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#CDFx 12

Las expectativas que me hice durante un año con Jaime se cumplen, es más, sus labios tiernos, pero demandantes, las está superando en este momento. 

     Con su beso me veo colmada de todo cuanto imaginé, cariño, pasión y deseo, y mi cuerpo responde a cada una de las sensaciones de manera diferente. Cuando mis manos buscan el roce inocente de  la piel de su abdomen, es mi boca la que se mueve entregada a la suya, y mientras esto ocurre, mis caderas se adelantan hacia él provocándonos una excitación que nos abrasa.

     Muchas excusas contenidas que hoy se convierten en realidad.

     —No sabes las ganas que tenía de que hicieras eso —digo en cuanto dejamos de besarnos.

     —Me alegro, porque después de besarme así, no te permitiré poner excusas, Sofía. —Por su sonrisa amplia y triunfadora sé que Jaime me dice la verdad. De aquí no se va sin llegar a más. 

    Espera Sofi, no comas ansias todavía, mujer, que luego tu estómago, en cuanto a Jaime se refiere, es muy delicadito.

     —¿De verdad crees que puedo tener alguna excusa para ti? Mírame. —Y lanzo el desafío abriendo mis brazos.

     Y él lo hace, mira con detenimiento mi cuerpo, o el que él intenta adivinar bajo la ropa porque se muerde el labio inferior. 

     —Sofía…

     Jaime no permanece quieto y me sujeta por las caderas para que me acerque más a él. Sonrío al notar que sus ganas no son pocas, comienzan a crecer. 

     —¿Crees que llegaremos al dormitorio? —pregunto riendo, no sé si me habrá entendido, porque él no deja de morderme el labio inferior.

     Uy, me parece que no tardaremos en llegar.

     Jaime me coge por el culo y hace que abra mis piernas alrededor de su cintura, las que acomodo en su pelvis mientras me sujeto a su cuello. Llevo pantalón vaquero, pero este poco puede hacer por retener mi humedad, y que él intensifique nuestro roce me ayuda mucho menos a disimularlo.

     —Jaime, por favor… la cama… está allí.

     He señalado al interior del pasillo que conduce a las habitaciones, no puedo seguir hablando, su lengua recorre mi garganta y hago lo posible por no estremecerme aún de placer, puesto que cada terminación nerviosa que Jaime chupa acrecienta el palpito de mi vagina.

     —Sí…, la cama —murmura él. 

     Hasta ahora no sabía cuánto me pone esa voz ronca, entrecortada por tantos gemidos. 

     Y lo siguiente que noto es la pared a mi espalda mientras giramos por el pasillo,  intentando salir del laberinto en el que se ha convertido antes de llegar al dormitorio, y es que trato de quitarle la camiseta cuando él camina conmigo en peso, a ciegas y enredado en mis labios, todavía.

     Jaime me deja en la cama para poder quitarse el resto de ropa, con prisas, con más ganas que me sorprenden acumuladas en el bulto de su entrepierna. Me siento en la cama, y con descaro lo observo desnudarse entre prenda y prenda que yo también libero de mi cuerpo. Fuera el pantalón y fuera las bragas, tan solo el top deportivo, que hoy llevo, me cubre los pechos. 

     Pero entonces Jaime niega con la cabeza, apresando su labio inferior entre los dientes.

     —Todo, Sofía, o yo no continuaré.

     Joder, y él sigue aún con su ropa interior puesta, ¿juega conmigo?

     Estiro el brazo y meto el dedo indice por el elástico del slip negro, que viste, y lo atraigo a mí para ser yo quien se lo quite. Jaime, sin oponerse a mis deseos, se deja guiar y sonríe por ello mientras tanto. Mis manos se deslizan por sus caderas y él se sobresalta al sentir que recorro la suavidad de la piel de sus muslos y sus rodillas, para dejar caer la prenda al suelo, o que mi lengua tímida sale en cada beso que le doy en el ombligo hasta el inicio del pubis.

     —Sofía —dice encogiendo su estómago, y sé que lo ha hecho porque no dejo de besar su erección, la que tomo bajo mi control para satisfacerle. 

     —Favor por favor, Jaime —contesto moviendo mi mano a lo largo de ella mientras elevo mis ojos para ver su expresión. Él sonríe.

     Dicho y hecho.

     Cuando veo sus intenciones, camufladas bajo esa mirada y sonrisa pervertidas que me echa, me dejo guiar yo. Jaime empuja, con delicadeza, mis hombros, hasta hacerme tumbar de nuevo, para poder arrodillarse encima de mí a horcajadas sobre mis piernas cerradas.

