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Suspiró. Ni siquiera estaba cerca de ese instituto, pero estaba en Sogai y con eso bastaba. El nido de los lectores, una colonia donde vivían muchas familias de lectores, donde estaban las mejores academias y donde seguramente encontraría a Kyri. No algo que le emocionara a sobremanera.

Si por ella hubiera sido, Kenna hubiera aparecido ahí desde que vió a la mujer en el consultorio, pero ni Nule ni Ledi le dejaron. Antes tenía que resolver asuntos de la escuela (a.k.a. presentarse a al menos una clase para evitar que la universidad la expulsara y quedara sin futuro educativo) y que arreglara su apartamento. Realmente no tenía idea de cómo había terminado tan destrozado si lo único que había hecho era dormir, pero parecía que un huracán había pasado por ahí.

Dos días después estaba en Sogai, sola, sintiéndose pequeña en comparación a todas las personas ahí. Lectores, gente cuya magia desbordaba hacia todos lados. Kenna se sentía mal por estar ahí, en un lugar tan sagrado para ella que parecía allanamiento. Una hechicera rúnica que abrió su tercer ojo gracias a una maldición, claro que encajaba ahí.

Revisó su teléfono. Tenía mensajes de Nule desde en la mañana, horas antes de haber tomado el tren sin avisar a dónde iba. Los ignoró y abrió el chat con Ledi. Él había localizado a Kyri en una red social en la que Kenna no tenía cuenta, pero ahora tenía su publicación más reciente: Hace dos días, mientras ella estaba en el doctor, él había salido con un grupo de amigos a un billar cercano a su academia. Según Ledi, casi todos los fines de semana aparecía ahí, así que ese día no debería ser muy diferente.

— Sabes que no tienes que ir con él, ¿Cierto? — le preguntaba su amigo por chat la noche anterior.

— Me lo debe — fue lo único que respondió. Revisando la conversación, entendía que Ledi planeaba acompañarla, pero aún así estaba ahí sola por voluntad propia. Si veía a Kyri, tenía que enfrentarlo ella. Sola. Sin que nadie intercediera por ella.

Así que caminó mientras el cielo se tornaba naranja. Si era el atardecer, eso significaba que pronto debía activar una de las runas que llevaba en el bolso para evitar dormirse. Para evitar soñar. La mujer había desaparecido por esos dos días y así era mejor, así que debía hacer todo para desaparecerla por siempre de su vida. Incluso si implicaba hablar con Kyri.

La realidad es que Sogai desbordaba magia en todos los sentidos. Kenna resaltaba no sólo por verse pequeña (los lectores tendían a ser muy altos, una cuestión relacionada al tercer ojo que ella obviamente nunca desarrolló), sino que incluso sus ropas eran distintas. En el colegió donde estudiaba se había acostumbrado a usar colores desaturados como el resto de estudiantes ahí, mezclando esos colores claros con faldas largas y chalecos que siempre había disfrutado usar. En Sogai no reinaban los colores claros, dominaban aquellos llenos de brillo. Los violetas saturados con abrigos de cuero, joyas que brillaban con la luz del sol naranja, listones en el cabello de la gente y estampados extravagantes. Realmente no le sorprendería si tuvieran runas escritas en la ropa, sería algo muy inteligente y digno de un lector de símbolos. Pero como no podía detenerse a preguntar si usaban runas en su ropa, evitaba sorprenderse de eso.

Realmente nunca habría encajado ahí.

Incluso si hubiera abierto su tercer ojo, su personalidad no coincidía con esos colores. Esas casas que consistían únicamente en chimeneas, las calles empedradas que lastimaban sus pies, el simple hecho de que la vida pareciera surgir al atardecer y no al amanecer... Tal vez su familia la había criado de una manera demasiado correcta como para encajar en esa parte de la sociedad. Se sentía como una intrusa mientras caminaba por esas calles, como un bicho extraño que capturaba miradas de los pasantes. Odiaba ser el centro de atención.

Según el mapa, debía estar cerca del susodicho billar. No sabía qué tan cerca, pero lo mínimo era ganancia. Conforme más se ocultaba el sol, más ganas tenía de regresar a la estación de tren y olvidarse esa estúpida idea de la maldición. Podía vivir sólo con las runas, no el mejor plan pero uno que estaba dispuesta a aceptar si la gente seguía mirándola mientras caminaba.

Para no sentirse tan acosada, sacó su celular. Los mensajes de Nule ya no eran recientes, pero sí uno de Ledi que le hizo rotar la cabeza como un pájaro. Una palabra que le heló el alma por mucho que no supiera por qué si era algo sencillo.

"Ven".

