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6- El gato y la pintura

Aquella noche cenaron los tres juntos y luego Tomoyo volvió a su departamento, después de haber discutido un rato con el mago y la pequeña que querían que se quedara en su casa.

Tal y como lo imaginaba al llegar a su departamento, Tomoyo se encontró con Alfred esperándola, sentado delante de su puerta. Definitivamente aquel fue el día más agotador que la amatista había tenido en mucho tiempo.

"—Tomoyo perdóname, ya sabes como soy... en verdad no sé qué me pasó, bueno si lo sé, me dio un ataque de celos, pero es obvio si consideramos que supuestamente no conocías a nadie aquí.

—Lo sé, lo entiendo y en verdad no esperaba encontrarme con él aquí... pero más allá de eso sigo sin entender tu insistencia todo el tiempo, creí que habíamos quedado en mantener nuestros espacios y desde que estoy aquí me estas sofocando.

—En verdad lo siento, es que como no conoces a nadie aquí me pareció bien, pero bueno si quieres tu espacio no hay problema, sabes que puedo respetar eso... entonces ¿todo bien?

—Si todo bien".

Así Tomoyo terminó solucionando su problema con Alfred. Simplemente decidió no profundizar en el tena de Eriol, sabía bien que a su novio no le agradaba el apellido Hiragizawa, aunque jamás se tomó la molestia de averiguar por qué era así y algo en su interior le decía que no debía preguntarle a Eriol, pues aunque el mago lo negara ella sabía muy bien que había sido culpa de él que perdiera a más de un pretendiente cuando estudiaban en Tomoeda.

Los días comenzaron a normalizarse, por decirlo de alguna forma. Tomoyo trató de equilibrar su tiempo entre el trabajo, la familia Hiragizawa y Alfred, aunque era realmente consciente de que tanto Nakuru como Eriol exigían y recibían más tiempo que los demás, y le era imposible no complacerlos, pues en el fondo sabía que se sentía realmente feliz con esa niña y el mago. Esa era la familia que alguna vez ella había soñado y deseado con todo su ser.

Esa mañana la amatista no acompaño a Eriol a llevar a Nakuru al colegio, como venía haciendo, sino que se fue directo al trabajo, la verdad era que se había atrasado bastante y si quería pasar parte de la tarde con su pequeña tendría que adelantar todo lo posible esa mañana, pues en verdad ya estaba cansada de escuchar las quejas de su madre.

Cerca de la hora del almuerzo la amatista seguía en su oficina completando unos informes cuando de repente sonó su teléfono...

..............

La expresión de Eriol demostraba su fastidio. Hacía más de una hora que estaba en aquella sala de juntas discutiendo con su padre, algunos socios y representantes de otra empresa, y en verdad aquella discusión no parecía ir a ningún lado, lo único que se movía allí era su mal humor que crecía en forma exponencial con las estupideces que escuchaba. Su día no había comenzado del todo bien, había discutido con Nakuru porque esta se encapricho en que quería llevar a Spinel al colegio, discusión que Eriol terminó encerrando al gato en la biblioteca y subiendo a una Nakuru completamente molesta al auto. Luego al llegar a la oficina se encontró con que tenía que leer los nuevos informes antes de la reunión y antes de terminar de leerlo ya sabía que aquella sería una reunión larga.

—Señores ese edificio no es apto para este proyecto —volvía a quejarse Eriol cuando un golpe y la puerta abriéndose lo interrumpieron...

—Joven Hiragizawa, disculpe la molestia, pero lo llaman, dicen que es urgente —dijo su secretaria Mary, una mujer de unos cincuenta años, con una sonrisa muy amable.

—Mary, creí que ya sabias que no debías molestarnos por nada en estas reuniones —agregó en un tono serio el padre de Eriol.

—Lo sé señor pero el joven me ordeno que le avisara inmediatamente si lo llamaban del colegio Saint George —respondió la mujer buscando ayuda en los ojos del mago, pero este ya se había puesto de pie y se dirigía a la puerta.

—Disculpen señores tengo que retirarme... respecto al tema en discusión ya conocen mi postura.

—Eriol...

—Lo siento padre, nos vemos —sin más el pelinegro salió de aquella sala y caminó hacia el ascensor sin prestarle atención a nadie.

Subió a su auto y se encamino al colegio pensando en las posibilidades de lo que podría haber hecho su "hija", y entre todo eso no pudo evitar preguntarse ¿Cuántas veces su padre habría hecho lo mismo que él en este momento?, porque siendo sincero él nunca había sido un santo en el colegio "Gracias Yuuko, tenías que darle esa parte de mi ¿no? Seguro que todo esto te causa mucha gracia" se quejaba mentalmente mientras conducía.

