#CDFx 3
La estructura del edificio de la Emisora está en plenas condiciones, solo será necesario algunos arreglos menores en la escalera de acceso a la primera planta, así que tenemos vía libre para emitir hoy. Por fin, deseando estaba de volver al trabajo.
Han sido dos días largos en los que no he sabido qué hacer por las noches a parte de tratar de dormir, a horas que mi reloj laboral no trabaja habitualmente, y de organizar la fiesta de cumpleaños de Macarena para este próximo sábado al acabar la jornada. Pero ayer por la tarde, ya resuelto lo importante del evento, como son la ubicación del local, bebidas y chicos que se podrán “el uniforme”, y con mi puñetero reloj despierto todavía, caí en la tentación de ver películas de terror, era eso, o seguir pensando en Jaime, su programa de participación y sus oyentes, como si estos fueran actores de un musical romántico.
Hasta hoy, que regreso a mis risas, ironías y bromas inteligentes con las que me puedo olvidar de todo.
Repaso mi escaleta a solas en la cabina mientras Macarena lo hace desde su sala de control, cuando la familia Suárez entra al completo sin que pueda evitarlo.
—Jaime tiene una propuesta para hacernos resurgir de las llamas, Sofía.
Como chiste es penoso, no dudo de que sea original de su hijo, el que quería hacerse cargo de “Risas contigo”. Pues lo lleva claro con ese humor.
He levantado la mirada de mis textos cuando he oído a Don Jaime.
—Sofía ya está al corriente, papá, solo hace falta concretarlo.
Jaime se ha precipitado. No ha esperado a que regresáramos al trabajo para que yo pudiese hablar con el jefe en igualdad de condiciones. Claro, viven en la misma casa, ¿de qué me extraño ya?
—Yo no termino de verlo bien, Don Jaime. Rescaté la franja horaria de la madrugada, con mucho esfuerzo, y la he mantenido en alza todos estos años, dejarla en manos de Jaime es condenarla al fracaso.
—Eso no ocurrirá, Sofía, tengo la propuesta definitiva —dice orgulloso mi jefe—, fusionaremos ambos programas y así mantendremos una audiencia próxima a vuestra media.
—¿Qué? —Si ya me parecía un disparate utilizar el mismo espacio y participar en el programa del otro, esto lo supera al doscientos por cien—. Transigí con la cabina, e incluso llegué a cuestionarme el intercambio, ¿y queréis ahora que abandone mi programa por completo?
—No te precipites —me pide Don Jaime.
—¿Qué pasa, que la familia Suárez lleva dos días aburrida y ahora quiere sabotearme? Pero si lo preferís, mejor, os ahorro el trabajo duro. Ya acabo yo solita con mi vida, puedo arrojarme al río con un piano de cola atado a los pies.
—No podrías cogerlo en peso.
Miro a Jaime con cara de quererle meter la cabeza en uno y dejar caer la tapa, seguro que él tampoco podría levantarla luego.
—Esto no va de estar contra ti, Sofía. —dice Don Jaime con esa mirada que le sale tan bien para convencerme.
—Míralo de este modo, el incendio ha sido una señal para hacer algo diferente. Debemos unirnos ante las desgracias —dice Jaime de lo más estúpido.
—En lo de la señal te doy la razón, deberías irte de la Emisora puesto que fue tu cabina la que se quemó.
—Sofía. —Mi jefe habla determinante—. Una vez confiaste en mí sin demasiada garantía, incluso me dejaste firmar tu contrato en una servilleta de papel. —Es un tipo listo, recurre a nuestra mayor complicidad juntos—. Y es por eso que te pido ahora que lo vuelvas a hacer —dice con aquella misma cara, la de un padre apelando a tu cariño—. Tenemos que darle una imagen totalmemte nueva a la noche, la audiencia decae y… este es nuestro momento, Sofía. No te niegues, por favor.
Y su apretón de ánimo en el hombro, antes de marcharse, me desarma.
—Eres un traidor, no has contado conmigo para hablar con tu padre —le digo a Jaime cuando nos quedamos a solas
Me levanto de la silla, enfadada. Con mi jefe me contuve, pero con él…, mierda, que no mire así, con esa oscuridad tan atractiva de sus ojos que le hace irresistible a los míos.
