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Capitulo final

El día estaba soleado pero igual así extrañamente frio. Una campera negra cubría mis hombros, y mientras mi mano derecha descansaba en mi bolsillo la otra sujetaba la mano de Jacob.

Cambiábamos lentamente, la gente en la calle era poca pero eso no me molesta en lo absoluto ya que nos da más lugar para andar sin la necesidad de chocar con nadie para poder ver una vidriera.

- Rosie -. Escuche como Jacob me llamaba en voz tenue.

- ¿Si?

Dirigí mi mirada hacia el y vi su rostro prácticamente en su totalidad cubierto por una bufanda color vino que yo misma había tejido y no muy bien si tengo que ser sincera.

- ¿Quieres ir a un lugar especial?

Su pregunta me desconcertó un poco, pero asentí sin dudarlo.

El observó mi gesto y en cuestión de segundos vi como desenroscaba la bufanda de su rostro.

- Ro, te tengo que vendar los ojos -. Advirtió al finalizar su tarea con toda la bufanda en su mano.

- ¿Por que? -. Pregunté curiosa.

- Confía en mi.

- De acuerdo.

Un instante después sentí como vendaba mis ojos y hacia un fuerte nudo para que la bufanda no se escapara a ningún sitio.

- Yo te sostendré, tu solo camina -. Explicó el muchacho.

Confiando ciegamente en el -Literalmente- comencé a dar pequeños pasos que lograron que con lentitud llegará a donde Jacob quería que llegáramos.

- Ahora te quitaré la venda.

Efectivamente desató el nudo de la bufanda y mi vista se reanudó. Para mi sorpresa frente a mi vi un arco con rosas rosadas y blancas, el cual indicaba la entrada a un lugar en el que yo ya había estado.

- ¿No te gusta? -. Preguntó Jacob con seriedad y timidez.

- Claro que si -. Atisbe a decir.

-¿Recuerdas este lugar?

- Fue el lugar de nuestra primera cita, claro que lo recuerdo.

El tomo mi mano y nos adentramos en aquel lugar, caminando entre los pequeños arbustos y observando que las bancas blancas estaban un poco más ocupadas que la vez anterior que vinimos.

Un viento frío golpeó contra mi rostro y no pude evitar sentir un escalofrío.

-¿Tienes frío? - Preguntó Jacob con un deje de preocupación.

- No -. Afirme - Estoy bien.

- Si quieres podemos regresar y venir otro día - Insistió.

- Jacob, ya te dije que estoy bien -. Dije un tanto molesta.

El prefirió guardar silencio y continuamos caminando hasta llegar a una zona donde los pequeños arbustos dejaban de formar un camino para crear un círculo que rodeaba a una gran y hermosa fuente.

- No habíamos venido por aquí la última vez -. Solté observando atentamente todo el lugar.

- Si lo se, quería guardarlo para una ocasión especial.

- ¿Que hace de esto una ocasión especial? - Pregunté curiosa.

- El simple echo de que estamos juntos lo hace una ocasión especial Rosie.

El había sonado un poco molesto, pero decidí ignorarlo y seguimos caminando unos metros más hasta llegar a la fuente color marfil, la cual tenía forma redonda y el agua caía desde una punta a tres especies de platos que iban de mayor a menor.

Algunas monedas decoraban al azar el fondo de la fuente. Y no pude evitar recordar momentos en los que de pequeña yo era una de las que arrojaba monedas y pedía deseos en las fuentes.

Los dos observamos el agua caer lentamente, mientras el viento seguía golpeando contra nuestras espaldas.

De un momento a otro, Jacob se posicionó a mis espaldas y colocó sus manos en los bolsillos delanteros de mi chaqueta. Sus manos estaban demasiado frías.

- Creo que el que tiene frío eres tú -. Afirme.

- Sólo un poco.

Permanecimos en la misma posición por unos minutos, hasta que las manos de Jacob se calentaron.

- Rosie vamos a sentarnos por allí.

El se alejó un poco de mi y juntos caminamos hacia una de aquellas bancas blancas donde tomamos asiento.

- Rosie tengo que preguntarte algo -. Anuncio Jacob tomando mis manos inseguro.

- ¿Si?

El se tomó una pequeña pausa.

-¿Te gustaría ser mi novia?

Sonrei completamente ante su pregunta. Era algo que estaba esperando hace tiempo, ya que la incertidumbre ante saber que tipo de relación teníamos me preocupaba un poco.

- Claro que si.

Mi última frase salió prácticamente en un suspiro y sin dudarlo me abalance sobre el para unir nuestros labios en un armonioso y esperado beso. Que se vio interrumpido ante el sonido de mi celular que anunciaba una llamada.

Llamada telefónica.

- Hola, Lucas -. Saludé aún con una sonrisa en mis labios.

- Magui se siente mal Rosie -. Me informó en tono angustiado Lucas -. Dice que le duele mucho el pecho y no deja de toser-. Explicó -. Ro, no puedo dejar a Edgard sólo.

- Entiendo, ya voy para allá.

- Gracias.

Fin de la llamada.

- ¿Que sucede? - Preguntó Jacob alarmado.

- Magui no se encuentra bien, y tenemos que ir a cuidar al pequeño Edgard para que le puedan llevar al doctor.

