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Hola, cariño. ¿Cómo va todo? ¿Sabes? El otro día, me atreví a mandar un mensaje cuando los dos estábamos en la cafetería (por cierto, no volveré a probar esas lentejas). No supe cómo sentirme cuando al ver que lo leías, rodastes los ojos y luego dejaste un lado tu celular. ¡Me sentí fatal! Pero mi día mejoró al ver que después sonreíste discretamente. ¿Se necesitan más razones para no enamorarse de ti?
XOXO,
Kenald
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