues tarde como a todo —le advertí.

Me vestí de forma casual, un pantalón largo y una blusa holgada, empaqué mis últimos paquetes de galleta y compré un refresco por si acaso. Al llegar, no había rastro de Ana por ningún lado.

—¿Ana no venía contigo? —indagó Bianca curiosa— Me dijo que llegarían juntas.

—Me mandó un mensaje hace un rato —mentí—, decía que se había retrasado un poco en casa, por eso me adelanté.

Preparamos palomitas dulces, servimos refresco en una jarra con hielo y preparamos una cubierta de frazadas y almohadas donde tirarnos a ver películas. Todo eso y Ana no llegaba, aunque tenía la fuerte sospecha que no lo haría. Empezamos con la primera, romance y comedia. Nos reíamos y comentábamos lo cliché de la situación, burlándonos de los personajes cada que algo estúpido pasaba. Casi llegando al final, justo en el clímax de la historia la escena queda congelada, y a mi lado Bianca tenía el control en sus manos.

—Pero... está por acabarse —exclamé indignada.

—En serio quiero hablar contigo de esto antes que llegue Ana y...

—¿Aun crees que esa va llegar? —me burlé— Son las 9, yo lo dudo. Pero si quieres, está bien. Te escucho.

—Ok —suspiró y acomodó para quedar frente a frente—, sé que me dices que no hay problema, pero... no lo siento así. Sé que hice mal, no debí tomarte a la fuerza sin importar cuanto me gustes. Ana tiene razón, literalmente te violé.

—Bi, no me violaste y por Ana no te preocupes, ya le dejé en claro eso así que no hay inconvenientes con ella —expliqué—. Con facilidad pude haber, no sé, dicho que no y alejarte.

—Pero lo hiciste, trataste de negarte —expresó confundida.

—Traté, pero no me alejé —contesté con calma.

—Estoy confundida.

—Somos dos —aseguré entre risas nerviosas—, si fue un poco raro porque... bueno, ya sabes, nunca lo había hecho con una chica. También me sorprendió mucho, pero no estuvo nada mal.

—¿Me estás diciendo... —interrogaba con una sonrisa ladeada— que te gustó?

—Ah bueno... ¿Gustar, gustar? —carraspeé, desviando la mirada a mis manos— Siendo sincera, pues, es la primera vez que tengo un orgasmo tan fuerte con solo sexo oral.

—¿Nunca? —exclamó sorprendida.

—Tampoco es que pueda decir mucho al respecto, ¿No? —añadí apresurada, estaba nerviosa— Solo he tenido una pareja sexual en mi vida, y pues, ya sabes quien fue.

—Ya veo —se acercó un poco mientras sonreía—, solo quiero saber una cosa más, ¿Te gustó de verdad? Sé sincera, ¿Sí?

Tomó mis manos sudorosas entre las suyas, me miraba fijo con una sonrisa tierna en su rostro. ¿Tan rápido se había recuperado? Se acercaba cada vez más a mí, y al igual que la vez pasada no daba para resistirme, o tal vez no quería. La curiosidad se había despertado en mí desde esa tarde, ¿Habría sido solo por esa ocasión o era capaz de provocar orgasmos tan intensos como aquel?

—¿Si me gustó? —balbuceaba, enredándome con mi propia lengua— Ah, pues... un poco, sí.

—¿En serio? —la tenía tan cerca que sentía su aliento rozar mi rostro— Entonces... ¿Puedo darte un beso? Uno pequeño, chiquitito.

El brillo de sus ojos me tenía cautivada, solo asentí casi en automático sin decir nada. Una enorme sonrisa iluminó su rostro, eliminando el poco espacio que nos separaba con suaves roces de sus labios en mi mejilla.

—De verdad me gustas —susurraba—, me tienes adicta a tu piel.

No podía negar que el tenerla así de cerca era embriagante, escuchar sus suaves susurros y sentir sus caricias me estaban enloqueciendo, solo me provocaban ansias por recibir ese beso. Y cuando por fin sucedió, algo dentro de mi estalló. Sentía como una corriente de calor recorrer mi cuerpo, creciendo hasta hacerse tan intenso que no deseaba detenerlo. Mi corazón estaba acelerado, y sé que estaba total y muy sonrojada porque sentía mi rostro arder. Se separó de mí solo por centímetros, viendo el deseo reflejado en sus oscuros ojos.

—¿Otro? —sonrió y no quise negarme, así que solo asentí con lentitud.

