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6: Familia

Estaba pasmado, ¿mi amiga acababa de decir que debía matarme? Seguro su demonio amigo pájaro se lo había ordenado, y amenazado.

—Así es —continuó—, estás maldito. Si no mueres, más personas lo harán.

—¡¿Disculpa?! ¡Dos murieron ante anoche y no fue precisamente por mí!

—Claro, fue por tu maldición —aseguró.

Quise volver a sacudirla pero el cuervo se lanzó a picotearme. Le di un golpe y se fue.

—¡¿Y esa cosa?! —reclamé.

—Él me dice a quién eliminar.

—Ah, mira qué graciosa. Entonces tú sí puedes matar.

Sonó el timbre de finalizado el receso y Diane se dispuso a irse.

—Ese ser que te persigue no te ha contado todo. Cuídate las espaldas —advirtió.

Volví a casa luego de ese día horroroso en el colegio y encontré a mi madre con algunas tías.

—Alex, ¿sabías que tu linda prima se va a casar? —dijo ella.

Ja, ¿casarse? Apenas tiene veintidós, seguro está embarazada. Con lo fogosa que es.

—Qué bien madre —respondí sarcástico—, ¿qué hago, fiesta? —Me retiré.

Oí comentar a mis tías metiches sobre mi actitud pero no me interesó. Me encerré en mi cuarto y me puse a buscar en Google sobre cómo deshacerme de los demonios otra vez. Estuve en paz hasta que escuché todo un palabrerío en mi sala.

Me asomé, y mi madre y sus acompañantes estaban rezando. ¡Argh! Cucufatas.

—Oye, gato —llamé al bicho.

Pero no hubo respuesta. Seguro estaba por ahí atormentando a algún otro incauto, yo que quería que les hiciera alguna mala broma a esas viejas. Él se lo perdía. Si hubiera sido lo suficientemente inteligente en ese entonces quizá hubiera sospechado que los rezos lo habían espantado.


Tuve que cenar mientras ellas cantaban sus enfermas alabanzas. Y luego de terminar, vinieron a sentarse a la mesa conmigo, para tomar un café.

—¿Cómo van tus estudios, hijito? —preguntó una de las mujeres— ¿Cómo va el espíritu?

—Bien... —Hinqué el cubierto en el huevo frito.

—Sabes que puedes rezar cuando te sientas angustiado. —Suspiré, ya me esperaba esto—. El señor en la biblia nos deja muchas enseñanzas... Y ha querido que tengamos esta conversación porque sabe que lo necesitas...

—De hecho —me puse de pie—, lo dudo. Me retiro, tengo deberes.

—No olvides que mañana es la boda —me hizo recordar la futura abuela.

Sonreí. Volví a mi cuarto y brinqué del susto al ver a una niña fantasmal en un rincón, con una enorme y anormal sonrisa y un manojo de llaves en la mano. Desapareció casi al instante y respiré hondo, apretando los puños.

Hice los deberes y terminé recostado en la cama, pensando en cómo haría Diane para lograr atraparme, estaba loca si creía que podría, y menos con ese pajarraco ayudante.

—Fácil —escuché al gato—, mátala.

—No empieces con eso. Tú no lo quieres además, tú lo que quieres es verme sufrir.

—No, quiero verte cruel.

Lo escuché salir por la ventana y dejó de importarme. Cruel. Ja. "Cruel voy a ser contigo, animalejo". Otra vez salí de casa para andar un poco y tratar de despejarme. Pude ver a los niños de aquella vez, el que había sido herido por el perro no estaba. Los malcriados empezaron a acercarse.

—El chico que soltó al perro ha vuelto —dijo uno de ellos.

Fruncí el ceño.

—¿De qué hablas, enano? Yo no solté a ningún perro.

—Todos te vimos, fuiste tú el que soltó el seguro —aseguró enojado.

—¡Te denunciaremos! —exclamó otro.

La rabia me inundó.

—¡No sé de qué demonios hablan, no solté a ese perro! ¡Ni que estuviera malditamente loco!

—¡Si fuiste tú, loco!

—¡Yo estaba peleando con ustedes, fue el gato el que lo liberó! ¡¿Acaso no lo vieron?!

—¡No había ningún gato, y aunque lo hubiera, no habría podido soltar a un perro, maldito mentiroso!

—¡Ya cállate! —Me le lancé. Los otros corrieron asustados.

Lo embestí. El niño gordo me golpeó pero no fue nada para mí. Terminamos en el suelo y lo golpeé contra el asfalto, la furia descontrolada me recorría sin descanso. Volví a golpearlo hasta que sentí que algo me golpeó también.

Me exalté con la sensación de caída y me hallé dando un respingo sobre mi cama.

Respiraba de forma agitada. Solo eso se escuchaba en mi oscura habitación. Me apoyé en los codos para cerciorarme. ¿Qué demonios pasó? ¿Qué se supone que fue? Me dejé caer contra mi almohada soltando un muy largo suspiro. Fue un sueño, un sueño muy real, pero un sueño, para mi alivio. Ese no era yo. No. No, no, no.

Además fue el gato el que soltó al perro. No pude haber sido yo. Ese gato era real, uno no se volvía loco de la nada, ni de un momento a otro. Ese gato apareció desde que vi esa cosa en ese retirado lugar. Maldita sea.

