#CDFx 19
Estiro cada músculo de mi cuerpo antes de incorporarme en la cama, no amanece todavía y el sueño me vence sin permitirme estar del todo despierta. Sigo teniendo sueño, pero no puedo volver a cerrar los ojos desde que al darme la vuelta hacia Jaime, para buscar su calor, notase que no estaba junto a mí.
Y no quiero preocuparme antes de buscarlo por el piso, porque si de algo estoy segura es de que sigue en mi casa.
Cuando llegamos del bar de Quino tuvimos una interesante charla para definir el punto en el que retomaremos nuestra relación. Y un sándwich y dos cervezas después, tras evitarnos reproches y prodigarnos caricias entre risas, acordamos que la estableceríamos en la cota 0,9, justo al comienzo del primer día. Nos pareció inapropiado situarla en el 1 todavía, porque nos besamos y metimos mano con tantas ganas en el sofá, la ducha y por último la cama, que terminamos por aplazar lo verdaderamente crítico e importante de la conversación para después del desayuno; decirnos esa verdad que tanto queremos oír del otro para poder avanzar juntos.
La verdad de su acercamiento inicial conmigo, el porqué de mis inseguridades actuales con él.
En la penumbra del pasillo, solo rota por la luz de la lámpara de lectura que diviso en el salón, avanzo decidida a su encuentro. Jaime está sentado en el sofá.
Mis pasos son inapreciables, puesto que ando descalza, pero sé que me ha oído acercarme por detrás suya cuando echa la cabeza hacia atrás a la espera de que lo sorprenda.
Dejo caer mis manos por sus hombros hasta que descansan en su vientre. Jaime me invita a besarlo dejando su cuello expuesto a mis labios. Su mejilla me revela una preciosa sonrisa al notar el calor de mi boca.
—Lo mejor de este sofá siempre será recibir tus buenos días —confiesa acariciando mis brazos sobre su pecho desnudo.
—Pues no pensabas lo mismo la semana pasada.
—Cariño, la semana pasada evitaba acercarme demasiado a ti porque no sabía si estabas drogada.
—Menos mal —contesto riendo—, tampoco es que tú te lavases los pies.
Sonrío cuando Jaime coge mi brazo y me hace dar la vuelta al sofá para sentarme en sus piernas y hacerme cosquillas a través del raso de mi pijama corto. Cuando me libera, me pierdo en sus ojos, cuyo brillo hoy me desborda por completo.
—Tenemos que hablar, Sofía.
Acurruco mi cabeza en su hombro. Para estar despierto a esta hora, pensando en eso, ha de ser muy malo lo que me tiene que contar.
—Como tema para Corazón de Fénix prométeme que jamás utilizaremos esas palabras. Ese “tenemos que hablar” hiela la sangre y no quiero que nuestros oyentes nos desconecten.
Jaime sonríe y me retira el pelo de los ojos.
—¿Y cómo propones que lo diga, entonces?
—“Cariño —digo sonriendo—, voy a abrirme en canal, sacar mis vísceras y entregártelas. Tú ya luego decides si quieres recoger mis pedazos o pisotearlos”
—Muy tú, sí —dice riendo.
—Muy yo, sí —contesto de igual modo.
Ya echaba de menos mi beso en la frente.
—Sofía, necesito decirte toda la verdad si quiero que esto funcione.
—No, me niego a oír nada antes de desayunar. —Me levanto asustada—. Yo no debí marcar tus tiempos, ya lo dijiste. Cada persona debe hacerlo por sí misma, y si a cuenta de eso una relación no funciona, es porque jamás iba a funcionar.
Jaime detiene el paseo absurdo que he tomado delante de él, apresa mis rodillas para abrazar mis piernas. Me mira desde su altura, sentado, la que no es de mucha diferencia porque acaricio su pelo junto a mis pechos.
—Esto no se trata de mentir sobre aptitudes botánicas, o el lado de la cama que me gusta para dormir.
—No digas tonterías, Jaime, tú duermes en el izquierdo porque yo duermo en el derecho.
—¿Seguro? —me pregunta mientras levanta la ceja, sonriendo.
