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Capítulo 17: Circunstancias Complicadas.

¿Dónde estás? Me dijeron que hubo una gran discusión y te vieron salir en el auto de Ryan. ¿Qué está sucediendo, Nina?

¡Necesito respuestas ahora o explotaré! ¡S.O.S!

 

  El mensaje de texto de Penny Lane me hizo regresar a la Tierra.

  Ante la mirada de Ryan, le había vagamente avisado a mamá del cambio de planes —por supuesto no le mencioné con quién exactamente estaba—, y apenas leí muy bien su respuesta debido a que sólo podía pensar en él, observándome de reojo.

  Pero había olvidado algo bastante importante... avisarles a las chicas acerca de mi abrupta escapada. Y de Duckie. Y de Archie.

  Iban sin duda a obligarme a escuchar un maratón de canciones de Nicki Minaj. Vídeos incluidos.

  —¿Todo bien con tu mamá?—preguntó, girando el auto hacia la izquierda. Todavía no tenía idea a dónde nos dirigíamos, hasta los momentos sabía que no era cerca, estábamos alejándonos del centro, yendo hacia el viejo boulevard.

  —No es ella, es Penny Lane —contesté, escribiéndole de vuelta, asegurando que respondería todas las preguntas posibles luego—. Se suponía que nos iríamos con Tessa, olvidé avisarle que no esperaran.

   —¿Debería tomar la culpa por ello? —enarcó una ceja, luciendo... atrevido.

   Sentí una oleada de calor mientras reía entre dientes. Su inocente ¾aunque importante¾ coqueteo iba a causarme una sobredosis de vergüenza.

   —Puedo manejarlo —le dije, sonriendo ampliamente sin poder evitarlo.

  Él acercó su mano al reproductor para subirle volumen a una conocida canción de los Arctic Monkeys, meneando su cabeza al ritmo de ésta, recordándome a las chicas al verlo disfrutar de la buena música. Comencé a llevarle el ritmo también, la había escuchado antes en el auto con Tessa, mas no recordaba bien el nombre.

  —¿Te gustan los Arctic Monkeys? —Se vio sorprendido, no de mala manera, sino como si fuese la primera vez que veía a una chica tararear a Arctic Monkeys.

  —A veces las chicas y yo los escuchamos de camino a la escuela —comenté, teniendo el nombre de la canción en la punta de la lengua—. Es... "Do I Wanna Know?"

   —Exacto —Sus ojos brillaron cuando me sonrió—. Lo es.

  Ya no podía contar las cosas que me encantaban de Ryan Hamilton. De verdad.

   —Es bueno saber que te gustan —confesó, sintiéndose de alguna forma libre de expresar su buen humor al escucharlos—. Normalmente cuando Kate entra al auto, de inmediato lo cambia a Taylor Swift o Bruno Mars, no importa cuántas veces le diga que no.

  Entonces dejó de mover su cabeza, quedándose en silencio también, dándose cuenta de que quizá no debió haber dicho eso, de nombrarla a ella repentinamente. Porque, en realidad, no debió hacerlo.

   Casi vi el momento derrumbarse ante mis ojos, desde que había aceptado (irracionalmente) su propuesta en el aparcamiento, una larga pared se había creado, bloqueando todo lo demás que pudiera evitarme disfrutar. La pared era la que se derrumbaba, y el primer recuerdo que saltó fue el beso en el partido del viernes. Beso que él no sabía que yo sabía. Y tampoco intentaba hacerme saber.

  —Nunca tomé a Kate como amante de Taylor Swift —Hice mi esfuerzo en sonar casual. Alex Turner fue el único que me dio una respuesta inmediata.

  Por primera vez desde que salimos, me sentía incómoda, y las ganas de cancelar e irme a casa eran incontrolables. Lo menos que quería era volver a tener problemas con Kate. Incluso cuando estaba al tanto de la situación entre ellos, y lo aterrorizante que ella podría llegar a ser.

  —Pues... —Él se aclaró la garganta, su vibra divertida se había esfumado, junto con la mía.

  —¿Sabe que te fuiste de la práctica? —solté, esta vez no logré ocultar mi incomodidad antes de que lo notara.

  —Nina... —resopló, sacudiendo mi corazón con tan sólo decir mi nombre.

