#CDFx 14
¿Sabes de ese punto en la vida de toda persona en el que se tiene que establecer una lista de amistades porque no todas valen? Pues yo lo he alcanzado esta noche con Macarena y Quino.
Con esto no quiero decir que piense en descartar a la gente con la que ir a tomar una cerveza, trabajar o practicar "hobbies”, yo me refiero a ser exquisita con las que puedes o no hablar de tus relaciones para evitar traiciones, ya sea cuando estén comenzando, sigan intermitentes o incluso las que terminaron hace tiempo. A mí ya no me sirven los consejos de cualquiera y mucho menos quiero soportar bromas de mal gusto solo por creer que me están ayudando y es lo mejor para mi relación. Obviamente, trás mis recientes descubrimientos de ellos, Macarena y Quino también están fuera de cualquier lista de amigos, ni en la de conocidos siquiera entrarían ya, porque precisamente son los causantes de mi actitud con Jaime.
—¿Qué te pasa, Sofía? —Quiere saber Jaime al verme por más de dos minutos callada.
—No me gusta lo que has hecho —le reclamo cuando nos quedamos a solas—, no puedes pedirle explicaciones a Quino y ser a mí a la que juzgues después.
—Tú eras la que quería bailar conmigo, ¿no es así? —se justifica él, muy sonriente, cosa que ahora no necesito que haga porque soy yo la que está seria.
—Exacto, bailar, no que has hecho que salgamos a la calle como si yo fuera la culpable de algo, para que además me aleje de ellos y no los pueda mandar a la mierda —digo mientras me apoyo en un coche aparcado frente al local de la fiesta y cruzo mis brazos.
—Vaya, y ahora parece que quieras mandarme a mí.
Que deje de sonreír así de sexi, ¿no ve que no quiero besarle en este momento?
—No me gusta ser la burla ni el trofeo de nadie, Jaime, y quizás sea hora de que lo sepas.
Mi confesión no ayuda demasiado, Jaime está empeñado en hacerme sonreír para que olvidemos el encuentro con Macarena y Quino.
—No era mi intención, Sofía, no soy de esos tíos posesivos e irracionales, créeme, sé lo que valgo y nunca he dudado de mis aptitudes —dice sin perder la sonrisa—. ¿O ya has olvidado lo que soy capaz de hacer con una vela? —Él se sitúa a mi lado y me da un codazo cariñoso.
—¿Se puede ser más fantasma que tú?
Su falsa modestia me obliga a poner los ojos en blanco, y se me escapa una sonrisa que no le pasa desapercibida. Al menos en lo que a mí respecta no tiene competencia con ningún otro.
—Qué bien que me sonríes, me tenías preocupado —confiesa girando su cuerpo hacia mí para pegarse todo lo posible, y toma un mechón de mi pelo suelto, que acaricia mientras sonríe cuando ya lo estoy mirando—, por un instante he pensado que querías volver adentro con él.
—No digas tonterías, Jaime, yo también confío en tus aptitudes. —Y espero que mi sonrisa relaje la inquietud que tenía—. Es solo que noté algo raro entre vosotros, y la que estaba en medio de todo era yo, sin saber qué estaba pasando.
No soy del todo clara con él porque en el “vosotros” se encuentra también Macarena, pero bueno, esa ya será otra conversación que añadir a la de su padre.
—Lo hice porque no confío en Quino, Sofía, y es todo lo que se me ha ocurrido para evitar que te echase algo en la bebida.
—¿Todavía insistes con eso? —pregunto intrigada cuando nuestros ojos se encuentran a media sonrisa, los míos buscando su respuesta, los suyos procurando no alarmarme demasiado.
—Mi sospecha cada vez es mayor —asegura sin titubear—, y hasta saberlo de verdad, tú tendrás que ayudarme. Prométeme que te mantendrás alejada de él mientras yo no esté delante.
Levanto la ceja izquierda, ¿en serio?
