
#CDFx 15
El trayecto a casa de Don Jaime es corto, entiéndase todo lo corto que se hace salir de la ciudad un domingo sin demasiado tráfico. Y menos mal, porque yo voy callada mirando su perfil, alucinada, mientras Jaime no ha dejado de hablar, desde que nos subimos al coche, de lo que nos espera en el almuerzo de su casa, mientras conduce. Está eufórico, y no se debe precisamente al aporte vitamínico del desayuno, que nos ha repuesto de la noche juntos, es más como un acumulo de nervios, una crisis de ansiedad. Lo que por otro lado es comprensible cuando todavía recuerdo su rostro al ver menospreciada su labor en el programa, por su padre, y ahora en poco más de doce horas quizás vuelvan a discutir.
—No pensé que llegara este momento, Don Jaime llamándome personalmente para invitarme a comer con los próximos patrocinadores, como si mi opinión le sirviese de algo. Todavía no me lo creo.
Ni yo que sonría de manera tan extraña.
Lo conozco, y esa dilatación de sus labios no tiene nada que ver con disfrutar de algo, ni siquiera se parece a la sonrisa que me dedica al bromear conmigo. Puedo asegurar que es de triunfo, de orgullo, al igual que sonrió esta mañana cuando su padre lo llamó para hacernos la invitación formal. Creí que ambos acabarían peleando como siempre, ya sabes, con algún reproche tipo: métete por el culo tu ayuda, papá, o, no sé en qué coño pensaba para contratarte, niñato. En definitiva, lo que se puedan decir hoy en el almuerzo no será nuevo para mí.
Pero no, fue colgar el teléfono y Jaime me dijo muy serio:
—Parece una gran oportunidad.
Aunque cualquiera al verle la cara pensaría que quiso decir más bien que parecía una gran mierda.
—Como sea, no se te ve muy ilusionado con la idea de asistir —le dije preocupada.
—Las oportunidades se aprovechan Sofía, ya tendré lugar para arrepentirme, después. —Y ahí fue cuando Jaime quiso dejar la conversación zanjada, pero yo no pude controlar mi lengua.
—Ojalá y sea la oportunidad que necesitas para acabar con vuestras diferencias —dije tratando de alegrarme por él, y por qué no, por mí también. Porque si Jaime y yo vamos a comenzar una relación, no quiero llegar a la Emisora con el temor de encontrarme en medio de ambos.
Luego ya, nos duchamos juntos y no volví a pensar en nada que no fueran nuestros besos, o nosotros mismos regados por una lluvia fina mientras nos metíamos mano con la excusa de enjabonarnos mutuamente.
—Vives en su casa, por dios, Jaime, no es que te pueda negar la entrada para recibirlos a ellos.
—Di mejor que no quiera echarme. A veces pienso que tu admiración por él te ciega en el criterio personal —dice a punto de llegar a nuestro destino, para mí, una coqueta casa de dos plantas, adosada y con patios, en una elegante urbanización, para Jaime hoy, se asemejará más a un matadero—. Mi padre hará lo que le venga en gana siempre que le beneficie.
Nada, que seguimos en punto muerto. Jaime nunca aceptará a la persona noble y humana que yo veo en ese jefe implacable, y yo no le permitiré jamás que me quiera convencer de lo contrario.
—¿Por qué trabajas para él?
Jaime me mira dejando a un lado su conducción responsable.
—Estoy a un minuto de entrar en la casa para cambiarme de ropa antes de que quieran hablarnos de la publicidad de Corazón de Fénix.
—¿Y? —pregunto ansiosa cuando ya ha aparcado.
—Que necesito tiempo para suministrarte semejante información —confiesa riendo, sin ocultar que no piensa hacerlo.
—No me lo dirás —admito, así parezca que le he hecho otra pregunta.
Jaime apaga el motor y antes de bajar del coche me dice:
—Por ahora no, Sofía.
¡Venga ya, hombre, ¿volvemos a los besos protectores que evitan a la tonta de Sofía daños mayores?!
Y como encima habrá adivinado que ha convertido mi frente, a base de besos, en mi nueva zona erógena con él, me lo da en la sien izquierda. A la mierda, Jaime estará pensando que así dispongo de otra sien para que aún me pueda proteger más.
El recibimiento no se hace esperar. Don Jaime esperaba ansioso nuestra llegada porque abre la puerta antes de que Jaime saque la llave siquiera. El saludo entre padre e hijo es frío, sin embargo soy la única en apreciarlo porque los dos patrocinadores estrechan la mano de Jaime sin percatarse del ambiente hostil que despiertan sus miradas.