Yo sonrío también.
—Vaya, pues te querré mucho y todo eso, pero no pienso negociar al respecto. Así que tendrá que ser un día sí y un día no, y el domingo lo echamos a suertes —llego a unanimidad, yo sola.
—Lo que pretendo decirte es que si quiero que no salgas huyendo no puedo huir yo.
Suspiro profundamente mientras elevo la mirada al techo, Jaime está dispuesto a confesar lo que cree que necesito saber.
—Ese sí que podría ser un gran tema para nuestro programa, ¿no te parece? —digo acariciando nuevamente su pelo—, ¿es mejor huir o afrontar la tormenta? Llama al 677 45 24 377 y cuéntanos.
Nuestras bocas sonríen al tiempo que nuestros ojos se encuentran, felices también
—¿Y tú qué vas a hacer conmigo? —pregunta sin dejar de sonreírme.
—Tengo paraguas, Jaime. Y si no fuera suficiente para el chaparrón, caminaría a tu lado bajo la lluvia.
Jaime se aferra más fuerte a mi vientre antes de hablar.
—Recuerdo cada detalle del primer día de Corazón de Fénix.
—Y yo, ¿cómo podría olvidarlos? —digo sonriendo—. Me quedé sin “Risas Contigo” y eso me puso de los nervios. Y encima todo el tema de las llamadas incómodas no me ayudó demasiado con ellos. Pero, bueno, la putada de Macarena, al final, me benefició.
Jaime toma mis manos, me ofrece asiento de nuevo a su lado, y con nuestras manos unidas, que se buscan en caricias mutuas, comienza a hablar:
—Yo tampoco lo he olvidado, pero no sé en qué segundo exacto de ese disparatado programa me enamoré de ti. —Lo miro sorprendida—. ¿Por qué me miras así?, ¡no es de extrañar si el país entero se rindió contigo esa noche! —dice de lo mas calmado, como si estar confesando su propio amor se comparase a escuchar las confesiones de sus Fénix—. No me malinterpretes, ya me parecías preciosa, inteligente y carismática, a parte de dolerme “el higadito” contigo cada madrugada de emisión…
—Jaime, no sigas —interrumpo sin éxito.
—... pero esa noche yo también admiré el aplomo que tuviste ante la adversidad, la energía que sacaste para comerte tus nervios. Bueno, y luego ya no es ningun secreto que no pude dejar de amar tu sonrisa mientras hablabas con tus oyentes o leías sus mensajes.
—¿Es por eso que me guiñabas el ojo? —quiero saber, sonriendo.
—Y me moría por hacerte otras cosas, créeme.
Como el beso que me da, que hace que me tiemblen las piernas.
—Yo pensé que ese día tú… vamos, que la idea de fusionar los programas era para fastidiar mi trabajo.
—Mi propuesta a la directiva, de que trabajasemos juntos, no fue por envidia profesional, por lastimarte o reírme de ti, ni siquiera lo hice por daño colateral a mi padre.
—¿Cómo sabes tú que lo dije así? —Tal como lo pregunto, sé la respuesta. La directiva de la emisora no es otra que su propia familia, con la que vive. —Tu abuelo es un traidor, le cambiaré el apodo —justifico como una cría.
—No lo culpes a él, estaba equivocado, nunca fue por mi padre que hice todo, sino por mí mismo —me pide sonriendo.
Jaime toma aire, parece que no quiere dejarse nada dentro cuando lo exhala con cada palabra, a continuación:
—Al regresar de Italia, tras mi ruptura, la única opción de trabajo que tuve fue en En Cadena2. Fíjate, estaba en mi peor momento y me tuve que conformar con el enchufe familiar.
—Entiendo.
Y una mierda entiendo nada.
¿Qué hay de malo en dejarse enchufar? Luego ya se demuestra lo que uno vale. Es Jaime III, es de esperar que herede la emisora algún día, que para eso se ha preparadao durante años, y tenía ya una trayectoria en Italia.
—Solo que jamás fui la elección personal de Don Jaime.
—Entonces ¿qué enchufe es ese? —exclamo, y sigo sin entender.
