Especial: Monica
Me fijé en él apenas entró al aula aquel día, el primer día de clases. Todo lo contrario a lo que una espera encontrar entre los estudiantes de medicina. Fresco y de mirada altanera, como si fuera el dueño del mundo. Alto, de apariencia fuerte, con esa aura de misterio oscuro que era incluso "sexy", y que amenazaba distraerme de mi precioso motivo, el estar ahí para ser la mejor, para demostrarle muchas cosas a mi padre, para salir de su sombra. Una perdición, el mismo destino poniéndome a prueba, el mismo destino diciéndome que no. Así que cuando quise hacerle frente por jactarse de su inteligencia y opacar a todos...
—Idiota. No me interesa quién mierda haya ingresado en qué puesto y cómo. Yo hago lo que quiero y si opaco a todos, lo haré, me importa un carajo así que no jodas.
Era un infeliz grosero.
—¿Con esa boca besas a tu madre, mal educado?
—No, pero sí a las chicas, y adivina, les gusta. —Me guiñó un ojo y continuó su camino con todo ese garbo que le caracterizaba, a pesar de parecer una escoria de persona, me había hecho ruborizar.
Pero el pasar de los días solo me sirvieron para darme cuenta de que él no sólo ocultaba mi perdición, sino que también ocultaba dolor. Un dolor que no iba a mostrárselo a nadie, un dolor que incluso él mismo se lo prohibía sentir.
Lo llegué a sospechar mientras bailaba con él, luego de que le obligase, cuando quise indagar y hablé demás, mencionando que seguramente una chica lo había dejado. La sonrisa se le esfumó y solo me clavó esa intensa mirada que tenía. Había arruinado lo poco que había logrado.
Si hubiera sido de esos típicos chicos malos yo hubiera terminado alejándome sin problemas, pero él no lo era, estar cerca de él me llenaba de una extraña paz, una que no había sentido. La esencia que desprendía era todo lo contrario a lo que él quería o aparentaba ser. Me atraía como un imán.
No podía ser mala persona, hacía saber enseguida con su actitud y postura que defendería con su propia vida a quienes amaba, y le molestaban demasiado las injusticias. Si algo pasaba, él no dudaba en intervenir.
Me sorprendí a mí misma en diversas ocasiones acercándome a él más de lo que debía. Admirando su perfil, perdiéndome en su intensa mirada de ojos cafés mientras le curaba, en su sonrisa, grabando en mi mente sus detalles como su mentón apenas partido, algo que se notaba si lo miraba detenidamente, y cada vez que pellizcaba mi mejilla para molestarme... Cuando mostraba su lado dulce, aunque fueran solo segundos, no podía evitar enamorarme más. Sin embargo, su frialdad era un muro impenetrable que me hería cada vez que intentaba cruzarlo...
Había sido tan duro conmigo en un par de ocasiones, a veces era un verdadero desconsiderado. Pero cuando caí mal del corazón él pareció realmente preocupado, además ahí fue cuando vi que él podía ser más diferente de lo que yo había imaginado. Llegué a recordar esos cursis libros de adolescentes sobre ángeles en la tierra, sexys y oscuros, pero claro que la fantasía estaba lejos de la realidad. Y por supuesto él insistió en que yo solo había alucinado.
—¿Cómo puede gustarte ese imbécil arrogante? —Me había recriminado Mario.
Sí, era algo tonto de mi parte tal vez, pero quería gustarle, por lo más mínimo que fuera, incluso el dato de saber que le atraían mujeres un par de años mayores que él, lo había usado para insinuarle que yo también era una opción.
—Él estaba enamorado de una mujer, pero creo que ella murió... —Las palabras de su madre me habían dejado fría.
¿Cómo olvidar a alguien que no te dejó por falta de amor, sino por falta de tiempo en este mundo?
¿Cómo olvidar un amor que, se suponía, no iba a acabar?
No pude convencerlo de que podía darse una nueva oportunidad. Ni siquiera con un beso que vino del fondo de mi alma. Estaba roto y yo quería recoger sus piezas, no iba a permitir que volvieran a lastimarlo, aunque él insistiera en ya no tener sentimientos ni corazón para que le rompieran, yo sabía que ahí estaba.
Hasta esa noche en la que lo supe todo, por así decirse.
—¿Ángeles y demonios? —preguntó de forma burlona—. No sé de qué hablas, enana, estuve toda la noche en casa estudiando. ¿Tu papá el señor perfecto sabe que estás fumando cosas raras? —Rio y siguió leyendo el libro sobre el escritorio, dejándome en blanco.
Fui tan tonta que incluso llegué a plantearme la idea de que quizá sí había soñado, por lo convencido que se vio él al decirme que no sabía de qué rayos le estaba hablando. Aunque él sabía que yo sabía que de alguna forma él era capaz de curar poco a poco, y eso ya era de locos por así decirse.
