Llegué a  En Cadena2 hace tres años sin saber muy bien mi cometido. Don Jaime confió en mí desde el inicio, cuando me vio actuar en aquel hotel de la costa, rodeada de “salmones”.

    —Si has sido capaz de hacer reír a todos esos turistas nórdicos, ¿qué no harás con el producto nacional? —me dijo entusiasmado al ofrecerme el puesto de locutora nocturna, estaba convencido de que mi sentido del humor capultaría al éxito su emisora. Una confianza entre ambos que aún perdura.

     —¿Comérmelos? 

     Mi respuesta fue definitiva para firmar el contrato, porque según él, alguien a quien no le importaba suicidarse profesionalmente en un horario tan poco agradecido tenía que tenerlo en su equipo, esa casta valiente y arriesgada no podía dejarla escapar.

     Y aquí sigo, arriesgando en el turno de menos audiencia, y muy feliz que soy por ello.

     Pero mi suicidio real llegó, y ese fue el día que apareció Jaime, él acababa su andadura mediterránea, cuando acabó también su relación con su novia Italiana. Tan guapo, tan simpático, tan inteligente y buen compañero, tan…, tan…, tan… que mi corazón no ha dejado ya de latir con ese ritmo desde entonces.

     —Acércate y dile que aceptas el intercambio de vuestros programas.

     —Un momento, ¿y tú cómo sabes eso? —Perdona, pero yo no he dado el Ok definitivo. Todo quedó en una broma.

    —Jaime me lo ha contado al llegar, está como niño chico con juguete nuevo.

     Debido al incendio, ya sofocado, ahora le toca al perito decidir cuándo podemos utilizar el edificio, así que se ha anulado la emisión de hoy, y en vez de irnos todos a casa para disfrutar de horas que nunca tenemos libres hemos optado por el bar de Quino, el dueño y camarero del bar de enfrente de la Emisora.

     —Ese hombre es un bocazas, incapaz de jugar con cosas menos peligrosas —le digo a Quino, quien también hace las veces de amigo cuando vengo a cenar todas las noches en mi descanso. 

     Nuestras miradas acaban en la mesa de Macarena y Jaime, mientras beben y ríen con el resto de empleados,  incluso está entre ellos el guardia de seguridad. 

     —Lo harás bien, Sofía, no tengas miedo.

     —Y no lo tengo porque no habrá nada que intercambiar.

     —¿Por qué no?. —Quino ha pasado la bayeta por el mostrador para poder apoyar sus antebrazos, eso sí que tiene este hombre, pulcro como él solo, así da gusto mear en su bar. —Es evidente que te apetece explorar otra parcela de tu carácter abierto, divertido y empático, y no encasillarte como la payasa de la plantilla.

     —Sí, precisamente yo. —Este hombre es sorprendente, y todavía se cree que le haré caso por cómo sonríe—. Pero mírame, Quino, por dios, ¿cómo voy yo a aconsejar a nadie sobre relaciones sentimentales cuando no sé si mantengo mi soltería por gusto o por desgracia? —digo seria, le doy un trago a mi cerveza y sonrío melancólica.

     —Lo haces porque quieres, porque yo bien que...

     Quino siempre me lo ha dicho: Dime que sí, pelirroja, y pongo el bar a tu nombre. Pero no puedo, no me veo con valor de darle su oportunidad. 

     —Estamos bien así, ¿no te parece?, no quiero que salga mal y arruine lo nuestro —le digo al tiempo que sostengo su mano.

     —¿Y esas caras tan largas? —Jaime  se deja caer en la barra, a mi lado, donde me da un codazo de colegas con esa sonrisa traviesa que tanto me gusta. Observa la mano de Quino enredada en la mía, y como si lo estuviera traicionando de veras, soy yo quien la aparta rápidamente.

     —Pues mira, Sofía me contaba que… —Pero yo interrumpo a Quino.

     —Que hoy no he ido al baño, de ahí mi cara de estreñimiento —digo provocando la risa de mi amigo tras la barra.

     El resto del grupo requiere a Quino para otra copa y él se marcha dejándonos solos.

     —¿Le cuentas eso a los tíos? Ahora entiendo por qué estás soltera.

     Jaime bebe de mi botella, sin reparar que yo la tenía en la mano. Ese roce, inocente para él, en mí provoca anhelos subidos de tono.

     —¿No será más bien porque estoy a veinte centímetros de parecerme a la hermosa Alexina Graham? Oye, que la botella es mía. 

