CAPÍTULO CATORCE - HERACLES
Miércoles, 6 de octubre del 2021
Desde el lunes no se habla de otra cosa en los pasillos del instituto que no sea Abiel besando a Alma. Él siempre ha intentado no dar muestras de afecto con alguna chica en público, pero después de pasar toda la tarde del domingo con su novia, no la había visto lo suficiente.
Así que se saludaron cuando se encontraron por fuera de sus taquillas antes de comenzar las clases y, después de un small-talking, él posó sus manos en la cintura de ella y la besó en los labios con el mismo ímpetu que había sentido cuando se despertó una hora antes en su cama que aún conservaba su olor.
Sí, no hay duda de que es una diosa y lo ha poseído. Ahora no hace otra cosa que mirarla embelesado cuando la tiene frente a él.
A pesar de los rumores, nadie se atrevió a hacer comentario alguno delante de la pareja, si bien a la hora del recreo de ese mismo día, todo el instituto era conocedor de que Abiel tenía, por primera vez, novia.
Es lo que tiene ser tan conocido, incluso en los cursos inferiores, que todo el mundo está pendiente de su vida.
Ajenos a toda la atención que estaban recibiendo, quedaron con Paula, Lucía, Daniel y Pedrito para hacer los deberes de clase en casa de este último ese día por la tarde. Lucía decidió que quería ir a la casa de su también recién estrenado novio y nadie quiso llevarle la contraria.
El martes tenían entrenamiento los dos y luego se quedó Alma hasta que acabó el de vóley de Abiel para poder irse juntos. Él, que había ido en bicicleta, acompañó a Alma hasta el portal de su casa arrastrando la bici, pero no se atrevió a subir. Aún no quería encontrarse a los padres de Alma porque estaba seguro de que no se tomarían muy bien que ellos se relacionaran de alguna forma y, mucho menos, que fuesen pareja.
Pero él tampoco lo ha buscado. Desde que se conocieron en el cine, no ha dejado de pensar en ella y, cuanto más la conocía, más le costaba separarse.
—¿Por qué no le dijiste a tu madre que nos dejara en la puerta del instituto, Abiel? Está a punto de llover —se queja Pedrito, unos segundos después de bajarse del coche.
—Ya sabes que no me gusta que me vean bajarme de algo tan ostentoso —le recuerda su mejor amigo.
—¡Siempre estás con lo mismo! Seguramente no vamos a ver otra vez a la mayoría de nuestros compañeros en cuanto acabe este curso.
—Por supuesto que voy a seguir viendo a mis compañeros. Tú a lo mejor no, porque solo tienes ojitos para Lucía —se mete Abiel con él, poniendo morritos al decir el nombre de la novia de Pedrito.
—¿Por qué no te miras en el espejo? Si no haces, sino babear cuando ves a Alma. ¿Cómo has podido caer tan rápido? Yo al menos llevo detrás de Lucía más de un año —contraataca Pedrito.
—¿Tanto se me nota? —pregunta Abiel, preocupado.
—Sonríes como un idiota desde que la ves y te has vuelto un pesado.
—Yo no soy un pesado —se defiende Abiel.
—Has quedado todos los días con ella. Además, sé que esta tarde iréis al cine.
—Porque a los dos nos gusta James Bond y queremos ir a ver la peli nueva, Sin tiempo para morir.
—¿Y por qué no vamos todos? —le pregunta Pedrito para molestarlo.
—Cuanto mejor te portas con alguien, peor te tratan a ti —bromea Abiel, con aire dramático.
—No es eso. Es que nunca pensé verte tan colgado de una chica —se disculpa Pedrito.
—Pues me gusta sentirme así. La vida tiene mucho más color —dice, recordando todos esos matices que tiene la luz que desprende su novia, sobre todo, cuando está con él.
Pedrito se echa a reír en cuanto escucha a su amigo y Abiel no entiende la razón. Nunca insinuó que no iba a tener novia ni nada por el estilo, sin embargo, tampoco se interesó lo suficiente por alguna chica y eso lo sabe su amigo muy bien.
En cuanto llegan al instituto, se va sin perder el tiempo a su taquilla y antes de que Alma se dé cuenta de que su novio está a su lado, él la abraza por la espalda.
—Abiel, nos están mirando todos —se queja Alma e intenta deshacerse del brazo.
—Pues no vengas tan preciosa —le contesta para molesta.
—¡Pero si soy la peor que viste de todo el instituto! —se defiende, aunque deja de intentar separarse de su novio y se relaja para disfrutar del abrazo.
