#CDFx 16
Nunca he necesitado estar enamorada para tener sexo, al fin y al cabo lo considero una función fisiológica del cuerpo animal que poseo. Claro, que debido a mi humanidad, esa que me domina la mayor parte del tiempo, reconozco que me es mucho más fácil, placentero y, diría que hasta bonito, añadir sentimientos a las terminaciones nerviosas que, ya de por sí, erizan las caricias de la otra persona.
Como ahora, que Jaime me está besando, y si ya no tenía bastante con ser el hombre que amo, ahora además utiliza sus manos para levantar cada vello de mi cuerpo. ¡Así no hay quién separe amor del placer viniendo de él, de verdad que no!
Poco me importa ya que después de lo que supe esta tarde, en casa de su padre, me cueste mantener un dialogo, mirarlo a la cara e incluso morderme la lengua para no decirle sus verdades. No, no seré yo quien ponga excusas para desaprovechar una última vez, juntos.
Quisiera decir que este encuentro se trata solo de sexo irracional, pero no tengo que engañar a nadie, y mucho menos cuando presiento que me echaré a llorar en cuanto alcance mi liberación. ¡Y es que el muy cabrón me sonríe mientras entra en mí, despacio, certero y con ritmo!, Jaime arrasa a su paso con facilidad, a través de mi húmeda excitación igual que arrasa con toda la frialdad que quise mantener con él al conseguir la sincronización de nuestros orgasmos.
—¿Sabes qué me está apeteciendo? —me pregunta cuando ya ha besado mi frente y se ha apartado de mí. Mi respiración aún no encuentra su ritmo y él ya puede hablar antes de quitarse el condón que oprimía su cerebro.
—¡Sorpréndeme! —le pido de manera irónica mientras me incorporo para sentarme en el borde de la cama.
Ironía que no pilla.
Jaime se sienta detrás de mí para abrazarme, pretende alargar el contacto íntimo que nuestras partes calientes perdieron ya.
—De eso se trataba, Sofía, de sorprenderte —comenta sonriendo—. Me apetece comer comida china mientras decidimos el tema de mañana.
¡Qué considerado!, quiere hacerme partícipe de mi propio trabajo.
Me levanto huyendo del abrazo, pero sobre todo huyo de sus palabras. Si el polvo se acabó ya, ¿qué mierda hago que no lo echo de mi casa?
—Lo siento, Jaime, ha sido suficiente Corazón de Fénix por hoy. Necesito descansar, así que no pensaré más por esta noche.
—Pero no tenemos tema hasta que hablemos y…
—¡Ay, mira!, ya se nos ocurrirá algo mañana antes de entrar al aire, ¡no seas pesado! —digo mientras cojo mi ropa y me la pongo, estaría feo que le abriese la puerta de la calle desnuda, ¿no?
Jaime, “El inteligente”, entiende que debe vestirse también, porque no tarda un segundo en ponerse su ropa interior y el pantalón.
—Bueno, verás, pensé que esta noche hablaríamos del…
—Ese es precisamente tu problema, Jaime, que solo piensas, piensas, ¡y piensas! —Mientras he ido repitiendo la palabra, con el dedo índice he estado a punto de taladrar mi sien. Bien por mí, ya no necesitaré que me la bese—. Y lo peor de todo es que solo lo haces en el puto programa, tus oyentes y la jodida emisora. Y por supuesto, ¡en el consentimiento de tu querido padre!
—¿Sofía?
—Sí, Sofia, esa soy yo, no pongas esa cara. Soy Sofía Arjona. —Y ahora mi dedo quiere traspasar piel, músculo y huesos de mi pecho, a juzgar por cómo me lo golpeo una y otra vez—. Yo seré nominada a mejor locutor de talk shows de este país. Yo, Sofía Arjona, la que no tiene una carrera profesional que la respalde, como tienes tú, porque solo soy buena para un número de monólogos.
Jaime se ha quedado quieto, con la camisa en la mano y a medio vestir su torso. Presta atención a mi enfado sin salir de su asombro.
—Sofía, espera.
Al fin he logrado que se mueva. Estoy empujándolo hacia la salida.
—Sofía, detente, tenemos que hablar, ¡por favor!
¿Hablar dice?, tuvo ya la oportunidad antes de manipular a su padre para el cierre de mi programa, apuesto a que solo me diría mentiras una vez más. Y lo siento por mi madre, quien me pidió que hablase con él, ella entenderá que no se lo presente ya porque esto se ha terminado.
Espera, Sofi, no te culpes por no saber detectar a tiempo el engaño de Jaime, estás enamorada, mujer, y cualquiera comete errores.
Pero ya no más.
