Capitulo 6
Era sábado por la mañana, me desperté relativamente temprano, ya que, asistiría a almorzar a la casa de Noah y luego junto con Stela iríamos al centro comercial.
Me duche, cepille mi cabello, me coloque una leve capa de maquillaje. Me coloque un vestido blanco simple y mis tacones plateados y salí a la calle.
Camine un par de cuadras y me encontré de frente con la casa de Noah.
— Ya voy —. escuche decir a la señora Bouns, del otro lado de la puerta cuando toque el timbre — Pasa Rosie —. Dijo inmediatamente la mujer al verme parada frente a ella.
Entre lentamente a la casa, afortunadamente no quedaba ni rastro de la fiesta de hace unas semanas, ya que de ser así, todo aquí seria un desastre.
— Sienta te junto a mi —. Ordenó Stela cuando entre a la sala, señalando una silla vacía a su lado.
Tome asiento en la mesa, y el almuerzo transcurrió tranquilamente, la comida era deliciosa y la charla muy entretenida, pero al asomarse la tarde, Stela, Noah nuestro invitado, y yo nos fuimos rumbo al centro comercial.
Recorrimos los enormes pasillos llenos de escaparates, y nos detuvimos frente a un puesto de helados, los tres pedimos nuestros postres helados y nos sentamos en una banca a saborearlo.
— Rosie, ¿Quieres venir conmigo hoy a las carreras? —. Pregunto Noah.
— Si, claro —. Respondí desinteresada.
— Derek y yo también iremos —. Acoto Stela.
— Entonces nos veremos allí.
— Si, todos nos veremos allí, incluyendo a Alexander —. Se burlo Stela.
—Si lo se —. Respondí como si tal cosa.
Pero en realidad me animaba mucho la idea de que el este allí, extrañamente me sentía protegida a su lado.
Ya había anochecido, y Noah y yo estábamos en camino al viejo y abandonado muelle, Noah se veia muy bien, su piel bronceada, y su cabello castaño relucían. En cambio yo, estaba sencillamente vestida y arreglada.
— Te veré luego — Atisbe a decir cuando baje del carro mientras Noah buscaba un lugar seguro donde aparcar.
Caminé algunos metros entre la tenue luz de aquel muelle en busca de Stela y Derek.
— Stel te ves muy bien — Alage a mi amiga apenas la divise junto a Derek y su motocicleta roja.
— Gracias igual tu cariño —. Respondió mi amiga vestida de negro.
Escuche dos fuertes bocinazos a mis espaldas y al voltear me vi a Alexander, su cabello negro bien ordenado y su atuendo de motociclista le quedaban perfectamente sexys.
¿Solo sexy? En realidad era mucho más que eso.
— Vamos, subete — Dijo fríamente.
Rápidamente obedecí y me monto en su motocicleta.
— Toma y recuerda sujetarte fuerte —. Advirtió dándome un cinturón de cuero negro.
— Gracias —. Respondí tímida para luego atarme fuertemente como el indicó.
Corrimos 7 carreras, solo quedaban 3 para ganar, pero en la segunda vuelta de la séptima carrera un muchacho de cabellos oscuros, nos empujo con su motocicleta antes de arrebazarnos completamente y caímos a mucha velocidad contra una pared de ladrillos que marcaba el borde la pista.
— Maldicion, maldición y maldición —. Escuche quejarse a Alexander montado en cólera —. Me ha roto la motocicleta ese hijo de perra - Refunfuñaba el.
Mientras el revisaba su motocicleta, yo advertí que ambos teníamos varios rasguños, pero el en particular tenia un gran corte en mano.
— Alex, dejame ayudarte —. Sugerí tomando la motocicleta y levantándola para poder entre los dos llevarla a un callejón donde no podrían pisarnos otros competidores.
— Iremos a mi casa, tengo un gran garaje, donde podremos guardarla y te curare esa herida tan fea que tienes — Indique señalando su mano.
— No necesito tu ayuda —. Gruño.
— Pero yo quiero dártela —. Admiti —. Y tendrás que acompañarme quieras o no.
— Has mucho silencio —. Advertí tomando su mano lastimada y untándole un poco de alcohol.
Sus quejidos eran constantes pero entendibles, que te coloquen alcohol en una herida a de ser muy doloroso pero es mejor que una infección.
Ya habíamos guardado la motocicleta y el dijo que tenia daños menores en la pintura y chapa.
— Ya esta, solo deja me vendarte —. Después de decir la ultima frase, tome una gran venda y cubrí la herida por completo.
— Gracias —. Dijo Alexander.
Ambos nos encontrábamos sentados en mi cama, la luz de la mesa de noche era tenue pero acogedora, Alexander se comenzó a acercar un poco más, corto nuestra distancia colocando una de sus manos en mi rostro.
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