Jacob asintió, y tomados de la mano nos marchamos de aquel hermoso lugar.

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Jacob aparcó el carro frente a la casa de mi hermana y de inmediato bajamos para ir a tocar la puerta.

Lucas abrió la puerta segundos después de que tocamos, y nos recibió con una sonrisa de lado.

- Gracias por venir chicos, evidentemente nadie estaba disponible hoy.

- No hay que agradecer -. Lo tranquilice -. Tu sabes que si llamas estaremos aquí.

- Para algo somos los padrinos -. Agregó Jacob a mi lado.

Lucas se apartó de la puerta y ambos ingresamos en la casa.

- Iré a llamar a Magui -. Explicó mi cuñado y luego lo vimos subiendo corriendo por las escaleras.

- Rosie -. Escuche llamar a Jacob en voz tenue.

- ¿Si? -. Pregunté volteando me.

Antes de que pudiera darme cuenta sus brazos envolvían mi cintura y nuestros labios seguían un mismo compás.

Una tos insistente irrumpió nuestro beso y en mi campo de visión al voltear aparecieron mi hermana y cuñado completamente abrigados.

- Hola Magui -. Saludé sonriente.

- Rosie, Edgard esta durmiendo, pero en 30 minutos debes despertarlo para alimentarlo -. Explicó ella de inmediato -. Ah y por cierto no olvides asegurarte de abrigarlo bien y no dejes que se ensucie.

- De acuerdo Magui -. Solté -. Espero que no tengas nada grave.

La pareja se marchó de la casa con un simple "Adiós" y tanto Jacob como yo subimos lentamente las escaleras en busca del pequeño Edgard.

Al entrar en su cuarto, que poseía paredes blancas, una bonita cuna, una mecedora y un pequeño closet, una paz nos invadió por completo.

El pequeño dormía tranquilamente cubierto con una manta de osos y la estufa encendida.

- Es muy bonito -. Susurré a Jacob acomodándole el gorro al niño.

- Si lo es -. Afirmó el muchacho a mi lado observando al pequeño.

- Jacob -. Dije dudosa.

- ¿Si?

- Te imaginas si tuviéramos un niño o niña -. Solté de prisa.

El muchacho mantuvo el silencio.

Hoy te propuso noviazgo y tu ya pensando en niños ¡Bien echo Rosie!

- Lo siento -. Balbucie.

Observamos al pequeño unos minutos más y luego salimos del cuarto. Al bajar las escaleras y hasta sentarnos en la mesa no cruzamos palabra.

- Rosie, claro que me gustaría tener niños contigo. Pero no ahora ¿Comprendes? -. Explicó Jacob luego de extender su mano hacia mi por sobre la mesa. La cual no tome.

- Yo no dije que ahora.

Mi enfadó provocó que el frunciera el seño.

- Oh cariño no te enfades.

- No me enfade -. Solté junto con un bufido -. Sólo me refería al futuro.

El sonrió de lado.

- Rosie, eres hermosa y te amo. Claro que me encantaría formar una familia contigo en el futuro.

Formar una familia.

Encendimos la TV y nos distrajo por un buen rato. Hasta que la hora de comer de Edgard llegó.

Coloque en un biberón bastante leche y lo introduci al microondas donde se calentó por aproximadamente un minuto.

Luego subí con lentitud por las escaleras, hasta llegar al cuarto del niño, al cual ingrese. El pequeño dormía al igual que antes, y el echo de tener que despertarlo rompió mi corazón. Pero cuando probó un poco de la tibia leche, no paro hasta vaciar el biberón.

Siguiendo las indicaciones de mi hermana, limpie su boca con una pequeña toalla y mucha suavidad. Para luego depositar al niño nuevamente en la cuna.

El silencio duro poco, por que en cuestión de segundos el bebé de tres meses que acababa de alimentar comenzó a llorar escandalosamente.

Lo tome y comencé a mecerlo pero eso lejos de tranquilizarlo provocó un llanto más fuerte por su parte.

Escuche como alguien subía apresurado las escaleras y no me sorprendió ver a Jacob abrir la puerta.

- ¿Que sucede? - Preguntó un poco agitado.

- No lo se, lo alimente y luego comenzó a llorar.

- ¿Y si tiene más hambre?

- Jacob es un bebé y se tomó un biberón entero. No creo que tenga más hambre.

Mientras nosotros conversábamos el pequeño Edgard sólo aumentaba su llanto.

- Revisa su pañal - Sugirió Jacob.

Tomando el consejo recoste al pequeño sobre su cuna y revise el pañal.

- Está limpio.

Lo volví a tomar en brazos para comenzar a mecerlo nuevamente pero el no dejaba de llorar.

- ¿Puedo mecerlo yo?

Le entregue con delicadeza el niño a Jacob. Quien al tomarlo por obra de algún Dios bondadoso hizo que parara de llorar y se durmiera nuevamente.

-¿ Como lograste eso? - Pregunté sorprendida.

- A veces sólo tienes el don paternal contigo.

El don paternal.

Reí ante la escena de Jacob junto a cinco o seis pequeños corriendo a su alrededor.

- Y tu también tienes de ese don maternal Rosie. Sólo que debes desarrollarlo.

FIN







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