Y después de presentarse no tardaron en volver al hospedaje para volver a la cama, pues no les bastaba con un solo intento. Tenían mucho ímpetu y ganas de explorar sus cuerpos, sobre todo Iván que ansiaba enfrentarse con Lucas para determinar quién sería el dominante en esa ocasión. Era una dinámica que salió naturalmente, y por lo mismo le excitaba mucho esa idea de espontaneidad. Por otra parte, Lucas simplemente se dejaba llevar sin pensar demasiado las cosas, ya que necesitaba expresar lo que su cuerpo quería decir.

Estaban en esta ocasión en la habitación de Lucas, pues todo este asunto del sexo fue mera casualidad, porque Iván había acompañado al primero a su cuarto por mera fluidez de la conversación que estaban teniendo, y como un acto de cordialidad. Luego simplemente las cosas pasaron, para que luego sus cuerpos reaccionaran con placer a los estímulos que estaban recibiendo.

En esa ocasión el sexo fue más intenso que la primera ocasión. Se conocían un poco más, aunque sea un mínimo para que este elemento comunicativo pueda reforzar el diálogo mientras que los dos se daban placer. Y porque eran extraños sentían, curiosamente, mayor confianza en la cama.

Ninguno de los dos se juzgaba por sus cuerpos y mostrarse tan vulnerables, sino todo lo contrario, aunque con certeza Lucas tenían bastante nervio a la hora de entregarse nuevamente con su amante

Fue una velada intensa, con mucha exploración erógena de cada uno. Por ejemplo, Iván sentía mucha curiosidad por Lucas, ya que su apariencia rígida y distante no eran para nada compatible con la entrega que tenía a la hora del sexo. Esta misma disposición del muchacho le permitía desenvolverse desde un animalismo cargado de libido en los brazos de su amante.

Por esta misma razón, el concepto del tiempo se distorsionó mientras disfrutaban, pues entre los dos había una necesidad inmensa de explorar su sexualidad al sentir esta libertad de poder entregarse sin prejuicios. En el mundo terrenal los minutos pasaban y pasaban, pero en ellos esta llama del deseo los quemaba completamente. Era una especie de frenesí psicodélico, de sensaciones y pensamientos rápidos que los dos tenían. Su mente lógica no paraba de crear barreras ante la conexión, entregando inseguridades y recuerdos del pasado. Uno pensaba en una ventana de su conciencia en su expareja, y en el otro en diversas experiencias que lo habían hecho sentir mal en el sexo. Pero como mencioné, este diálogo mental no afectaba a su lenguaje corporal, pues este era el dominante entre ellos dos.

Y así como empezó, terminaron justo cuando el cielo se despejaba y empezaron a sentir mucho frío en su piel desnuda.