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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO - ZEUS

Sábado, 18 de febrero del 2023

Desde que Alma ha comenzado a vivir con Abiel, Hércules no para de quejarse de que casi no puede compartir momentos de intimidad con su hermano, por lo que, todos los sábados por la mañana, Abiel se levanta temprano y queda con él en el parque del Oeste que está a pocos metros del piso.

—Después del revuelo que se montó en el Olimpo cuando fueron los exámenes, hoy es lo más emocionante que ha pasado en el último mes —le cuenta Hércules a su hermano, mientras los dos, acostados mirando al cielo, observan las estrellas porque aún no ha amanecido.

—Aún no entiendo el porqué tanta expectación por nuestros exámenes cuando sabíais que íbamos a aprobarlos con buenas notas —se queja Abiel.

—Yo sí, pero el resto estaba de los nervios.

—¿Y cuál es la razón de que el día sea tan emocionante? —pregunta Abiel, aunque cree saber la respuesta.

—La cena que tendrán tus verdaderos padres esta noche.

—Mis verdaderos padres son Ellen y Erich, no entiendo por qué no se te queda grabado en esa cabeza de chorlito que tienes —le repite por enésima vez.

—Pues la cena que tendrán Zeus y Maia —se corrige Hércules.

—A esa cena asistiremos ocho personas más —rememora Abiel.

—Lo sé, sin embargo, serán todo parejas. ¿Sabes algo de Apolo? —le pregunta Hércules, porque en el último mes ha visto muy poco al abuelo de Abiel.

—Está como un tonto enamorado detrás de Camy todo el día. Yo no lo veo mucho, solo las tres veces que hemos quedado en casa de mis padres, porque Ellen y Erich han contratado a otra señora para que ayude en la casa. Ahora que ya sé que es mi abuela, no tiene que trabajar para verme —le resume Abiel.

—Ha estado convenciendo a los otros dioses para que hagan a Carmen inmortal y así no tener que separarse de ella nunca más.

—¿Puede hacer eso? Ella no es una semidiosa.

—Claro, pero tiene que ser Zeus el que lo haga. Además, creo que también quiere hacer lo mismo con Maia —lo sorprende.

—No sé si Maia lo va a aceptar, se le ve un poco reacia a asistir esta noche. Tuvo que intervenir Camy y obligarla a aceptar la invitación.

—Cuando la conocí parecía tan frágil y tímida. Ahora es el orgullo de su padre: testaruda y obstinada —se burla Hércules.

—Tenía miedo. Yo tampoco había visto a Camy así. Ahora que mis poderes se están haciendo cada vez más fuertes, estoy empezando a recordar los primeros dos años de mi vida. Solo puedo decir que son dos mujeres muy fuertes, sin embargo, tienen una debilidad que las hace vulnerables y las llena de terror: yo. He intentado que entiendan que soy fuerte y que si algo me sucediese sabría cómo encajarlo, pero ellas no entran en razón, siguen sintiendo pánico cuando imaginan que algo pueda sucederme —se sincera Abiel.

—Dales un poco de tiempo —le aconseja su medio hermano.

Los dos hijos más jóvenes de Zeus se quedan admirando el cielo y hablando de todo un poco. Abiel también echa de menos el poder compartir todos sus pensamientos con Hércules todos los días, pero el encontrarse en este parque una vez por semana durante horas es una buena solución. Si no se pareciesen tanto, podría ocupar la habitación que queda libre y que ahora está destinada para las visitas, no obstante, ninguno de los dos quiere encontrarse en una situación similar a cuando Pedrito vio a Hércules por primera vez.

Ahora, cuando están Pedrito y Abiel solos en el piso, Hércules aparece en la puerta después de que su hermano le envíe un mensaje. También lo hacen si está Alma con ellos, aunque no se deja ver ni por Daniel, ni Paula, ni Lucía.

—¿Cómo te va con tu reina? —se interesa Hércules.

—Joder, es increíble vivir con ella y poderla ver a todas horas. Es mi complemento ideal. Me hace reír y aún se sonroja cuando le digo algunas burradas de las mías. Sigue siendo demasiado tímida a veces, pero me encanta eso de ella.

—¿Y en la cama? —concreta Hércules la pregunta.

—No voy a hablarte de lo que hacemos en la intimidad —le hace saber Abiel.

—¿Por qué no? Antes de que tuvieseis sexo yo te daba unos consejos extraordinarios —le recuerda Hércules.

—El día que nos conocimos, me hiciste pasearme por un museo con una erección de caballo —le echa en cara Abiel.

—Si no hubiese sido por la información que te di, no habrías sabido manejarlo.

—Es verdad, pero no voy a contarte nada de lo que hacemos, no sería justo. Es algo entre ella y yo.

—¿Ya te has follado su culo?

—Sí, y tenías razón. Le encanta el sexo anal. A veces se corre dos o tres veces antes de que yo pueda llegar al orgasmo y si encima la masturbo a la vez... —deja la frase a mitad cuando se da cuenta de que ha hablado de más.

—Me alegro de que te vaya tan bien —le contesta Hércules entre risas.

—No te burles.

—Solo me hace gracia que te diviertas tanto con tu novia. De verdad que me alegro por ti —se defiende Hércules.

En cuanto comienza a salir el sol, Abiel regresa al piso. Quiere estar en la cama antes de que su novia se despierte. Normalmente, no tienen tiempo para quedarse en la cama al despertarse cuando hay clases y los fines de semana a Alma le encanta disfrutar de su novio antes de desayunar, que es como ella lo describe.

—Pensé que anoche te había saciado suficiente para dos o tres días —bromea Abiel, cuando siente la mano de su novia en su entrepierna.

—Pensaste mal —le responde ella, con una sonrisa pícara.

Es cierto que la noche anterior habían tenido sexo salvaje hasta que Alma cayó en la cama tan cansada que no podía ni mover las pestañas, pero Abiel sabe que eso nunca le ha impedido exigirle a su novio a la mañana siguiente que cumpla como amante.

—Eres digna descendiente de Afrodita —le dice él antes de darle la vuelta en la cama y posar su cuerpo sobre el suyo con cuidado.

—Nunca podemos hacer nada por las mañanas, solo los fines de semana —comienza Alma a quejarse hasta que su novio comienza a masturbarla con los dedos.

—He pensado que hoy voy a follarme tu culo hasta que no puedas sentir las piernas, reina, pero antes quiero metértela en esta posición.

Abiel conoce lo suficiente a su novia para no esperar a que ella le conteste. Alma no puede hablar de manera coherente cuando está demasiado excitada y él se aprovecha para decirle toda clase de cosas que luego, por supuesto, le hace.

Agradece todos los días que su novia se pusiese el DIU a principios de año, por lo que no tiene que buscar un preservativo cada vez que quiere follarse a Alma.

***

Una hora y media más tarde están las tres parejas en la mesa del comedor junto con Raúl y Verónica, unos antiguos compañeros de instituto, que han venido de visita a Madrid este fin de semana, porque ambos estudian en otra ciudad.

—¿Por qué no os quedáis a dormir en casa de vuestros padres? —se queja Daniel, cuando Raúl le quita la última magdalena de vainilla y chocolate que hizo Camy hace dos días.

—Porque en la casa de nuestros padres no nos dejan dormir juntos —le explica Verónica, ajena a la riña por la comida que se traen Daniel y su novio.

—¿Pero si lleváis juntos casi dos años y sois mayores de edad? —se asombra Abiel.

—A nosotros tampoco nos dejan. Aquí los únicos modernos son tus padres y, posiblemente, porque son muy europeos —le recuerda Daniel.

—Por eso es increíble que tengáis una habitación libre para que podamos dormir juntos, los que no tenemos esa suerte —añade Raúl, con una sonrisa pícara.

—Creo que voy a empezar a cobrar por la habitación —bromea Abiel.

—Por mí no hay problema. En el trabajo que me ha buscado tu padre de chófer cobro más que en el anterior, aunque haga más horas —responde Daniel.

—No lo decía por nosotros, sino por la habitación-picadero —le explica Pedrito.

