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Azul

Azul, así era el cielo, azul. En la noche solía tener colores nuevos, dependiendo del lugar. Verdes, morados, amarillos ... Debía ser algo hermoso, muy hermoso. Azul, ese era el color del mar, azul. Y se volvía algo verde con la fuerte luz del sol. El sol, el sol es tan bello, tan brillante, eh visto su luz, a veces, cuando decide ganarle a la inmensa capa gris que nos oculta las estrellas. Nos decían qué lo veríamos, algún día, cuando todo se arregle, pero yo no lo creía.

-Ya dañamos suficiente al mundo-solían decir- ahora hay que dejarlo respirar.

  Y la gente asentía en silencio, ¿qué fue lo que vieron y sufrieron para aceptar vivir en una nube gris? ¿Tan mal estaba el mundo? La verdad no entendía, si tanto querían dejar que el mundo respire ¿porque no usamos energías renovables? ¿Porque no mejor dejábamos de producir tantas cosas que no necesitábamos para después simplemente botarlas y que se vallan a quien sabe dónde? ¿Por qué no hacíamos nada? Vivir encerrados, sin poder ir a ver el mundo, el bello mundo, era una tortura.

Deseaba salir, con todas mis fuerzas lo deseaba. ¿Pero cómo? Cada frontera estaba vigilada, si me atrevía a cruzar entonces me disparaban, sin importar mi edad. Todos los días iba y me sentaba atrás de la línea que me separaba del mundo. Y miraba el horizonte, con la esperanza de ver algo, con la esperanza de algún día salir. A veces veía algo de luz, a veces, y luego se perdía detrás de las colinas. Y no, no eran colinas verdes, eran colinas grises, como todo lo demás, gris.

Había ciertas personas que tenían derecho a salir hacia las colonias, ir a esos enormes invernaderos grises a trabajar. Cuando cumplí 18 me preguntaron que quería hacer y decidí ir a trabajar en los invernaderos. El primer día estaba emocionado, tenía la esperanza de que detrás de las colinas al fin vería el cielo azul, o un árbol, verde y alto. Pero no había nada, solo kilómetros y kilómetros de desierto gris. Y sin poder más decidí escapar.

Corrí, corrí y no podía dejar de correr, nadie me perseguía, a nadie le importaba. Corrí hasta ya no poder más, hasta no ver las colinas detrás de mí y seguir viendo el desierto gris. Me sentía libre, libre de las mentiras, libre. Y me dormí. Al día siguiente seguí mi camino, ese día me topé con otra ciudad. Jamás había estado tan confundido, nos habían dicho que solo quedábamos nosotros, 1.000.000 habitantes, nos dijeron que los demás habían muerto, por el calentamiento global, nos dijeron... nos dijeron tantas cosas y eran mentiras, solo mentiras. Vi como algunas personas con el mismo atuendo que yo entraban a la ciudad y decidí seguirlos, tenía hambre.

Y así pasaron mis días, iba de ciudad en ciudad, sin ser notado, escuchando los mismos discursos, una y otra vez, sin jamás encontrar lo que buscaba. Un día llegue al mar, pero no era azul. Era gris, negro, estaba lleno de barcos, plástico, basura. La arena estaba llena de vidrios, no pude seguir mi viaje por el mar y me alejé de él.

No sé cuánto tiempo estuve deambulando por el mundo, ¿años quizás? Había perdido la cuenta. Y un día lo vi, al fin, un árbol, ya habían pasado varios días que no me había topado con una ciudad. Lágrimas de alegría salieron de mis ojos, al fin, verde. El cielo también era azul, de un azul hermoso. Y fui corriendo a verlo, ese pequeño árbol y ese cielo azul. Pero cuando llegue lo traspase. Solo lo traspase. No podía tocarlo, no era real, era un holograma, al igual que el cielo azul. Una alarma se activo y al instante miles de helicópteros y militares aparecieron.

-Esta es una zona restringida, por favor vuelva a su ciudad o estaremos obligados a dispararle.

Vi a mi alrededor, estaba en lo alto de una colina, el cielo no era azul, pero no era tan gris. Había pequeños espacios verdes en el medio de más gris. No habían purificadores de aire, entonces habían árboles. Y habían casas, no edificios como en las ciudades, sino casas, como las que ves en las películas, enormes casas en el medio de la vegetación. Una sonrisa atravesó mi cara momentáneamente, y luego desapareció. Nos habían mentido, a todos, habían personas viviendo en el mundo verde, no trataban de salvar al mundo, trataban de satisfacer a un puñado de personas. Pero lo que mas me entristeció fue descubrir que en realidad ya no había esperanza, lo que quedaba de naturaleza era tan misero, tan insignificante, tan... inútil. El mundo ya no se salvaría, ya no podía, estaba demasiado destruido, demasiado dañado. Una lagrima rodo por mi mejilla y callo en la seca tierra gris. ¿Por qué nadie hizo algo cuando pudo?

Sentí un disparo en mi pierna izquierda y caí, rodé toda la colina y me choqué contra un árbol, uno de los pocos que quedaban. Un niño se acerco y me miro con cara de desprecio.

-Papaaa, otra vez vinieron.

Un señor alto y fuerte llegó con un paso determinado.

- ¿No podrían simplemente quedarse en sus ciudades y vivir su miserable vida? -dijo con asco- deberían matarlos a todos.

Los militares llegaron y me cargaron hasta un helicóptero. Mi pierna me dolía horriblemente pero no decía nada, ellos no me hablaban.

- ¿A dónde vamos? -pregunte con dificultad.

-Te vamos a ir a botar al mar, como a todos, ya no hay esperanza para ti.

-Ya no ha esperanza para nadie-sonreí débilmente.

Una sonrisa triste apareció en el rostro del que acababa de hablar.

-Lo sé, todos lo sabemos, solo tratamos de vivir de la mejor manera posible.

- ¿Porque no hicieron nada? – respondí enojado.

- ¿Tu piensas que es nuestra culpa?, bueno si lo es, parcialmente. Las empresas no dejaron de producir, pero porque ustedes seguían pidiendo. Había gente, bastante de hecho, que intento advertirles, les dijo que pararan, les dijo que todo se iba a acabar. El mundo mismo les advertía, las temperaturas subieron, el nivel del mar subió, los océanos estaban llenos de plástico, el aire ya no era respirable. Y ustedes no hicieron nada, siguieron comprando, botando, desperdiciando como si nada pasara.

Escuche en silencio, me dolía tanto la pierna que ya no podía entender bien lo que decía.

-Llegamos.

Dijo algo más, pero ya no lo entendí, mis ojos amenazaban con cerrarse, sentí como me empujaban del helicóptero, sentí mi cuerpo caer, vi por ultima vez un cielo gris y antes de tocar el agua mis ojos se cerraron y ya no sentí nada.

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