La pregunta de si había un buen motivo para que fuera a donde sea que tuviera que ir se hizo presente. ¿Había sucedido algo? ¿Algo le había pasado? ¿Estaba bien él? ¿Nule? ¿Tenía que ver con la maldición? Su corazón palpitaba en su garganta mientras tocaba el contacto y llamaba a su amigo. Pero este no respondió. Los minutos pasaron y sus pasos siguieron, pero él no contestó.

Marcó otra vez, comenzando a sentirse ansiosa. La imagen de la mujer a espaldas de Ledi aparecía en su mente, algo que no debió haber dejado pasar. ¿Le había hecho algo? ¿A Nule? La decisión de dar media vuelta y volver estaba prácticamente tomada, así que, con nervios se giró y comenzó a caminar rápidamente de vuelta a la estación.

— ¿Kenna?

Se detuvo en seco con el celular presionando su pecho. Su corazón se detuvo un segundo al reconocer la voz, aunque no la hubiera escuchado en años y tuvo miedo de girarse. Pero lo hizo por un instinto de idiotez que le impidió correr y ahora estaba ahí, frente a frente con él. No estaba lista para eso.

Los ojos violetas de Kyri se llenaron de sorpresa cuando vieron a la chica frente a él. Ella sólo lo miró, tratando de ignorar su incomodidad y semi ataque de pánico. ¿Qué estaba haciendo? Tenía que volver a dónde estaba Ledi, tal vez sea su última oportunidad de verlo y ella estaba ahí, perdiendo el tiempo.

Kyri estaba rodeado de gente, un grupo de unos siete obvios lectores que no parecieron darse cuenta del encuentro. Era más alto que Kenna y llevaba una de esas túnicas llenas de runas que a duras penas y se lograban ver bajo sus múltiples collares y brazaletes. No podía ser más diferente a Kenna que iba sola, con un chaleco que le quedaba grande y una falda tan larga que casi bajaba a sus tobillos, un solo dije como accesorio. El atardecer los iluminaba mientras ambos chicos se observaban en silencio, con sorpresa e incomodidad, como dos extraños que se reconocían en la calle.

Parecía incluso un hechizo que los hizo detenerse, frente a frente, mirándose fijamente incapaces de decir nada mientras los últimos rayos de sol iluminaban sus cabezas. Pudieron quedarse así por siempre, un par de desconocidos que no tenían nada que decir.

— ¿Ah, sonámbulo? — ambos escucharon a uno de los extraños hablar y voltearon, un tanto asustados de reconocer que no estaban solos en su propio mundo. Un joven de tez oscura se acercó a ambos y recargó su cabeza en el hombro de Kyri, observando a Kenna con una ceja alzada —. Un pequeño ratón, gris, ¿Uh? ¿La conoces? — se giró hacia el morocho, Kenna siguiendo su mirada a la vez que retrocedía. "Un ratón gris." ¿Por qué había viajado hasta ahí?

— Cállate, idiota — fue lo que contestó el lector antes de sacudirse al chico de su hombro y tratar de acercarse a Kenna —. ¿Estás bien? — le preguntó y, por un momento, parecía realmente preocupado.

"No lo está" se decía la rúnica a sí misma, "está mintiendo, igual que siempre".

Retrocedió. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Estaba loca? Los lectores hablaban y se reían mientras Kyri trataba de callarlos y lograr que Kenna hablara. No podía hacerlo, estaba furiosa consigo misma por haberse permitido llegar hasta ahí. No era capaz de escuchar lo que Kyri claramente le decía, pero el punto máximo de su ataque de pánico llegó cuando este, haciendo lo que sea que estuviera haciendo, alargó su mano hacia la suya.

— Idiota — se escuchó a sí misma murmurar antes de salir corriendo en dirección al tren. La luna se había alzado en el cielo mientras ella corría, viendo su sombra y sombras de personas que no estaban ahí, chocando con gente que no era capaz de ver. Las calles se volvían confusas mientras más caminaba, el camino se distorsionaba y de pronto se encontró perdida en un mar de gente con dijes de oro y plata, humo violeta y sombras. Muchas sombras.

Sus ojos se sentían pesados. Tan pronto como se dió cuenta de que estaba perdida en una ciudad desconocida se dió cuenta de algos más importante que había olvidado completamente antes de revisar su teléfono.

La luna brillaba sobre ella y, entre las sombras, vió a la mujer. Esa sombra oscura con una sonrisa que brillaba en la oscuridad.

Había olvidado completamente activar la runa.

Metió la mano en el bolso, buscando desesperada los pergaminos. No era capaz de encontrarlos en ninguna parte. Veía a la sombra acercarse, sonriendo con sorna. Si levantara la mano con sus pergaminos, no le sorprendería. Igual no fue capaz de verlo.

Su cuerpo se desplomó sobre el suelo, rendido.

Ni todas las runas del mundo habrían podido evitarlo en ese momento.

"Ven".

"Nule hará una práctica".

"Quiere que estés aquí".