Tras una breve disculpa del otro presentador del programa, que además corre escaleras arriba para de verdad cambiarse de ropa, soy yo la que se queda a solas con ellos para que me cuestionen sobre Corazón de Fénix. Son un total de cinco personas, por tanto diez ojos que no se cortan en analizarme al detalle; Don Jaime, la pareja de patrocinadores, la madre y el abuelo de Jaime. Estos últimos deben de estar aquí para apaciguar lo que ambos Suárez puedan decir, o ya puestos, estropear de la reunión, claro, que no olvidemos, que también viven aquí, en algún lugar habrán de comer que no sea hacerlo a escondidas en la cocina.
—No sabía que la pequeña Sofía fuera el talismán del que hablabas, Jaimito —dice de repente el anciano rompiendo las miradas y silencio que se volvían incómodos. Y eso de pequeña es, además de por mi altura, por mi edad, cincuenta años de diferencia hay entre él y yo.
—Papá, prometiste no intervenir en la reunión —dice Don Jaime avergonzado, casi serio, provocando que el señor y yo nos riamos como dos críos traviesos por su anterior comentario.
—Y no lo hago, ¿verdad, señores? —Esa cara de pillo que pone hace que los patrocinadores sonrían con él.
Les entiendo. He de decir que el día que conocí al abuelo, no llevaba ni dos meses trabajando en la emisora, me conquistó de inmediato su humor irónico, su picardía verde y su gran coco para los negocios. Lo que hace que ahora que he conseguido la atención del nieto me pregunte si no tendré un serio problema hormonal con los hombres de la familia Suárez. Miro a la única mujer presente, integrante además de la misma familia, y veo que me sonríe como lo hace su suegro. No, a ella también le caigo bien, y es recíproco.
El abuelo se acerca a mí sin oír demasiado a su hijo y frota mi frente ante las caras incrédulas del resto, incluida la mía.
—No sé si será como frotar una lámpara mágica. —Y se ríe el condenado despertando la risa de todos los demás — Pero me sirve de excusa para tomar tu temperatura por el niño.
Nadie se ha dado cuenta del susurro, a no ser que hayan visto mi cara sonrojada. Ya lo dije, este hombre es muy inteligente, y muy verde también.
—Bien, hagamos las presentaciones oportunas, Sofi… —interviene Don Jaime en mi ayuda.
Me presenta a los invitados, los que no dejan de alabar las recientes emisiones de Corazón de Fénix Yo acepto cada cumplido, feliz del despegue definitivo de la emisora en las ondas nacionales. Se habla también del próximo nombramiento a los nominados revelación del año y están como locos por meter las cuñas publicitarias de su marca en el programa antes de que eso suceda.
—Deberían esperar, quizás todo quede en nada —propongo avergonzada.
—De ninguna manera, confiamos en tu profesionalidad, y verás como los jueces nos dan la razón.
—Al parecer ya habéis empezado sin mí —confirma el propio Jaime al vernos hablar, y es que no hemos pasado de la entrada.
Está a pie de las escaleras, desde donde nos mira interrogante. Su aspecto es impecable, tanto como cabría esperar en una reunión de negocios, no es exactamente un traje de chaqueta, pero su camisa y pantalón de pinzas confieren cierta seriedad al momento. ¿Qué no voy a decir yo, que me gustaría quitarle esa ropa a bocados?
Y tonta de mí, que diría Macarena, me quedo esperando a que Jaime se acerque a darme un beso delante de todos, cuando lo que hace en realidad, y sin remordimiento alguno, es pasarme de largo para conducir a sus invitados a la sala comedor.
—Se te nota demasiado.
—¿El qué? —pregunto al abuelo cuando se acerca a mí, en el patio.
El almuerzo acabó hace un rato con la excusa de tomar café, así que pasamos al solecito del patio trasero.
—No estás haciendo nada por disimularlo.
—¿El qué? —insisto—. No comprendo.
—Tienes la suerte de que ese encantador de serpientes los tenga ensimismados a todos.
Sigo la dirección de los ojos del abuelo, los que dan a parar en la espalda de Jaime.
—¿Está usted, hablando de Jaime?
El hombre, con paso lento y torpe, se sienta a mí lado, a la sombra del naranjo. El lugar lo escogí por ser el más apartado de la mesa, todavía en ella se habla de la emisora, los nominados, los premios y la maldita publicidad de los condones. ¡Ah, cierto!, que no dije que nuestros patrocinadores serían ellos, la marca más reconocida de productos profilácticos y de diversión sexual del país.
