¡Qué casualidad!
Eriol termino saliendo de aquella tienda igual o más molesto de cómo había entrado. Seguía sin conocer todos los detalles de la situación y debía aceptar que ahora tenía una hija de cinco años, con toda la responsabilidad que eso conlleva.
Caminaba casi sin ganas detrás de la pequeña que corría y saltaba de un lugar a otro por aquella vereda, era evidente que esa pequeña conservaba la energía de Nakuru. La niña había soltado a Spinel y corría detrás del animal, y entre los saltos y correteos la pequeña pelinegra terminó tirada en el piso y llorando por el golpe.
Eriol la escuchó llorar y se acercó a ella, pero no fue el único, una joven que estaba cerca de ella la vio caerse y también se apresuró a ayudar a la niña.
―¿Estás bien preciosa? ―preguntó la joven ayudando a la niña a levantarse.
El mago se acercó y se apresuró a levantar a la pequeña que no dejaba de hipar. La revisó con un rápido vistazo y notó que solo tenía algunos raspones.
―No es nada Na solo un raspón.
―Papá me duele ―dijo la niña mientras se abrazaba a su cuello y él se centraba un momento en la joven que había intentado ayudar a su pequeña.
Aquella mujer era hermosa de cabello negro, ondulado y largo, hermoso cuerpo, una sonrisa encantadora y unos ojos de un color casi imposible...
"―¿Cuánto tiempo estaremos aquí Eriol? ―preguntó su guardiana. Se notaba que Nakuru ya estaba aburrida.
―Hasta que Sakura logre cambiar todas las cartas ―respondió Eriol sin mirar a la guardiana.
―Eso ya lo sé, lo que quiero saber es cuanto estaremos solo espiando, esto es muy aburrido.
―¡¿Cómo puedes aburrirte con todos esos sucesos inesperados?! Además no hace ni dos días que estamos haciendo esto ―le reclamó Spinel.
―Solo quiero saber un poco más de su entorno antes de meterme en el ―agregó el mago mientras sus ojos se centraban en una joven de cabello negro, ondulado y largo que se acercaba a la pequeña castaña, con una sonrisa realmente llamativa, pero no tanto como el color de sus ojos. Un increíble y brillante violeta que le recordaba a las amatistas, aquellas preciosas gemas que a su vez le recordaban a otra persona..."
―¡¿Tomoyo?! ―dijo el pelinegro casi sin poder creerlo, era sorprendente lo que había cambiado su amiga en cinco años.
―¡Eriol! ¿Eres tú? ―preguntó la amatista ampliando su sonrisa―. ¡Qué casualidad!
―Él mismo... hacía mucho tiempo que no nos veíamos, ¿Cómo estás?
―¿Papá quien es ella? ―preguntó Nakuru mirando de reojo a la amatista, todavía sin soltar el cuello del mago. Esto sorprendió por un momento a la amatista, pero se repuso rápidamente.
―Yo soy una amiga de tu papá ¿cómo te llamas? ―respondió la nívea sonriéndole a la pequeña quien rápidamente le devolvió la sonrisa.
―Nakuru ―dijo la niña, mientras Eriol trataba de pensar que decir.
―¡Nakuru! Qué bonito ―agregó la amatista antes de centrar sus ojos en el pelinegro―... ¿igual que tu guardiana?
―¿Qué? ―la pregunta tomó por sorpresa al pelinegro, pues se suponía que nadie recordaría a Nakuru y Spinel como sus guardianes― ¿recuerdas a Nakuru?
―Claro que la recuerdo Eriol, hace cinco años que no nos vemos, no perdí la memoria ―concluyó Tomoyo lanzándole una de esas miradas que se usan junto a los sarcasmos― ¿puedo saber cuándo y con quien tuviste a esta preciosa niña?
―¿Te parece si vamos a tomar algo y te cuento? A menos que estés ocupada.
―Ok... de todos modos no tengo muchas ganas de llegar a donde debo ir ―respondió la amatista, después de dudarlo un momento, mientras Eriol bajaba a la niña.