  —Creo que deberías llevarme a casa.

  Mordí mi labio, sintiendo ganas de llorar. La destruida pared me hizo recordar a Duckie, a lo herido y triste que debía sentirse por mi causa. Tenía que haberlo seguido, o al menos ir a su casa en vez de estar aquí, con un chico que probablemente seguía con su novia, o fingiendo seguir con su novia, el punto era que me había dejado llevar demasiado. El destino me cegó por un momento, la idea de arriesgarme había sido impulsiva.

  Mala mía.

  ¿Cómo pude pensar que Ryan y yo podíamos simplemente entrar a un auto juntos, reír, charlar, coquetear y bromear sin que la realidad nos alcanzara en algún punto?

  —Esto no está bien —Sacudí la cabeza, evitando encontrarme con sus ojos—. Fue una mala idea desde el principio, no sé... no sé por qué acepté en primer lugar.

  —Escucha, no tengo ni la menor idea de lo que has oído, pero...

  —Sé lo que vi —lo interrumpí, al tiempo que disminuía la velocidad del auto—. Y no quiero tener más problemas con Kate.

  Le tomó un minuto saber a lo que me refería. Cuando lo hizo, su gesto de vergüenza casi me hace abrazarlo.

  —No es cómo tú piensas —me aseguró, sonando frustrado,  entrando en el estacionamiento de una especie de Café.

  Lo sé, quise decirle. Lo sé, pero eso no cambia nada. No para media escuela, ni siquiera para ella misma. Ya no se trataba acerca de Blogger Girl, estaba consciente de eso, pero Kate, su padre, el Coach, eran otro asunto, uno muy delicado.    

  —Sólo... llévame a casa, ¿sí? —pedí, enterrando mi cabeza en mi regazo. Espantando el nudo en mi garganta—. No tienes que explicarme nada.

  —Estás cerrándote de nuevo —señaló, aparcando en un espacio, aunque sin apagar el motor—. ¿Por qué siempre haces eso cada vez que intento hablarte? Es como si intentaras apartarme a toda costa.

  Levanté la cabeza y lo miré, sus cejas se unían en preocupación. O quizá desconcierto, de que todo se salía de control tan de repente.

  También esperaba mi respuesta, sin desviar la mirada.  Por primera vez, impaciente.

  —¿Por qué eres tan insistente?   —cuestioné, sin poder detener mis palabras—. ¿Por qué es que sigues apareciéndote en mi vida de est...?

  Corté abruptamente la oración en cuanto sentí sus dedos escalar sobre mi mano, que permanecía en mi regazo. El pulso se me aceleró en un frenesí aterrador. Mi cuerpo se estremeció de una forma tan intensa que me dio miedo, la sensación que me transmitía su tacto era desconocida para mí. Pero me agradaba, no me cansaría de él.

  —Porque me gustas, Nina —Entonces, mi corazón explotó.

  Me gustas, Nina. Me gustas, Nina. Eso era lo único que podía reproducir en mi mente. Me gustas. Me gustas. Me gustas.

  Ryan acababa de decir que le gustaba.

  No sabía cómo hablar, estaba casi segura de que la conmoción me había dejado muda. Su mano encontró la forma de colarse entre la mía, enviando una increíble descarga eléctrica hacia la boca de mi estómago. Por un segundo pensé que soñaba, que Ryan diciéndome que le gustaba era solamente un sueño, lucía como uno de tantos. Sólo que yo seguía sin decir nada.

  Debía decir algo.

  —¿Te... gusto? —pregunté, titubeante, sin encontrar más nada qué decir. Fue lo único que mi boca articuló.

  Había creado muchas versiones de este momento en el pasado. Todas las anteriores demasiado irrealistas para hacerles caso. Demasiado platónicas. Y ahora tenía a Ryan Hamilton, el de carne y hueso, tomando mi mano, mirándome a los ojos y diciéndome que le gustaba. Necesitaba un segundo para creérmelo.

  —Sí, lo digo en serio —susurró, elevando sus labios en una hermosa sonrisa—. Así que no me pidas que te lleve a casa ahora, por favor —Sus ojos me rogaron, haciendo que los acelerados latidos de mi corazón aumentaran su ritmo—. Además, ya estamos aquí.

