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8 - Lo más importante.

—¿Por qué te fuiste? me dejaste solita —la voz de Nakuru sonó algo ahogada y eso estrujó el corazón de Tomoyo.

—Lo siento hermosa, en verdad tengo muchas cosas que hacer y no te deje sola, estabas con tu papá...

—Pero...

—Nakuru, yo quería quedarme, pero no pude tengo mucho, mucho que hacer —trataba de explicarse la amatista mientras caminaba de un lugar a otro en su oficina con el teléfono pegado a su oído...

—Me dejaste, me dejaste, me dejaste... tu no me quieres, entonces, entonces... yo ya no te quiero como mamá —la amatista se quedó helada al escuchar esas palabras y seguido de ellas el sonido de un golpe, luego solo silencio—... Tomoyo, lo siento, en verdad está enojada —se disculpó Eriol.

—¿Qué fue eso... está bien? —preguntó con dificultad la amatista.

—Tiró el teléfono y corrió a su habitación, ha estado molesta todo el día y finalmente exploto, creo que será mejor que valla a verla...

—Eriol no me cor... —las palabras de Tomoyo fueron interrumpidas por el sonido que indicaba el final de la llamada—. RAYOS...

Tomoyo dejó caer su cuerpo sobre el sillón, estaba algo agitada y su mente iba y venía repasando todo lo que le había sucedido ese día. Todo lo que había pensado esa mañana, la posibilidad de una familia, el mensaje que Kaho le dejó a Eriol derrumbando cualquier plan que ella hubiera soñado, la tristeza y las lágrimas que se llevaron la mitad de su mañana. Cuando finalmente decidió ir a la oficina se encontró con su madre, situación que termino en regaños y discusión. Su tarde no había sido mucho mejor de reunión en reunión y atendiendo diversos asuntos, había esquivado las llamadas todo el día y la primera llamada que atiende termina así, con esas palabras de parte de Nakuru. Aun sabiendo que era solo un enojo de momento de una niña, aquellas palabras le dolían, en el poco tiempo que llevaba de conocer a esa niña, ya se había metido en su corazón...

"No puede ser... ¿qué hago? pase de la posibilidad de tener una familia a perderlo todo.

No seas tonta no perdiste nada, solo es como todo niño que se enoja y habla sin pensar... en cuanto a Eriol, deberías esperar a ver qué hace.

Seguro que va a hacer lo de siempre, correr detrás de ella... tal vez si tuviera magia tendría una oportunidad.

¿Sabes que te diría él si escucha eso?

Él no me pertenece, solo somos amigos... para él siempre seré su amiga de tantos años. Ya solo tengo que dejar de soñar y aceptar mi realidad...

¿Estas segura? Tu realidad es Alfred y ni siquiera te gustan sus besos...

Eso no importa."

Tomoyo movió su cabeza para tratar de acomodar sus ideas y en ese instante la puerta de su oficina se abrió dándole paso a su madre.

—Todo listo, vamos Tomoyo todavía tienes que cambiarte para llegar a la cena.

—Bien, solo tomo unas cosas de aquí y vamos, quiero ver si termino esto el fin de semana —dijo con pocas ganas mientras se ponía de pie y caminaba hacia su escritorio de donde tomó varias cosas y las metió en su cartera.

Después de unos minutos llegaron al departamento de Tomoyo.

—Mamá ¿tú no tienes que ir a cambiarte?

—Ahh cielo mío, yo ya estoy lista hace poco más de una hora. Solo voy a esperar a que estés listas y nos vamos a la mansión de los Still —respondió Sonomi mientras observaba todo a su alrededor.

—Ok me ducho y luego solo serán unos minutos para vestirme —agregó la amatista mientras se encaminaba hacia su habitación.

Tomo el teléfono de su mesita de noche y se metió en el baño. Le puso el seguro a la puerta y abrió el agua de la ducha mientras marcaba el número de la casa de Eriol. El teléfono sonó tres veces y el mago atendió...

—Tomoyo...

—¿Cómo supiste?... Ahh, no importa ¿Cómo esta Na?

—Con algo de fiebre.

—¿Qué? ¿Cuánto? ¿La llevaste al médico?

—No te preocupes es muy poca la fiebre y cualquier cosa llamo al médico...

—Más te vale que me avises si le pasa algo, tengo que cortar mi madre está en sala y en un rato tengo una cena con los padres de mi novio —concluyó en un tono cansado la amatista.

—¿Por qué no lo olvidas y cenas con nosotros?

—No puedo, además Nakuru estaba muy molesta conmigo hoy.

—Si vienes su enojo se acabara en un instante...

—... Hasta luego —y al instante término la llamada, pues sabía que si él seguía insistiendo probablemente sedería.