Volví a suspirar y quedé de costado. Me encogí un poco, quedando en posición fetal, o como fuera. Me sentía profundamente atormentado.

De forma cobarde me la pasé huyendo de Diane hasta que llegó el fin de semana. La boda de la prima fogosa.

Resoplé mientras se daban el sí. Oh, y ella de blanco. Quería reír. Diane vino a mi lado en la banca. La fulminé con la mirada, a pesar del bonito vestido que tenía, eso debía admitirlo pero no se lo diría. Resaltaba su cuerpo y su cabello castaño estaba suelto.

—Tranquilo. —Susurró. Sonrió de lado—. Hoy no te perseguiré a muerte.

—No estoy huyendo de ti, si eso crees.

—¿Qué tal si por hoy olvidamos lo de los bichos esos y nos divertimos un poco? Como en los muy viejos tiempos. Cuervo y gato no pueden estar mucho en ceremonias como esta.

Suspiré y paseé la vista por la iglesia un segundo.

—Sí, claro. —No hubo nada de entusiasmo en mi respuesta.

Era verdad, no había visto al gato, pero ya no tardaría. Su negatividad seguía palpable.

Una vez en la fiesta, luego de todas las cursilerías, comimos y bebimos un poco. Conversamos como si lo de los bichos esos no estuviera pasando. Me contó que planeaba postular a la universidad nacional San Marcos, una muy buena de aquí. Aunque las particulares caras no se quedaban atrás. Yo quería ir a la nacional de ingenierías. Para ambos el asunto era complicado.

—Sería más fácil si no hubiera conocido a ese desgraciado ser —murmuré con rencor. Alcé mi copa y tomé otro gran trago de vino.

—Puedo decir lo mismo —susurró ella.

La miré de costado. Parecía meditar mucho mirando su copa.

—Ese demonio... ¿Te tiene bajo amenaza? ¿Cómo lo conociste?

Ladeó el rostro apenas y suspiró. Tomó un pequeño sorbo del vino.

—No es lo que crees... Él... No es como el tuyo. Es complicado. No puedo decirlo.

—¿Por qué? Oh, vamos —renegué impaciente.

—Debes tener cuidado. —Se aclaró la garganta y sonrió de forma espléndida.

Mi madre se sentó frente a nosotros mientras reía. Había salido a bailar un rato.

—Salgan a bailar —nos animó con emoción.

Diane seguía sonriente, tomó mi brazo y me pidió que fuera con ella, haciendo puchero y todo. Toda su seriedad se había ido. Acepté a regañadientes. Me tildaron de mal humorado pero no me importó. Aparte de eso, sentí como si hubiera tomado un poco más de la cuenta, no me había medido. Una vez en la pista de baile, rodeó mi cuello con sus brazos y sonrió de lado.

—Creo que la diversión ya debería empezar —dijo.

Pude ver al gato negro escurrirse por detrás de una mesa. Por poco tiraba del largo mantel y arrojaba todo al suelo. Giré el rostro a mi derecha al detectar, con el rabillo del ojo, el aleteo de un ave negra.

—Están aquí —susurré—. ¿Segura que no son iguales? No parecen tener problemas de andar juntos.

—No son entes con sentimientos, Alex. Apenas se detectan el uno al otro. Ambos se guían por las energías negativas.

En ese momento pensé algo. Si me lograra rodear o llenarme de energía positiva, esa cosa y su oscuridad no iban a terminar consumiéndome. Podría librarme de su maldición. Suspiré, al fin una señal. Eso, eran energía, la energía era ciencia, y la ciencia tenía verdaderos fundamentos, era real, no se podía equivocar.

Sonreí.

—Muy bien. ¿Cómo piensas divertirte? —quise saber.

—Desea que hagan un desastre, y esa negatividad les guiará a hacerlo. Ellos solo hacen cosas malas.

—Umm, interesante.

Nos alejamos de la pista de baile y observamos. Solo bastó un par de segundos para que uno de los parlantes soltara un agudo pitido, haciendo estallar un par de copas de la mesa más cercana. La de los novios. No pude evitar reír al verlos intentar limpiar el rojo vino del tan pulcro vestido de ella.

Felizmente no acabó ahí. De algún modo, las llamas de la pequeña barbacoa en la zona de comida, creció de forma considerable. Una llama tocó el mantel cercano y se armó el verdadero espectáculo.

Todos corrían y algunos gritaban. Trataban de apagar el fuego, sin mucho éxito, se había esparcido con rapidez y ya había cubierto la larga y enorme mesa de comidas. Sentí algo de pena por eso, pero no por el tremendo show.

No supe si el humo me había atontado más. Alguien tropezó conmigo durante el escándalo, casi caí pero Diane tiró de mi brazo mientras reía. Empecé a reír también y terminamos entrando a un baño.

Sin previo aviso, estampó sus labios contra los míos. Me hizo retroceder hasta chocar contra uno de los cubículos. Solté un bajo quejido por eso, pero le correspondía su apasionado beso. Las piernas me fallaron y terminamos cayendo al piso. Otro golpe que me hizo quejar.

Se separó un poco de mi luego de morder con fuerza mi labio inferior. Traté de enfocar mi vista al darme cuenta de que estaba viendo casi doble. La vi sacar un pequeño frasco de entre sus pechos, abrió mi boca tomando mi mentón y me vacío el contenido.

Ah, demonios, debí suponerlo...

Oscuridad.

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