  Me encontraba en una especie de ensimismamiento severo, provocado por su confesión, y su sonrisa, y su mano, y Arctic Monkeys con One For The Road tocando en el fondo, sobre mi silencio. Era una locura, una real locura. Quería decirle muchas cosas, pero francamente mis ideas estaban en todos lados, no podía conectarlas para decir una frase coherente, era como si hubiese logrado entrar en mi cerebro y arrancado cables importantes en el área de razonamiento.

  Un claro ejemplo de irracionalidad: Nunca había deseado tanto quedarme en un lugar más que aquí. Con él.

  —Masoquista sin remedio... —murmuré, no percatándome de que pensaba en voz alta hasta que Ryan pareció decir algo—. ¿Qué?

  —Dijiste algo hace un segundo —comentó, acercándose un poco a mí.

  La pared volvió a construirse con rapidez egoísta. Ni el detectar mi repentino egoísmo hizo hesitar mi decisión.

   —Sólo dije que... no iré a ninguna parte.

 

  Todavía estaba conmocionada mientras nos dirigíamos dentro de "La Estantería de Jacob", un biblio-Café que no sabía que existía. Esperaba que Ryan no hubiese notado el hecho de que tuve que tomarme un minuto antes de seguirlo luego de abandonar el auto... Aún sentía mis piernas temblorosas.

  —¿Cómo es que no estaba enterada de este lugar? —le pregunté, admirando mi alrededor.

   Me encantaba La Estantería de Jacob, el hecho de que el interior fuera tan acogedor, y que todo estuviera tan perfectamente organizado en tan pequeño espacio, que todo estuviera hecho de madera, y que luciera tanto como una biblioteca común. Sobre todo me encantaba la gran fuente de soda en la esquina, donde el olor a delicioso café se deslizaba casi visiblemente y deleitaba mis pulmones.

  —Creo que es porque está en el viejo boulevard, la gente no se interesa casi en llegar hasta aquí —contestó en voz baja, guiándome hacia una mesa vacía—, lo descubrí hace tiempo, vengo a estudiar a veces, es bastante tranquilo.

   Y alejado de todo. Sé que no lo dijo, sin embargo; lo pensó. Entendía su punto si así era el caso.

  —Hola, Ryan, bienvenido de nuevo —El susurro de una voz femenina hizo que diera un respingo.

  Una atractiva chica, un poco mayor a nosotros permanecía de pie junto a nuestra mesa, sosteniendo una pequeña libreta y sonriéndole ampliamente a mi compañero. No había que ser muy observador para saber que estaba usando su sonrisa de flirtear, esa que no es tan reveladora, pero a la vez demuestra insinuación.

  No era que estaba analizándola.

   —Hola, Olivia —la saludó de vuelta, devolviéndole una cortés sonrisa.

  —¿Ordenarán tú y tu amiga? —Sus ojos verde esmeralda me miraron un segundo y luego volvieron con él—. Tenemos unos croissants deliciosos, Vicky acaba de sacarlos del horno.

  —No lo sé, ¿tienes hambre, Nina? —Me miró, atontándome por un segundo. Seguía intentando controlar eso, el quedarme paralizada ante su mirada.

  —Uh, no, pero un café estaría bien —dije, encogiéndome de hombros, sacudiendo mentalmente la torpeza.

  —Entonces serían dos cafés—le pidió, sin apartar sus ojos de mí, divertido a causa de algo.

  Olivia se retiró en un gracioso salto, pavoneando sus rizos color zanahoria y asegurándonos que el pedido vendría enseguida. Era agradable, a pesar del flirteo silencioso.

   —Ella debe pensar ahora diferente de mí —opinó, riendo entre dientes—, la mayoría del tiempo me pregunta por qué vengo solo.

   —¿No has traído a nadie más antes? —indagué, ocultando la sensación que comenzaba a burbujear en mi estómago.

  —Ni siquiera a Adam, me gusta pasar el rato solo aquí, leer libros al azar y esas cosas —confesó, dándole vueltas a su teléfono sobre la mesa. Era una señal de que hablar acerca de esto lo ponía nervioso—. Y para aclarar, no estoy diciéndolo porque quiero impresionarte, lo digo porque en verdad me gusta hacerlo. Sé leer, ¿sabes?