―Genial, entonces ¿nos vamos? ―concluyó el mago señalando el auto para que la niña y la nívea subieran.
Condujo durante unos minutos hasta llegar a su café favorito. El lugar era pequeño y estaba a un lado de un pequeño parque de juegos. Se ubicaron en una de las mesas exteriores y uno de los meseros los atendió rápidamente.
―En verdad hace mucho tiempo que no nos vemos, ¿qué ha sido de ti Tomoyo? ―preguntó el pelinegro mientras le hacía una seña a Nakuru para que se quedara quieta.
―La verdad estoy mucho más interesada en saber que sucedió aquí, cuéntame y luego te hablare de mi ―respondió Tomoyo con una sonrisa mientras su mirada saltaba de Eriol a la pequeña una y otra vez.
―Bueno en verdad no sé bien que sucedió, sé muy poco porque esa bruja no quiso darme más detalles... Nakuru y Spinel fueron anoche a ella y le pidieron algo... ahora están así y yo tengo que hacerme cargo hasta que esto termine.
―¡¿Estás diciendo que una bruja transformo a Nakuru en una niña?!
―Y a Spinel en un simple gato.
―¿Por qué?
El mesero les trajo lo que habían pedido, dos Tazas de té con unas masas y un helado de chocolate y fresas para la pequeña que en ese momento llamaba a Spinel, quien los miraba sentado a un lado de un arbusto.
―Ambos estaban enojados conmigo y quieren darme una lección. Lo bueno es que el mundo creerá lo que le diga sobre ellos y se supone que nadie los recordara en sus formas reales...
―Eriol, ¿desde cuándo hay que sacarte las cosas con tirabuzón? ―la amatista lo miró seria, la pequeña había vuelto a prestarles atención mientras comenzaba a comer su helado.
―Ok, ok ―Eriol suspiró y continuó―, pasamos los últimos cinco años viajando de un lugar a otro con solo un objetivo... finalmente volvimos por pedido de mi padre. No pasamos ni dos semanas aquí y me volví a encontrar con Kaho...
―Ahora entiendo porque estaban molestos... ¿y que va a decir tu Kaho cuando se entere de esto?
―Nada, porque no es mí Kaho... anoche volvió a terminar conmigo.
―Lo siento ―dijo una apenada Tomoyo. Ella sabía mejor que nadie cuanto Eriol quería a aquella mujer y aunque ella diera o hiciera cualquier cosa eso no cambiaría.
―No tienes que lamentarlo, yo soy un idiota... en este momento Nakuru me diría "te lo dije"...
―Papá ¿Quién es esa Nakuru de la que hablas? ―los ojos de la pareja se centraron en la niña que los miraba con una sonrisa manchada de chocolate
―Emmm es una... prima de papá, por ella te llamas así.
―Tía Yuuko dijo que mamá eligió ese nombre para mí.
―Sí, es que tu mamá quería mucho a Nakuru, ¿no es así Tomoyo? ―agregó mirando a la amatista en busca de ayuda.
―Sí, así es, eran muy buenas amigas, les encantaba salir de compras y hacer vestidos ―Eriol soltó una carcajada, al escuchar esas palabras, pues no pudo evitar recordar las salidas de la amatista y la castaña así como las veces que su casa era invadida por ambas para poder terminar los diseños de la amatista―. Ven vamos a limpiarte que estas toda llena de chocolate ―agregó la nívea mientras tomaba en brazos a la niña y se la llevaba para limpiarla.
Después de unos minutos ambas volvieron. Ahora Nakuru lucia el rostro limpio y un peinado que a Eriol le recordó a la verdadera Nakuru. La sonrisa de la niña era enorme y no soltaba la mano de la amatista.
―Bien ya está limpia, lo que no pude hacer fue quitar la mancha del vestido.
―Genial... y hablando de vestido, ¿estas ocupada Tomoyo?
―Mmmm ¿Por qué? ―pregunto la nívea dudando un poco.
―Tengo que comprarle ropa y no se mucho de ropa de niños... ¿podrías acompañarnos?
