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Estaba en anatomía cuando la profesora preguntó dónde—específicamente–se encontraba el corazón. Yo quería gritar que tú, Kendra, lo poseías, lo tenías cautivo como un tesoro del que jamás se podrá saber. Lo guardas, sin usarlo. Hasta, tal vez, despreciarlo. ¿Desprecias mi amor, Kendra?
XOXO,
Kenald
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