—Con vosotros me va genial, no tener que hacerme cargo de tener que comprar comida es un alivio —presume Abiel.

—Sabes que mucho de lo que comemos nos lo trae Carmen o tu madre, ¿verdad? A la única que realmente se le da bien cocinar es a tu novia —interviene Paula.

—Pero la limpieza la llevamos genial —se defiende Lucía.

—La verdad es que estáis muy bien organizados. Ya me gustaría vivir a mí así en Salamanca. Mis compañeros son un asco y tengo que esconder la comida para que no se la coman —se queja Raúl.

—Yo estoy en un colegio mayor en Granada y me gusta, pero no permiten visitas y menos la de tu novio —añade Verónica.

—Pues brindemos con café con leche por la suerte que tenemos de vivir aquí —les pide Daniel con voz solemne.

Todos saben que lo que dice Daniel es cierto. No es solo la ubicación del piso, lo espacioso y luminoso que es, que les traigan comida cada dos o tres días, e incluso que Míriam, a veces, les haga llegar una compra por medio de Aarón, además, se tienen los unos a los otros. La convivencia no podría ser mejor: los chicos se llevan de maravilla, las chicas son mejores amigas y se cuidan entre todos, aunque Abiel siempre haga de padre, como en el instituto.

Los padres de Pedrito, conocedores de que en el piso nunca falta comida, les invitan a eventos una vez al mes para compensar que su hijo viva con sus amigos, sin prácticamente suponerle gasto alguno. Anoche, sin ir más lejos, invitaron a los ocho, Raúl y Verónica también asistieron, a dos mesas VIP de cuatro personas en el WAH Madrid. Abiel había estado averiguando precios para invitar a sus amigos cuando acabasen las clases, por lo que sabe que los padres de Pedrito se gastaron más de cuatro mil euros. Es el único del grupo, además de Alma y él mismo, cuyos padres pueden permitirse algo así, por lo que aceptó el regalo y disfrutó de la noche como un niño pequeño con zapatos nuevos.

***

Alma y Abiel tienen que dejar a sus amigos a las ocho de la tarde en el piso para acudir a la cena que organizan Ellen y Erich en su casa. No es formal, por lo que ambos van en vaqueros, aunque saben lo importante que es para Zeus.

Zeus y Abiel se han visto frecuentemente. Zeus dijo la verdad cuando aseguró que quería conocerlo y lleva más de un mes sin ir al Olimpo, aunque esto último lo ha hecho para evitar encontrarse con Hera.

También se ha encontrado a menudo con Apolo, su abuelo, que ahora presume de él como Hércules de que es su hermano. Apolo parece un hombre nuevo y es dichoso junto a Carmen. Ambos se han dado una oportunidad y hasta a Carmen se le ve mucho más feliz.

En cuanto entran al comedor, donde ya todos están sentados a la mesa, Abiel se da cuenta de lo nervioso que está Zeus. Hace dos días le pidió consejo a su hijo y Abiel le recomendó que actuase de manera sincera y le dijese lo que ha pasado, que le hablase de que la atracción que sienten los dioses entre ellos desaparece cuando no se ven durante aproximadamente cuatro semanas y que actualmente no siente nada por Hera, solo por ella.

Tanto Zeus como Abiel saben que Hera, también libre de atracción, sigue profundamente enamorada de Zeus, aunque no sea correspondida, pero siguiendo el ejemplo de Abiel, ha decidido ser su amiga cuando él regrese. Sigue entusiasmada con Alma, a la cual ha visto dos veces, y no puede negar que a Abiel es imposible no cogerle cariño.

—Así que hemos llegado a una reunión de padres biológicos que no se han dejado ver durante años y padres adoptivos. Si me preguntáis a mí, gana el segundo grupo de paliza —bromea Abiel, cuando entran al salón ganándose un codazo de su novia.

El futuro padre del Olimpo se echa a reír a carcajadas mientras Abiel se acerca a Ellen para darle un beso en la mejilla, le da un abrazo a Erich y luego coge a Carmen y la levanta por los aires como siempre ha hecho.

