21: Más demonios
Bajé del bus y me topé con un perro negro. Maldije, pero al verlo reconocerme y menear la cola supe que era ese perro raro que se me había pegado desde el otro día. Le sobé la cabeza y lo dejé.
Corría por las calles, ya jadeando, no por cansancio, quizá por preocupación. Jenny no era mala persona, ella en verdad, aunque tonta, no merecía que una loca le hiciera daño, menos por mi culpa. No sabía si Darky me seguía, no sabía si quizá me esperaba una trampa suya, y tampoco me importaba.
Crucé por la entrada de rejas blancas del lugar, que no estaba muy lejos de la parada del bus.
—¡Jenny! —la llamé.
Un par de personas de por ahí me miraron raro y se alejaron entre las tumbas. Era un cementerio antiguo, feo, en cuyos altos muros gruesos se disponían los ataúdes en nichos. Un fin bastante miserable, había llegado a pensar que no había nada mejor que ser quemado y arrojado al olvido, mas no ser puesto en un muro, en un depósito de muertos.
Si la gente estaba por aquí como si nada, significaba que ella no estaba a la vista, y si no me respondía, era que no estaba consciente. ¿Qué le había hecho Diane en verdad? Quizá me había mentido. Pero ya sabía que si eso pasaba, iba a borrar a su demonio de la faz de la tierra.
Pensé rápido y deduje que de seguro estaba metida en algún nicho. ¿Y si se le había agotado el aire? Corrí, sin meta definida, mirando cada placa, viendo si alguna no había sido removida, o si tenía alguna marca sospechosa, hasta que vi los mausoleos y fui hacia ellos. Algunos eran bastante antiguos y tenían rajaduras, orificios, etc.
Bingo. Uno parecía tener una marca de abertura. Su puerta había sido recién abierta no hacía mucho. Miré a ambos lados cerciorándome de que no hubiera guardias y me acerqué, tiré de la puerta y se movió, con dificultad y haciendo algo de ruido, pero lo logré. Me tapé la nariz por si acaso, pero no hubo olores raros, solo polvo.
Entonces la vi, tendida en el suelo. Entré corriendo y quedé de rodillas junto a ella, la sacudí pero no despertó.
—Jenny —murmuré volviendo a zarandearla—, Jenny, vamos.
Tenía energía negra en su cuerpo. Bufé. Diane desgraciada. Respiré hondo y cerré los ojos para concentrarme y enfocarme, acerqué mis manos a ella y tiré, de algún modo, de la energía.
Ella frunció el ceño y soltó un bajo quejido, reaccionando. Sin embargo, no toda la negatividad quería salir.
—Eso es más fuerte que tú —murmuró Gato algo cerca.
Lo vi sentado observando, meneando la cola, ya había absorbido lo que había sacado.
—Calla, tú qué sabes —renegué.
—No. Tú qué sabes —se burló y se fue.
Intenté una vez más y gruñí al no poder. ¡¿Por qué?! ¿Era que acaso la voluntad de ella era más fuerte? ¿Tanto que seguía ahí incluso sin que ella estuviera presente? Bueno, muchas de las "brujerías", como les decían, trascendían por años.
¿Qué era lo que me faltaba para ser mejor que ella si no era tener un demonio más poderoso que el suyo?
Maldije otra vez.
—Alex —susurró Jenny con débil voz.
—Sí, soy yo.
Apretó los labios y empezó a contener el llanto que se venía, formando lágrimas en sus ojos que no cayeron aun por sus mejillas.
—El diablo —sollozó.
—No, no —traté de calmarla—. Ya se fue, no está.
La tomé en brazos, tenía que eliminar lo que tenía, y si yo no podía, quizá alguien más sí.
***
Lucero ladraba desde el otro lado de la puerta hasta que Herminia la abrió y quedó sorprendida. Pasé sin esperar a que me lo indicara.
—Por dios, qué demorar, ¿no ves que pesa? —reclamé mientras recostaba a Jenny en el sofá.
—¿Pero qué rayos?
—Luego te explico, bien. Tiene energía negativa en su interior y por más que intento no sale. No sé si fue alguna clase de ritual, si debo hacer algún rezo o qué...
—Ya, ya. —Resopló y negó con un movimiento de cabeza—. A ver.