Abro la puerta de mi casa y espero a que Jaime termine de cruzar el umbral, pero no lo hará de inmediato porque cierra de un manotazo la puerta.
—¿Estamos discutiendo, Sofia? —pregunta él, irritado—, porque si es así deberías ponerme en antecedentes para que yo pueda replicarte, ¿no crees?, ¡¿o es que solo vas a poder gritar tú?!
—No mentí cuando dije que estaba cansada, quizás lo expresé mal.
—Vale, te escucho entonces.
Jaime adopta una posición conciliadora, aunque yo la interpreto de digna, brazos cruzados y mentón en alto, como si verse echado de casa ajena entrada la noche, medio desnudo y recién corrido, no fuera lo suficientemente humillante para él. Detesto su arrogancia.
—Me cansas, Jaime, me cansas tú, tu falta de modestia en el trabajo y tu victimismo paternal.
De inmediato cierro la boca, ¡joder!, y para que quede sellada totalmente pongo la mano sobre ella. A través de mis ojos bien abiertos veo el gesto serio de Jaime.
—Lo siento —digo sin mucha esperanza de obtener su perdón.
Él se queda tan desconcertado que se termina de vestir del todo. Abre la puerta.
—Querías hablar, ¿no?, pues este es el momento —le recuerdo, cerrando la puerta yo esta vez.
Nos miramos a los ojos sin rastro de empatía por el otro, yo esperando oír sus excusas, él demostrando autocontrol para no darlas.
Demasiado tiempo, demasiado reclamo en su mirada.
Al parecer soy la única dispuesta a romper el silencio, aunque para ello la verdadera discusión esté por llegar.
—Cierto, se me olvidaba que no eras sincero al inicio de las relaciones.
No sé qué es peor, si la cara con la que me mira o lo que sé que me dirá a continuación, por cómo ha sonreído de repente.
—Pues yo tengo muy presente el vaivén emocional que supone estar contigo.
—Es bueno que lo recuerdes, sí —acepto triunfadora.
—Por eso quizás me he precipitado con lo nuestro, y lo que estoy necesitando en realidad es algo más estable —contesta sin titubear en una sola coma.
Bien, esto se ha convertido en un lanzamiento de acusaciones que no vamos a dejar pasar por alto. Me toca:
—Quizás, sí. Después de todo, no dudes de que la sorpresa me la he llevado yo contigo.
Jaime sonríe al oírme, esta vez puedo ver que es de manera hipócrita porque niega con la cabeza mientras lo hace.
—Te evitaré el drama de echarme, me voy yo.
Me aparto de la puerta.
—Y… Sofía —dice girando su rostro, ya no sonríe, ni siquiera lo intenta—, no deberías obligar a nadie a medir los tiempos en una relación.
—Yo no hago eso. —Mi defensa es muy floja y él está dispuesto a dejarlo claro.
Su abuelo habló de una batalla, y aunque parezca que la he ganado, todavía no me veo vencedora. Es más, estoy convencida de que sigo perdiendo.
Por lo pronto me duele ver que no se detiene, que no me mira, que no me besa, pero nada de eso no es comparable al dolor de su última pulla.
—¿Ah, no lo haces? Tan solo llevo tres días enamorado de ti, no me pidas tan pronto una lealtad que ni yo mismo sé si tendré conmigo.
Cuando Jaime ha terminado su confesión se marcha escaleras abajo, y por supuesto sin volver a mirarme. Mejor, trato de contener las lágrimas por ello. No todo los días oye una que es correspondida por el hombre que ama y se queda a este lado del orgullo, impasible a sus excusas. Yo acabo de echar a ese hombre, precisamente, a la calle, después de hacerlo de mi vida
Llegó el lunes, y en breve darán las nueve de la noche. El encuentro con Jaime es inevitable puesto que todavía no soy nadie para echarlo de la emisora, y su padre, por mucho que me tenga en un pedestal y esté encantado de complacerme, no creo que lo haga por mí.
Será en unos minutos, tendremos que vernos para la lectura de la “inútil” escaleta que no respetamos nunca, y no sé cómo reaccionaré cuando todavía no me repongo de la nochecita, y posterior día, que su imagen, su aroma y la huella de su piel me han hecho pasar. Algunos en mi lugar lo llamarían pesadilla, porque cuando estaba dormida, soñaba con él, y al despertar, Jaime no salía de mi cabeza.
Total, que llego despistada al edificio de la Emisora, por no decir dormida, cabreada y excitada a partes iguales por ese hombre que se me ha metido en las entrañas.
—¿Es usted Sofía Arjona?
El bombero se acerca a mí con una sonrisa en el rostro, pero debo de estar perdiendo facultades porque ni el uniforme me hace reaccionar. Suma a mis pesadillas que Jaime me ha dejado asexual para otros hombres.