—A mí me encanta tu suéter de Capitán América.
—Voy a tener que ir de compras. Siempre he llevado uniforme en clase y no tengo ropa suficiente y apropiada para venir al instituto todos los días —se queja Alma.
—Pues yo no te he visto ningún día desnuda. Bueno, eso es mentira, sí, te he visto, pero no en el instituto.
—¡Abiel! No digas esas cosas —le riñe, separándose definitivamente de él.
—Es la verdad, reina. Y si quieres saber mi opinión, a mí me encanta como vistes. Yo tengo un suéter igual —contesta, mientras abre su taquilla y comienza a preparar la mochila.
—Ese es el problema.
—¿Qué problema?
—Llevo la misma ropa que tú y ni siquiera te la pones para venir al instituto.
—Podemos ir a comprar juntos algo de ropa y venir vestidos igual todos los días —bromea Abiel.
—¡Qué gracioso! Si hubiese una votación popular, seguro que nos elegirían el rey y la reina del baile —ironiza Alma.
—Tú ya eres la reina —le dice Abiel y desvía la mirada de la boca de su novia porque no quiere volver a dar un espectáculo como hace dos días.
Abiel está radiante o, por lo menos, es lo que siente Alma al ver los colores que lo envuelven. Ella también se siente así. Nunca supuso que iba a ser tan fácil eso de tener una relación. Además, Abiel le gusta mucho.
En realidad, le gustó desde el día que lo conoció y no opuso resistencia para que la besara. Incluso llegó a pasearse por el barrio para forzar un encuentro fortuito los días después de su primer beso, aunque una semana después, desistió de su empeño, pensando en todas las chicas que habría besado después de a ella en esos días.
Se sorprendió al verlo en su instituto, a pesar de que no lo había hecho los días anteriores y, tras la vergüenza inicial, se alegró de haberlo encontrado de nuevo.
***
Es la primera vez que Abiel se encuentra con los padres de Alma después de que le contaran todo lo que sabían sobre su padre biológico y puede apreciar el malestar de los padres de su novia, posiblemente, por la relación actual que hay entre ellos.
—No creo que esto sea buena idea, Abiel —rompe el silencio Míriam, cuando su hija abandona el salón para ir a buscar una chaqueta, su teléfono y la cartera para ir al cine.
—Seguramente tengas razón, pero no lo hago para romper las reglas o por un acto de rebeldía —se excusa Abiel.
—¿No? —ironiza el padre de Alma.
—Yo ya estaba interesado en su hija antes de venir aquel día a hacer el trabajo a su casa.
—¿Interesado? —le interrumpe esta vez Míriam.
—Tengo una teoría al respecto. ¿Quieren escucharla? —intenta bromear Abiel, aunque lo que quiere contar es algo serio.
—Ilumínanos —dice la madre de su novia, demasiado seria.
—Me he dado cuenta de que ambos tenéis esa luz, aunque Alma la tenga con mayor intensidad y Aarón solo tenga un rastro. Pero sé que ambos sois XZ o YZ. Lo que me hace pensar que los descendientes de los dioses nos sentimos irremediablemente atraídos los unos por los otros. Así que yo en realidad nunca tuve elección —les dice serio, pendiente de que Alma no aparezca en el salón.
—Tiene su lógica —rompe el silencio Míriam, después de reflexionarlo unos segundos.
—¿Qué tiene su lógica? —interrumpe Alma cuando regresa.
—Que aplacemos la fiesta de este viernes para el siguiente y así te puedas quedar, junto con las chicas, otra vez en mi casa —salva la situación Abiel, además de aprovecharse.
—¡Gracias, mamá! ¡Eres increíble! —le contesta Alma, emocionada de que su madre le deje quedarse en casa de su novio cuando da una fiesta.
—Mis padres estarán presentes en todo momento —intenta tranquilizar a los padres de Alma al ver la mirada de advertencia con la que le han obsequiado.
—Será mi primera fiesta —se entusiasma Alma.
Los dos adolescentes no tardan en irse. Aún falta más de una hora para que comience la película, no obstante, Abiel sabe que sus padres y los de Alma han quedado y quiere llevarse a su novia lo antes posible para que ellos puedan hablar tranquilamente.
Ya le contarán sus padres lo que han hablado y lo que han decidido, si bien Abiel dejó claro a sus progenitores que no renunciaría a Alma. Está seguro de que nunca volverá a querer a nadie que no fuese ella, no solo porque le encanta su forma de ser y le parece la chica más atractiva que ha visto nunca, sino porque es su destino el compartir su vida con ella.