  Me reí. Estuve a punto de decirle que le creía, pero encontré una mejor idea de alguna Nina alternativa que se escondía en lo más profundo de mi cuerpo. La Nina que sólo con los que sentía comodidad lograban conocer.

  —Hmm... las palabras no suelen decir mucho de uno mismo —Me incliné hacia delante, mirándolo desafiante—, tendría que comprobar qué tan honesto estás siendo.

  Se inclinó también, desconcentrándome fugazmente debido a su repentina cercanía. Recobré la compostura y aclaré la garganta. Era hermoso inclusive a menos de un metro, seguía diciéndolo hasta el cansancio.

  —Dispara, Landfield —me retó, enarcando una ceja, colocando su rostro serio—. Soy amante de los cuestionarios... y competitivo por naturaleza.

  Sonreímos simultáneamente.

  —A ver... Nombra entonces cinco autores de literatura clásica de tu preferencia —Pregunta N°1.

  —Fácil; Jane Austen, Emily Brontë, William Shakespeare, Arthur Conan Doyle, Hemingway —contestó, sin vacilar—. Charles Dickens, Scott Fitzgerald, Gabriel García Márquez, Homero, Jonathan Swift, Leo Tolstoy, Herman Melville, Vladimir Nabokov.

  —Nada mal, sólo pedí cinco, aunque el esfuerzo vale —Él sonrió juguetón, incitándome a continuar—. Siguiente pregunta: ¿Cuáles son tus libros favoritos?

  Esto estaba divirtiéndome, era una excelente manera de mantener mi mente enfocada. De eclipsar mis ideas.

  —Esa está difícil —Pude ver las líneas de expresión en su frente cuando sus cejas se unieron—. Desde niño he sido fan de Sherlock Holmes, así que ese no puede faltar en la lista... Hmm... Bueno, diría que Oliver Twist, también está Grandes esperanzas, si hablamosde Dickens. Amor en Tiempos de Cólera, Cien Años de Soledad, Orgullo y Prejuicio, Persuasión, Sentido y Sensibilidad, Jane Austen es alguien que no puede ser nunca  descartada... El Gran Gatsby, Cumbres Borrascosas, La Odisea, Lolita y Anna Karenine.   

   —Interesante elección, muchos de mis favoritos también están en esa lista —comenté, cada vez más animada a seguir—. Veamos... ¿Cuántas adaptaciones cinematográficas ha tenido Orgullo y Prejuicio?

  —Tres.

  —Bien. ¿Quién muere al final de El Gran Gatsby?

  —¿En serio es una pregunta? —Hizo un gesto de arrogancia—. Jay Gatsby.

  —Si te has leído a Emily, dime por qué Heathcliff decidió irse de Cumbres Borrascosas durante tres años.

  —Heathcliff escuchó a Catherine hablar con Nelly acerca de no poder casarse con él incluso si lo amaba, debido a que degradaría su nivel social y no podrían mantenerse, Cathy mencionó que Edgar le había propuesto matrimonio y ella había aceptado. Heathcliff se fue. Ella se casó con Edgar.

  Había que admitir que Ryan se veía terriblemente atractivo contestando mis preguntas, incluso mejor que pateando un balón en uniforme. Al menos, para mí.

 —Última pregunta, Hamilton: ¿Cuántas novelas publicó Emily Brontë además de Cumbres Borrascosas?

  La línea de su frente se pronunció, esta vez a causa de su gran sonrisa. No sabía en qué momento se había movido, pero se encontraba muy cerca.

  —Esa es una pregunta capciosa, Landfield —Su mirada bajó durante un microsegundo hacia mis labios—, ya que Cumbres Borrascosas fue la única novela publicada por ella, sus otras obras fueron poesía.

  —Parece que eres oficialmente integrante del Club de los Raritos Nerds, Mariscal. Sabes leer, después de todo —bromeé, esperando a que dijera algo.

 Estaba ocupado todavía, mirando mis labios.

  —No digas que eres una "rarita", Nina, no lo eres, eres simplemente auténtica —susurró. Su aliento a Gatorade de fresandia azotó mi ruborizado rostro—. Y me gusta eso, ¿sabes? Que eres tú y puedes demostrarlo.