—Sí.
Recuerdo que no es mi cumpleaños y que no tengo nada a la vista que celebrar. Y también recuerdo que Macarena puede querer reírse de mí, claro, estoy en mi puesto de trabajo que, por cierto, comparto además con el tío que le gusta y por el que ella ha dejado ver su cara más falsa e hija de puta.
—El señor Suárez no está y me ha pedido que le entregue a usted, personalmente, el informe de peritaje.
Ah, no, Macarena no tiene nada que ver, tan solo sigue siendo una falsa e hija de puta.
—¿Qué Suárez? —pregunto a punto de morderme la lengua para no decirle; ¿el que manda aquí, o el que miente, engaña y boicotea sus relaciones?
Pero entiendo que este buen hombre está de servicio y no tiene por qué saber que hablo así del Suárez que es todo eso solo porque el muy cretino carcome mi cerebro con su recuerdo.
—Usted sabrá quién es el que manda aquí y paga su sueldo, ¿no? —dice riendo a carcajadas.
Y en esas estoy yo, riendo también, cuando aparece Jaime por la puerta principal. Se ha detenido a saludar al muchacho de la recepción, pero prefiere quedarse expectante a mi conversación con el bombero. Uy, cierto, que el hombre lleva uniforme de los sexis, y aunque no se parezca en nada al de la Marina, blanco y con galones, con el que jugamos nosotros anoche, se le ve atractivo.
—Gracias —le digo aceptando el sobre.
—Y por cierto, señorita, no es confidencial —asegura al verme guardarlo en el bolso.
—¿Disculpe? —pregunto despistada, y no es por la falta de sueño. Tiene que perdonarme, no le oía demasiada porque miraba de nuevo a Jaime, ten en cuenta que es aparecer él y no pongo mucha atención a mi alrededor.
—Don Jaime me lo ha dejado bien claro, quiere que usted lo lea primero y no su nieto, nadie más.
Me equivoqué de nuevo porque él hablaba del mandamás.
—Gracias —digo sonriendo mientras niego con la cabeza. Ese viejo Suárez también me adora, y yo no hago más que pensar que el nieto, en cambio, me quiso quitar el programa para sacarme de la emisora.
Es ver al bombero irse, tras su despedida, y la curiosidad me puede. Busco los papeles en el desastre que es mi bolso y…
—¿Qué quería ese bombero? —me pregunta Jaime provocándome un microinfarto. ¡Joder, no debería oler así de bien!
—Nada —contesto veloz, sin ser muy creíble por ello. Vuelvo a meter la documentación en mi bolso y sonrío todo lo falsa que puedo.
—¿Estaba aquí, hablando contigo a las nueve de la noche, y no quería nada?
—Estaba perdido el pobre hombre.
—Sofía… —Jaime me retiene por el brazo.
—Le contrataba para un show, ¿contento ya?
Quiero marcharme de su lado, en el interior de la cabina no estaré más salvo de su presencia, pero al menos él no podrá tocarme, solo hay un inconveniente en mi plan de huida, y es que no será del todo inmediata. Estuvieron pintando las escaleras tras el incendio y he de esperar a que llegue el ascensor, con la mala fortuna que Jaime me sigue al interior. No puedo culparle, vamos al mismo lugar de trabajo, ¡¿qué coño?, claro que puedo cuando el único culpable es él!, ¿quién tuvo la genial idea de eliminar mi programa para que trabajasemos en el mismo lugar?
—Ya te dije que no soy hombre de celos, Sofía, no vas conseguir nada con esa actitud —me dice cuando el ascensor se cierra con nosotros dentro. Será solo una planta hacia arriba, pero para mí parece que desciendo al mismo infierno, ¡qué calor me está entrando!
—Ya, y también dijiste que estabas enamorado de mí, perdona si ya no sé qué creerte.
Jaime acorta distancias entre nosotros, pega su cuerpo ardiente al mío, ardiente o no, soy yo la que se quemará porque ya noto su aliento en el susurro.
—Dije que lo estoy, Sofía, lo estoy, no estaba, ni estuve. Sigo enamorado, eso no ha cambiado desde anoche. —El roce de su nariz hace que me estremezca—. Como sí creo que te ha pasado a ti después de un año.
Una planta del edificio, solo un maldita planta ascendemos y no me da tiempo a contestar.
En cuanto las puertas del ascensor se abren salgo detrás de Jaime. Sí, él se ha ido y no se ha excusado por su acercamiento, sus palabras o su beso fugaz que aún saboreo en los labios.
🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙
Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.
Queremos oír tu sonrisa.
Hoy el tema será; QUE NO QUIERAN DARTE EXCUSAS, TÚ LLRVAS RAZÓN
Cuéntanos:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro