
15: Una casona
Abrí los ojos para encontrarme con la oscuridad, no podía quitarme la mirada de odio que Diane me daba en mi sueño, solo estaba ella ahí rodeada de oscuridad. Sacudí la cabeza, la tenue luz de la noche apenas entraba por mi ventana, cuando algo se interpuso. Giré el rostro y pude ver una silueta, parecía la de un hombre un tanto delgado. Mierda. Sin duda flotaba porque mi habitación estaba en el segundo piso. Mi respiración se aceleró un poco, busqué con la vista al gato pero no parecía estar.
La sombra desapareció de mi ventana, pero supe que buscaba la forma de entrar, lo sentí. Herminia me había dicho que los entes formados de energía o se quedaban afuera, o se quedaban adentro. Contó que algunas personas que habían logrado "desdoblarse" y salir de sus cuerpos, habían visto sombras oscuras rondando por las calles, o en el interior de sus casas, sombras que estando en sus cuerpos no veían nunca.
Ellos estaban ahí aunque no los viéramos, eran los que a veces enfriaban el aire al pasar, los que te hacían sentir vigilado por segundos, para voltear y no encontrar a nadie mirando. Si uno llegaba a cierto nivel podría, como yo, que podía ver a algunos. No era nada grato.
—Estúpido gato —susurré. ¿Dónde estaba cuando lo necesitaba?
Lo busqué con la vista y con el pensamiento. Aun no podía controlarlo del todo, era muy complicado. Sentí una fuerza negra y miré al techo, la cosa de la ventana estaba pegada a este, mirándome, di un respingo.
—Carajo —solté. Respiré hondo, mentalizándome en que solo era energía negativa que se había sentido atraída—. Vete —ordené.
Sentí algo más, algo que me advertía que esa cosa no era solo energía. No parecía tener ropa, y por la oscuridad solo podía detectar su forma humanoide y color gris oscuro, era casi hueso y pellejo. Tragué saliva. Algo sonó en frente de mí y al ver la pared encontré oscuridad absorbente.
El viento susurró mi nombre, hasta que entre esos susurros macabros detecté varias frases. "Ven aquí", "las personas mueren", "perdición", "nos alimentan", "sus pensamientos", "acciones", "malditos están", "nos alimentan", "ven aquí", "mueren"
"Alex"
Sacudí la cabeza al no soportar tanto murmullo en mi mente, rezadas a mis oídos como maldiciones. Me tapé las orejas y vi que de la oscuridad de la pared salía una cosa, los susurros seguían acompañados de uno que otro llanto lejano. Logré percatarme de que era un animal, una vaca o algo así, sin piel, con los ojos rojos, y peor, de su cabeza le salían dos, una a cada lado, como si fuera siamés.
Quise gritar y mi voz no salió. Me enfrié, estaba inmovilizado, no podía ni salir corriendo. Moví mi mano con todas mis fuerzas y aun así fue demasiado lenta y pesada. Traté de gritar otra vez y mi voz fue un simple quejido ahogado. De entre los llantos y susurros empecé a escuchar un ladrido.
Volví a juntar fuerzas y volví intentar gritar dándome cuenta del nudo en mi garganta y tratando de sacarlo.
Desperté con mi propio grito ahogado dando un leve brinco en el colchón. La luz del día me dio la bienvenida. Suspiré y maldije la horrenda pesadilla, otra para la lista. Volví a ser consciente del ahora, del ruido de mi mamá en la cocina friendo algo, del olor, de mi hermanita con sus dibujos animados en la televisión, y del ladrido.
¿Ladrido?
Me puse de pie con pesadez luego de estirarme un poco y frotarme la cara. Vi por la ventana y ahí estaba Lucero. Miraba atento hacia aquí, apenas me vio asomar dejó de ladrar y empezó a mover la cola. Suspiré. Era como si hubiera sabido que algo me pasaba, ese animal se me había pegado pero lo agradecí. Sin duda era verdad que los perros tenían algún sexto sentido.
Me preocupé de pronto al pensar que quizá esos entes no habían sido un sueño, sino que de verdad habían estado en este. Miré a mi alrededor, por mi closet, el techo, nada. Pero esas cosas no se limitaban a lo físico, eso ya lo sabía.
Miré a la ventana de nuevo y me espanté al ver al gato.
—Idiota —murmuré entre dientes.
—Absorbí a uno —dijo ladeando la cabeza de forma anormal.
Entonces sí habían actuado en mi mente esas cosas. Fruncí el ceño. Debía ver la forma de protegerme, no importaba si usaba magia negra para eso.
—Oye —volvió a llamar mi atención—, ¿ya se viene otro viernes o martes trece? Hubo uno en mayo y otro en junio, desde entonces esto es aburrido.
—Para tu mala suerte no, al parecer no habrá más —renegué.
—Lo inventaré entonces.
Di media vuelta. Iba a ver la forma de librarme de los malditos entes y de esa estúpida maldición con la que jugaba ese.
***
—Iré a traer cosas para la casa que hacen falta —avisó mamá.
—¡Me traes algo!
—¿Cómo qué?
—Eh. No sé, algo.
—Si es que me alcanza el dinero. —Cerró la puerta.
Esperé unos segundos y corrí a la computadora, me era más cómoda que la laptop. Buscaría sobre hierbas, esas que usaban los brujos. También tenía tarea por hacer, el trabajo de historia, el de química, estudiar, y llevar al gato a que absorbiera más energía negra. Pero eso último debía ser en un día que no estuviera ocupado.
Puse en el buscador: "protección contra entes malignos". Me salieron algunas cosas que no me parecían muy convincentes aunque quise entrar a cada una, iba a tardar, no quería yahoo respuestas, ni el poder de la oración, por lo cual resoplé, pero una llamó mi atención. Decía "ataque psíquico", eso tenía quizá más lógica. Lo que me hacían esas cosas era atacar mi mente.
Entré y me puse a leer lo que había.
«Lleva constantemente un pedazo de espejo, para que la energía negativa enviada a ti se reflecte hacia fuera.», eso parecía lógico, los espejos tenían la fama de ser cosas raras, podía intentarlo.
«Visualiza a diario que tu cuerpo entero se llena de luz blanca y que esta luz se expande hacia fuera, formando una esfera alrededor de ti. Si te cuesta visualizar, pídeles a los ángeles que te rodeen con su luz». Pffff, ya empezábamos con las cosas religiosas. Me centré en lo que parecía más lógico.
Aunque no sabía por qué hacía esto si Herminia ya me había dicho que debía hacer justo eso, rodearme de energía positiva, blanca.
«Duerme con una piedra protectora debajo de tu almohada, como una turquesa, un lápiz lázuli o una malaquita». ¿Y de dónde sacaría una de esas mierdas?
«Coloca en tu cuarto de dormir un recipiente con sal marina...». ¿Por qué no pedían sangre de unicornio también?
«Si sufres de pesadillas, coloca tus zapatos o zapatillas con la punta hacia direcciones diferentes delante de tu cama». Eso se me hizo raro pero lo haría, por si acaso.
«Si no eres cristiano, vete a lugares energéticos, como a un templo o a sitios positivamente magnetizados». ¡Al fin algo coherente!
No me vestiría con colores alegres ni pondría flores como sugerían líneas más abajo, eso iba a arruinar mi masculinidad, estaban locos. Lo de música clásica podía ser, y lo de evitar ver cosas feas y tristes también.
«Evita las personas negativas o abatidas, así como los vampiros energéticos...». Ahí estábamos con un problema, si yo era negativo y me rodeaba gente como la tía vampira de energía. Intentar ser positivo y alegre estaba difícil.
«Adopta una mascota, si es posible un gato, ya que los gatos absorben la energía negativa». Reí mucho con eso, y dejé de hacerlo cuando otra línea sugería pasar tiempo con niños, y otra hablaba sobre abducción extraterrestre. Ya tenía suficiente con lo de la tierra, no quería pensar en las posibles entidades de afuera.
Terminé cerrando la página para empezar a hacer las tareas. Se venían además los exámenes, un suplicio.
En eso el enchufe chispeó y se apagó la computadora. Chasqueé los dientes.
—¿Qué mierda? —Moví el enchufe. No era la primera vez que pasaba, ya le había pasado al televisor.
Melody pasó de camino al sofá.
—Le pregunté la vez pasada al gato si era él, y dijo que no es culpable de lo que la energía negativa afecte en la casa —habló como si nada—. Dijo que las cosas suelen malograrse por eso.