—¡Maldito chiquillo! ¡Mire Ellen cómo siempre me trata cuando usted no está mirando! —se queja Carmen, como ya es costumbre.

—El día que deje de hacerlo, seguro que te caes y te rompes una costilla —se mofa Abiel.

—Déjate de bromas, Abiel. Un día le vas a hacer daño —le riñe Ellen y Abiel deja a Camy en el suelo.

Alma, tímida como siempre, se sienta al lado de su madre. Al lado hay otro sitio libre para Abiel, que antes de sentarse le da un beso a su Maia en la mejilla, un apretón de manos a Zeus y un abrazo a Apolo. Más que abuelo y nieto parecen camaradas, pero es que es lo que han sido el último año.

—Hoy estás muy guapa, Míriam —le piropea Abiel, cuando se sienta al lado de su novia.

—Por lo menos a mí no me levantas por los aires —le responde Míriam, divertida.

—Estoy seguro de que si no lo hiciese, Camy me lo echaría en cara —le responde para molestar a su abuela.

—Almita, deberías bajarle esos humos a tu novio —contesta Camy, que sabe que la única forma que tiene de llegar a su nieto es a través de su novia.

—¿Te das cuenta de lo que te digo, Carmen? Desde que te has ido, la casa no funciona igual de bien —se queja Ellen al percatarse de que la señora del servicio y las dos chicas que han venido a ayudarla para la cena aún no han comenzado a servir los entrantes.

—Dele tiempo, al principio nos pueden los nervios —las justifica Carmen, con una sonrisa.

A pesar de que Ellen le ha dicho a Carmen que la tutee desde que se conocieron, Carmen sigue sin hacerlo, ni siquiera ahora, que son familia. Carmen siente verdadera adoración por la mujer que crio a su nieto. Ni ella ni su hija hubiesen podido hacerlo mejor. Sabe que toda la empatía y compasión que siente Abiel por todo lo que le rodea es fruto de la educación y el ejemplo de esta mujer.

Treinta segundos después comienzan a servir la cena. La comida transcurre sin incidentes, incluso parece que Maia es educada con Zeus y la conversación fluye entre los asistentes.

Después del postre, Erich invita a todos a tomarse una copa en el salón y es este momento el que Zeus aprovecha para seguir el consejo de su hijo.

Al principio está tan nervioso que no sabe muy bien qué decir, pero conforme va hablando y nota cómo Maia da muestras de comprenderlo, las palabras salen sin que casi se esfuerce en ello.

—Siempre te he querido, Zeus, y no ha habido otro hombre después de ti, sin embargo, no puedo aceptar tu proposición —le contesta Maia, cuando Zeus le pregunta si quiere ser su esposa.

—¿Por qué no? Yo también te quiero y te querré, cuidaré y protegeré el resto de mi existencia —le dice Zeus, confuso.

—Porque siempre existirá la posibilidad de que sientas la atracción otra vez por otra diosa y no podré tenerte para mí sola —se explica Maia.

—Eso no es verdad. Cuando estuvimos juntos la primera vez yo ya sentía la atracción con Hera, pero esta vez no siento nada por ella. Hace más de un mes que no la veo ni hemos hablado. Apolo estuvo así durante cuatro décadas, queriendo a tu madre, y nunca sintió atracción alguna por ninguna diosa. Mi hijo Hércules perdió el amor de su vida hace más de mil años y tampoco la ha sentido. Ahora que lo único que siento es mi amor por ti, no volverá a atraerme ninguna diosa —le expone Zeus.

—Sufrí mucho cuando tuve que dejarte la otra vez y no quiero volver a sentir lo mismo.

—Quería comunicártelo delante de todos en el salón, pero no me dejas otra alternativa. Apolo y el resto de los dioses han decidido que tanto tú como tu madre deberías ser divinizadas. De esta manera podrás estar a mi lado durante toda la eternidad y no tendrás que temer a que me atraiga otra diosa, porque solo me veré atraído por ti —se sincera Zeus.

Maia no le contesta, sino que se lanza a los brazos de su amado. Lleva toda la noche resistiéndose para no besarlo y ahora que nada se interpone entre ellos, lo besa con premura. 

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