21 - Vive y se feliz
—Te amo... pero no puedo...
Esas palabras, casi inaudibles por el sollozo, sorprendieron por un momento a Eriol, quien todavía algo desconcertado separó un poco a la amatista de su cuerpo y buscó sus ojos, aquellos hermosos orbes amatista que no podían ocultarle la verdad, aunque la nívea lo deseara con todo su corazón.
—Tomoyo... ¿a qué te refieres? ¿Qué quieres decir con que no puedes? —preguntó algo nervioso Eriol sin despegar sus ojos de aquellos orbes amatista.
—Eriol... yo ya no puedo darte una familia —susurró Tomoyo con la voz temblorosa mientras las lágrimas brotaban como cascadas desde sus ojos. Eriol la miró aún más confundido que antes, y con un suspiró la amatista continuó—... sabes que estaba embarazada y lo perdí durante un accidente... estuve muy mal y tuvieron que sacarme... todo... nunca tendré... ya no puedo —el cuerpo de la amatista había comenzado a temblar, soltó a Spinel y ahora se abrazada a sí misma, tratando de controlar sus inevitables temblores.
—Tomoyo... tranquila, tranquila —susurró el mago volviendo a abrazarla.
—No puedo darte una familia... y no creo que haya magia que solucione esto...
—Hey, hey —dijo Eriol enmarcando el rostro de la amatista con sus manos y haciendo que volviera a mirarlo a los ojos—... Tomoyo escúchame bien, si crees que eso va a hacer que ya no te quiera a mi lado, estas equivocada... te amo y aunque solo seamos nosotros dos, eso ya es una familia, tú eres todo lo que necesito en mi vida —Eriol habló en un tono suave pero decidido y concluyó apoyando su frente sobre la de la amatista y susurrando—... tú también me necesitas, lo sé, puedo sentirlo...
—Te he necesitado por años...
—Y ahora estoy aquí, diciéndote que te amo... ¿Qué vas a hacer?
—¿En verdad me quieres a mí? ¿Aunque jamás pueda darte un hijo? ¿Aunque no tenga magia? ¿Aunque...? —Tomoyo no pudo terminar esa pregunta pues la boca de Eriol acababa de apoderarse de sus labios, en un beso.
—¿Qué tengo que hacer para que entiendas que te amo y que no necesito a nadie más que a ti? —preguntó el mago separándose por un momento de los labios de la amatista, quien simplemente sonrió y volvió a besarlo.
El silencio se apoderó de la pareja, era como si de repente ya no tuvieran nada que decirse y parecía que ninguno podía dejar de sonreír, ni despegar sus ojos del otro. De repente un ruido los sacó de esa burbuja, donde solo ellos habitaban, y al buscar de donde provenía aquel sonido, se encontraron con Spinel junto al caballete observando un montón de pinceles tirados en el piso.
—Spinel —dijo en un tono serio el mago.
—Lo siento —murmuró el guardián mirando apenado a la amatista, quien solo le sonrío con la misma dulzura de siempre.
—No importa Spi —dijo Tomoyo acercándose al guardián sin dejar de sonreír.
—Me encanta, ¿lo vas a terminar? —preguntó Eriol con una sonrisa.
—¿Qué quieres decir con eso? Claro que voy a terminarlo, yo no abandono las cosas a medio hacer —respondió la amatista acercándose nuevamente a Eriol.
—¡AUCH!... Sí, mi aguda y bella amatista sigue aquí —agregó Eriol entre risas, sujetando un manchado mechón de cabello de la nívea y comenzó a jugar con el.
—En verdad creo que ambos cambiamos bastante —dijo Tomoyo tomando la esfera de cristal que Eriol sujetaba—... ¿Qué se supone que es esto? ¿Qué hacemos con ella?
—No tengo idea... quizás sea solo un recordatorio —respondió el mago pasando uno de sus dedos sobre la esfera que ahora sujetaba la amatista.
—¿Un recordatorio?
—Si, a mí me recuera que fui un idiota y que perdí mucho más que tiempo para darme cuenta cuanto te amo.
Tomoyo sonrió y dejó un rápido beso sobre los labios del mago antes de que pudiera decir cualquier otra cosa, y en ese momento la esfera comenzó a brillar con más y más fuerza hasta el punto de forzarlos a cerrar los ojos.
"Eriol, sé que te vas a enfadar, pero lo hice por ti y por Tomoyo... esto puede ser una realidad, todo depende de ti.
Vive y se feliz."