     Se la quito de la mano para beber yo. El líquido frío poco puede hacer ya en mis venas calientes.

     —¿Quién?

     —Ya sabes, Victoria Secret y sus ángeles… —Jaime niega con la cabeza con morritos desinteresados. ¡Menudo embustero está hecho!, para salir con mujeres, bien que busca similitudes con las modelos—. Mujeres en ropa interior con piernas esbeltas, vientre tonificado, piel de seda… Ay, déjalo —digo ya cuando entiendo que no sabe de qué le hablo.

     —¿Cómo puedes saber lo de la piel? —pregunta de lo más inocente.

     —Ay, por dios, Jaime, que  eso se ve, hombre.

     —Pero pocos la tocan como para saberlo —dice desviándose del tema. 

     Me gusta cuando elucubra en su propio mundo, es divertido, se le dará bien llevar el humor del programa, no le costará hacer reír a nuestros oyentes.

     Espera, Sofí, ¿qué ha sido eso?, no has dicho todavía que sí cambiarías roles con él, que en el tema pareja eres un desastre. 

     —Yo prefiero a otra pelirroja… Emma Stonen, por ejemplo.

     —¿Qué dices? —Me ha pillado en mi propio mundo.

     —Te hablaba de la chica de Spiderman, Crazy, stupid, love o La la land.

     —¿Sueles ver cine romántico y musical? —pregunto sonriendo. No debería extrañarme,  será su fuente de documentación para sus programas. Seguro que me viene bien a mí ver ese tipo de cine para dar consejos con él.

     Espera, Sofi,  deja ya de pensar en el intercambio de programas.

     —Te asombrará lo que tus nuevos oyentes pueden aconsejarte a ti en vuestras charlas.

     —Ellos te importan en realidad. —Y al decirlo vuelvo a enamorarme de ese hombre guapo, inteligente, divertido y buen compañero que ahora descubro atento y confiado. Pero dura muy poco,  recuerdo lo que ha dicho—. ¡Eres un capullo, Jaime! Ya sabías quién era Alexina Graham, ¡has dicho “pelirroja”! —digo indignada, y solo por eso se lleva un golpe en el hombro.

     Él ríe a carcajadas y toma mi rostro entre sus manos para hacer lo que menos me esperaba; matar cada una de mis esperanzas con el más potente de los besos del cariño fraternal. ¡¡En la puta frente!!

     —Sofía, Sofía, Sofía —repite Jaime sonriendo, con esa boquita tan bonita que nunca será mía—. El hombre que te enamore será afortunado. 

     Y para hacerlo más bochornoso me pellizca la mejilla como haría mi padre o el suyo propio.

     —Vamos, siéntate con nosotros. necesito tomar nota de tus chistes —dice riendo mientras se va.

     Quino estaba en lo cierto, a su manera descubrió que no quiero ser la payasa, la amiga bromista de Jaime que él nunca tomará en algo más serio que charlas de colegas.

     Macarena corre a verme en cuanto Jaime se sienta de nuevo a la mesa. Yo trato de no golpear mi frente con la barra. Colega, qué palabra más fea cuando no eres correspondida.

     —Dime que estoy colocada de monóxido de carbono y Jaime no ha hecho eso que has visto —pido a mi amiga a punto de llorar. Macarena me mira con pena,  definitivamente sí, Jaime lo hizo.

     —Ven a unirte al grupo, anda, estamos de coña. Lo agradecerás. 

     —Perdona, pero no. Me voy. He recordado que tengo que tender una lavadora que programé para cuando llegase a casa y…

    —Sofía, son las dos de la madrugada. —Ella me detiene cuando ya cogía mi bolso y sacaba la cartera para pagar a Quino—. Las excusas con Jaime se te acabarán algún día.

     —No mientras yo pueda huir. —Y dejo el dinero en la barra cuando le doy un beso de despedida.

     Antes de salir lo miro una última vez. Jaime sonríe, despreocupado, y de nuevo me enamoro. 

     Excusa o no, saber que Jaime solo será mi amigo me mata. Encerrarme con él en la cabina será mi sepultura como mujer. Tengo que hablar con Don Jaime si quiero cortar esto antes de que salga al aire. 

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Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.
Queremos oír tu sonrisa.

Hoy el tema será; FRIENDZONE CUANDO TÚ QUIERES CRUZAR LA LÍNEA.

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