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Los verdaderos de los falsos

—Dame un buen motivo para confiar en ti —aseveró Margarita.

Con el séptimo trago se sintió con la confianza de soltarse para hablar más a la ligera.

—Seamos sinceros, señora Potra —dijo Kendall— entre gitanos no nos leemos las manos. Es imposible que confiemos el uno del otro. Yo siempre dormiré con un ojo abierto cada vez que estemos bajo el mismo techo, porque no puedo garantizar que el día de mañana acabe como Carmela. Yo no confío en usted, ni usted en mí. Solo nos queda ser profesionales con soportarnos para cumplir nuestros objetivos.

—Interesante... —siseó la mujer, para después preguntar—: ¿Qué objetivos tenemos en común? Es más: ¿por qué debería dejar que te mezcles en mis negocios más importantes? Me es suficiente con que cuides a mi sirvienta estrella.

—No se confunda —volvió a servirse un octavo trago—. Todavía no he decidido si usted es digna de contar con todos mis servicios. Antes de llegar a un acuerdo, déjeme saber sus ambiciones. Solo hubo una mujer que tuvo mi lealtad absoluta. La persona que me crió, la que me enseñó todo para derrocar imperios desde adentro. La verdadera pregunta es: ¿usted está a la altura de Trinidad Castro Jeager?

—Trini... Oh, mi hermosa Trini —vaciló con una sonrisa que no era vista por el chico, dado al tipo de comunicación que tenían—. Todavía recuerdo cuando nos conocimos. Nunca olvidaré esa valentía que la distinguía del resto de machorras que nos hacemos las valientes, cuando en el fondo nos cagamos de miedo. Ella era distinta, y lo demostró cuando mi hermano... Bueno, mi medio hermano trató de coquetear con una de sus novias en ese entonces —nuevamente vaciló—. Tú madre era muy hermosa cuando era joven, antes de que el cáncer acabara con ella. Antes de casarse, siquiera conocerla, Kande pensó que con algo de dinero podía llevarse a Irina frente a Trinidad. Jamás pensó que ella reaccionaría con darle tremendo puñetazo que le rompió la nariz. ¡Hubieras visto la cara de Kande! —soltó muchas carcajadas—. Todos en la capital sabían que el maldito de tu papá conseguía lo que quería, cuando quería, a la hora que quería. Pero con Trinidad se la peló de raya y media. Mi buena amiga era muy territorial con sus viejas. O niñas, como solía decirles.

—Tiempo fuera —caviló en algunas confesiones entre líneas de la mujer—. ¿Usted es hermana de Kande? —comenzó a sentirse asqueado de los pensamientos impuros que en su momento llegó a tener de Margarita, sabiendo que a comparación de Lara, compartían conexión sanguínea.

—De todo lo que dije, solo te enfocaste en que soy tu tía —filtró el aire de sus pulmones entre dientes—. Pudiste confirmar si Irina era amante de Trinidad, pero te enfocaste en mí. Me decepcionas.

—Al contrario, señora Potra. O debería decir... ¿Tía? —esperó un par de segundos—. Para mí es nuevo esto de conocer familiares. Vayamos paso a paso.

—Ni tu hermana me dice tía —rió de la diversión que le generaba la intriga engullida en otros—. No soy nadie para negarte el honor de llamarme tía Magie.

Rápidamente se recompuso de la noticia, dejando su autodesprecio de lado.
—Usted y Kande conocieron a mi madre, y a la mujer que me parió desde la juventud. Entonces también conoce el proceso de mamá hasta llegar a la cumbre.

—Estuve presente en todos los momentos importantes que marcaron su legado. Algunas acciones eran justificadas, como la vez que expuso la industria del porno en Helix, llevándose a muchas familias adineradas en el camino por engañar a muchas jóvenes latinas que venían al país por un mejor futuro. Pero otras veces... No puedo decir lo mismo —vaciló—. En Helix hubieron cinco familias que no estaban relacionadas con los negocios sucios. Ellos siempre velaron por el bienestar de los más necesitados. Y desgraciadamente, por azares de la puta vida, se metieron en el camino de Trinidad al descubrir su infancia. ¿Sabes cuántas de esas cinco familias quedan? —con el silencio supo que el chico esperaba que siguiera—. Todas fueron borradas de la existencia. No hay descendientes. Tanto hombres, mujeres, niños... bebés. Todos borrados del radar.