—¿Por qué brilla tanto? —se quejó Eriol antes de volver a abrir los ojos con cuidado, pero ahora la luz no era tanta y en ese momento noto que estaba acostado. Salió de la cama prácticamente de un salto y dio un rápido vistazo a su alrededor.
La habitación era amplia, las paredes de un delicado color arena, las enormes ventanas le mostraban un cielo celeste y los techos de algunos edificios. Los muebles se veían elegantes, la cama era enorme y estaba completamente distendida. Su ropa y la de una mujer esta esparcida por el lugar sobre aquel oscuro piso de madera. Eriol se miró a sí mismo y noto que estaba completamente desnudo, tomó sus lentes que estaban sobre la mesita de noche y se los puso. Todavía sin comprender que estaba pasando, comenzó a juntar su ropa del piso y en ese momento escuchó el agua corriendo en el baño. Levantó un vestido azul que estaba tirado junto a una silla y entonces vio aquel enorme bolso beige, del cual colgaba un llavero con un pequeño muñeco muy parecido a Spinel, que él mismo le había regalado a Tomoyo, cuando esta cumplió 16 años. Volvió a mirar a su alrededor y se acercó más a la ventana, entonces supo dónde estaba, ese era el hotel "Taiyo" de Tokio.
—No es posible —susurró para sí mismo, mientras recordaba que la última vez que estuvo en aquel hotel con Tomoyo había sido una semana antes de irse de Japón.
—Buen día "demente saltador" ¿todo bien? —la voz de la amatista devolvió al mago a la realidad, una sonrisa apareció sistemáticamente en su rostro y volteó a ver a esa mujer que lo enloquecía.
La amatista vestía una bata de baño y miraba con una sonrisa al mago mientras con una toalla se secaba el cabello. Con solo verla Eriol confirmó que esa era la Tomoyo de 23 años que él había abandonado hacia cinco años.
—¿Demente saltador? —preguntó entre risas el mago, su mente estaba más que enredada, todavía no comprendía bien si todo eso había sido un sueño o qué, solo sabía que había sido muy real.
—Sí, no te hagas el tonto, casi me matas del susto anoche —dijo Tomoyo dándole un pequeño golpe en el hombro al mago—, te vas a arrepentir si vuelves a hacerme alg...
La amatista no pudo terminar la frase pues Eriol acababa de abalanzarse sobre ella y la besaba con tal pasión y necesidad, que realmente sorprendió a Tomoyo, quien no dudo en abrazarlo y corresponder a ese beso con la misma pasión.
Eriol recordó que la noche anterior había cenado con Tomoyo en la terraza y luego la asustó haciéndole creer que saltaría, no podía recordar porque había hecho eso pero lo que si sabía en ese momento era que quería más de esos labios.
—Eriol ¿estás bien? —preguntó la amatista en cuanto se separaron para tomar aire, centrando sus ojos en aquellos orbes azules.
—Te necesito —dijo Eriol en un tono que nunca había usado con la amatista.
—¡¿Qué?! —preguntó Tomoyo realmente sorprendida por aquel tono—... no juegues, acordamos que solo sería el sábado y terminamos pasando todo el domingo aquí, si no llego para el almuerzo mi madre hará un escándalo —agregó la amatista dibujando una sonrisa algo forzada en su rostro e intentando alejarse del mago.
—Tomoyo...
—Eriol, es enserio ve a ducharte así nos vamos —lo interrumpió la amatista tomando su bolso beige—... a mí me esperan y de seguro a ti también —concluyó en un tono algo triste sacando un conjunto de ropa interior del bolso.
—¿Por qué no quieres escucharme?
—Porque ya lo hablamos Eriol, solo serían algunos encuentros cada tanto y el resto continuaría igual... tú sigues con tu querida Kaho y yo sigo buscando a alguien para dejar de hacer esto —respondió antes de volver a centrar sus ojos en el mago—... ese es el trato...
—Por favor —dijo Eriol en un tono que evidenciaba su exasperación, mientras se acercaba a ella—... si en verdad buscaras a alguien ya lo habrías encontrado y si yo quisiera tanto a Kaho, como dices, nunca hubiera iniciado esto... y si lo piensas ninguno de los dos quiere terminar con esto —la sorpresa se vio en el rostro de Tomoyo y Eriol solo continuó—... ahora la pregunta es ¿Sabes o estas dispuesta a aceptar... el por qué?
—¿Por qué yo debo admitir algo? Tú eres el que ama a una mujer que intenta controlarte y te engaña... me gusta ver felices a las personas que quiero y por eso estoy cada vez que me necesitas, aunque tú no sientas lo mismo...