Tomoyo dudo un momento, sacó el celular de su cartera y después de mirar la pantalla del mismo, una expresión de fastidio apareció en su rostro.
―Pod favod ―pidió la niña con una sonrisa y eso fue todo lo que la amatista necesito para aceptar.
Eriol volvió a llamar a su oficina y avisó que finalmente no asistiría ese día. Salieron del café y comenzaron a recorrer tiendas. Almorzaron y luego de eso siguieron recorriendo tiendas. Cada tanto Tomoyo miraba su celular para luego guardarlo con algo de desprecio. El baúl del auto ya estaba repleto de bolsas con ropa, juguetes y muchas otras cosas. Finalmente como a eso de las cuatro y algo los tres terminaron en un parque tomando un helado. Nakuru se puso a jugar con otros niños que había en el lugar y la pareja quedo sola.
―Gracias por ayudarme, seguro tenías cosas que hacer y lo dejaste por nosotros.
―No te preocupes no tenía nada mejor que hacer ―respondió Tomoyo sin despegar sus ojos de la pequeña que jugaba a unos cuantos metros de ellos.
―¿Segura? ―el tono de Eriol cambio al realizar esta pregunta y eso llamó la atención de la amatista quien lo miró algo extrañada―. Tomoyo nos conocemos. ¿Cuántas llamadas tiene tu celular? ―los ojos de ambos se encontraron y una sonrisa de lado apareció en el rostro del pelinegro―. Sabes que puedo buscar la respuesta por mí mismo, pero quisiera que tú me lo digas.
―Estoy en Londres por mi madre, sus negocios nos trajeron hasta aquí y por esos mismos negocios estoy en una relación... conveniente.
―¿Él es el que ha estado llamando todo este tiempo?
―Él, mi madre, su secretaria y quien sabe cuántos más de su entorno.
―En verdad no sé si debo preguntar o no ―esas palabras fueron un susurro...
―Ok, quiero que quede claro algo, no te voy a contar demasiado de mi vida en estos cinco años que no nos vimos, tu solo te alejaste de repente y no te lo mereces ―Eriol la miró serio por un momento, pero al notar la decisión en sus ojos asintió, después de todo ella tenía razón―. Hace algún tiempo que estoy saliendo con alguien y todos están felices con eso, sobre todo mi madre, ella sufrió mucho por mí y solo quiere verme feliz.
―Entiendo...
―No lo preguntes. Ya lo dijiste nos conocemos y en todo caso yo podría preguntar lo mismo, pero ya sé cuál es la respuesta ―ambos volvieron a centrarse en la pequeña Nakuru.
―Esa respuesta fue lo que nos trajo aquí... si yo supiera lo que necesito para ser feliz Nakuru y Spinel no estarían así ―Eriol bajo la cabeza y enredo sus largos dedos en su cabello― ¿Qué rayos voy a hacer con esto? ¿No sé nada de niños? ―Tomoyo soltó una risita al escucharlo.
―En cuanto a Nakuru puedo ayudarte en lo demás tendrás que descubrirlo solito.
―¿Y a tu novio no le molestara?
―Tu pregunta no tiene sentido, sabes que lo he estado evitando todo el día y la verdad nada me haría más feliz que pasar tiempo con esta pequeña Nakuru ―respondió la amatista mientras se ponía de pie.
―¿Solo con ella? ―preguntó Eriol imitando a Tomoyo, esta sonrió y se acercó un poco más a él.
―Claro que no, con Spinel también ―agregó antes de ponerse en puntas de pies y depositar un suave y rápido beso sobre la mejilla del mago, para luego reír y correr a abrazar a Nakuru.
Eriol solo se quedó en el lugar observando como la amatista sujetaba a la pequeña y la hacía girar antes de soltarla y comenzar a corretearla por el lugar. Era extraño hacia demasiado tiempo que no veía a Tomoyo y ahora volvía a estar a su lado para ayudarlo, tal y como tantas otras veces en su pasado, esa mujer era un ángel que siempre aparecia para ayudarlo en el momento preciso.
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