     —¿Quiere decir eso que te lo haga yo primero? —dice al tiempo que sus dedos describen una línea desde mi ombligo a mi boca, para acabar marcando el contorno de mis labios. Yo he abierto la boca de inmediato con ansias de lamerlos, pero él, más atento,  los retira jugando con mi desesperación. 

     —Sí.

     —¿Te lo quito yo? —Y ahora sus dedos se pasean por la línea del sujetador estimulando la piel descubierta de mis pechos.

     —Vale —asiento sin necesidad de más palabras,  porque mi cuerpo se contrae ante su tierno ataque y se curva pidiendo más atención.

     Jaime me complace, y se posiciona entre mis piernas ya abiertas para hacer lo mismo que ya hicieron sus dedos por mi vientre y mis pechos, pero esta vez con su lengua, dejando en mí una línea húmeda que se nutre de mi propia humedad para que él pueda seguir torturándome de deseo.

     —Jaime —susurro con un gemido cuando ha subido el elástico del top para dejar mis pechos a la vista. Claro que eso es un decir, no creo que se vean demasiado cuando los cubre con sus manos mientras que con la boca los succiona por turnos—. Jaime, por favor.

     No puedo esperar más, creo que un año ha sido suficiente.

     Agarro su cabeza, por ambos lados, para poder besarlo, y es entonces cuando nuestras miradas se cruzan de nuevo, mi boca abierta buscando oxígeno, la suya cerrada sin querer dejarlo escapar. 

     —El condón, ¿recuerdas? —digo sonriendo, y aquí es cuando mi cuerpo se eleva sobre la cama buscando sus caricias, la penetración que tanto tiempo llevo aguardando. 

     —Lo tengo yo —admite siguiendo mi argumento entre risas traviesas, con dedos igual de juguetones que apartan mis pliegues para entrometerse en nuestra “conversación”.

     —Vamos, Jaime, ya me tienes calentita, no quieras hacerme arder.

     —Un momento. 

     Y es literal.

     Jaime se aparta bruscamente de mí,  busca su ropa por el suelo, y lejos de coger el maldito condón que necesitamos en este momento, se la pone sobre su pene erecto para salir de la habitación.

     —¡Jaime!

    Juro que no he querido gritar, pero me ha dejado así, tirada sobre la cama deshecha y mirando la puerta por la que ha salido. Sí, sí, ya sé… estoy tremendamente cachonda y no debería pensar tonterías … ¡él no puede haberse ido!

    —Perdona, me faltaba encender esto —dice enseñándome la vela que ha tenido que coger de mi bolso, en el salón. Mi cara se torna roja, más que por el calentón, por la vergüenza—. No es algo que haga nunca, Sofía, pero se trata de ti. De nosotros.

     Además del condón, Jaime saca de su bolsillo mágico de los pantalones, antes de volver a tirarlo al suelo, un mechero.

     No, no se me ha bajado la libido al verlo, al contrario, con la primera aspiración de esa vela encendida mi cuerpo arde con ella. 

     —¿Te gusta así? —pregunta igual de avergonzado.

     —Madre mía, Jaime, no puedes hacer eso para una primera vez. —Él me mira interrogante

     —¿Y por qué no?

     —Porque ahora estarás obligado a superarlo en cada ocasión que tengamos —confieso más emocionada de lo que debería. Y es que Jaime todavía no debe saber que quiero más veces entre nosotros.

     Jaime sonríe antes de regresar a la cama conmigo, gatea por mi cuerpo para besarme a continuación. 

     —Siendo así, Sofía —dice entregándome el condón para que se lo ponga yo—,  tú eres la que tendrás que motivarme.

     Cojo el paquetito, sonriendo, total, ninguna excusa hará que me detenga para ponérselo. 

     Si hay algo que me ha sorprendido de Jaime, y para bien, ahora que descubro su inagotable “mecha”, es que me satisface siempre antes de hacerlo él, y eso es nuevo para mí, porque aunque tuviera parejas de lo más dispares en el pasado,  parece que los elegí con la única neurona incapaz de distinguir el egoísmo en las relaciones. 

     Y para nada es lo que me ocurre ahora con Jaime.

     —Déjalo ya, Jaime, así está bien. —Y que conste que lo pido con un susurro para evitar que se entere del todo y me deje de verdad a medias, total, le costará oírme, está con la cabeza entre mis piernas.

     —Un poco más  —contesta riendo, y he podido sentir el aire de su risa. Este hombre acabará conmigo mucho antes de lo previsto.