Sostuvo mi rostro entre sus manos, besando mi boca con tanta dulzura que me estaba derritiendo y escurriendo en otras zonas. No quise quedarme estática, llevé mis manos a su cintura apretando y jalándola hacia mí. Se sentó a horcajadas sobre mis piernas, profundizando el beso y el contacto de nuestros cuerpos. Su piel era tan suave que no lo dude, metí mis manos por debajo de su blusa acariciando su cintura y espalda, escuchando sus suaves gemidos sobre mi boca.

—Me encanta que hagas eso, pero no te recomiendo hacerlo —balbuceaba entre suspiros—, a menos que quieras ir más lejos. No volveré a forzarte a nada, solo lo que tú quieras pasará.

—Sí quiero —susurré sin dudar.

—¿De verdad? Eso quería escuchar —murmuró y atacó mi boca una vez más.

Mordió con suavidad mi labio, me fue empujando poco a poco hasta quedar acostada con su cuerpo sobre el mío y siguió besando mis mejillas rumbo a mi cuello. Al llegar allí, no pude evitar emitir suaves jadeos de placer, mi sensibilidad en esa zona era simplemente abrumadora y ella lo había notado con facilidad. Fue recorriendo mi abdomen con sus manos, subiendo con tortuosa lentitud hasta apretar mis senos, continuar hasta mis brazos y subirlos sobre mi cabeza.

—Por ahora déjalas arriba, quiero disfrutarte todita —susurró mordiendo el lóbulo de mi oreja.

Me besó con más pasión, bajando por mi cuello hasta llegar a mi clavícula. Subió mi blusa hasta sacarla por completo, masajeó un poco mis senos para después desabrochar el sostén y lanzarlo lejos. Sentía mis pezones endurecer, ardiendo por querer sentir de nuevo la calidez de su lengua alrededor. Pellizcó un poco ambos pezones y finalmente se llevó uno a la boca, sacándome un fuerte gemido de mi garganta. La destreza de sus movimientos era seductora, corrientes eléctricas viajaban desde mis senos directo a mi vagina. Casi podía sentir como empezaba a escurrir de lo excitada que estaba, mientras ella seguía magreando y lamiendo la piel de mis pechos.

Fue bajando lento y despacio dando besos en mi abdomen, llegando al borde de mi pantalón y sin reparo alguno, fue desprendido hasta dejarme desnuda ante su deseosa mirada. Aún era un poco extraño para mí todas estas sensaciones, por lo que por instinto cubrí con ambas manos mi zona intima.

—No hagas eso, mi amor —dijo con dulzura, llevando mis manos a su posición inicial y dándome un suave beso en la nariz—. Eres preciosa, no tienes por qué taparte. Así me encantas, cada parte de ti me fascina.

Se irguió un poco aún sobre mí, y empezó a desvestirse con lentitud sonriendo por la intensidad de mi mirada sobre su cuerpo. Era aún más hermosa de lo que creía; la piel blanca y tersa, sus senos firmes y redondos, terminados en pezones rosados igual que la aureola. Su abdomen plano, cintura delgada y trasero grande eran envidiables. Del resto, era igual de perfecto, solo que aún no me atrevía a ver directo aquella zona.

—No tengas miedo, puedes tocarme todo lo que quieras —murmuró sobre mis labios volviendo a devorarlos—, soy toda tuya.

El sentir su piel directo sobre la mía, sus senos pegados a los míos y sus pezones rozándome con suavidad, me estaba llenando de un calor sofocante que no había sentido antes. Era tan dulce la forma en que me tocaba, tan lento y tortuoso a la vez que me gustaba. Llevé mis manos a su espalda, trazando una línea a lo largo de su columna donde sé que tiene sus lindos lunares, sorprendiéndome al sentirla estremecerse con fuerza ante mi tacto.

—Con que esas tenemos, ¿no? —murmuró entre jadeos y risas.

—Es que...

Fui interrumpida por su boca en mi cuello, provocando un fuerte gruñido de placer. Acaricié toda su espalda, escuchando sus jadeos ahogados en mi piel. Desvié hasta apretar sus senos, eran suaves y esponjosos, aunque se sentía extraño tocar unos diferentes a los míos.

—¿Quieres probar? —indagó, llevando uno de sus senos a mi rostro.

Sin pensarlo, pase mi lengua a lo largo de toda la aureola y pezón, viendo como sonreía y cerraba sus ojos ante aquello. Podía hacer esto, suave y con delicadeza succionaba su pezón hasta enrojecerlo, y luego cambie al otro mientras masajeaba el anterior. Hacía lo mismo que ella me había hecho, y siendo sincera lo estaba disfrutando, en especial al escuchar sus gemidos, era lo más excitante y estimulante que podía oír.

—Qué bien lo haces, mi amor —gimoteaba—, pero te quiero consentir yo a ti.