Se le acercó y cerró los ojos, extendiendo un poco las manos hacia Jenny. Por primera vez, quedé petrificado al notar, con mucha, mucha dificultad, un leve halo de luz alrededor de Herminia. Abrí la boca para hablar pero quedé ahí, mejor era no decir nada, no interrumpir. Antes no había logrado ver eso, quizá por distraído, aunque lo dudé.
Quizá ya me estaba volviendo loco, pero ahora recordaba que aquella vez, cuando estuve medio drogado, creí verle alas, y el anciano del acilo que estaba por "petatearse" también. Quizá el perro no era del que debía sospechar, quizá era ella. Quizá ella era un ángel.
Reí en silencio luego de que en mi mente sonara ese ruidito del disco deteniéndose de golpe y rayándose. No. No era posible. Nosotros los humanos no podíamos ser ángeles ni nada, y si a un demonio se le notaba su naturaleza, a un ángel de seguro también. Nosotros en cambio teníamos que hacer nuestras cosas, comer, ir al baño, etc.
Ja. Ir al baño.
—¿Qué será lo que se te hace tan gracioso? —murmuró ella aun con los ojos cerrados.
—¿Cómo está?
Suspiró.
—Bien. —Bajó los brazos y abrió los ojos viniendo a sentarse cerca—. Ahora sí. Explica.
Fruncí el ceño y me crucé de brazos mientras me recostaba contra el respaldo del sillón.
—Una loca anda obsesionada conmigo, y...
—También maneja la energía negra.
—Y... —agregué con algo de temor por su posible reacción—, también tiene un demonio.
Su expresión se tornó a molesta.
—También.
—Sí.
—O sea que te has quedado con esa cosa.
—No puedo deshacerme de él, lo sabes. Si quizá encontrara un "ángel", de los que dicen, podría ayudarme a desaparecerlo, pero de qué serviría, si como ves, hay más personas que están en situaciones como la mía.
—Sí, lo imaginaba. —Pareció relajarse—. Solo alguien de energía blanca y muy fuerte podría contra ellos.
—Pero los ángeles no se aparecen para nada.
—Ellos se presentan de formas que muchísimos no notan, dan señales que la gente inmersa en su mundo trivial no escucha. Solo alguien que les escuche, y tenga el poder suficiente, podría ir eliminando a esos seres negros.
—Ja. Un filántropo sin duda, porque yo no andaría de buena gente por ahí, enfrentándome a esa gente loca.
—Bueno, tú eres uno.
—¿Disculpa? —pregunté ofendido—. Yo no lo tengo porque haya querido. Y perdona, pero creo que soy demasiado genial como para ser uno de esos locos.
Rió un poco, cosa que rara vez hacía, al menos cuando yo decía algo.
—Maldigo tu ego.
Abrí los ojos de par en par.
—Woow, acabas de maldecir —la acusé con el dedo—, alguien está de mal humor. Creí que la perfecta Herminia nunca estaba de mal humor. —Volvió a reír—. ¿Te le estás rebelando a Dios? Has sido una angelita mala —ronroneé.
Negó mientras reía, se había ruborizado apenas, quise darle un ligero pellizco en su pequeña nariz y...
¿Qué?
Sacudí la cabeza y parpadeé varias veces confundido por ese pensamiento medio estúpido que se me había venido de repente. El teléfono sonó y fue a atender. Olvidé todo enseguida al verla empalidecer. Apretó su frente con la palma de su mano y asintió con un leve susurro a quien le hablaba desde el otro lado de la línea. Entristeció de golpe, y se había puesto tan pálida que me puse de pie por si se desmayaba.
Colgó y quedó en silencio.
—Debo irme. Y tú también, lleva a esa chica a su casa.
—¿Qué ocurrió?
—Nada. —Se fue con prisa a perderse por el fondo de su casa.
No iba a quedarme con la duda. Ella era mi amiga también, de algún modo. Volvió con su bolso al hombro, ahora estaba más triste, juraba que por llorar. Había visto chicas llorar pero no me importaba ni un poco, ya que era por estupideces. Esto era diferente.
—Puedo ayudar en algo.
—No es tu asunto.
—Yo creo que sí.
Contuvo un suspiro y cerró los ojos con molestia para luego hablarme más relajada.
—Mira, siempre he estado sola en mis asuntos. No necesito que un niño me ayude.
Intentó empujarme, y aunque yo era más alto que ella, tenía algo de fuerza, pero no me moví.
