36: Triste adiós
Los perros habían dicho que estaba casi listo, y ese casi, era porque debía aprender aún a proteger mis pensamientos, que ningún ente pudiera leerlos.
—Herminia había aprendido a proteger su mente por instinto, no es tan difícil, también lo has hecho sin darte cuenta —murmuraba Sirio. Trataba de no reírme de él intentando ser serio mientras caminaba de un lado para otro en su forma de perro—. Concéntrate. Muchos lo hacen de forma inconsciente. —Mejor cerré los ojos—. Tus pensamientos deben ser algo que solo tú entiendas, codificarlos con imágenes o cosas así, tratar de no hablar en tu mente. Y si lo haces, con pensar y tener la seguridad de que solo tú te entiendes, estarás bien, tu propia energía se hará un escudo de forma inconsciente como ya dije.
—Creo que lo tengo.
—Piensa algo.
Nadie podía saber lo que pensaba, nadie se iba a meter a mi cabeza, no más. Pensé en la universidad, el trabajo que tenía que hacer. Ugh, ese estúpido trabajo. El otro que tenía en grupo con los odiosos... En Jenny, en su cara llena de placer...
Sonreí y abrí los ojos.
—Creo que pensé cosas que no venían al caso pero, ¿qué tal?
El perro me miraba fijo.
—Bien. No entendí nada. —Se apartó—. Ahora aprende a llamarnos si es que tienes algún problema.
—¿Cómo?
—Simple. Solo con llamarnos y sentirnos a tu lado, lo estaremos.
—Está bien... ¿Entonces ya? ¿Eso es todo?
—Este fin de semana vamos... o sea que mañana...
—Díganme... ¿Qué pasa si... mi alma se hace negra después de todo? Algo me dice que ustedes saben qué tan pronto podría pasar.
Estuvieron en silencio un par de segundos.
—Mientras no dejes que oscuros sentimientos como la rabia, el odio, o la culpa hagan fuertes estragos en ti, o te lleven a cometer actos de mal, estás a salvo.
—Eso no responde mi...
—Sigue meditando y ayudando a las personas. Lo haces porque te da paz, sigue así.
Se fue con Lucero. Suspiré encontrándome solo otra vez en el parque. Miré alrededor. Tenía clase en un par de horas, de la odiosa matemática, casi no tenía tiempo de ir a ningún lugar, sin embargo salí corriendo hacia el hospital.
Cuando entré a la habitación quedé mirándola, tendida en esa cama y yo sin poder hacer nada. Se debilitaba un poco más cada día, sabía eso, cada vez había requerido más energía para mantenerse, pero su cuerpo ya no quería colaborar. Apreté los puños.
—Hola —saludó la enfermera—. ¿Sabes? Supe que su mamá también estuvo en coma, murió, no hace mucho... Ella siempre venía...
Ahora estaba cien por ciento seguro de que el ex le había hecho eso a su madre, era muy probable, porque era mucha coincidencia. Quería encontrarlo a como diera lugar. Se había ganado una golpiza de mi parte desde que supe que la había amenazado, pero esto era peor.
Respiré hondo, para disipar la cólera que sentía.
"Lo iba a encontrar, lo iba a encontrar, lo iba a encontrar"
—¿No sabe si ella... tenía algún novio?
Quedó confundida con esa pregunta.
—¿No eras tú?
—Antes... de mí.
—Lo siento, no sé.
—Está bien.
Me retiré. Iba a tener que buscar en su casa, o preguntarles de una vez a los perros, aunque quizá no iban a decir nada, ya que solo habría una razón para ello y era prácticamente una pequeña venganza. No era necesario leer mi mente para suponerlo.
***
Salí de clases, algo sorprendido porque las matemáticas no eran como en el colegio, sino que los problemas aquí tenían que ver con las cosas biológicas, química, física, bioquímica, bioestadística y etc. cosas que tuvieran que ver con biomédicas.
—¿Ya te vas? —Se acercó Mario—. Vamos a la bienvenida a los ingresantes que dan en el centro de esparcimiento.
—¿Eh? No...
—Andaaa —apareció Mónica—, un rato aunque sea, es tiempo para que te relajes, es viernes.
Tiraron de mis brazos y Jesús vino a empujarme.