Se metió bajo el agua de la ducha y trató de despejar su mente mientras ese cálido liquido recorría su cuerpo.

"Caminaba hacia el instituto como todas las mañanas, después de mucho insistir había conseguido que su madre quitara el séquito de guardaespaldas que la acompañaban a todo lugar. Esa mañana estaba nublada, pero ella caminaba tranquilamente, con su mente perdida en cualquier otra cosa, cuando de repente alguien le tapó los ojos con las manos, sintió una presencia en su espalda y una fragancia embriagadora.

—Buen día Eriol —saludo con una enorme sonrisa.

—Y luego dices que no tienes magia, siempre adivinas cuando estoy cerca de ti —dijo el mago quitando sus manos del rostro de la amatista y ubicándose a su lado—... Buen día.

—No es magia, se le llama olfato —acotó la amatista tocándose la nariz—... ya sabes que me gusta mucho ese perfume.

—Sí, a mí también y es bueno que lo reconozcas considerando que tú me lo regalaste —Tomoyo sonrió ante la acotación del mago y mirándolo de reojo preguntó...

—¿Qué haces por aquí? Generalmente no tomas este camino.

—Bueno digamos que hoy tome este camino por ti —la amatista lo miró algo incrédula—... quiero que faltes al colegio y que pasemos un día divertido juntos.

—¿QUÉ? No voy a faltar al colegio.

—Por favor —suplicó el mago haciendo puchero—... he tenido una semana terrible entre el colegio y la magia...

—Eriol, mi semana tampoco ha sido de lo mejor y lo sabes... pero no por eso voy a faltar... ¿Por qué no sales con Kaho, o Nakuru o alguno de tus amigos?

—Lo dices en serio ¡¿Con Kaho o Nakuru?! —una sonrisa apareció en el rostro de la amatista—. Sabes que me es imposible hacer algo divertido con ellas cerca. Sé que tuviste una semana difícil y por eso pensé en ti para que saliéramos...

—¿Y el hecho de que yo te siga la corriente en todo no tiene nada que ver?

—No, para nada —agregó entre risas—. Por favor... podemos ir al parque, al muelle, al centro comercial o donde tú quieras —el brillo en esos ojos azules hipnotizó a la amatista, quien solo se mordió el labio inferior antes de sonreír.

—Santuario Meiji —la sonrisa en el rostro de Eriol se amplió y eso hizo feliz a la amatista.

—Tengo el auto a la vuelta de la esquina."

Él siempre había logrado convencerla de hacer cualquier cosa. Siempre le había sido inevitable acompañarlo, pues le encantaba verlo feliz y aún más si sabía que ella era en parte la responsable de esa felicidad. Y ahora que lo pensaba, él era el único que conseguía cualquier cosa de ella con esa facilidad.

Terminó de ducharse y secarse sin poder sacar a Eriol de su cabeza y al salir del baño se encontró con su madre esperándola.

—Tomoyo, ya era tiempo, vamos hija apresúrate no quiero hacer esperar a los Still —dijo Sonomi mirando su reloj.

—Mamá no empieces por favor —respondió la amatista mientras abría el armario y comenzaba a buscar un vestido...

—Mi vida, los Still son una de las familias más poderosas de Inglaterra... ¿Sabes lo que eso significa para nosotras, para nuestra empresa?

—¡Qué bueno que te preocupas tanto por MI bienestar y felicidad madre! —agregó Tomoyo en tono sarcástico mientras se ponía un vestido negro.

—Tomoyo, sabes que me preocupo por ti y me hace muy feliz tu relación con Alfred, porque más allá de todas las ventajas empresariales que tengamos sé que él te quiere, se preocupa y haría cualquier cosa por ti.

"Sí, claro, ¿Qué acaso es tan buen actor?

Sabes que sí, tú también eres buena aparentando ser feliz.

Ya que más da, ella es feliz con esto y los demás también." Pensó la amatista mientras soltaba un suspiro de resignación.

Tomoyo desvió la conversación hacia un asunto de la empresa y ese fue el tema en lo que termino de arreglarse y el camino hasta la mansión Still.

—Trata de mostrar esa hermosa sonrisa que tienes, no sé para qué o quién las estas guardando —comentó Sonomi mientras bajaban del auto, a lo que la amatista respondió dibujando una sonrisa en su rostro, haciendo un gran esfuerzo para que pareciera natural.

—Creo que no las ves porque he estado demasiado ocupada con la empresa —susurró la amatista mientras una empleada les abría la puerta para permitirles el paso.

—Bien jugado... ahora es mi culpa —ambas rieron mientras aquel alto y fornido rubio de ojos grises se acercaba a ellas.