  Se me hacía absurdo contar hasta diez o hasta veinte, ya mi corazón no tenía control, golpeaba mi pecho como un pesado martillo rompiendo una pared. Nada más se necesitaba un suspiro para que nuestras narices se rozaran. Nunca desde que supe cuáles eran mis sentimientos hacia él pensé en tenerlo así, a punto de besarme.

  —Aparte de para distraerte un poco de lo que ocurrió, quise traerte aquí para demostrar que no soy solamente el Mariscal que hace muchos touchdowns en el campo... También soy esto —Sonrió de medio lado, haciendo un movimiento con la cabeza hacia las estanterías repletas de libros—. Al menos, estoy intentándolo.

   Lo sé. Lo sé. Lo sé. Y lo estás haciendo bien, estás siendo sincero conmigo. Confías en Nina también, no sólo en BG.

  —Nunca te consideré "solamente el Mariscal que hace muchos touchdowns en el campo", he estudiado contigo desde 7mo grado, sé que eres inteligente —opiné, tragando saliva con dificultad.

  Un leve suspiro.

  —Es mucho mayor que eso —señaló, destruyendo el contacto visual por un segundo—. ¿No crees que somos demasiado complicados para apenas tener 17?

  —Sí, he estado escuchando esa palabra recientemente —concordé, buscando su mirada—. Aunque pienso que nosotros no somos los complicados, sino las circunstancias. Vivimos en circunstancias complicadas.

  Asintió con la cabeza en señal de estar de acuerdo.

  —Y desearía que no fuese así —Se encogió de hombros—. Yo no...

  El sonido de su teléfono nos hizo pegar un salto lejos del otro, empujándonos a la indeseada realidad.  Salimos de nuestra invisible burbuja, escuchando de nuevo el débil sonido de las conversaciones alrededor, y el estridente tono de su aparato. Habíamos estado fuera unos minutos. Incluso Olivia, quien quizá había estado esperando el momento oportuno para entregar el pedido, se acercó a depositar los cafés sobre la mesa y a retirarse silenciosamente.

  Ryan se levantó con rapidez en cuanto vio el identificador de llamadas, cambiando de manera drástica de expresión. Se tornó visiblemente tenso.

  —Lo siento, es mi padre —me explicó, frunciendo los labios—, dame un momento.

  —Descuida —Vi cómo se alejaba, dándome un momento a mí también, para aclarar mis pensamientos.

  Estaría mintiendo si dijera que no me importaba todo lo demás ocurriendo en el instante en que él y yo permanecíamos absortos, aislados dentro de una pequeña cafetería. Mi juicio chocó contra varias ideas contradictorias, ya que estaba alucinada ante la declaración repentina de Ryan. Sin embargo, mi subconsciente sabía que tenía otras cosas de qué preocuparme. Recordé las duras palabras de Duckie, y lo que Archie confesó acerca de Blogger Girl. El arrebato de egoísmo se había esfumado, lo que me llevó a un estado de alarma que no podía ignorar esta vez.

  Me puse de pie en cuanto se giró hacia mí, dando por terminada su llamada. No logré escuchar mucho, debido a que su tono de voz era bajo y mi ensimismamiento opacó gran parte de cualquier ruido. Igual su rostro me decía que tal vez teníamos lo mismo en mente.

  Ir a casa.

  —Papá quiere que vaya a verlo a su oficina... Es urgente Bajó la cabeza, avergonzado sin ningún motivo aparente.

  —Está bien —le dije, aliviada y decepcionada a la vez—. No hay problema.

   —Pediré los cafés para llevar —anunció, sacando las llaves de su auto y colocándolas en mi mano—, puedes esperar dentro si deseas. No me tardaré.

  Tomó ambas tazas de la mesa y sin mirarme, se dirigió directo a la fuente de soda. Era evidente que estaba molesto por la interrupción de su padre y lo que sea que éste le dijo, así que me limité a salir hacia el aparcamiento.

  Esperé unos minutos dentro de su Celica 97', repasando la lista de las cosas qué debía hacer antes de que el día terminara. La primordial se trataba de Duckie. Necesitaba hablar con él. Necesitaba saber que nuestra amistad tenía remedio... La última cosa que quería era perderlo. Y seguir sabiendo cuánto lo había herido.