—Mi abuelo y mi madre, como accionistas, lo obligaron a contratarme.
Ahora sí que estoy confusa.
El silencio es sepulcral, y entre medias adivino su rubor. Pero entonces yo emito una sonora carcajada, con la que además de romper el silencio, descargo toda la tensión que he tenido al despertar, ¿esa es toda su verdad, que el abuelo es quien blinda su contrato y su padre se lo tiene que tragar?
—Creí que él pudo matar a tu cachorro siendo un niño, o ya puestos, que te compró a tus verdaderos padres, por dios, Jaime. ¡Que llevo un año montándome películas absurdas con vosotros y vuestras peleas! —digo riendo con ganas.
—¿No es absurdo ya, que tu padre no confíe en tu trabajo, tu esfuerzo y tus ideas? En todo este año he tenido un triste reconocimiento suyo. Me hubiera conformado con un simple: “gracias por tu dedicación, hijo”, porque sé de sobra que la emisora no es del todo rentable, pero de ahí a…
—A ver, Jaime, que yo me entere. —Y me siento en sus piernas otra vez, riendo más calmada—. Tú solo quieres oír ese “hijo” al final de su frase, ¿no es cierto? Y es por eso que sigues en la emisora, para poder oirlo algún día de su boca.
Calla por un segundo eterno.
—Yo jamás quise el cierre de En Cadena2, es lo único que nos une como Suárez. Solo busqué la fusión para estar contigo y aprender todo de ti, para que él me tuviera la misma consideración —susurra avergonzado cuando acaricio su rostro.
—Vaya..., eso sí que me deja muda —aseguro sin salir de mi asombro. Yo, la payasa monologuista que él mismo menospreciaba—. ¿He sido testigo de vuestros desencuentros solo por ser yo, la tercera en discordia?
—Algo así —dice arrepentido.
—Un momento, yo no me he equivocado, entonces, ¿verdad? Sí que me tienes celos, pero por ser como una hija adoptiva de Don Jaime, no por ser tu compañera de curro.
—¡Joder!, dicho por otra persona resulta hasta infantil, ¿no?
—No te niego que sea inmaduro —admito besando su mejilla—, pero también es muy tierno, y habla de lo mucho que quieres a tu padre. Ahora solo hace falta que Don Jaime se dé cuenta.
Trato de hacerle ver lo contrario, querer la aprobación de su padre no debería avergonzarlo. ¡Soy yo, e imagino la voz de mi madre en un regaño, consejo o aliento solo porque vivimos a cientos de kilómetros y me veo necesitada de ella!
—Ha pasado un año, Sofía, y ya va siendo hora de tirar la toalla. Esta noche, cuando den los nominados, presento mi renuncia.
—De eso nada. Eres el heredero, y te corresponde hacérselo saber a Don Jaime. Hijo no tiene más que uno, y a mí me encontró en la calle —digo irritada, cuando ya me he puesto en pie—. Uy, que mal suena eso, ¿no?, mejor decimos que me encontró en un hotel, ¡ay, no!, que eso suena peor…
Después del beso en la frente y el guiño de ojo, esa expresión de incredulidad cuando se muerde el labio y niega con la cabeza, es mi tercer gesto favorito de Jaime.
—Así, que deja de llorar y levántate de ahí, Jaime III “El Heredero”, que tenemos trabajo que hacer. —Tiro de su mano para que despegue el culo del sofá—. Yo pienso mucho mejor con el estómago lleno, y solo disponemos del programa de esta noche para entrar en las nominaciones.
—¿Quieres saber cuándo mi cerebro se activa contigo? —me pregunta sin perder la oportunidad de pegar su cuerpo al mío., de hecho me coge en brazos para tenerme a su altura. Ea, y ahora por si fuera poco me besa la nariz, como si con ese beso ñoño yo pudiera dejar de pensar en la erección que se le despierta.
—Pero luego me invitas a desayunar, ¿vale?
—No seré yo quien te ponga excusas, cariño.
—Espera, Sofi, ¿cómo será el programa de esta noche?, recuerda que no queremos hacerle daño a Jaime.