—Ya te lo hemos dicho, Sofía, esta noche es el momento del cambio.
—Pues sigo sin estar de acuerdo con ese cambio que te has inventado.
Jaime cierra la puerta de la cabina para que nadie pueda oírnos.
—Está bien, empecemos de nuevo, desahógate conmigo.
—No lo digas así cuando peligra tu cara.
Jaime ríe, y sigue hablando:
—Acabas de enterarte de que tu programa lo retiran de la parrilla por una estúpida idea de tu compañero, y por respeto a tu jefe no has soltado todo lo que realmente quieres decirle a ese capullo egocéntrico con aire de sabelotodo.
—¿Vas a tratarme como a uno de tus oyentes? —pregunto indignada.
—¿Y por qué no? Solo así sabrás cómo será cuando hables con ellos. Y al terminar verás ya no estás tan enfadada, te lo aseguro.
—Demasiada confianza has puesto en mí.
—Demasiada negatividad tienes contigo —contesta para defenderse.
—Esto es ridículo, Jaime. No saldrá bien.
Cojo los papeles que tenía sobre la mesa, los ordeno y doy golpecitos con ellos para cuadrarlos, no sé para qué, cuando ya puedo tirarlos a la basura. Nerviosa, más que enfadada ya, me dejo observar por Jaime, quien está muy callado pendiente de mis movimientos.
Y es cuando recuerdo que la puerta sigue cerrada con nosotros dentro y tengo ganas de cogerlo por el cuello y…
—Buenas noches, Sofía, bienvenida a “Corazón de Fénix” —dice él mientras mueve su mano para hacerme hablar.
Cierro los ojos y sonrío.
Definitivamente se le ha ido la cabeza, y para mi desgracia eso me gusta también. Jaime me enamora un poquito más a cambio del disgusto que me ha dado.
Y no es hasta el segundo movimiento de ánimo, que me hace reír al fin.
—Hola, Jaime. —Y así entro a su estúpido juego de locutor buenorro/oyente enamoraxa.
—Te escucho, mi querido Fénix. Tienes toda mi atención.
—Sería la primera vez que la tengo.
—Sofía, se supone que no nos conocemos, por favor.
—Es mi intervención, ¿no?, pues te aguantas, porque quiero hacer un chiste de todo esto. —Levanto la ceja, de este modo Jaime verá que lo haremos a mi manera, o aquí no hay jueguito que valga.
Jaime no se toma en serio mi amenaza, sonríe y niega con la cabeza como hace siempre que no está de acuerdo conmigo.
—Ya has dado el paso con tu llamada, así que ahora no te detengas, eres muy valiente por confiar en mí. —Es bueno en lo que hace, de pronto quiero hacerle caso y liberarlo todo.
Espera, Sofi, tú tienes una ventaja que no tienen los oyentes que caen en su trampa; ¿ves esa cara tan bonita?, pues no puedes largarle así como así que estás enamorada de tu compañero en la emisora, el capullo egocéntrico con aire de sabelotodo.
—Trabajo en la radio —expongo como antecedente. Y trato de ponerme seria.
—Trabajar es mucho decir cuando solo te ríes por las noches —¡dice él riendo ahora!
Me cruzo de brazos.
—Dijiste que no nos conocíamos, así que trátame como harías con una oyente. Y por cierto, hacer reír es más difícil que hacer llorar, ¿quieres que tus pelotas lo comprueben?
—No, gracias, quiero que sigan ahí, felices, lloraré otro día lejos de ti.
Y ahora sí que sí, los dos nos reímos al mismo tiempo.
Pero yo soy la primera en terminar con el contacto visual cuando lo hago también con mi risa.
—No soy la más indicada para hablar de amor, Jaime —confieso ya más calmada, y es que al fin he podido hablar de mi angustia. No me interesa el tema amor desde que lo conozco a él.
Jaime se sienta en una silla, se pone sus cascos de audición y me dice por señas que haga lo mismo con los míos. Le hago caso, lo imito y me siento al otro lado de la mesa, alejarme es cuanto puedo hacer para no desconcentrarme ahora que lo miro embobada.