Los días que le siguieron a ese, él se la pasó intentando disimular la sonrisa, quizá al ver mi cara de confundida con la que me había quedado desde que me hizo esa mala jugada. Hasta que un día me enfurecí tanto que terminé jalándole la oreja mientras él se quejaba y reía a carcajadas al mismo tiempo.
Me gustó mucho escucharle reír así.
—Te agrada demasiado ese tipo para mi gusto —soltó mi padre de repente—, a mí no me agrada.
—A ti no te agrada ningún hombre, papá, pero cuando lo conozcas bien, verás que no es malo. Es una excelente persona.
Siempre lo estaba defendiendo como tonta... pero me engañaba a mí misma, esa oscura noche había deducido que él iba a seguir amando a aquella mujer, por cómo la defendió a pesar de ya no estar. Él y esos ángeles habían hecho algo para lograr darle otra oportunidad, ella estaba aquí nuevamente, en algún lugar, y de forma inconsciente, su alma iba a buscar a Alex... sus almas... iban a buscarse como siempre lo habían hecho. Pero tal vez si no ocurría... lo iban a hacer en su siguiente existencia.
—Entonces tú también has visto sombras —comentaba.
Me había contado muchas cosas sobre su vida en el transcurso del ciclo universitario, cosas que sabía que quizá no se las había dicho a nadie, o casi. Agregando además su infantil amenaza de que si se lo contaba a alguien tendría que matarme, haciéndome reír. Nos habíamos hecho amigos tal vez, pero eso no era lo que yo quería. Por el momento sospechaba de su gato, él había tenido ángeles a su lado, el gato podía ser otro, aunque cada vez que le acariciaba la cabecita y ronroneaba con los ojitos cerrados, juraría por Dios que solo era un gato más.
—Pero desde que te conocí... las molestias han disminuido, es decir, ahora son casi nulas, de hecho casi no recuerdo cuándo fue la última vez.
—Me alegro —dijo con total tranquilidad mientras editaba algunas cosas del trabajo en su computadora—, no dudes en llamarme si un día vuelve a pasar, ¿bien? —Me miró con cautela.
—Eh... sí, sí lo haré...
Me sonrió de forma dulce, algo que solo lo hacía muy rara vez. Dio un par de clicks más y cerró la laptop.
—Listo. Vámonos a la fiesta. —Guardó el aparato y bajó del auto de prisa.
Sonreí y bajé también. Yo tenía puesto un vestido corto y azul marino oscuro que me favorecía bastante y él un traje elegante. Era la fiesta de fin de ciclo o algo así, pero los trabajos no faltaban. Quizá era la última fiesta a la que íbamos, ya que los ciclos iban volviéndose cada vez más difíciles y duros mientras avanzábamos.
—¿Estás seguro de que los chicos iban a venir también? —quise saber mientras entrabamos.
La música, varios compañeros, la bulla, la alegría.
—Los buscaremos luego —respondió ofreciéndome su mano—, ahora solo quiero desestresarme un poco con mi amiga, así que ¿qué esperas?
Y ahí estaba su lado dulce que a veces solo duraba segundos.
—¡Mónica —apareció Mario de pronto—, ven baila conmigo!
—Hey —intervino Alex—, yo la he traído.
No sé si era mi imaginación, pero parecía ponerse levemente celoso si Mario se ponía de atento conmigo. De todas formas empezaba a caer sin darme cuenta, en una especie de hoyo. Mario terminó tirando de mí, y otra chica que desde hacía tiempo también andaba algo pegada a Alex, se lo llevó. Ella bailaba de forma tremenda y reí al verlo a él prácticamente parado a su lado haciéndome señas de que la chica estaba volada por el alcohol. Yo solo moría porque viniera a mí luego, por bailar o estar a su lado.
Yo sabía que mis posibilidades de salir lastimada de todo esto, eran probablemente de un noventa por ciento...
Luego de presentar el trabajo al día siguiente él simplemente había desaparecido. Otra vez sus repentinas huidas. Yo sospechaba lo que hacía, y aunque me había repetido mil y un veces que no me atreviera a buscarlo, ahí estaba yo en su casa, tocando la puerta sin recibir respuesta. Sentía una preocupación grande, usualmente respondía mis mensajes al anochecer, pero esta vez ni siquiera eso. Era bastante tarde ya.
Suspiré, era una tonta. Di media vuelta y me congelé. Ahí estaba, frunciendo el ceño, respirando con leve agotamiento.
—Qué haces aquí —soltó. Me sorprendí más al ver al gato pasearse entre mis piernas.
Volví a alzar la mirada con preocupación, a examinar si no tenía heridas por su rostro, de pronto casi cayó contra mí pero se apoyó en la puerta y le ayudé a reincorporarse. Sentí algo tibio y miré mi mano con horror, estaba manchada de sangre. Él tenía un gran corte en el costado.
—Alex... qué...
—Te dije que no me buscaras —retó con debilidad.
Abrió su puerta y pasó agarrándose el costado. Lo seguí.