Me besó con desesperado deseo, bajando por mi cuello y continuando por mis senos y abdomen. Abrió mis piernas y se arrodilló entre ellas, besando la cara interna de mis muslos hasta la ingle tal cual hizo ese día. Cada vez que se acercaba, un cosquilleo de ansiedad en mi clítoris empezaba a martirizarme. Mi respiración se hacía cada vez más acelerada, hasta que por fin paso su lengua a lo largo de toda mi vagina sacándome un gran gemido. Con cada lamida, arqueaba la espalda debido a la intensidad de las sensaciones, llegando a morder mi mano para mitigar el ruido.

—No te calles, quiero oírte gritar —susurró besándome fugaz y delicioso.

Volvió a bajar, sosteniendo mis piernas para evitar moverlas tanto y centró su atención en aquella campanita del placer.

—¡Cielos, Bi! —exclamé, sintiendo el fuego bullir en mi interior.

Succionaba mi clítoris y acariciaba con suavidad con su lengua haciéndome delirar, sintiendo las sensaciones acumularse poco a poco en mi bajo vientre. Por instinto llevé una de mis manos a su cabeza, acariciando su cabello y presionándola para más placer. Era enloquecedor todo lo que su boca podía hacer en mí, el mover la lengua de un lado a otro y de arriba abajo sacaba gritos de mi garganta, hasta que sentí una fuerte explosión de sensaciones recorrer mi cuerpo, mientras que entre espasmos llegaba a un orgasmo más intenso que el anterior.

Lamió más lento recogiendo todo lo que provocó tal estallido, contrayéndome de forma involuntaria cada vez que rozaba mi botoncito sensible. Subió con suaves besos y una enorme sonrisa en su rostro, mientras yo trataba de regular mi descontrolada respiración.

—Aún más deliciosa que antes.

Me besó intenso y sofocante, sintiendo el sabor de mis propios jugos directo de su lengua. Mantuvo mis piernas abiertas, posicionando una de las suyas entre ellas y se acomodó sobre mí hasta rozar nuestras vulvas. Con inicial lentitud, y sin dejar de besarme, fue moviendo sus caderas rítmicamente hacia delante y atrás rosándolas cada vez más. Poco a poco sus jadeos se fueron haciendo más sonoros, su respiración más acelerada y los movimientos más rápidos. Era diferente esta sensación, pero igual de deliciosa. La humedad de su entrada se mezclaba con la mía, estimulando toda la zona en especial el clítoris.

Una vez más el fuego se avivó, porque apagado no estaba e iba creciendo conforme aumentaba la velocidad del movimiento. Extasiada e igual de excitada, tomé su cintura y empecé a moverme a su ritmo.

—¡El, cariño, sí! —exclamó entre jadeos fuertes— ¡Sí, mi amor!

Nuestros gemidos y jadeos iban en aumento, y aquella sensación estaba a punto de estallar por lo que me vendría de nuevo. Erguida totalmente, Bianca movía hacia delante y atrás su cadera, dando círculos para aumentar la fricción de nuestras vaginas. Se mordía el labio, y cerraba con fuerza los ojos. Y con una fuerte inhalación, la sentí estremecerse y contraerse al llegar al clímax, y el solo ver su rostro en pleno éxtasis provocó el mío. Se dejó caer sobre mí, apoyando su pecho sudoroso sobre el mío. Terminamos sin poder respirar, sudorosas y pegajosas, pero en todo el sentido de la palabra, satisfechas. Así permanecimos un rato, sintiendo su cálido aliento sobre mi cuello y el acelerado palpitar de su corazón.

—¿Qué tal? —preguntó entre jadeos, levantando su dulce mirada a mi rostro.

—Eso fue intenso —exclamé.

—Fue todo un placer —ronroneo con seducción, besándome tierno y lento.

Esperamos un par de minutos reposando el calor de nuestros cuerpos, me duché y tomé prestada una de sus pijamas para dormir. Después de la película y una intensa sesión de sexo, era demasiado tarde para regresar a casa. Terminamos de ver la última parte la que dejamos inconclusa y fuimos a dormir, sin incomodidades ni tensión en el ambiente, solo nosotras dos compartiendo una cama.

—Descansa —me dio un beso en los labios y apagó las luces.

Sentí sus brazos alrededor de mi cintura al abrazarme por la espalda, sus suaves caricias en mi hombro y su cálido aliento en mi piel, con aquello me quedé profundamente dormida. Al despertar, el desayuno ya estaba preparado y la ropa lista para ir al curso. Aún era temprano, por lo que nos tomamos nuestro tiempo para estirar el cuerpo y comer. Pero en mi interior me seguía debatiendo, no podía negar que había cierta atracción y química cuando estábamos juntas, aun así, ¿Podía decir que me gusta Bianca?

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