Noah conducía pacíficamente por la carretera mientras la música de la radio llenaba el ambiente. Recorrimos varías millas sin ningún inconveniente hasta que un gran atasco nos detuvo. Todos los carros a nuestro alrededor estaban parados y sin avanzar ni un solo centímetro.

— Maldita sea —. Gruño Noah golpeando el volante.

Stela comenzó a hacer algunos extraños movimientos en el asiento del conductor y yo supe que le sucedía.

— Tengo que orinar —. Soltó apenada.

— Igual yo —. Dije sinceramente.

Sin poder observar al muchacho, adivine que había rodado los ojos.

— Según el GPS la próxima gasolinera queda a una milla —. Espeto Noah observando el aparato.

— En marcha —. Dijimos Stela y yo al unísono para luego bajar del carro.

Comenzamos a caminar con lentitud entre los carros parados a nuestros lados, donde hombres y mujeres que seguramente irían a vacacionar al igual que nosotros, nos lanzaban miradas de extrañeza.

— Nos los mires a los ojos —. Susurro Stela en tono de misterio.

— Solo son conductores —. Reí un poco por la paranoia de mi amiga y continuamos caminando.

Unos cuantos minutos después vi una gasolinera en nuestras proximidades.

— La que llega primero utiliza el baño primero —. Anuncie y comencé a correr entre los carros y ómnibus de la carretera rumbo a San Diego.

Al entrar a la gasolinera corrí hacía la puerta de los baños para damas, pero se me callo el alma al suelo cuando vi una larga fila de aproximadamente doce mujeres y niñas esperando para entrar al igual que yo.

— Oh no puedo creerlo —. Vocifere frustrada.

— Maldición —. Escuche decir a Stela a mis espaldas.

— Creo que estaremos aquí un tiempo.

Y luego ambas deslizamos nuestras espaldas por la pared y nos sentamos en el sucio y frío pisó.

Pasaron varios minutos y seguíamos aun en la fila, donde las mujeres y niñas lentamente avanzaban. Y cuando digo lentamente me refiero a muy lentamente.

— ¿Esa niña no es la que nos encontramos en la otra gasolinera? —. Pregunto Stela señalándome a la niña de las dos coletas que efectivamente vimos en la otra gasolinera.

La niña se formo en la fila para el baño junto con un incómodo Marcus a su lado. Pues el pobre chico tendría que acompañarla.

— ¡Magui! ¡Marcus! —. Llame sin pensarlo.

La niña me vio y una sonrisa se le escapo de los labios, mientras que Marcus solo soltó un bufido de alivió que me provocó una corta risa.

— Rosie que gusto verte —. Dijo aliviado el muchacho colocándose frente a mi junto a la niña.

— Si es un gusto verlos para mi también —. Comento mi amiga frustrada ya que la habían ignorado.

Magui soltó una risa breve y luego se abalanzó sobre las descubiertas piernas de Stela ofreciéndole un abrazó de ¿Lastima?

— Rosie, ¿Podrías llevar a Magui al baño por mi? —. Pregunto apenado Marcus.

— Si claro —. Respondí despreocupada, pues algo me decía que si me negaba a su petición el se enfadaría.

Y por alguna razón yo no quería que el se enfadara.

— Oye niña —. Escuche quejarse a una mujer que estaba detrás de nosotras en la fila para entrar al baño —. Adelantarse en la fila es incorrecto.

Ignorándola completamente Magui y yo nos apresuramos en ocupar el baño donde ayude a la niña a orinar alzándola para que no tocara el retrete y después indicándole que salga para poder utilizarlo yo.

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— Gracias Rosie te debo una...otra vez —. Dijo Marcus sonriente al verme salir del baño junto a su pequeña y bonita hermana que solo jugueteaba con sus manos relajadamente.

— Oh no es nada —. Respondí sincera.

— Marcus —. Mascullo la niña en voz baja —. Puedes darle a Rosie unas clases de surf al llegar a San Diego.

— Excelente idea Magui.

Y así fue como acordamos que Marcus me brinde una clase de surf gratis en San Diego.

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