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34: Tratando de olvidar


—Dios es puro sentimiento bueno. Nuestro espíritu está en este cuerpo biológico que no es más que materialización de energía. Debemos despertar nuestra consciencia, no dejen que el cuerpo se sobreponga. Tampoco digo que lo descuiden, ámenlo porque Dios está en él, forma parte de ustedes. Su espíritu y Dios lo mueven. Uno no puede estar sin el otro, pero él quiere que enriquézcan sus almas, porque cuando estas abandonen sus cuerpos podrán sentirlo, pero también verán al mal que nos rodea, podrán sentirlo tanto como al bien. Será ahí donde se sabrá si vuelven, si suben, o si bajan.

Mi móvil vibró, haciéndome saber que era hora de irme. Me disculpé y salí corriendo, ya que había descubierto gente siguiéndome a veces. Me detuve luego de unas cuatro largas cuadras. Recuperé el aliento un rato más mientras caminaba. No iba seguido a hablar, solo rara vez, incluso había salido en las noticias. "El chico milagro", no tenían una foto mía pero sí testimonios, aun recordaba lo que habían dicho.

"No parece hablar de ninguna religión", "si te le acercas te sientes bien", "no carga ningún libro del cual pueda sacar sus ideas", "cura con solo tocar", "no saben dónde vive ni su nombre".

Ya empezaba a preocuparme. Apenas había ido un total de cinco veces, y las cosas ya estaban así, ni siquiera tenía hora fija ni día de llegada. Sentí algo y volteé para corroborar mis sospechas de que alguien me seguía en un auto. Volví a correr tras maldecir y subí a un bus que ya partía.

Le enseñé el dedo medio al sujeto y sonreí mientras bajaba su cámara. Claro esa foto no iba a valer mucho.

Era temprano, tenía tiempo, ya lo había calculado bien. Tenía mi primera clase en la tarde. Ya me había inscrito y todo, incluso me habían hecho exámenes, incluyendo uno psicológico. Muchos médicos trabajaban todo el día, iba a tener incluso algunas clases de noche y salir como a las diez de la universidad. Ya todo empezaba siendo Enero recién porque como había habido huelgas de catedráticos, estaban intentando recuperar tiempo, haciendo tres ciclos académicos en un año y no solo dos. El colmo.


Al entrar a la habitación del hospital fruncí el ceño y la bilis empezó a recorrerme. Augusto, el estúpido futuro ex esposo de Eliza, porque gracias a mí se iban a divorciar. Pareció sorprenderse.

—Vaya —dijo al verme.

—¿Qué mierda haces aquí?

Tensó la mandíbula.

—Podría preguntar lo mismo.

—No. Tú, idiota, ¿qué haces aquí?

—Ella no es la única en coma. He estado pensando que quizá alguien les hizo lo mismo, aunque suene a locura. Quizá ese alguien sea conocido.

—Ja. Si lo que intentas decir es que sospechas de nuevo de mí, debo arruinar otra vez tu juego del detective que no te va. ¿Por qué no buscas al sospechoso en lugares más cercanos a ti?

—¿Qué intentas decir? —frunció más el ceño.

—Quizá ya te enterarás, quizá. Total, tu novia te engañaba y tú ni cuenta.

Apretó los puños. Sabía que ahí no podíamos pelear, aunque ganas no me faltaban.

—Más te vale que te cuides las espaldas. Sé que algo tienes que ver.

Salió, bajo mi mirada de odio como aquella vez.

Respiré hondo y cerré los ojos unos segundos. Miré a Herminia y fui hacia ella. Le di una leve caricia, pensé en pasarle energía como lo hacía con los enfermos, como siempre, pero al recordar a Eliza, a ese demonio apareciéndo de la nada, a lo que pasó, a esa cosa atacándola, acabando con ella...

Me dejé caer de rodillas, apoyé los brazos en el colchón y quedé observándola. Quería darle una suave sacudida y hacerla despertar... como si pudiera...