     —Jaime, tú no has… has… —Joder, quiero hablar,  pero eso que me está haciendo en una combinación de lamida, succión y mordisco hacen que me calle. Creo que mi neurona, la inútil con los tíos derrochones, con Jaime se ha vuelto ella la egoísta.

     —Vamos, Sofía —dice ya libre de su manjar, solo que ahora ha metido dos de sus dedos en mí para no interrumpir mi orgasmo —, si te relajases y lo disfrutaras más, hace rato que hubieras llegado. Pero oye, que no me quejo —asegura riendo, y para que yo me lo crea, en serio, vuelve a utilizar su lengua. Yo lo que hago es  volver a retorcerme bajo él, sujeta a las sábanas para cuando me libere. 

     Mierda, no puede ser tan pronto, acaba de suceder por tercera vez, en este instante que todavía la habitación huele a coco y mango.

     —Ya no tengo más —dice Jaime rescatando de sus labios mi sabor,  al relamerse. Me muestra, sonriendo, un segundo envoltorio de la goma—. No podemos desaprovecharlo.

     Y me besa para que acepte su propuesta.

     —Ya, lo ideal hubiera sido detenernos para comer algo y luego bajar a comprarlos, pero has preferido darte el festin tú solo.

     —Y dime que no te ha gustado.

     Jaime ha intercambiado nuestros cuerpos para ser él quien quede ahora debajo. Si hace algo muy bien, y sin esfuerzo, eso es manejar mi cuerpo como si fuera arcilla por modelar bajo sus manos, ha logrado sentarme sobre su estómago para que podamos vernos bien cuando él mismo se sienta. Un cara a cara, mirada a mirada, que resplandece en nuestras sonrisas.

     —¿Sabes qué es lo que más me ha gustado a mí? —pregunta ahora apartándome los pelos de la cara, toma un último mechón, por la punta, entre sus dedos sin dejarlo escapar—. Cuando ha quedado desparramado por mi vientre, ¡dios, huele tan bien!

     Jaime mete la mano por mi nuca hasta dar con su ansiado fetiche, el que, sin dañarme, enreda en sus dedos para atraer nuestras bocas. Un beso que desata de nuevo mi lujuria para ser yo quien acabe preguntando.

     —¿Ha sido para tanto como para querer repetir?

     Espera, Sofi, que para no estar interesada en demostrarle tu interés tienes la boca muy grande, supongo que la culpa la tendrá la suya, que te está besando para extraerte las palabras.

     Su mano abandona mi cabeza para acariciar los labios que acaba de besar. Se detiene un segundo en mirar mi boca antes de contestar:

     —Me gustaría decirte que sí, Sofia, pero eso te toca a ti decidirlo. 

     Pues yo lo tengo claro. Me gusta todo de Jaime. Su sentido del humor inteligente, sus determinación y arrogancia en el trabajo y sus detalles extraños, que no tiene solo conmigo. Todo de él, obviamente su cara, que esa sonrisa perfecta acentúa, y su cuerpo de metro ochenta, de infarto, también,  que para algo babeo al verlo. Y añade su falta de egoísmo en el sexo, que eso es muy importante para mí, que ya sé que no me faltan neuronas.

     —¿Y si hablamos esta noche en el programa de los excesos? Porque iré comprando condones en cantidades industriales.

     Jaime ríe a carcajadas mientras me abraza. Creo que le he hecho feliz, tanto como lo hace mi pelo en su vientre.

     —Me encargo yo, mejor —propone sin darme opción—, no olvides que tengo que sorprenderte.

     Lo miro sonriendo mientras pongo cara de duda.

     —Mmm, excesos o sorpresas, todo un dilema. Y no sé qué tema me gustaría descubrir más, contigo.

     Vuelvo a verme tumbada en un giro inesperado, con Jaime besando cada rincón de mi cuello, mis pechos o mi ombligo, entre las risas de ambos por llevar el control, esta vez, sobre el placer del otro.

     —Lo haremos alterno, así será más emocionante descubrirnos —dice mirando la llama que todavía permanece encendida en la cómoda, a nuestra izquierda. Yo sigo su mirada y me emociono al verla.

     Sí, definitivamente quiero más veces con Jaime, y ojalá que las sorpresas que me esperan con él tengan tanto significado para nosotros como esa vela.    

🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧🎙🎧

Como cada noche, bienvenido a tu programa, mi querido Fénix, aquí daremos voz a tu opinión, pregunta o propuesta en el amor.

Queremos oír tu sonrisa.

Hoy el tema será;  ¿CREES QUE EL AMOR SE ROMPE CON LOS EXCESOS?

Cuéntanos:   

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