—¿Recuerdas cómo me llamas en la intimidad, Sofi? —pregunta él sin dejar de mirar a su nieto.
Si algo tiene el abuelo es que me saca los colores con demasiada facilidad, nunca siendo grosero, por supuesto, pero sabe qué tecla pulsar exactamente para que mi cara enrojezca.
Solo me queda contrarrestar su ataque, así que le digo sonriendo:
—¿Jaime I, “El Cachondo”?
—¡Oye! —exclama con asombro fingido—. Aunque también sea cierto eso, yo pensaba más bien en “El Astuto”.
Recibo su abrazo de colegas por los hombros, así nuestra edad nos distancie varias generaciones.
—Y es por eso que no puedo dejar de advertirte por mi intuición.
—¿Tendré que llamarte a partir de ahora Jaime I “El Adivino”?
—Sofía —me regaña para que evite mis bromas—. Llevo un año viendo cómo miras al niño, y más concretamente estas últimas dos horas.
—Definitivamente te quedas con el apodo de “El Cachondo”.
—Humor o no, en todo esto, yo tengo que advertirte de Jaime.
—Yo no estoy con… —¿Y qué excusa le pongo yo a este hombre, ahora, si ha tenido que averiguar hasta los polvos que su nieto y yo hemos echado?
Espera, Sofi, no te precipites, que te pones colorada. Él no es adivino de verdad, saldrás de esta.
—Escuché una conversación entre ambos el día después del incendio —susurra con demasiado drama. Vaya, el incendio de la Emisora, qué poco hace que pasó y qué poco yo lo recordaba—. La idea de dejarte sin programa fue de… —De nuevo mira a su nieto—. …Jaime.
Él está a metros de mí y aun así soy capaz de oler su aroma, el nuestro juntos, el de la vela en mi dormitorio… Y la mezcla de tantos olores hace que mis avispas claven sus aguijones con fuerza en mi estómago provocando mis arcadas.
—¿Y por qué él haría eso? —pregunto asqueada.
—Eso no lo sé, pero no me extrañaría que trate de sabotear tu nombramiento a mejor locutora de talk show.
—¿Por qué razón? —repito de manera autómata.
—Sofía, cariño, no creo que seas tú. Jaime tiene una disputa personal desde hace años con su padre… y mi hijo contigo… bueno, tú ya sabes que te adora.
Sí, lo sé, Don Jaime me tiene un aprecio enorme desde aquel día que me contrató en una servilleta de papel, la que solo le faltó que estuviera usada para demostrarme su incondicionalidad, me acogió en su familia como a una hija más y se desvive por mi bienestar en la emisora, y ahora añádele que he resultado ser su talismán económico, o los patrocinadores no estarían aquí.
El bueno de Don Jaime, apodado por mí, Jaime II “El Santo”, está a un paso de la beatificación por mi parte, para liberarlo de la ira de su hijo “El Cruel”.
—Soy un daño colateral. Herirme a mí lo haría con él directamente, ¿no es así?
—Eres Sofía “La Genia”, no es casualidad.
—Tarde, abuelo, ya es tarde. No lo vi venir y Jaime ha entrado en mi vida —le digo apenada, porque estoy convencida de que echarlo me será más difícil ahora.
—Ya, por eso quise decírtelo hoy. Será tarde, pero tienes una batalla, todavía, que puedes ganar.
Por primera vez lo miro a los ojos, durante toda la conversación estuve pendiente de la actitud pelota y casi sumisa de Jaime con sus invitados. ¡Qué coño! Los invitados son de su padre, y si me tiras de la lengua diré que son míos, yo soy la estrella de Corazón de Fénix.
—Y ahora es cuando me enorgullezco de llamarte “El Astuto”, ¿no? —Mi sonrisa le llega al alma, porque también sonríe.
—Peta la audiencia de mañana lunes, deja callado a Jaime en el programa y haz que los jueces te nominen solo a ti. Es la única manera de evitar que pueda arruinar a su padre.
Espera, Sofi, ya no tienes excusas, el abuelo lleva la razón, así que sal a las ondas mañana y cómete con patatas a Jaime III “El Bello”, “El Raro” y “El Celoso” para después convertirlo, en “El Cachorrito”
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Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.
Queremos oír tu sonrisa.
Hoy el tema será; LO QUE TODOS VEN DE TU PAREJA, Y TÚ, POR AMOR, TE NIEGAS A VER.
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