—Bienvenidas. Sonomi luces hermosa como siempre —dijo Alfred antes de dejar un beso en el dorso de la mano de esta—... pero tú no te quedas atrás amor, me encanta como te queda el color negro —agregó antes de dejar un rápido y suave beso sobre los labios de Tomoyo.

—Gracias, que bueno que notaras que es el vestido que tú me regalaste.

—Ahh querida mía no va a notar eso nunca, mi pobre hijo solo diferencia los vestidos por colores —dijo entre risas una mujer rubia de ojos celestes que saludó a Tomoyo con una enorme sonrisa—... además ese vestido lo escogí yo y tal como lo imagine te queda hermoso.

—Buenas noches Francine.

—Buenas noches Tomoyo. Bienvenida, tan hermosa como siempre —saludó el padre de Alfred, un hombre de unos cincuenta años de cabello castaño claro y ojos grises.

—Albert buenas noches —respondió Tomoyo al saludo, antes de dejar un beso en la mejilla del hombre.

—Bueno les parece si ya pasamos al comedor —acotó Francine.

Todos se encaminaron hacia el comedor, pero Tomoyo se retrasó un poco para revisar su celular, el aparato estaba en vibrador e inmediatamente lo cambio para que sonara, aunque no lo demostrara, completamente, estaba muy preocupada por Nakuru. Al entrar al comedor encontró a todos ubicados ante la mesa. Se acercó a su lugar junto a Alfred y este rápidamente se puso de pie y apartó la silla para que la amatista se sentara.

La conversación durante la cena varió entre empresas, recuerdos y anécdotas, para llegar finalmente al compromiso entre Tomoyo y Alfred, aunque a la amatista poco le importó cualquiera de esos temas su mente estaba mucho más pendiente de si sonaba o no su celular.

—Bien, básicamente ya está todo listo para la fiesta, la organizadora llamó hoy para confirmar los últimos detalles —anunció Francine.

—¿Finalmente consiguió la banda que queríamos? —preguntó Albert a su esposa.

—Sí, va a costar un poco más, pero es mucho mejor.

—El 80% de los invitados ya han confirmado su asistencia, pero todavía faltan las amistades de Tomoyo y sus familiares —comentó Alfred y volteó para ver a Tomoyo, esperando que ella le informara sobre sus invitados, pero los ojos y la mente de la amatista estaban centrados en su teléfono.

—¿Tomoyo segura que no quieres participar de la planeación de tu fiesta de compromiso? —preguntó algo molesta Sonomi mirando seria a su hija.

—¿EH?... no, ustedes son felices con eso y a mí me da igual.

—Si ya veo que tú celular importa más que cualquier cosa —exclamó Alfred algo molesto— ¿estas esperando un llamado o algo? —Tomoyo miró de reojo a su novio y cuando estaba a punto de responder su celular comenzó a sonar.

—Disculpen es algo muy importante —dijo la amatista poniéndose de pie y comenzando a caminar.

—¿Mucho más importante que esto? estamos hablando del inicio de nuestra vida juntos —se quejó Alfred mientras alcanzaba a Tomoyo y la sujetaba del brazo izquierdo.

—Alfred —susurró la amatista volteando a ver a su novio mientras el celular seguía sonando.

—En verdad parece que nada de esto te importa desde que viniste a Londres.

—Alfred ¿Qué quieres de mí? Ya te dije que en verdad no me interesa todo esto de la fiesta —el celular dejó de sonar y Tomoyo desvió la mirada un momento—... algo intimo estaría bien para mí, pero acepte esto por ti y por ellos —agregó mirando hacia la mesa y zafándose del agarre de Alfred.

—Tomoyo...

—Hagan lo que quieran yo estaré allí —concluyó la amatista antes de voltear y salir de la habitación.

—¡Alfred! —fue lo último que escucho Tomoyo mientras se metía en la biblioteca, seguramente Albert regañaría a su hijo, lo cual provocaría un tiempo de mal humor en Alfred.

Cerró la puerta y al instante su celular volvió a sonar, Tomoyo no necesitaba ni mirar la pantalla para saber que ese era Eriol, y sin hacerlo esperar mucho más atendió.

—Eriol ¿qué pasó?

—Tomoyo, disculpa la molestia, pero me ibas a matar si no te llamaba y además ya no sabía que hacer...

—Eriol me asustas, ¿qué pasó?

—La fiebre de Na subió mucho, estoy esperando al médico, pero ella no deja de llorar... quiere verte... sé que estas ocupada pero...

—Voy para allá —sin más cortó la llamada.

Salió de la biblioteca sin hacer ruido, el murmullo de las voces le indicó que ahora estaban en la sala, miró a su alrededor y noto que no podría salir de la casa sin que la vieran, lo cual implicaría alguna explicación y el comienzo de una nueva discusión ya fuera con su madre o Alfred. Tendría que buscar otra salida. Caminó hacia la cocina y antes de llegar se encontró con la empleada que salía cargando una bandeja con algunas tazas y una humeante tetera.