—¡Déjame curarte eso!
—Estoy bien —se dejó caer sentado en el sofá—. Ya saqué lo malo... solo queda una simple herida superficial.
Corrí por el alcohol y demás cosas.
—¡Eres un tonto, creí que ya habías dejado de hacer locuras! —Me puse a su lado y levanté su camisa.
—Oye...
—Cállate —reclamé mientras examinaba. Suspiré aliviada al ver que sí era superficial, así que me preparé para desinfectar.
—Solo estoy terriblemente cansado por haber usado mucha energía...
—Deja de andar de cacería de esas bestias, por favor, no estás hecho para eso, déjaselo a quienes sí deben hacerlo.
—Las cosas se están saliendo de control por culpa de nosotros mismos, pero tú no lo ves. Hoy en día existen más demonios que ángeles, y aunque los ángeles son más poderosos... si seguimos así...
—¡No quiero que te pase nada! —exclamé. Él solo atinó a fruncir un poco más el ceño y mirar hacia otro lado con frustración.
Cerró los ojos con fuerza cuando el alcohol tocó la herida. Ahogó un quejido apretando los labios mientras seguía desinfectando. Tardé poco, ya había agarrado experiencia. Se bajó la camisa soltando un pesado suspiro.
—Gracias —murmuró bajo. Seguía sin dirigirme la vista. Entristecí—. Y gracias... por preocuparte por mí... Pero te repito que no tienes por qué hacer esto.
—Quiero... cuidar de ti todo el tiempo que me dejes...
Volteó al fin a mirarme arqueando una ceja.
—Nunca te dejo, lo haces en contra de mi voluntad, eso es abuso ¿sabes? —reclamó con una sonrisa burlona dándome un toque en la punta de la nariz.
Un segundo atrás era alguien completamente diferente. Resoplé frustrada y le aventé a la cara lo que quedaba de la gaza que había usado para su corte.
—Como quieras, odioso, infantil... —Me detuvo mientras ya me dirigía a la puerta.
—No me gusta verte angustiada por mí —habló bajo, completamente serio, envolviéndome con esa intensa mirada—, solo deja de ser así conmigo...
—No pidas cosas imposibles. —Quise alejarme pero tiró de mí, atrapándome en sus brazos. Mi pulso se disparó—. Alex...
—Si por estar conmigo te pasa algo... ya no podré con tanta culpa...
—No tiene por qué pasarme algo... —Me aparté unos centímetros para alzar la vista hacia su rostro nuevamente—. Tú mismo dices que no hay que ponerse negativo. Nada tiene por qué pasar. Tú nunca vas a fallar, ¿está bien?
—Es verdad, ¿no has visto lo fuerte que me he vuelto? —dijo con altanería. Resoplé frunciendo el ceño pero no pude evitar sonreír luego—. Yo nunca fallo.
—Ok, okeeey, doctor Acosta —dije entre risas.
Rio, me dio un pellizco en la mejilla y tomó mi mentón acercándose, congelándome de pronto, y besándome de forma suave. Mi pulso volvió a dispararse pero con mucha más fuerza. No dudé en corresponderle, las preguntas vendrían luego. Se apartó de pronto dejándome con ganas de más, retrocedió tomando mi mano, dirigiéndose al sofá.
—Creí que no eras de besos —logré murmurar. Mis mejillas quemaban.
—Te debo unos cuantos, así que prepárate...
Sonreí con emoción, terminé empujándolo de prisa hasta hacerlo sentar y subí sobre él. Se sorprendió pero al segundo mostró una caliente y traviesa sonrisa. No perdí tiempo y lo besé con pasión, mordí su labio inferior, había esperado mucho por eso.
Nuevamente los malos pensamientos me atacaron y me detuvieron. Él tenía su lista de chicas a las que solo había besado o hecho cosas, con las que nunca quiso nada serio, excepto por una...
—¿Qué sucede? —quiso saber. Quizá leyó mis preocupaciones en mi mirada, acarició mi mejilla—. Has logrado hacer que te quiera, ¿bien? No me mires así, que pareces asustada. No soy del todo insensible.
Sentí alivio. Sonreí apenas y asentí con un movimiento de cabeza. Si eso era el inicio de algo formal entre nosotros yo era feliz... pero la idea de que era más probable que un día saliera lastimada seguía ahí.
Fuera como fuera, aprovecharía cada momento a su lado, cada beso y caricia, aunque a veces fuera frío o se encerrara en sí mismo, lo entendía, yo sabía muchas cosas que él había soportado desde niño. Mientras durara iba a cuidarle, ayudarle y hacerlo feliz.
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Nota de autora: aqui otro especial, que estaba en deuda con ustedes xD por cierto... niñas no hagan eso xD no todos los hombres son "futuros angeles destinados a estar con otra mujer" a los que deben cuidar xD pero bueh, ya los adultos deciden como vivir xD
Gracias! :3
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