—¿Qué estoy haciendo? —susurré.

No tenía sentido.

Recosté la cabeza sobre mi antebrazo izquierdo y llevé mi mano derecha a sus cabellos. Tan solo hacía semana y media que los había creído tocar cuando ese demonio se atrevió a tomar su forma. Me había hecho retroceder, me había hecho recordar, y de lo que no la tocaba más que sus manos, ahora estaba aquí como un tonto tocando su cabello.

La culpa sí me había carcomido después de todo, me seguía destruyendo en silencio, era probable que Eliza deseara eso. Lo había logrado. No sabía hasta qué punto la culpa iba a afectarme, si tal vez estaba condenado. De repente los ángeles lo sabían y por eso tenía esta misión, para hacerla antes de perderme en las tinieblas.

Quizá Jenny también tenía razón, quizá debía dejar ir, olvidar. Después de todo no había esperanza, no había solución, así eran las cosas, no las iba a poder cambiar, aunque me dejara carcomer por la culpa, aunque me dejara devorar por demonios, aunque llorara mares.

Nada de lo que hiciera o dejara de hacer la iba a traer de vuelta.

Maldita sea.

Mis labios eran una sola línea, había apretado tanto los puños que mis nudillos estaban blancos.

Si Dios era omnipotente, ¿por qué no me la traía de vuelta?

Sacudí la cabeza cerrando los ojos con fuerza. No. No debía preguntar eso, yo sabía bien lo que había pasado. No era tan simple. Su alma, como todas, era parte de Dios, por eso todos los ángeles y demás sentían las pérdidas, porque formaban parte de un todo. Solté un suspiro y me puse de pie. Una enfermera entró.

—Es bueno que personas en ese estado reciban visitas —murmuró con ánimo—, en muchos casos despiertan. Además no se ha debilitado su salud, podría estarse recuperando.

Asentí sabiendo que las cosas no eran lo que seguramente creía, y salí.


***

Miraba a mi mamá acomodar cosas para irse a su viaje tonto de la congregación. No podía creer que se iba a ir con todas esas serpientes, y para colmo llevando a Melody.

—¿Cuándo salen?

—Mañana temprano.

Me sorprendí pero terminé aceptándolo, claro que demostré mi desaprobación negando en silencio.

—Para cuando vuelva, quiero un gatito —dijo mi hermana.

—Seeeh, seeeh...

—Tienes suerte de empezar tus clases, sino te habría llevado.

—Pf, con ellos no me mueve ni Dios.

Terminé de almorzar y corrí a alistarme para la clase. Ya que mi mamá iba a irse pronto, me despedí de ella con un beso en la frente y un gracias, por la comida, claro.


***

Entré al aula ignorando a todos, dejé caer el cuaderno en el escritorio y me senté para luego deslizarme un poco hacia abajo en la silla. Sentí algunas miradas sobre mí, así que fruncí el ceño y dirigí los ojos al grupo de chismosos. Un chico de quizá más de veinte años que usaba anteojos, una chica de quizá la misma edad de cabello rubio pero sin duda teñido, y otro que por gordo, me hizo recordar al marsopa hermano de Jenny. Sonreí de lado y regresé mi vista al frente.

Quizá era uno de los más jóvenes, y claro, si las vacantes del examen para las escuelas habían sido unas tres, yo había ingresado en esa última con suerte. Mi primo Jesus llegó, pero se sentó por otro lado y no cerca de mí, lo cual agradecí porque no planeaba hablarle.

Entró un señor con bata blanca y me enderesé en el asiento para no parecer vago de la calle.

—Buenas tardes —habló, haciendo sentir la seguridad que tenía y el poder de mando desde ese instante—, futuros médicos, les hablaré sobre la carrera.

Este iba a ser de los estrictos. Se puso a escribir el nombre del curso, y sus datos.