—Era de esperarse de mamá —rió de lo grotesco que le parecía escuchar las masacres de Trinidad Jeager— por algo era la mujer más peligrosa del país, sino es que del continente. ¿Cómo era ella? ¿Cuáles fueron sus aspiraciones para arriesgarlo todo por el nada?

—Sus aspiraciones eran tantas que un adicto normal se quedaría con la mandíbula chueca si inhalaba las grandes cantidades que se metía en esa nariz —tomó una bocanada de aire antes de seguir, después de la broma de mal gusto que fue bien recibida por Kendall—. Trinidad era muy territorial con lo que era suyo. Siempre iba al ataque cuando alguien quería tomar algo de su propiedad. No importaba si era un simple trapo viejo, una moneda, o una de sus putas. Nadie le podía decir nada gracias a los logros que consiguió después de graduarse como la mejor estudiante del colegio más importante del país, y tercer instituto más prestigioso del continente. Su ascenso estaba cantado. Aún así, todos nos seguíamos preguntando lo mismo: ¿cómo es que una cocinera pudo adueñarse de casi toda la capital? Ella tuvo todo para ser alguien de renombre que pudo pasar a la historia del país y el mundo. Lo tenía todo. Un apellido muy conocido en Cuba, la inteligencia, la frialdad en los momentos importantes, el dinero con el que se hizo a base de trabajo acompañado de victorias contra sus enemigos. Muchos creímos que en las siguientes campañas podía postularse para presidente del país.

—Ella vino de abajo y terminó pudriéndose en dinero en tan poco tiempo, es lo que nos decía antes de dormir —acotó Kendall—. ¿Cómo lo hizo?

—Ishkode tenía sus reglas a la hora de hacer negocios, tanto la zona norte y sur sabían que ninguna se debía romper para que todos ganemos —dejó un momento de quietud para prender el habano que se había llevado a los labios—. Nadie se metía con nadie. Todos manteníamos el equilibrio entre la política, la policía, el ejército y el contrabando. Los negocios de abajo y los de arriba. Pero todo cambió cuando la nación de Trinidad atacó —se rió de recordar la introducción de dichosa serie animada—. Trini fue como la maldita manzana del Edén, porque nos maldijo cuando sembró las preguntas en los líderes de cada zona para tomar sus propias decisiones.

Cansado de seguir parado, tomó la botella de mezcal a medias para llevarla consigo, directo a una de las sillas que apuntaban directo al escritorio para sentarse, dando un trago y seguir embriagandose.

»Primero comenzó con ganarse la confianza del anterior líder de la zona sur, quien distribuía los dulces para poner ambiente a las fiestas, preguntándole si ganaba lo suficiente como para arriesgarse a enviar mercancía a la zona norte, lugar donde se maneja casi todo el dinero de nuestra queridísima capital Ishkode. Después, cuando el restaurante de una de sus mujeres alcanzó el prestigio suficiente para recibir a miembros del parlamento que atendió personalmente para ganarse su confianza, pasando la noche con uno que otro para sembrar la siguiente pregunta en ellos: ¿Es bueno confiar en los traficantes del sur? —dio una calada a su puro—. Y la perra siguió y siguió hasta que desató una pequeña guerra civil, donde personas importantes de la zona sur fueron asesinadas por el miedo de los políticos importantes en aquel entonces, quienes se dejaron llevar por la cizaña de Trinidad, que se hizo de esos territorios como regalo de sus amigos del norte. De hecho, mis abuelos maternos fueron unos de los sacrificados.

—No pareces estar molesta con mi madre —siseó Kendall—. De ser así, ya te habrías desquitado conmigo por lo que ella le hizo a los abuelos.

—¿Por qué me molestaría? —respondió ella con una pregunta—. Yo tuve la idea de venderlos.

—¿Vendió a su propia familia?

—Ellos hicieron lo mismo con su hija —con pesar, recordó los días tristes de su infancia al ver a su madre siendo humillada por la familia a la que servía—. A cambio de estatus y poder para relacionarse con personas importantes, les dieron a su hija mayor, la más hermosa a cierta familia de políticos muy bien posicionados.

—¿Entonces... —vaciló— su madre fue abandonada por sus padres, así como yo?

Mencionar la vida de su difunta madre le era tan penoso como laberíntico, pues, a comparación de su hermano —Kande Pulicic— su árbol genealógico no estaba plasmado de prodigiosos seres que pasaron a la historia de Helix.