—Sofía, eres válida para hacer este programa. Es cierto que sigues soltera, pero todavía puedes imprimir ese talante divertido a lo que crees acertado de una relación.
—¿Aunque yo no tenga ninguna?
—Sí —contesta sonriente.
—¿Aunque me cueste mantener una, más de un par de meses?
—Quizás no eres tú el problema.
Sonrío por su fe en mí.
—Ya te digo yo que sí lo soy.
—Mejor, eso te hace más especial, ¿no crees? Alguien tan exigente debe de tener el manual perfecto para no andar con idiotas, tóxicos e inmaduros, y habrá oyentes que quieran que lo compartas con ellos.
—¡Wow!, sí que sabes mentir para dar apoyo —le agradezco con una sonrisa—. ¿Y cómo les hablo?
—Mientras lo hagas como si no fueran tontos, todo irá bien.
—¿Y puedo decirles lo que quiera?
—Especifica un poco, que te conozco —me pide asustado. Se ha movido incómodo en su silla y le he oído carraspear.
—¿Me dejarías decirles, por ejemplo, a los que llamen culpándose por consentir una infidelidad, que se pulan los cuernos y que salgan a lucirlos con orgullo?
—No —dice alarmado.
—Tú lo has dicho, imprimo mi carácter divertido.
—Vaya, me has pillado —dice, y creo que ya se ha arrepentido de darme voz en su programa—, ¿y lo dirías con esas mismas palabras?
—No, hombre, no, no soy tan bruta. Solo les diría que no tengan vergüenza y que utilicen el pitón para defenderse de quien le llame cornudo, o cornuda. Todos tenemos ese agujero ideal por el que encajaría.
—Eres consciente de que los cuernos son figurados, ¿verdad? —pregunta con un gesto cómico en sus labios torcidos.
—¡Y lo bien que sienta soltar tremenda metáfora! —Inclino mi cuerpo sobre la mesa y finjo hablar al micrófono—, anda, Jaime, prueba tú. Ya verás la energía que da reírte de las inseguridades de uno mismo.
Jaime respira hondo, todavía se piensa si hacerme caso, porque su carraspeo aumenta.
—Sabes que a mí se me da bien eso de tener pareja. —Cretino presumido, no puede decirme eso cuando yo estoy al otro lado de la friendzone esperando a cruzar la línea, en sus brazos—. Que no tengo…
—Abuela.
—¿Qué?
—Que no tienes abuela si te crees la guinda de cualquier pastel. Recuerda que tú también estás solo.
Jaime ha hecho que me cruce de brazos para emitir un JA enorme, que me lo contradiga si puede.
—Querida Fénix, ¿pastel dices?, deberías empezar por endulzar ese genio tuyo o petará el programa antes de empezar —concluye riendo.
—No te lo he preguntado todavía —interrumpo impaciente—. ¿Llamaremos así a nuestros oyentes a partir de ahora?
—¿No te gusta o qué? Porque yo no pienso llamarlos higaditos como hacías tú.
—Bueno, tú me reconoces que era un nombre gracioso —digo pensando en cómo se me ocurrió para mi programa, y es que a mí sí que me duele el hígado de tanto reír—, y yo te digo que me gusta Corazón de Fénix, así, como quien no quiere la cosa.
—Ya lo has dicho, y sin tener que hablar yo de tus higaditos. —Jaime se divierte por mi error. Mierda.
—Ahora en serio, ¿cómo se te ocurrió el nombre? —pregunto yo sin dejar de sonreír.
—Bueno, a parte del incendio que ha dado lugar al programa, son ellos los que nos llaman tratando de resurgir de sus relaciones, ¿qué mejor manera de animarlos para que abran su corazón?
—No entiendo por qué estás soltero.
Y no tengo excusa para eso que he dicho. Cuando Jaime habla así de bonito me olvido hasta de mí misma y solo quiero que me bese para que haga resurgir a la mujer que hay en mí.
🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙
Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.
Queremos oír tu sonrisa.
Hoy el tema será; TE GUSTA TODO DE TU PAREJA Y ESO NO ES BUENO
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