Al entrar al colegio se encontró con una mujer que también caminaba presurosa por el pasillo, su mano derecha apretaba el colgante que llevaba al cuello y a simple vista se notaba que estaba nerviosa.

—¿Tomoyo? —la mujer se detuvo y miró al mago que iba a unos pocos pasos de ella.

—Eriol ¿Qué pasó? —se apresuró a preguntar mientras se acercaba al pelinegro.

—Ni idea, ¿a ti también te llamaron? —la amatista solo asintió y siguió a Eriol, quien rápidamente se dirigió hacia la dirección del preescolar.

Al llegar al pasillo donde se encontraba la dirección se encontraron con un grupo de padres que tomaban a sus hijos y se iban, la maestra, la directora y al menos diez niños sentados en hilera junto a la pared, todos mojados, con manchas de pinturas por todos lados y alguno que otro con curitas y vendas en sus manos o mejillas. Rápidamente Eriol lanzó una maldición por lo bajo en cuanto vio a su pequeña pelinegra, sentada lejos de los otros niños con un gato negro, también cubierto de pintura, entre sus brazos.

—Ah señor y señora Hiragizawa, que bueno que llegaron —dijo la directora con una expresión completamente seria.

—La verdad no sé si quiero preguntar —comentó Eriol mirando completamente serio a Nakuru y Spinel, quienes rápidamente le esquivaron la mirada.

—Yo en su lugar tampoco querría hacerlo —agregó la maestra, en quien también se veían varias manchas de pintura.

—Su hija inicio una guerra de pintura en el aula y no solo eso sino que también trajo un gato al colegio hoy.

—Nakuru, ven aquí —llamó el mago y la niña se acercó muy lentamente— ¿Por qué esta Spinel aquí? Esta mañana acordamos que no podías traerlo —Eriol sintió la mano de Tomoyo sobre su brazo izquierdo y ese simple gesto le recordó no ser demasiado serio con la niña, después de todo él también había hecho cosas parecidas y había sido salvado por su madre.

—Yo no lo traje, tú lo encerraste... vino solo —replicó la niña haciendo puchero y buscando la mirada de Tomoyo.

—Señorita, tu sola te metiste en esto no busques ayuda —agregó Eriol mirando serio a la amatista, la conocía demasiado como para saber que en cualquier momento Nakuru terminaría entre sus brazos—. ¿Tomoyo puedes limpiar a Spinel? —esta no dijo nada solo tomó al animal y se alejó hacia el baño.

—Ese animal aparecía a media mañana y ha arañado a todo el que se le acerca —dijo la maestra mientras acariciaba una curita que atravesaba el dorso de su mano izquierda.

—Lo lamento, en verdad se había quedado en casa cuando salimos, igual no te preocupes tiene todas las vacunas y demás, lo llevamos al veterinario hace unos días —las palabras de Eriol solo molestaron más a la maestra y el mago tuvo que reprimir una sonrisa, cosa que no paso desapercibida para la amatista que acababa de volver con un todavía húmedo Spinel entre sus brazos.

—Eriol, creo que el tema más importante aquí es la guerra de pintura que Nakuru provoco —insistió la directora mirando a la niña y a los otros pequeños— es más todavía no sé de donde salió tanta cantidad de pintura.

—Luck empezó, él dijo que soy rara y otras cosas —se quejó la niña haciendo puchero y agarrándose de los dedos de Eriol con una mano y al vestido de Tomoyo con la otra, pues esta tenía las manos ocupadas con Spinel.

—Ah... eso es nuevo —comentó la directora antes de centrar su vista en un niño rubio con la piel y el cabello todavía algo azulados—. Luck ¿puedes decirme que sucedió, que le dijiste a Nakuru?

—Nada —susurró el niño esquivando la mirada de todos los presentes.

—Luck —lo regaño la maestra y al instante los ojos del pequeño se llenaron de lágrimas y se acercó a la mujer.

—Ella es rara cambiaba los colores de la pintura y su gato nos atacó a todos —al escuchar esto los ojos de Eriol se centraron en Nakuru, pero no dijo nada.

—Eso no la hace rara, ustedes saben que la pintura cambia de color cuando la mezclan... Bien, ahora discúlpate con Nakuru, sin peros.

—Lo siento —dijo el niño después de dudar por un buen rato.

—Nakuru —la voz de Eriol fue suave pero seria, la pequeña lo miró y luego se centró en el niño.

—Lamento haber derramado el tarro de pintura azul en tu cabeza —concluyó la pequeña pelinegra en un tono que delataba lo poco que sentía lo que había hecho—... y Spinel lamenta haber hecho pipi en tu mochila —agregó en un susurro que por lo visto el niño no escuchó.