Fruncí el ceño. Claro, fallos en la corriente eléctrica, luces parpadeantes, chispas, electrodomésticos quemados. Lo normal. Quizá por eso Diane mantenía al pajarraco afuera de su casa. Suspiré y volví a encender el aparato del mal. Ya parecía nena con lo sensible que era.
Terminado el último trabajo ya estaba dispuesto a ir a buscar algún espíritu negro por ahí, cuando llegó mamá, y entró con alguien más.
—Tu amiga quiere verte —dijo feliz.
Pasó de largo a la cocina con lo que había comprado y me dejó. Le fruncí el ceño a Diane mientras ella solo sonreía de forma siniestra. Temí porque hubiera notado la falta de cabellos en su cepillo, pero traté de no pensar en eso, Darky estaba cerca.
—¿A qué vienes? —No respondió y tomó mi mano haciendo que me levantara de la silla.
—¿No puedo ver a mi novio?
Resoplé.
—No me vengas con eso, que tú y yo no quedamos en nada, solo una tregua.
Ya se había pegado a mí, se puso en posición y empezó a mecerse muy despacio como si bailáramos un vals fantasma. Estuvo así por un par de minutos, muy incómodo silencio.
—He tenido sueños... —Eso me extrañó—. En ellos estás tú... —No supe si debía decirle que ella había aparecido en un sueño también.
—¿Y qué hago?
Alzó la vista sonriente.
—Eso es lo mejor. O estás muerto o estás sufriendo.
Se me enfrió un poco el cuerpo de golpe. ¿Cómo podía sonreír? Aunque claro, ella había querido matarme, y aun no le encontraba razón a eso. Había más gente como yo por ahí, ¿cuál era el caso? ¿O era que me estaba ocultado algo importante? ¿Pero qué tendría yo de importante?
—No me parece gracioso —renegué separándome de ella.
—Dejando ese tema de lado —dijo riendo de forma leve—. Sé de una casona abandonada no muy lejos de aquí. —Volvió a acercarse—. No pienses mal, no quiero que sufras, necesitas hacer más fuerte a ese ente que te acompaña.
Susurró a mi oído la ubicación del lugar mientras su mano se deslizaba por mi pecho, causándome escalofríos. Hecho eso, se fue sin decir más.
Más de noche, salí con el animalejo a buscar algo de energía. Caminé sin miedo hasta aquella casona de la época colonial, en esta fea ciudad había muchas y vacías, ya que eran patrimonio cultural.
Al llegar, la puerta estaba semiabierta, lo cual no esperaba. Un llanto muy bajo sonó por atrás, volteé a ver pero solo había un parque oscuro. No pude volverme a la casa porque algo crujió entre la oscuridad y las plantas, giré por completo esperando darle cara y no presentarme débil ante el ente, aunque aún no lo detectaba.
Una respiración agitada a mi costado me enfrió y miré de prisa. Sin poder evitarlo di un respingo al ver un bulto negro, pero no era un espíritu, no tenía negatividad y pronto se acercó moviendo la cola. Suspiré.
—Bicho idiota, me asustaste. —El perro se acercó y le acaricié la cabeza, era negro—. Ese color no te favorece, ¿sabes? Ya bastante animalejo negro he visto.
La puerta de la casa crujió, abriéndose, tras lo cual el perro salió huyendo y llorando al detectar lo que yo. Lamentablemente no podía correr también, debía hacer más fuerte al gato sonso. Me adentré, siguiendo el sonido del leve llanto que ahora venía de lo más profundo de la oscura casona.
—Mis hijos —se lamentó.
Seguí por un pasadizo, viendo de reojo un par de habitaciones abandonadas, con camas y muebles destrozados. Caminé siguiendo el aura negra hasta la última, tratando de respirar profundo, sacando la poca valentía que por ahí tenía. El llanto se había hecho más claro.
Al entrar la vi. Una mujer muy delgada, vestida de negro, lo típico, sentada en una cama de madera cuyas tablas estaban por los suelos. Lloraba llamando a sus hijos, se me hacía conocido ese cuento.
—Ya calla, sé que tus hijos no se han perdido, ni siquiera eres una mujer real —murmuré sonando severo, a pesar de que temí porque se me quebrara la voz en algún momento.