—Al menos tú corriste con la suerte de ser criado por Trinidad. Ella, por otra parte —tragó saliva como simbolismo de ignorar el nudo en su garganta— su adolescencia fue una mierda.

—Siendo más metiche de lo debido —masculló él—: ¿Puedo saber para qué familia trabajaba?

—Viniste a buscar una razón para darme todos tus servicios, sin mencionar que te estás acabando una botella de mezcal que vale tu salario —frenó la curiosidad del joven—. Dejemos el pasado de mi santa madre a un lado, y sigamos en lo importante.

—Sabe, la comunicación entre tía y sobrino es importante para mantener un vínculo inquebrantable. —Sorbió otro poco de mezcal—, se dice que en muchos casos, los tíos suelen ser esa figura paterna de los sobrinos que son abandonados por los padres. Con usted no me ha faltado techo ni comida. Puedo criticar la preferencia que tiene con Yoko, y sobre la posición de mascota en la que me tiene al ordenarme que sea como un perro que ponga de buenas a mi hermosa chinita, pero de ahí en fuera, ha hecho más que las personas que me trajeron al mundo.

—¿Quieres saber por qué te ordené que seas el perro guardián de mi mejor trabajadora?

—¡Me seguiría ofendiendo si no lo hiciera! —exclamó, con el juicio nublado bajo los efectos del alcohol—. Se supone que soy un Pulicic entrenado por la mujer que sacudió la puta capital, ¡su maldito sobrino! —bebió otro tanto—. Tratarme como vividor, cosa que soy, pero no con usted; es como si un director técnico pusiera de portero a uno de sus delanteros estrellas.

—Yoko es eficiente en lo que hace, una sirvienta de primera. Alguien que me hace olvidar los problemas que tengo, sin duda los mejores dieciocho mil pílares invertidos, seguro que no volveré a tener una sirvienta tan buena como ella. De todos mis trabajadores, es la que tiene mejores resultados —carraspeó antes de seguir—. Si te comparo con ella, tú no mereces ni el plato de comida que te pone en la mesa... Mí mesa.

—No nos puede comparar —apeló Kendall, indignado—. Yo no puedo hacer lo que ella hace, ni ella lo que yo soy capaz de...

—¡Exacto, maldita vergüenza! —gritó la castaña, como si la opresión de su cólera se hubiese desprendido con las palabras del chico—. Eres el hijo del cabrón que movió todo el ejército de Helix para vengar a su hermana adoptada. Vienes de una familia que se caga en el dinero y el prestigio, respetada por el mundo. Se supone que eres la próxima cabeza de los Pulicic, ¿y qué chingados es lo que haces? —sus gritos se intensificaron a tal punto de resonar a las afueras del despacho—. ¡Vas y te acuestas con ancianas mientras te metes kilos y kilos de mierda! Caíste muy bajo, eres la deshonra de la familia. Todos los Pulicic fueron grandes políticos, inversionistas, incluso otros como los que somos los hijos no deseados como yo logramos destacar en algo, aunque sea nos adueñamos de un territorio de la zona sur. Todos pudimos destacar. ¿Pero tú? ¿Qué eres? —lo que escupía era como una serie de disparos a la poca dignidad del chico—: ¿El vividor de la familia? ¡No mames!

—Si, soy un vividor —le dijo a mucha honra—. Soy el maldito vividor que pudo manipular a muchas personas, sacrificando a cualquiera que me fuera de utilidad hasta llegar lejos. Justo aquí, sentado en el despacho de la mujer más sanguinaria de Ishkode. Critique mis métodos, pero no mis resultados. Pude sobrevivir a muchos peligros sin derramar tanta sangre como Zinder o Salazar, porque como dije antes, yo pienso antes de actuar. —llevó la punta de la botella a sus labios para vaciarla como reacción a los comentarios de Margarita—. Tiene razón, puedo ser la vergüenza de la familia, pero al menos demostré que mi forma de hacer las cosas son igual de diplomáticas que todos ellos. Tengo la labia, la elegancia, y sobre todo: la sangre de tu hermano. Ahí se encuentra la diferencia entre nosotros. Yo mato con palabras, y usted con balas. Se nota quién es más Pulicic de los dos.

—Entonces demuéstramelo con acciones, no con palabras salidas de alguien que necesita de una botella para decir lo que piensa.

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