—Espero que lo hagas como terapia para controlar “mi alcoholismo”, Jaime, y no porque estés celoso y quieras atosigarme —digo sonriendo, todo lo que es posible por la seriedad de mis palabras.
Jaime se relaja al oírme bromear, aunque aún no lo está del todo porque su sonrisa conmigo es más leve de lo que acostumbra a ser.
—Sofía, por favor, promételo.
—Demasiadas promesas me has arrancado en dos días.
—Sofía, insisto, Quino no es de fiar.
Vaya, se lo toma muy en serio, parece convencido de las malas intenciones de Quino, y eso mismo es lo que logra asustarme.
—Tienes mi palabra, entonces —digo haciendo que nuestro roce inocente se intensifique. Nuestras manos se han entrelazado, vinculando así nuestra promesa.
—Muchas gracias por tu confianza —continúa Jaime, y sella su parte del trato con un beso en mi frente, que esta vez elimina cualquier rastro del hermano que alguna vez vi en él —. No te arrepentirás, pelirroja.
—Eso espero, y también espero que te gusten los uniformes, porque estaba pensando en regresar a la fiesta.
Tiro de la mano que me mantiene unida a él para que me acompañe al interior, en menos de un cuarto de hora comienza el show. Pero él hace que mi cuerpo caiga sobre el suyo, que sigue apoyado en el coche, y como tiene las piernas estiradas sobre la acera, son nuestras bocas las que están a punto de chocar.
—Una última promesa antes de entrar.
—¿En serio?, ¿solo seré yo quien las haga? —pregunto riendo cuando me ha besado.
—Tú procura coger uno de esos uniformes, que me sirva, y yo te garantizo un pase privado al llegar a tu casa. ¿Trato hecho?
—Hecho. —Y por primera vez beso su frente como no hice hasta ahora, bajo nuestras sonrisas sinceras.
Cuando el espectáculo de streptease termina ya nada me retiene aquí, así que me apresuro a recoger mis cosas; el bolso, la chaqueta y obviamente un uniforme para Jaime, previo pago para devolverlo intacto, porque no se me olvida su promesa. Muero por llegar a casa y que me demuestre sus habilidades para el baile.
No sé donde se ha metido el bailarín en cuestión, quedamos en vernos fuera del local y no llega todavía. La que si sale a la calle es Macarena y lo hace para fumar en la puerta, en compañía de sus verdaderos amigos y no dudo de que sea ella quien me lo dirá, viene hacia mí.
Se le ve más contenta que al inicio de la noche.
—¿Ya te vas?, no creí que fuera tan pronto. Anda, tómate una última copa.
—No, espero a Jaime y me voy.
Ambas parecemos estar analizando la frase y la intención al decirla que tuvo la otra. La mía es sencilla, le dejo claro que me marcho con Jaime, ya si eso que ella se coma el coco en qué sentido lo hacemos, si en el de amigos o pareja, total, nosotros tampoco lo tenemos definido aún. Pero lo más inquietante para mí es su mirada, ella en realidad no quiere que me vaya.
—Dilo ya, Macarena, lo estás deseando.
Da una calada a su cigarro y me mira pensativa.
—Al final resulta que eras mi amiga y me conoces bien —dice con sorna. No me pasa desapercibido que ha empleado el pasado de nuestra amistad. ¡Qué bien que lo tenga claro!, me resultará más fácil.
—Pero ¿cómo pude ser tan ingenua contigo? —pregunto sin necesitar su respuesta, tuve todo un año para saber que me impedía estar con Jaime.
—A veces pensé que esa era tu estrategia: La inocente Sofía, a la espera de que Jaime se fije en ella, se hace pasar por tonta. Pero no, luego te veía mirarlo, y te oía hablar de él con tanta devoción y entrega que supe que eres tonta y ya.
—Todo fue más fácil así para tí —corroboro mi estupidez delante de ella.
—No creas, me costó mantenerte lejos, eres muy dura cuando estás enamorada.
Debí tirarle la vela el otro día a la cabeza, el vidrio le hubiera dejado un bien chichón. Ahora poco puedo hacer para acallar esa estúpida risa.
—¿Ves esto, Maca? —digo con ganas de provocarle un gran dolor de cabeza al menos. El uniforme no le hará daño físico, sin embargo lo que piense a continuación será mejor que una brecha con puntos—. Jaime se lo pondrá en cuanto llegue a mi casa, y las dos sabemos donde acaban estas cosas tiradas.
¡Qué horror!, me estoy comportando igual que Jaime, hace una hora, solo que esta vez el trofeo es él mismo. Pero mi excusa esta vez es una justificación, me defiendo de su ataque.
Sus ojos no se apartan de las prendas de mis manos, el gesto de su cara ensombrece.
—La tonta lo consiguió —añado dispuesta a rematarla, seré tonta, pero aprendo rápido. —Y ahora, si me disculpas, iré a buscar a Jaime para marcharnos.
Entro de nuevo al local para de verdad buscar a Jaime, ella debería hacerlo también, la he dejado tan petrificada que el cigarrillo que tenía entre los dedos acabará por consumirse antes de que reaccione su cerebro.
El inconveniente de esa lista de la amistad que quiero hacer es que las que ya fueron son parte de mí y no las puedo borrar, no puedo obviar a Macarena así como así cuando fui yo quien la eligió.
Y entonces me acuerdo de la única amiga que jamás me traicionará, aquella que me eligió a mí por delante de cualquiera. Mi madre sabrá consolarme.
—No entiendo nada, ¿dices que Macarena te engañó, o que te engaña Jaime? ¿Y Quino, qué pinta en todo esto? —grita para que la oiga entre la música a todo volumen.
—Eso quiero averiguar, mamá, pero no me ayudas mucho.
—Tal vez si salieses a la calle y pudiera escucharte mejor, lo haría, recuerda que acabas de despertarme.
Bien, no ha gritado esta vez, supongo que ha tenido que ver a mi padre dormir al lado y se ha contenido.
Salgo del bullicio de la fiesta, de nuevo, y me apresuro en continuar la conversación, no quiero que se quede dormida, tengo que salir de esta incertidumbre. Ya en la calle le repito a mi madre:
—Macarena me ha hecho una encerrona con Quino, mamá, quien ya no oculta que quiere algo conmigo porque a la mínima oportunidad busca mi contacto, mientras que Jaime, con el que sí quiero estar yo, actúa muy raro delante de ellos. Así que no sé quién de los tres está siendo más falso esta noche.
—Vale, escucha con atención —dice adoptando la voz de mi conciencia, la que siempre oí—. Macarena nunca me gustó, cariño, una amiga que no conozco todavía, no es de fiar. —Mi madre cree que tengo doce años, cuando por aquel entonces pedía credenciales de todos mis amigos para dejarme salir con ellos—. Por otro lado, Quino nunca aceptó un no de tu parte, así que tú no deberías seguir alentando esa amistad—. Y…
Aquí viene el más importante de todos, quien nos tiene a las dos enamoradas por mucho que diga que no, seguro que ha mirado a mi padre para poder hablar con libertad.
—No seas demasiado cruel —le pido cerrando los ojos, y hasta he encogido el rostro por si me duele mucho su comentario sobre él.
—Espera, Sofi, a Jaime le perdonamos lo raro que es mientras contigo no lo sea, cielo. Solo tenemos que amar esa rareza suya y todo irá bien.
—¿Tenemos?
—Verdad, a ver si un día lo traes para conocerlo.
Me relajo al oírla, al punto de reír a carcajadas cuando termina de hablar.
—Gracias, mamá, hablaré con él antes de comenzar nada por lo que pueda salir herida.
—Sí, habla con él, Sofi, y no pienses demasiado.
—Descansa, ¿sí? —le digo al oírla bostezar.
Y estoy recibiendo sus buenas noches, cuando Jaime sale por la puerta, acelerado, muy endemoniado.
No sé si será casualidad o no, pero Quino lo hace también trás él.
—Nos vamos ya.
¿Eso ha sido una orden?, porque yo no la acepto.
Jaime ha elevado la voz sin necesidad, porque en la calle solo estamos nosotros tres y algún fumador, y a mí me da la impresión de que es más bien para que se entere Quino.
—Adiós, Sofi. Te veo el lunes —me dice el otro dando por hecho que visitaré su bar.
No puedo contestarle, Jaime toma mi mano libre para hacerme andar con él. Con disimulo, porque no quiero que Quino vea que es algo que me jode sobremanera, me deshago de la mano de Jaime y me giro para hablarle a él:
—Descuida, seguramente vaya a cenar antes de trabajar.
—Te estaré esperando.
Me he dado cuenta, al igual que Jaime, del guiño de ojo de Quino, no es que lo haya ocultado mucho, la verdad, pero me tiene que admitir que a él le ha molestado más que a mí, ya que de nuevo me lleva cogida por la mano mientras caminamos en busca de su coche.
—Sé que no lo has dicho en serio.
—¿El qué? —digo fingiendo despiste, bueno, Macarena lo llamaría más bien hacerme la tonta.
—Que cenarás en el bar de Quino el lunes.
—¿No lo haré? —Me cruzo de brazos y me cobijo con el uniforme, al que, francamente, ya no le veo utilidad.
—Da igual, confío en ti.
—¿Ah, sí? Pues deberías tener cuidado.
—No vas a enfadarme Sofía, deja de intentarlo.
—Mira que bien —admito sonriendo de manera hipócrita —, porque yo ya estoy enfadada por los dos.
Jaime me sujeta por la cintura para cargarme en peso y me lleva hasta la pared más cercana, en ella me deja descansar al tiempo que él lo hace sobre mí cuando arroja el uniforme al suelo. No me cansaré de maldecir el metro sesenta y cinco que mido, primero porque me maneja a su antojo, segundo porque su altura me engulle en el abrazo que me da, y eso me gusta, ¡joder!
—Esto no es nada personal contigo. Sofía. Podría haberlo dejado pasar, podríamos haber salido de la fiesta y no volver a pensar en ello, pero tenía que decirle a ese gilipollas que no me toque más los cojones. —Y a continuación besa mi cuello para extraerme gemidos.
—No veo yo que te haya hecho mucho caso cuando me ha invitado a cenar el lunes —murmuro a tiempo de que su lengua impaciente, la que recorre mi garganta, llegue a mi boca. Cuando Jaime la alcanza pocas palabras me salen ya de ella, continúo su beso con las mismas ganas.
—Yo no lo he visto como una invitación, él estará allí trabajando como todas los días.
El aire de su risa refresca los besos húmedos que me dio, estremeciendo mi piel y arrancado mi risa.
Los segundos siguientes son más excitantes. Nos miramos mientras nuestras respiraciones se ralentizan.
—Sofía, si sigues jugando a ponerme celoso con Quino…,
—¿Qué? —me apresuro a decir lamiendo su mentón, su gruñido mudo me pone más.
Jaime cierra los ojos, pero aun así tiene más autocontrol que yo, porque él puede hablar.
—Harás que me enfríe y desperdicie mi erección —asegura sonriendo al tiempo que me la deja notar en mis piernas.
—Y no queremos eso, ¿verdad? —digo contagiada por su buen humor al meter mi mano entre nuestros cuerpos para hacerme con ella.
—No —confiesa con el que ya ha pasado a ser mi beso preferido, uno tierno en la frente.
Jaime se detiene un segundo en recoger la ropa del suelo y en ofrecerme la mano, la que yo, encantada esta vez, tomo para caminar a su lado.
🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧
Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.
Queremos oír tu sonrisa.
Hoy el tema será; LA IMAGRN QUE PROYECTAS EN UNA RELACIÓN, ¿DOMINANTE O RECESIVA?
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