Aun no podía creer que me había dejado arrastrar. Pero ya estaba, entrando al bullicioso lugar, había varios de los compañeros, y demás de otras carreras. Una joven con un traje ceñido al cuerpo con el anuncio de una de las cervezas más comunes, nos dio un número a mí y a Mónica. Además de la propaganda de la bebida a todos.
Buscaron una mesa y me sentaron casi a la mala. Y pensar que fiestas así me hubieran encantado antes, ahora era estúpido, verlos a todos perdidos, reclamando por bebidas alcohólicas, queriendo bailar música basura. Apoyé el rostro en mi mano.
El presentador dio la bienvenida a los nuevos ingresantes, hicieron que la gente gritara cuando mencionaban su carrera. Los de mi mesa gritaron como locos, excepto Jesús y yo, claro. Lo miré raro, ahora recordaba que era religioso, y creía recordar también que no bailaba ni nada.
—A algunos se les entregó un papel con un número —dijo el presentador—, esas parejitas saldrán a bailar algo.
La gente gritó y silvó con emoción, otros en desacuerdo, mientras que yo quedaba casi horrorizado.
—Ah, no voy a bailar nada —me negué enseguida.
—Tomaría tu lugar pero yo no bailo —se burló mi primo.
—Yo puedo —dijo Mario.
—No, no hagas trampa —le recriminó Mónica.
Empezó una canción romántica y puse cara de asco. El presentador volvió a hablar.
—Las parejas que salgan a bailar esta recibirán una caja de cerveza para su mesa, así que rápido.
Mario se emocionó.
—¡Vayan, que nos van a dar una caja de cerveza!
—¿Estás estudiando medicina y quieres embriagarte?
—Por última vez —juró con la mano derecha.
—No, y no. Que nos la van a dar a todos igual, total les conviene para vender.
—¿Cómo sabes?
—Es obvio. Luego de que los ebrios acaben con la que les dieron, comprarán como locos seguro. Sin contar a las mujeres con cuerpazo que están vendiendo, trabajándoles el lado psicológico para que crean que les van a hacer caso.
—Debiste estudiar psicología —dijo Jesús.
—Pf. Naaah. Con tanto complejo idiota que la gente tiene por tener malos padres o vivir encerrados frente a pantallas, y con la poca paciencia que yo tengo. Créeme, terminaría abofeteando a medio mundo.
Para mi sorpresa, la enana soltó a reír.
—¡Vete antes de que acabe la canciónnn! —reclamó Mario.
Mónica tiró de mi mano con fuerza y apuro, y aunque intenté que me soltara, ya estábamos en la pista de baile junto con otras parejas para cuando lo logré. Iba a tener que aguantarlo.
Puso sus brazos alrededor de mi cuello. Lamentablemente era esa lenta y estúpida canción, "Tabaco y chanel" o algo así.
"Una rosa que no floreció, pero que el tiempo no la marchita. Una flor prometida, un amor, que no fue pero que sigue viva."
Perfecto, encima era casi acorde a cómo me sentía. Sin darme cuenta ya estaba siguiendo la letra con los labios, se me había salido el lado cursi y estúpido. Hasta resoplé cuando empezó a decir "no se va, no se olvida, no se va, no se olvida". Mónica tomó mis manos y giramos al estilo de la salsa quizá, ella pegada a mí de frente, le sonreí sin querer y ella a mí.
"Y otra vez, el color del final, del final de la noche, me pregunta dónde fue a parar"
Ella también parecía estar cantando. Le di una vuelta y la atraje a mí para bailar en la misma posición del vals pero al ritmo de esta canción que era un poco más movida que eso. Le di media vuelta para un lado y luego para el otro, ella también intentó hacerme dar una vuelta pero fue un fracaso por mi altura y su pequeñez.
—Ya sé por qué eres un amargado —dijo—, aunque a veces te sale lo lindo, es porque una chica te dejó, ¿verdad?
Me puse serio otra vez.
—Siempre fui un amargado.
—Ok, entiendo que no vas a contarme...
Retiré la vista de ella con molestia.
Otra vez "no se va, no se olvida, nada, nada..." y hasta que alfín el baboso DJ hizo que empezara otra canción. Solté a la enana y regresé a la mesa.
—Ya, ¿contentos? —Me senté de golpe.