—¿Acaso escuchaste lo que te dije? —preguntó el mago con una de sus sonrisas de lado, una de esas que derretía a la amatista—... es extraño pero no me interesa para nada Kaho, últimamente solo pienso en una persona y esa eres tú.
—No juegues conmigo Hiragizawa —replicó Tomoyo algo nerviosa.
—Hace mucho que no me dices Hiragizawa —susurró Eriol acariciando la mejilla de la amatista mientras se acercaba más a ella—, no juego, admito que me costó verlo pero, en verdad... te amo.
Tomoyo conocía al mago y sus expresiones mejor que nadie, identificaba las mentiras en el brillo de sus ojos y en un leve movimiento en la comisura de sus labios, pero en este momento no podía ver ninguna de esas dos cosas, solo veía un brillo que nunca había visto en esos azules ojos y la sonrisa más hermosa que alguna vez haya mostrado el mago. Definitivamente eso debía ser verdad.
—Sí que te tardaste —susurró la amatista mientras una sonrisa aparecía en su rostro.
—Esto no es nada, podría ser peor... ¿No me vas a decir nada? —susurró acercándose más a los labios de Tomoyo.
—Creo que no te puedo decir nada que no sepas ya —murmuró la amatista rosando sus labios con los del mago en ciertas palabras, y antes de que pudiera decir cualquier otra cosa el mago se apoderó de su boca...
—¿Por qué me tientas? —susurró Eriol acorralando a la amatista contra la pared.
—Te amo —dijo Tomoyo ya con la respiración algo agitada.
—Lo sé —agregó Eriol con una seductora sonrisa antes de volver a besarla.
El beso se volvió más intenso. Las piernas de Tomoyo rodearon la cintura del mago. La bata cayó al piso y en menos de lo que la amatista esperaba, volvían a estar en la cama en un desenfrenado remolino de besos, caricias, mordidas y gemidos.
—Eriol...en serio... tenemos que irnos —dijo con algo de dificultad la amatista, intentando resistirse a esos labios enloquecedores.
—¿En verdad quieres irte ahora? —susurró el mago junto al oído de la amatista antes de bajar por el cuello, sin dejar de rosarlo con los labios, para terminar con un beso en la base del cuello, que seguramente dejaría marca.
—¡Eriol! —exclamó Tomoyo antes de mirar seria al pelinegro—... habíamos quedado en algo.
—Ese "te amo" elimino todo lo que alguna vez acordamos —murmuró el mago acercándose a los rosados labios de la amatista—...y ahora quiero que todos sepan que estamos juntos...
—¿Estamos jun...? —Eriol la besó evitando de que terminara la pregunta.
—Ya dijiste que me amas ahora no te desharás de mi... terminare todo con Kaho y haremos esto oficial ¿te parece? —agregó el mago con una sonrisa a unos pocos centímetros de los labios de la amatista.
—Me encanta —murmuró Tomoyo con una sonrisa antes de volver a besar al mago.
Cuando llegaron a Tomoeda eran poco más de las cinco de la tarde. Eriol llevó a la amatista hasta la mansión Daidouji, la acompañó hasta la puerta y antes de que pudieran despedirse la puerta se abrió y se encontraron con una Sonomi evidentemente molesta, sus ojos inspeccionaron primero a la amatista y luego al mago.
—Sonomi, lo siento, acepto toda la culpa, me gustaría quedarme a hablar contigo y explicarte bien todo, pero tengo que irme, me venían llamando por lo visto es algo urgente —dijo Eriol tan rápido que no les dio tiempo de decir nada a Sonomi y Tomoyo, finalmente sonrió y como si nada se apodero de los labios de la amatista—... lo siento amor, luego te llamo —y con esas palabras, una sonrisa y una reverencia hacia ambas mujeres, se alejó.
—Tomoyo... ¿tienes algo que contarme? —preguntó una, ahora, sonriente Sonomi— ¿Qué acaba de suceder hija?
—La verdad no lo sé... puede que un milagro —murmuró la amatista sin poder borrar la sonrisa de su rostro.
—¡Que milagro ni que nada! Te dije que ese chico está loco por ti —comentó Sonomi abrazando a su hija.
—Es extraño mamá, hoy despertó y descubrió que me amaba, soy feliz, pero...
—¿A que le temes cielo? —preguntó Sonomi acariciando las mejillas de su hija.
—Tengo miedo de que sea un sueño —susurró la amatista aferrándose a su madre y rogando con todas sus fuerzas para que todo fuera real.
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