  Me tragué el nudo en la garganta en cuanto sentí mis ojos arder.

  Unos golpecitos a la ventanilla hicieron que diera un respingo, saliendo de mis pensamientos. Ryan se inclinó para dejarse ver, sosteniendo dos vasos de café, uno en cada mano, dedicándome una media sonrisa que no fue lo suficientemente potente para llegar a sus ojos.

  —Aquí tienes —dijo extendiéndome uno de ellos, cuando ya le había abierto la puerta.

  Situó el otro en el portavasos y sin decir otra palabra, puso en marcha el auto.

  El camino a casa fue silencioso, el único con ánimos de hablar era Alex, sólo para cantarnos cuatro canciones más del disco. Quería hacerle saber que de alguna forma lo entendía a la perfección, y decirle que estaba bien sentirse frustrado. Pero no sabía cómo hacerlo sin terminar diciéndole de más. Lo cual me hacía sentir frustrada también.  

  —Lamento que esto no haya salido cómo pensaba —se disculpó, aparcando frente a mi casa, luego de limitarse a lanzarme miradas furtivas.

  —Ryan, deja de disculparte —Lo miré, atreviéndome a tocarle el brazo—, la mayoría de las cosas por las que te disculpas ni siquiera son tu responsabilidad. Así que para de disculparte.

  Sus hombros se relajaron un poco, manteniendo sus ojos fijos en los míos y elevando una pequeña sonrisa que estuvo a punto de derretirme.

  —Tendré eso en cuenta —aseguró, deshaciéndose de su cinturón de seguridad—. Vamos, te acompaño hasta la puerta.

   —No —Hice que se quedara en su lugar—, no tienes que hacerlo, tu padre te espera.

  —Nina, quiero hacerlo —insistió, abriendo la puerta del auto sin darme tiempo de detenerlo esta vez.

  Durante el trayecto de su auto al porche, instintivamente miré hacia los lados, con la esperanza de que Duckie estuviera a la vista y así poder tener más oportunidad de hablarle. La culpa estaba intensificándose cada minuto que transcurría sin saber cómo se encontraba.

  —Bueno, esta es mi parada —bromeó Ryan, quedándose de pie sobre la alfombra de "Bienvenido".

  —Gracias por salvarme hoy —le dije, dejando escapar una sonrisa de mis labios—. Necesitaba eso.

  —Yo también lo necesitaba —confesó—. Espero que revuelvas las cosas con Spike —añadió, sincero.

  —Y yo espero que resuelvas lo que sea que debas resolver —respondí de igual manera.

  Hubo una corta (incómoda) pausa.

  —Uh... ¿Te veo mañana en la escuela entonces?

  —Claro —me despedí, extendiéndole mi mano al mismo tiempo en que él trató de acercarse por un abrazo. Su abdomen salió lastimado debido a mi torpe movimiento.

  Sentí mi cara comenzar a arder.

  —Oh, Dios, lo siento —me disculpé avergonzada, retirando rápidamente la mano. Escondí mi enrojecido rostro detrás de mi cortina de cabello.

  —Descuida, está bien —rio entre dientes, tomándome fuera de guardia al notar que sus manos quitaban los mechones dorados y los colocaban detrás de mis orejas—. No te escondas de mí, ¿de acuerdo?

  Eso sólo logró que la sensación de calor se extendiera hacia el cuello.

   Se acercó a depositarle un beso a mi mejilla, sus labios se sintieron tan suaves y fríos en comparación al intenso rubor que invadía a mi cuerpo en ese instante. Su respiración era pesada. La mía igual.

   Apartó su rostro, aunque simplemente un poco. Podía escuchar los latidos de mi corazón golpeteando mis oídos mientras nos mirábamos a los ojos. Iba a besarme, lo presentía... y deseaba que lo hiciese.

  —Adiós, Nina —musitó, poniéndose derecho y desviando la mirada de forma abrupta—. Nos vemos mañana.

  Tragué saliva, viéndolo caminar hasta su auto. Necesité respirar hondo antes de moverme.

  ¿Qué acababa de suceder?



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