—Disculpe que me meta señora directora, pero no se supone que su personal debería evitar que este tipo de cosas sucedan —agregó la amatista mirando completamente seria a las dos mujeres que estaban frente a ella.

—Señora no es mi culpa que su hija no sepa comportarse —intentó refutar la maestra.

—No, pero si es su culpa no saber controlar una pelea entre niños, si usted supiera hacer su trabajo todos estos niños no estarían en este estado.

—Señora por favor, todos nuestros docentes están completamente capacitados, puedo asegurarle que esto ha sido un caso completamente aislado —agregó la directora tratando de calmar a la maestra.

—Tomoyo nos vamos —intervino Eriol al ver que la amatista pretendía continuar con aquella discusión—. Señora Strans le aseguro que Spinel no volverá a aparecer por aquí y que tampoco habrá más batallas con pintura. Si hay que reparar algo o lo que sea envíeme la cuenta —concluyó Eriol mientras les hacia una seña a Nakuru y Tomoyo para que salieran de allí.

—En verdad espero que no se repita señor Hiragizawa —el mago hizo una seña con la cabeza a las mujeres, sin más solo dio media vuelta y caminó detrás de la amatista y su pequeña.

Pronto estuvieron fuera del colegio y subiendo al auto, donde el ambiente se notaba bastante tenso.

—Lamento esto Tomoyo, ¿necesitas que te lleve a algún lado? —preguntó Eriol en un tono cansado.

—La verdad acabo de saltarme una junta y no quiero escuchar las quejas de mi madre, solo vamos a casa —Tomoyo también sonaba cansada.

Una sonrisa apareció en el rostro del mago al escuchar aquellas palabras, era más que evidente que Tomoyo ya los consideraba familia, pero no se detuvo demasiado en aquella idea pues había algo que le estaba preocupando. Nakuru podía hacer magia y la verdadera pregunta era ¿la controla? "genial solo esto faltaba para complicar aún más mi vida".

Ni bien llegaron a la casa Tomoyo tomó a Nakuru y Spinel, y los llevo a tomar un baño. La ropa de la niña estaba completamente húmeda y tenía más de un moretón en el cuerpo, por lo visto también se habían tirado con los botes de pintura.

Después de un rato el agua de la bañera se tornó de un tono entre violáceo y amarronado, pero el cuerpito y el cabello de la pequeña ya estaban perfectamente limpios, al igual que Spinel a quien también le toco compartir baño con Nakuru.

—Bien ya fuera del agua —dijo la amatista sosteniendo una toalla.

—Ah un ratito más —suplicó la niña haciendo puchero.

—No, el agua se está enfriando y vas a pescar un resfriado.

—Mamá —replicó la pequeña en un tono cantarín.

Aquella palabra dejo helada a Tomoyo, en algún momento había deseado con todo su ser tener a un pequeño que la llamara así, pero de a poco aquel deseo había disminuido y ahora ser llamada de esa forma por esa pequeña que tanto se parecía a esa persona que ella tanto había querido, movía un montón de cosas dentro de la amatista pero más que nada la llenó de felicidad. Le encantó el sonido de esa palabra en la voz de su pequeña Nakuru.

—¿Cómo me llamaste? —preguntó algo sorprendida la amatista.

—Mamá —respondió la niña dudando un poco, mientras salía del agua—. ¿Tomoyo tú quieres ser mi mamá? —agregó Nakuru con una mirada suplicante.

—Me encantaría, pero sabes que no es algo que yo pueda decidir —dijo la amatista agachándose para estar a la altura de la niña mientras la envolvía en la toalla. Nakuru volvió a hacer un puchero y sus ojitos se llenaron de lágrimas, cosa que casi le rompe el corazón a la amatista—. Ahh hermosa mía, sabes que tu papá es quien decide eso, él escogerá una mamá para ti y seguro será una que los haga muy felices a los dos... a los tres —se corrigió al ver a Spinel sacudiéndose el agua.

—Pero yo... yo... ¿de todas formas puedo decirte mamá? —volvió a suplicar rodeando con sus bracitos el cuello de la amatista.

—Está bien, pero que sea nuestro secreto ¿Si? —Nakuru asintió con la cabeza y se apretó al cuerpo de Tomoyo en un abrazo.

Aquel abrazo para ambas fue como llenar un vacío que existía en su interior. Tomoyo sintió la felicidad de aquella pequeña y eso la hizo feliz. Su vida desde hacía unos cuantos años solo era para hacer felices a los demás, todos se preocupaban por ella pero por algún razón nadie notaba que ella no era realmente feliz, y en ese instante después de mucho tiempo en verdad había hecho a alguien feliz y ella podía compartir esa felicidad.

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