Mónica vino a sentarse, no tardaron en traer una caja de cerveza y abrir las botellas. Mario aplaudió y jaló una. Me la dio al rato, serví en el vaso y tomé un gran trago. Me aclaré la garganta tras su frío pasar amargo y con ese toque de alcohol. Alcé el vaso y esta vez tomé todo hasta el fondo.
—¡Woooo, bieeen! —exclamó Mario.
Sonreí apenas y me serví más.
—Hagamos algo —sugirió Mónica—, verdad o reto, con esa botella que está por acabarse.
—¡Sí! —dijeron enseguida los otros.
—No.
Me miraron.
—Oh, vamooos.
—Si no quiero decir algo, no lo haré, lo siento —aseguré aunque con una leve sonrisa de burla—, y si no me gusta el reto, tampoco lo haré.
—Entonces yo tampoco —dijo Jesús.
—¡Aich! —se quejó la chata acusándome con la mirada—. ¿Qué tengo que hacer para que te comportes como un chico normal y no como un viejo de cincuenta? —reclamó en voz baja.
—Buena pregunta —respondí en el mismo tono bajo—. Me gusta imaginar mujeres desnudas pero ya que te ofreces puedes colaborar e ilustrame mejor. —Sonreí de lado y arqueé una ceja.
Abrió más los ojos y se ruborizó. Reí.
—¡Qué rayos...!
—Nah —le palmeé la cabeza—, solo bromeaba. Y no eres mi tipo. —Tomé del vaso.
Se reacomodó en su silla y se cruzó de brazos bastante incómoda. Asumí que escuchar de alguien un "no eres mi tipo" era el apocalipsis para casi cualquiera incluso si no gustaban de la persona, pero no iba a disculparme. Había sido sincero. Mario se sirvió lo último de cerveza paseando su vista entre los dos, y puso la botella echada en el centro de la mesa.
—Muy bien. —Rompió el hielo—. Empecemos.
La hizo girar, la cosa terminó dando la punta hacia el lado de él y el fondo hacia mí.
—Reto —solté.
—Pero debía pregunnn... —Resopló—. Bueno. Anda y lígate a una de las de Comercio. Te la estoy poniendo fácil.
—¿Qué? Ni de chiste.
—Ja —pareció burlarse Mónica, me lanzó una mirada retadora—, quizá ninguna mujer es de su tipo.
—Uuuuuuuuhhh... —murmuraron los otros.
Le fruncí el ceño.
—Ah, con que con esas.
—Pues demuestra que no.
—No tengo que demostrar nada.
—Dense un beso —sugirió Jesús—. Ouch, oye —se quejó mirando a Mario, que al parecer le había dado una patada por debajo de la mesa.
Sonreí con burla también pero volví a ponerme serio.
—Bien, como quieran. —Fijé mis ojos en los de Mónica y me incliné hacia ella, quien al parecer se ruborizó un poco... creyendo que la iba a besar, claro, pero me detuve—. Iré, me ligaré a la más guapa, la llevaré a un baño... y haré mucho más. —Me puse de pie ante su mirada de desconcierto.
Me alejé, mi plan era largarme en realidad. Sin embargo, vibró mi teléfono, y luego de responder obtuve un verdadero motivo para irme rápido de ahí.
***
Entré corriendo al asilo, y al llegar a la habitación de la señora Lucy, me encontré con personas de pie a su lado, pero ella al verme los hizo quitarse y sonrió débil mientras estiraba el brazo y me le acercaba, tomó mi mano y la apretó, terminé arrodillándome al lado de la cama y cubriendo con mi otra mano la suya.
—¿Tan pronto? —pregunté casi en susurro.
—Ya están aquí los tres... —habló apenas—, podré irme en paz...
Les di una fugaz mirada a los otros, dos señores, que de seguro eran sus hijos, y el resto sus familias.
—¿Puedo ayudar en algo? —quise saber.
—No, ya está todo bien... —Dio un par de lentos parpadeos—. ¿Crees que vaya al cielo?
—Por supuesto. Usted es buena, lo sé, créame...
Su alma no era cien por ciento blanca, pero aunque iba a volver, todos eran testigos de Dios al morir, recordaban sus vidas. Todos excepto las almas cien por ciento negras, esas ya no subían.