Repartió los sílabos. Habló de los valores que debíamos tener, las cosas que debíamos hacer, el perfíl académico profesional que un alumno de medicina de la universidad debía presentar. La carrera se llevaba en tres etapas: un año de estudios generales, dos de pre clínica, y cuatro de clínica, siete años en total. Si no reprobábamos, claro.

La parte buena estaba al final. El área de clínica estaba formada por medio año de introducción a la Clínica, año y medio de rotaciones clínicas, un año de externado, y un año de internado. No tenía casi idea de lo que era cada uno, aunque de internado me parecía haber escuchado.

Iba a ser largo, iba a ser muy largo. Pero al menos estaba en supuestamente la mejor universidad del país para esa carrera. A veces me preguntaba aun cómo chuchas lo había conseguido.

El primer ciclo íbamos a llevar cursos generales como ecología, química, comunicación y aprendizaje, primeros auxílios, matemáticas... Uch, y yo que me había creído libre ya de eso. Por lo menos otro de los cursos era taller de arte y recreación, eso no pintaba mal. No querían matarnos de estrés, eso era bueno.

Al terminar el palabreo, el hombre sonrió, sorprendiéndome un poco, había creído que era serio.

—Muy bien, ahora cada uno se presentará, ya que van a convivir mucho, tienen que conocerse.

Quise rodar los ojos, ahí estaba la parte que detestaba. Empezó uno por uno a decir su nombre, lo divertido y raro fue que el profesor le hacía a cada uno una pregunta sobre química, medicina, o cualquier cosa que tuviera que ver, incluyendo cultura general.

Un par de alumnos parecieron adivinar las respuestas, ya que él daba opciones, y se dio cuenta de ello.

—Así, señor Ramos, ¿qué emisferio se encarga del equilibro, frontal u occipital?

El alumno quedó mudo unos segundos. Quise reír, estaba muy fácil.

—Eh... occipital.

Resoplé. El profesor me miró con ademán de preguntar el porqué de mi actitud así que solo hablé.

—Ninguno, el encargado es el cerebelo. Es obvio, creo que eso todos aquí lo saben.

—Aah —se cruzó de brazos—. Dime tu apellido.

—Acosta.

—Señores, con ustedes, el doctor Acosta.

Fui el blanco de muchas miradas, la mayoría de rencor, pero no le di importancia. El profesor se dirigió a la siguiente alumna en la fila que era la de pelo teñido que me había estado mirando. Luego de que dijo su nombre, el profesor atacó.

—Entonces, señorita Mónica Paredes, ¿es hija del doctor Paredes? —Ella asintió—. Ah, muuy bien. Dígame ¿qué puedo hacer para bajarle la presión a alguien y no tengo ningún medicamento a la mano?

—¿Se refiere a hipertensión?

—Sí, ya le di una Captopril al paciente, está tardando en actuar, ya se acabaron las pastillas, y necesito bajarle la presión cuanto antes.

Esperó varios segundos, pero al parecer no contaba con paciencia.

—N-no...

—¿Doctor Acosta? —Me miró.

Mierda.

—Eh... podría... hincarle un dedo del pie, por ejemplo, y dejar que la sangre corra un poco. Eso puede ayudar a bajar la presión...

Arqueó las cejas y asintió.

Continuó con el siguiente en la fila. Suspiré en silencio, aliviado por haber leído tanto, al final había servido. La tal Mónica se sentó molesta y de seguro avergonzada. Por mi parte yo rogaba que los demás se supieran las respuestas o me iban a joder a mí si no.


Finalmente a mí ya no me pidió presentación, ni me preguntó nada. Suficiente con el hecho de que había contestado las preguntas de otros tres brutos.

El tormento acabó y salí, no disparado porque no quería parecer asustado. Jesús se despidió con un par de palmazos en el hombro, y luego otra persona me detuvo y me hizo voltear al tocarme el otro hombro. La chica.