—Te equivocas conmigo, puede que cargue con bastantes errores, pero no soy un niño.
—Ja. —Respiró hondo—. Mi madre acaba de morir. —Quedé petrificado. ¿Y estaba tan tranquila? —. No es que no lo supiera, o sea... —Tragó saliva con dificultad—. Estaba en coma desde hacía bastante tiempo... Ya lo esperaba —susurró al final.
Siguió de largo, ya no la detuve.
—Nunca lo mencionaste... —No respondió—. Dejaré a Jenny, luego veré en qué te puedo ayudar, imagino que por lo menos puedo acompañarte a hacer algún trámite.
Asintió con lentitud antes de salir.
***
Recosté a Jenny en mi sofá, ella ya había despertado un poco, y estaba bastante temerosa, mirando a todos lados. Mi mamá estaba entusiasmada, llamando a su madre para que vinieran por ella, ya que al menos yo no sabía dónde vivía. Y si aparecía ahí, me iba a linchar su hermano el mastodonte. O peor, aplastarme.
—Ay hijita, ¿dónde te habías metido? —preguntó mi madre.
—Me perdí, eso es todo —susurró.
—Mamá, déjala descansar mientras llega su gente.
—¿Quieres algo de tomar? Prepararé jugo. —Se fue a la cocina sin esperar su respuesta.
Quedé a solas con ella. O casi. Melody miraba sus dibujos raros en la tv, pero no nos hacía caso. Jenny me miró con preocupación.
—Dime qué pasó —pedí.
—El... el...
—No, no digas que el diablo porque no fue eso. ¿Eran una chica loca, y una cosa espectral?
Negó. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Una mujer...
—Bueno, mujer, grande o chica, al fin y al cabo era mujer...
—Y otra más...
—¿Qué?
—Dos mujeres, y dos demonios —murmuró con un hilo de voz.
¿Qué?
Otra vez me había quedado sin habla. Ahora sí estaba preocupado. ¿Dos? ¿Cómo diablos? ¿En qué momento había aparecido otro más? ¿Y otra mujer? No podía ser.
—¿No te dieron algo? Quizá alucinaste.
Sacudió la cabeza en negación.
—Eran la encarnación del mal, uno parecía un hombre, pero luego se hizo la cosa más horrible que había visto. —Se cubrió el rostro con ambas manos—. Y el otro era el que ya había visto antes... aquella vez.
Le di un par de palmadas en el hombro para calmarla.
—Ya. Lo siento.
—¿Por qué?
—Puede que haya sido por mi culpa que te buscaran...
—No te mencionaron. Mencionaron a un ángel. Decían que había un ángel oculto en esta ciudad y querían dar con él. ¿Eres tú?
Sonreí.
—No, ¿estás loca?
Bajó la vista.
—A veces me lo pareces, y otras veces todo lo contrario.
—Vaya halago —repuse con ironía.
—Sea como sea, pequé al sentirme atraída por ti, por eso me castigan...
—No, no, no. No me vengas con eso otra vez. Eso es lo que quieren que creas, pero soy alguien normal y tú también. No pueden no sentir, es como si les dijeran: respirar el aire es pecado porque lo han respirado otros.
Estúpidos religiosos radicales.
—Dijeron temerle al ángel porque podría eliminar a los demonios. Dijeron que ellos solo pueden tomar forma de personas.
—Tonterías.
—Dijeron que no podrían ni acercársele, querían saber dónde estaba, para así no rondar por sus territorios.
Fruncí el ceño con extrañeza.
—¿Por qué?
—Porque podrían desintegrarse ante su presencia.
—¿Y por qué hablarían todo eso estando tú ahí?
—Yo fingí desmayarme en una oportunidad, luego de que me asfixiaran de alguna forma extraña. —Un estremecimiento la recorrió.
Tensé los labios. Habían dicho datos muy importantes las tontas, y estaban preocupadas, sin duda, lo que tenía que hacer era acercarlas al ángel sin que supieran y sus bestias desaparecerían.
Abrí mucho los ojos al recordar cuando Gato una vez huyó veloz, justo antes de que viera a Herminia a lo lejos. ¿En verdad sería ella? Tenía mamá, papá, y todo lo que una persona normal tendría, era raro.
Solo podía hacer una cosa. Acercarla a Diane sin que supiera ni se diera cuenta. Para eso tendría que citar a Diane a algún lado, y también a Herminia.
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