—Muchas gracias —mostró una leve sonrisa—, ¿no sufriré?
Negué enseguida. Alguna de las mujeres que estaban empezó a sollozar, y uno de los niños a llorar.
—Hey, no lloren —dije con firmeza y al mismo tiempo amable—, ella va a estar bien. Créanme que así es. Conocerá a Dios, eso es bueno, ¿no? —Miré al niño, el cual asintió y limpió sus lágrimas—. Va a sentir felicidad y bienestar, solo imaginen la felicidad de trillones, o mejor, de infinito número de personas. Ella los va a ver y cuidar, y luego un día se van a reunir.
El niño se acercó y ella le tomó su mano, cerró los ojos. Le pidió que le contara cómo le iba en el colegio, así que empezó a narrar sobre sus profesores, sus amigos, lo que hacía en el receso. En parte recordé, y sonreí levemente, ya que así como él, yo también jugué con la tierra, algunas niñas me hacían comprar sus pasteles de tierra y pasto, perseguí lagartijas, jugué a que era Gokú...
Hasta que me di cuenta de que el agarre de la mano de la señora ya no era fuerte.
Suspiré en silencio, la solté y dejé reposar sobré el colchón. El niño dejó de hablar y se tapó la cara para luego correr con su mamá. Me puse de pie y quedé con la vista baja, los otros empezaban a llorar en silencio.
Fuera como fuera, era triste. No se podía hacer nada, y uno extrañaba de forma inevitable, le temíamos a la muerte y al ya no ver más a esa persona. Nos íbamos pero el mundo seguía girando. Miles morían... miles nacían. Hacíamos una vida, algunos nos recordaban, pero luego, como todos, también se iban. Éramos efímeros. Una existencia no alcanzaba para hacer todo lo que se debía. Pero seguía siendo difícil aceptarlo, seguía siendo difícil de entenderlo, de no sufrir con la partida de alguien.
Ella yacía con una muy leve sonrisa, se había ido feliz, pero la pena se me acunó en el pecho aun así.
Un par de enfermeras entraron. Me aparté...
***
Miré el ataúd en el fondo, listo para recibir la tierra que los del cementerio estaban por arrojarle. El día estaba nublado, a pesar de la época, el frío se resistía a irse algunos días. Respiré hondo. No me agradaba, el primer entierro del año... Y pensar que tarde o temprano también iba a tener que...
No. era mejor no pensar en eso.
—Nos había comentado sobre un joven que la cuidaba —dijo uno de los hijos, acercándose a mí luego de que terminaran de poner la lápida—. Gracias por eso.
—Descuide... si hay algo en lo que pueda ayudar, solo avíseme.
Asintió y me alejé un poco, pero solo un poco hasta quedar cerca de otro cúmulo de gente que conversaba, porque se le acercó el hermano y se pusieron a hablar.
—No me da buena espina —murmuró—, ¿no has escuchado las noticias? Me parece que es de quien hablan... Tiene una energía un tanto fuerte.
Claro, algunos decían que tenerme cerca les daba paz, mientras que a otros les repelía, y era porque tenían algo de negativo ya en ellos, así que no me extrañó ese comentario.
—Mamá hubiera querido que él estuviera —refutó el primero.
—Lo que no se me haría raro es que ella lo haya mencionado en el testamento. Casos así ha habido en el que alguien trata de aprovecharse de algún anciano tonto. Pero si se le ha ocurrido a la loca hacer algo como eso, reclamaré.
—Lo dudo...
Negué en silencio. Tal y como suponía, tenía algo de corazón negro al final de cuentas, solo estaba a la espera de las herencias de parte de la pobre señora. Una madre era una madre, siempre, aunque había fallado al criar ese, pero a veces pasaba. No tenía por qué estar todo escaldado por cosas materiales. Aunque yo, teniendo una madre que era buena persona, había sido muy idiota, podía comprender el caso de este "error", además dependía de cómo venía su alma de la vida anterior también.
Me acerqué a ver la lápida. Los adornos florales frescos estaban casi en todo alrededor, y el viento lo estaba esparciendo, junto con los de otras tumbas cercanas. Ese típico olor a flores... típico olor de cementerio, despedida, y muerte.
—No te preocupes, fuiste buena —murmuré bajo—. Adiós...
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