Ni por teléfono, esa voz deja de decirme lo que he de hacer.
—¡Y no se lo haré, mamá, no te preocupes! Por fin Jaime y yo hemos hablado, y está todo en orden, definido y consensuado.
—Ay, cielo, no sé como de malo es que tú hayas hablado también para conseguir todo eso.
—Bueno, mamá, Jaime ahora ya sabe lo insegura que su título de Ciencias de la Comuncación me hizo sentir siempre, que mi entrada de rebote en la emisora me obligaba a justificarme con él por ser el hijo de Don Jaime y que siempre tuve una excusa para no acercarme demasiado, por temor a no ser buena locutora para él.
—¿Y te has dado cuenta de todo eso en menos de veinticuatro horas?
—¿Has abierto alguna vez un cajón de mierda, mamá? Desde ya te digo que sale todo a presión, sin pensar y sin filtro.
—Limpié tu dormitorio hasta que te fuiste, cariño, algo sí que sé de mierda.
—Déjalo, no vas a arruinar mi gran momento —le aseguro sin ganas de enfadarme.
—Y es por eso que deberías compartirlo conmigo, cariño. Porque estás a tres horas de oír tu nombre en un reconocimiento nacional, como locutora de radio, y no sé nada de lo que piensas hablar esta noche. Eso no se hace con una madre que te ama, Sofía.
—Ya sabía yo que tu llamada de preocupación no era gratuita —digo aceptando su traición.
—¿De qué me sirve ser tu madre si tendré que escucharte a la misma hora que todos los demás?
—Confórmate con saber que Jaime y yo petaremos la audiencia dentro de unos minutos, mamá.
—Sofía, no cuelgues, soy tu madre y quiero saberlo. ¡¡Sofía!!
Y lo hago a tiempo.
Sin embargo he podido oír que me amenazaba con dejarme en ridículo delante de Jaime cuando lo conozca, que ella tiene mucha mierda guardada en su cajón, dice.
—Me hubiera gustado saludarla —comenta Jaime cuando cuelgo el teléfono. Estamos a pocos minutos de iniciar el programa y no se ha perdido detalle de mi conversación mientras reía.
Pongo en orden la única escaleta que cumpliremos al pie de la letra, en estos últimos días, y sonrío.
—No te hubiera gustado tanto cuando te hubiese preguntado si es cierto que te excusaste conmigo tres veces anoche.
—No lo dices en serio. —Pero ni él mismo está seguro ya, porque se ha puesto rojo de la vergüenza.
—Tú por si acaso no bajes el listón, ¿sí? —Y con ello le guiño yo el ojo—. No quiero tener que hablar de más, en un programa especial llamado FANTASMADAS DE TUS PAREJAS.
Jaime alarga la mano para coger la mía, sonríe al tiempo que mira la vela encendida entre nosotros. Es un nuevo aroma ahora que entramos en el punto 2 de nuestra relación, naranja y canela.
Deberías probar sus facultades, funcionan.
—Podemos sentarnos juntos si crees que vas a resistirte a mí —dice acariciando mis dedos.
—¿Y me dejarás hacer el programa sin tener que estar pendiente de tus guiños o de tus manos?
Él se encoge de hombros y apaga la vela con un soplido que logra estremecerme.
—Prueba a ver —me desafía.
Macarena golpea el cristal con desesperación, y yo no puedo evitar pensar que se ve como un gorila enjaulado. Un día de estos lo parte. Esta misma noche, al cierre de emisión, pido el cambio de técnico de sonido, así ambas dejaremos de sufrir. Ella por verme con Jaime y yo por verla sin él.
Y parece que el hombre, origen de nuestras disputas, no oye mis excusas por la repentina entrada al aire, porque se levanta y hacer rodar su silla a mi lado, con tan mala suerte que deja caer mi bolso.
Sí, el informe del incendio, seguía ahí. Más concretamente ahora está en el suelo junto al resto de mis cosas personales.
🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧
Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.
Queremos oír tu sonrisa.
Hoy el tema será; TORMENTAS QUE NO PUDIERON CON VOSOTROS.
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