—¿Crees que Abiel tiene razón? —pregunta Aarón, después de despedir a los dos adolescentes y cerrar la puerta tras ellos.
—Lo que no entiendo es cómo no he llegado yo antes a la misma conclusión. Será mejor que esto también se lo consultemos a Heracles cuando lo veamos.
Cinco minutos después, los padres de Alma toman un taxi para ir al parque El Capricho, donde han quedado con los padres de Abiel y con Heracles, aunque los otros no lo sepan. Llegan los primeros al lugar, lo cual es normal porque lo hacen con diez minutos de antelación a la hora acordada.
—Veo que sois más que puntuales —los saludas Erich, cuando llega a unos metros de donde se encuentra la otra pareja.
—No queríamos llegar después de vosotros porque hemos invitado a Heracles y queríamos avisaros primero —le explica Míriam.
Después de las presentaciones, puesto que Ellen no ha visto al matrimonio con anterioridad, llega Heracles y también lo presentan.
—¿Dónde está mi hermano? —pregunta Heracles al darse cuenta de que Abiel no está por ningún lado.
—No sabíamos que ibas a venir, aunque no lo hubiésemos traído de todas formas —se sincera Ellen.
—¿Por qué no? —se sorprende Heracles.
—Porque no queremos que nuestro hijo pueda correr algún riesgo si lo podemos evitar —apoya Erich a su esposa.
—Es mi único hermano de verdad, yo nunca haría nada que lo pusiera en peligro —se defiende Heracles, molesto.
—Él nunca lo perjudicaría —lo escuda Míriam.
—¿Y por qué no le presentas a tu hija? —la enfrenta Ellen.
—La visitó durante sus cinco primeros años de vida y lo seguirá haciendo cuando Alma conozca toda la historia de su familia —explica Míriam, calmada.
—Lo que no entiendo es la razón de que a mi hijo no se le ocultara nada, a pesar de que son prácticamente de la misma edad —le echa en cara Erich.
—Me pareció que Abiel es en muchísimos aspectos más maduro que Alma y que encajaría mejor toda esta información —explica Míriam.
—No deberíamos de estar discutiendo entre nosotros, sino buscando una solución para que nuestros hijos no se vean perjudicados por quienes son sus padres biológicos —interviene Ellen pensando que molestarse entre ellos no solucionará absolutamente nada.
—Se ha vuelto muy cercanos —se preocupa Aarón.
—¿Alma conoce a mi hermano? ¿Desde cuándo? —pregunta Heracles, preocupado.
—Sí, desde finales de agosto —le responde Ellen preocupada, ya que por el tono de voz de Heracles, que se conozcan, no puede ser nada bueno.
—Mierda, tenemos que separarlos cuanto antes. Después de tres o cuatro meses va a ser casi imposible —informa Heracles.
—Ya es casi imposible. Lo único que me dijo mi hijo al despedirse fue que bajo ningún concepto iba a separarse de Alma y eso que están juntos desde el fin de semana pasado y solo han coincidido tres semanas en clase —responde Ellen.
—Pero todavía no puede ser muy fuerte la atracción que sienten el uno por el otro por ser seres de luz —piensa Heracles en voz alta, llamando a seres de luz a los dioses y sus descendientes.
—Se besaron el primer día que se conocieron y no solo es una simple atracción, Heracles. A mi hija se le ilumina la cara cuando habla de lo maravilloso que es Abiel.
—¿Por qué no me lo habías dicho, Míriam? Si además se gustan por ser como son, solo los separará la muerte. Esto se va complicar muchísimo —les hace saber Heracles.
—¿Por qué? —pregunta Erich.
—Porque la profecía se está cumpliendo en un momento donde los dioses se han percatado de que es prácticamente imposible que tengan más descendencia, se han vuelto estériles. Están como hace millones de años estuvieron los titanes. Todos creen que un descendiente de un dios engendrará junto con otro ser de luz al próximo padre del Olimpo y que debe ser, a su vez, descendiente de Zeus —sorprende Heracles a todos.
Todos se quedan en silencio, pensando en las repercusiones a las que tendrán que enfrentarse Alma y Abiel si su existencia se conoce en el Olimpo. Ahora para Ellen la relación que mantiene su hijo con Alma no le parece tan encantadora como hace tan solo unos minutos.
La vida de su hijo está en peligro y que comparta tanto tiempo con Alma solo lo empeora, por lo tanto, tendrá que valorar cómo enfrentarse a esta nueva situación.
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