—Señorita —la empleada detuvo sus palabras al ver que Tomoyo se ponía el dedo sobre la boca indicándole que no dijera nada...

—Tengo que irme, es importante, pero nadie tiene que saberlo, al menos hasta que esté lejos de aquí... ¿Me ayudas? —susurró y suplicó la amatista.

La empleada dudó un momento y finalmente le indicó a Tomoyo que la siga. Ambas entraron a la cocina, la muchacha dejó la bandeja sobre la mesa.

—Venga —susurró mientras caminaba presurosa hasta una puerta que había al otro lado de la habitación, la cual abrió— si sigue este camino llegara a la salida de servicio, nadie va a verla por allí —dijo señalando un camino que seguí derecho unos metros y luego giraba hacia la derecha—. En cuanto la vea por la cámara le abro la reja. ¡Suerte! —concluyó con una sonrisa.

—Gracias —susurró la amatista antes de darle un rápido abrazo a la muchacha y comenzar a trotar por aquel camino.

Luego de unos minutos llegó a la reja, la cual se abrió en cuanto ella se acercó. Al salir de allí estaba muy agitada, la verdad es que en auto no se notaba que era tanta la distancia hasta la casa. Llamó a un taxi mientras trataba de alejarse de aquella casa y esperó unos minutos en una plaza hasta que el auto llegó.

En los, menos de diez minutos que duró el viaje hasta la casa de Eriol, el celular de Tomoyo pasó de una mano a la otra como unas cincuenta veces, y marcó el número de Eriol una y otra vez hasta que finalmente el auto tomó el camino que daba a la entrada de la casa. En cuanto el vehículo se detuvo la amatista bajó, corrió hacia la puerta a tocar el timbre y los minutos que Eriol tardo en abrir se le hicieron eternos.

—Paga el taxi —fue todo lo que dijo en cuanto Eriol abrió la puerta y sin esperar una contestación ni nada entró en la casa y se encaminó a la habitación de su pequeña Nakuru.

Se detuvo antes de entrar en la habitación, porque casi se choca con el doctor, el hombre de unos sesenta años quien le mostró una sonrisa amable.

—Buenas noches, no sé preocupe le aseguro que para mañana su niña va a estar perfecta.

—Gracias, disculpe, pero —dijo la amatista mostrando una sonrisa de agradecimiento al hombre antes de entrar en la habitación.

Nakuru estaba en su enorme cama, en cuanto vio a Tomoyo se sentó y extendió sus brazos, sus ojos que ahora eran de un violeta intenso, tenían ese brillo que anunciaba lágrimas. Tomoyo sonrió y la tomó entre sus brazos. Aquellos bracitos rodearon su cuello y al pegar ese cuerpito al suyo, noto que la fiebre todavía estaba presente. Escuchó como Nakuru respiraba con dificultad y no tardó mucho en notar las lágrimas que rodaban por las mejillas de la niña y continuaban camino por su cuello.

—No llores hermosa, todo estará bien —susurró Tomoyo mientras acariciaba el cabello de la niña.

—Lo si... si... ento —dijo entre hipidos Nakuru— no, no era verdad​ lo... lo que dije...

—Lo sé, no llores.

—Creí que no ibas a venir más a verme... me asuste cuando desperté y no estabas —Tomoyo se separó un poco de ella para ver su rostro, sus ojos estaban completamente nublados por las lágrimas...

—Lo siento no debí irme así.

—No quiero que te vallas, eres mi mamá, no puedes dejarme —agregó Nakuru antes de volver a aferrarse a Tomoyo. El corazón de la amatista dio un brinco al escuchar esas palabras y todo lo que pudo hacer fue abrazar con más fuerza a la niña.

—No te voy a dejar, siempre voy a estar para ti —susurró mientras se recostaba en la cama sin soltar a Nakuru—... Pero tienes que entender que tengo otra vida fuera de esta casa y aunque no pueda estar aquí tanto como quisiéramos siempre, siempre, siempre, sin importar nada tendré o me hare tiempo para ti —Nakuru sonrió y se secó las lágrimas antes de poner su mano derecha frente a la amatista, con el dedo meñique extendido.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —respondió Tomoyo antes de enlazar el dedo de la pequeña con el suyo para sellar su promesa—. Eres lo más importante para mí —tras esas palabras ambas volvieron a fundirse en un abrazo mientras Tomoyo comenzaba a tararear una canción, esa que siempre cantaba cuando estaba feliz, la misma que hacía mucho tiempo no cantaba ni tarareaba.



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