Con la cara que tenía supe que era de esas chatas que se jactaban de ser bajas y supuestamente adorables, pero que en realidad eran gnomos infernales.

—Escucha, no ingresé en primer puesto del examen ordinario como para que uno que ingresó en el de las escuelas crea que puede opacarme.

Fruncí más el ceño.

—Idiota. —Eso la hizo sorprender y enrojecer de cólera—. No me interesa quién mierda haya ingresado en qué puesto y cómo. Yo hago lo que quiero y si opaco a todos, lo haré, me importa un carajo así que no jodas.

Me alejé dejándola completamente ofendida. Si creyó que era de los chicos callados, se había equivocado, yo no era precisamente el santo nerd del aula.

—¿Con esa boca besas a tu madre, mal educado?

—No —respondí volteando y caminando de espaldas para seguirla viendo—, pero sí a las chicas, y adivina, les gusta. —Guiñé un ojo y volví a voltear.

La escuché renegar y rabiar en grande pero la ignoré. Mujeres escandalosas eran para amarrarles el hocico y encerrarlas, le hacían daño al medio ambiente.


***

Salí de la ducha luego de haber vuelto de las clases de la mañana, taller de primeros auxilios y arte, en donde había tenido que escoger artes plásticas ya que moldear cosas no supuse que sería un problema. Aun fastidiado por la tonta enana que me había molestado el día anterior, claro. No tenía nada que comer, ni mamá en casa, por lo que iba a tener que cocinar o morir.

Me di cuenta de que alguien tocaba la puerta así que me asomé con molestia por la ventana.

—¡Qué! —Me sorprendí al ver a Jenny, que enseguida se ruborizó seguro al ver mi torso desnudo. Sonreí—. Qué milagro —me burlé.

—Hola —saludó tímida—, quería hablarte...

—Ya bajo, dame un par de minutos, acabo de bañarme y estoy...

—Sí, sí, sí —asintió poniéndose más roja.

Me vestí veloz y bajé a abrirle.

—Mejor ya no —dijo bastante aterrada y a punto de irse.

—Aaah, no. —La detuve y la jalé para adentro de la casa—. Vamos. Valor.

Fuera lo que fuera lo que la había traído, la tenía bastante nerviosa. Se sentó a mi lado en el sofá y me quedó mirando. Arqueé una ceja, quizá iba a invitarme a su boda... o tal vez quería hacer preguntas sobre sexo para satisfacer a su esposo... Ugh.

—¿Y bien?

—Quería... pedirte un favor. Pero antes... decirte cosas que ya has de saber sobre mi religión, sobre lo que piensan acerca de la mujer... su pureza y eso.

—Ah, pues sí, sí logré adivinar varias cosas que te pasaban en cuanto a eso, que tu familia te mantiene bajo control...

—No tienes idea. Es insoportable que siempre te estén haciendo recordar que debes mantenerte pura, que la virginidad, que cómo debo vestir, respetar al esposo, que la orden de Dios, que tal y tal cosa. Hasta incluso mi madre ha llegado a revisarme a veces, y juro que en esos momentos he deseado no ser virgen para que me boten de casa...

Estaba sorprendido.

—Wow, sí que son extremos.

—Es por eso que... quiero... —Me miró, tenía más rubor—. ¡Quiero que me quites la virginidad!

Quedé en blanco. Parpadeé confundido, quizá no había escuchado bien... No, claro que sí.

—¿Q-qué?

—Te lo pido como...

—No. —Negué poniéndome de pie.

—Por favor —se puso de pie también y me detuvo del brazo—. Por favor, te lo pido como amiga...

—¿Estás loca? Déjale eso a tu esposo.

—No quiero casarme. Y con esto me dejarían en paz por ser indigna...

—¿Acaso tu palabra no vale? —Negó en silencio. Resople, no podía creerlo—. Oye... —La tomé de los hombros para que soltara mi brazo—. Mereces que alguien mejor que yo haga eso, en serio.