Sentí un aumento de su energía que no planeaba, el espíritu se acercó flotando un poco y retrocedí, a pesar de que no quería dar rastros de miedo ni que lo sintiera, estaba demás.
Sonrió mostrando sus dientes en punta. Sus ojos negros se agrandaron y ensombrecieron, demasiado, su cabello desapareció y solo quedó siendo una cosa humanoide y gris. Ya había dejado de respirar. Gato se puso entre los dos y tomó su forma real. Ahora tenía los brazos un poco más largos, o era que así los hacían ver las largas uñas afiladas y negras que tenía.
—No es el único —avisó con diversión.
Tragué saliva. Mi mente miedosa no captó eso hasta que las cosas alrededor empezaron a moverse. Miré alrededor, sombras se movían en las paredes, tras las cortinas rotas, empecé a escuchar los susurros, esos susurros infernales. "Muerte", "nos alimentan", "malditos son, malditos todos están", "poseer", "débiles de espíritu", "mueren", "humanos mueren por dentro", "¡Alex!", "perdición", "sus pensamientos", "¡perdición!", malditos", "nos alimentan". No solo decían lo de siempre y algunas cosas más, también eran cánticos que parecían lamentos del inframundo.
Giré, siguiendo con la vista a una de las sombras que había salido del muro y se paseaba, rodeándome, me atraía a ella con sus cánticos mortales, susurraba mi nombre y decía sus demás disparates. Pronto me encontré con que todas las demás también empezaban a salir y a volar a mi alrededor, no tenían forma, solo eran entes negros. No dejaban de decir lo de siempre, de lejos, de cerca, a mi costado, en mi cabeza.
Entonces entendí algunos de los murmullos. ¿Podían meterse en mí? Cuando pensé eso, todos se detuvieron.
Salí corriendo disparado y ellos detrás, grité, aunque no quise no pude evitarlo. Escuché sus chillidos infernales, los chillidos de Gato. Me enfoqué en la tenue luz que entraba al final del pasadizo, debía llegar a ella por lo menos.
Un fuerte golpe me hizo caer y deslizarme sobre el viejo piso de madera lleno de polvo. Tosí, pero pronto otro golpe me estampó otra vez contra el piso. Chillidos incesantes. Uno tras otro golpe, y yo gritaba con cada uno, no sabía qué pasaba. Sus murmullos seguían ahí, seguían diciéndome cosas, pero también dejaron ver sus intenciones. Intentaban meterse en mí, pero no era un débil de espíritu, no podían ingresar y por eso eran repelidos, ese impacto era el que me golpeaba también.
Traté de ponerme de pie, o por lo menos avanzar a gatas, no dejarme aplastar por los bichos que intentaban entrar uno tras otro.
—No... —Otro impacto casi me volvió a estampar contra el suelo—. Váyanse... —Avancé con dificultad, aguantando los impactos.
El dolor empezaba a hacerse sentir cuando ya estaba a medio pasadizo, pero al parecer algunos empezaban a darse por vencidos, chillando furiosos. Apretaba los dientes y avanzaba prácticamente a rastras. Si quedaba inconsciente no la contaría quizá. Traté lo que nunca, mentalizar un escudo protector de energía blanca.
Más chillidos, aunque reconocía esos, era Gato, al parecer estaba atrás dándole algo de pelea a los entes, o en todo caso, absorbiéndolos. Mejor para mí, así sería más fuerte. En eso recordé, la maldita Diane de seguro sabía sobre esto, sabía todo lo que había aquí. Sentí rabia conmigo mismo por haber caído en su trampa, de algún modo eso me dio fuerza para avanzar más rápido.
Otro golpe aún más fuerte me estampó en el suelo, ya cerca del final del pasadizo. El chillido ensordecedor de la cosa me hacía doler los oídos, empujaba contra mí, intentando meterse. Grité porque sentí que algo se me quebró, y no precisamente algo físico.
—¡VETE! —le ordené, tras lo cual salió expulsado.
Aproveché, me puse de pie, casi arañando la madera y corrí. Algo más me golpeó mientras soltaba otro chillido y me lanzó al exterior, caí sobre la acera, todo se oscureció más de lo que ya estaba, algo venía hacia mí, pero no pude ver qué. Mis ojos se cerraron.
No otra vez...
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