Alzó la vista y quedó mirando, el rubor de su rostro no se iba.

—Te lo pido a ti porque eres el único chico que conozco que está fuera de mi religión.

—¿Crees que otro se negaría incluso siendo religioso? Esa ya es mucha ingenuidad de tu parte...

—Bueno, quiero que seas tú —habló con determinación, sorprendiéndome—. Quiero que seas tú —terminó susurrando.

—Insisto, mereces que otro lo haga.

—No te subestimes, tú eres grandioso pero no lo quieres ver.

—No, para nada.

—Necesito esto. Estoy harta de mi vida, estuve mucho tiempo pensando, siempre he sido esclava de lo que dicen ellos, de lo que dicen todos en la congregación. Incluso saben todo de mí. Esto sería como liberarme, porque se alejarían, me dejarían de fastidiar al fin, buscaría un trabajo, estudiaría, iniciaría otra vida lejos. Mi palabra les vale un comino, debo actuar. Te lo pido de favor.

—¿Y lo que yo quiera no cuenta?

—Los hombres siempre quieren —dijo con timidez.

¿Desde cuándo se había culturizado en cuanto a hombres?

—Depende, no siempre.

—Puedes... Puedes imaginar que soy ella...

—Ja. No, tú no desprendes la sensualidad que ella... —Vi un par de lágrimas asomarse por sus ojos. No podía ser. Solté un pesado suspiro—. No... No llores. —Tomé su rostro y limpié sus lágrimas—. Ya. Lo siento... Eres guapa, eres muy guapa. No olvides eso.

—Imagina que desprendo su sensualidad... quizá tú también lo necesites.

Solté una corta risa, aunque no muy feliz, sino más bien nostálgica y de leve amargura. Cerré los ojos y le di un beso en la frente. No iba a responderle que no, no quería ilusionarla, tampoco iba a responder que sí, no quería ponerla más triste.

—Luego de esto no vuelvas a pedirme nada raro —susurré.

No le di tiempo a responder o preguntar porque levanté su rostro tomando su mentón y la besé. Solo un beso corto para hacerle saber. Tiré suave de su mano y la llevé escaleras arriba, a mi habitación, cerré la puerta y volví a besarla pegándola a mi cuerpo. La sentí temblar de forma leve.

—¿Todo bien?

Empecé a hacerla retroceder para acercarnos a mi cama.

—Acabo d-de pensar en qué pasa cuando veas m-mi cuerpo y...

—Humm, digamos que estoy familiarizado. No tengas vergüenza, tranquila, tu mente juega un papel importante según tengo entendido, así que no te auto limites.

Sonrió con nerviosismo. Era linda a su manera.

Traté de hacer que se sintiera bien, me aseguré de que así fuera. Mi experiencia no era basta, y nunca había estado con una chica que fuera virgen, no supe si iba a ser capaz de hacerla disfrutar, pero sabía cómo tocar y besar.

Y aunque en un inicio sí pensé e imaginé a alguien más, aquella mujer a quien no alcancé a amar por culpa de los crueles sucesos, no era justo porque supe que eso no haría que dejara de desearla a mi lado, no haría que dejara de extrañarla. Tampoco era justo para Jenny, así que terminé entregándome a ella y al momento para que al menos lo recordara bien, y fuera memorable como lo merecía.



***Aviso*** Tengo el fragmento sin censura (if you know what I mean 7u7) ya que un par de personitas preguntaron. Pueden ir a mi grupo en facebook https://www.facebook.com/groups/mhazureaders/ (lo buscan como mhazu readers en el buscador de facebook si gustan) (también pondré el link en comentarios y como vínculo externo, no puedo mandar el archivo al correo ya que pienso que así es más seguro, y secreto) Piden unirse (se unen a diario varias personas) y lo encontrarán en archivos como "EscenaeliminadaYlibranosdelmal"... sí, qué creativo nombre :v 

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