Aunque el primer mensaje había llegado, los últimos dos se habían perdido en el espacio-tiempo y Ledi sólo podía verlos con los labios torcidos. Nule seguía preparando los cuatro círculos, dibujando con cuidado cada uno de los símbolos con una vara de sábila directamente sobre el suelo desnudo de su apartamento, Ledi observando en silencio a su amiga mientras esperaba que los mensajes llegaran.

No llegaban.

— ¿Ya viene en camino? — preguntó Nule, levantándose para comparar la imagen en su libro a la del suelo. Tal vez había quedado chueco un trazo, pero mientras la silueta no cambiara tanto, estaría bien. Ojalá su tercer ojo sirviera para leer las palabras que acababa de escribir, pero ella era una nigromante, no una lectora. Igual ella podía hacer algo que no muchos.

— Supongo que está en clases — murmuró Ledi, mirando la tabla pegada en la pared de su amiga. Sus horarios de clases combinados. A esa hora empezaba una una optativa a la que Kenna estaba inscrita (aunque nunca la hubieran visto tomarla) —. No le llegan los mensajes.

Nule suspiró —. Kenna clásica — caminó hacia el centro de los círculos, al más pequeño y el único sin símbolos marcados —. En fin, si empezamos esto rápido, podemos ir a recogerla en la universidad.

— ¿Tan rápido es el ritual? — preguntó Ledi, tomando asiento en una de las sillas que habían acomodado rato atrás para hacer espacio. No soltaba el celular.

— No es como los más difíciles, solo es para ver a los espíritus que están aquí — contestó, yendo a apagar la luz y tomando tres ramas secas de la mesa al lado de la puerta. En la oscuridad caminó, con cuidado de no pisar nada, hasta volver al centro de los círculos y sentarse en este.

— ¿Vas a empezar? — preguntó el castaño, ella sólo le lanzó una mirada.

— Eres espectador, así que te callas y no interfieres, ¿Vale? — asintió y la chica se acomodó, las piernas abiertas y manos en las rodillas —. Si hablas, o atraes a los espíritus y te consigues un atormentador personal o haces que me reprueben. Así que cállate — en respuesta, Ledi le dió un saludo militar. Nule suspiró y cerró los ojos. Esa era la señal para que comenzara el ritual.

De los tres, Nule era a la que mejor se le daba su campo de estudio. La nigromancia, el segundo campo más deseado y al que menos personas pertenecían debido a los peligros que implicaba. Contrario a los lectores, escritores y profetas, estos hechiceros debían de comunicarse con los muertos, un arte delicado y peligroso. A Nule le encantaba su arte.

No obstante, también le daba miedo. Era bastante difícil comunicarse y no desarrollar empatía o apego por el espíritu en cuestión. Por eso siempre pedía a Ledi o Kenna estar ahí en sus rituales, le evitaban las largas pláticas.

Este ritual no era uno que se caracterizara por pláticas e interacciones en realidad. Era uno de visión que Nule no quería hacer. Ella no era alguien con una gran visión, por eso había elegido ese camino en lugar de el de profeta o lector de símbolos, con su magia bien centrada en su pecho, así que estaba nerviosa y enojada en el momento en que comenzó a recitar los cantos.

Eran cantos antiguos en un idioma que no entendía ni era capaz de leer. Las sílabas debían ser pronunciadas de la manera correcta y en el orden correcto, iluminando cada símbolo del círculo una vez antes de seguir. Un canto tardado que le costó trabajo aprender, pero que logró recitar completo en pocos minutos.

El círculo pequeño, en el que se encontraba y el único donde no habían símbolos era rayado por su dedo, formando un zigzag pequeño en dirección al oriente. El siguiente canto debía hacerse con los ojos abiertos, moviendo las manos y señalando los símbolos que sintiera correctos. Mientras más señalaba, más viento se sentía y más se hacía obvio que había algo (alguien) ahí. Pronto empezaría a mostrarse.

Myvt aol ivdlsz vm Elyvih — pronunciaba con dificultad mientras los símbolos señalados brillaban con más y más intensidad. Las manos de Nule se movían, mecánicas, siguiendo una danza cuyos pasos no conocía —, shuk vm aol klhk huk jbyzlk, avbjolk if aol Ahukh Hthyh, av aol shuk vm aol spcpun jvtl.

Las imágenes tomaban forma y vida. Levantándose del suelo y formando una silueta. Ledi se esforzaba por mantenerse callado mientras su amiga recitaba esas extrañas palabras. Una silueta que se retorcía de dolor mientras otra se formaba justo enfrente de ella, a la espalda de Nule.

— Dhsr aoyvbno tf ovbzl — la silueta pequeña, aquella a la que Nule tenía acceso parecía llorar y sufrir, extendiendo su mano hacia Nule cada que podía. Su cuerpo debía doler mucho como para no ser capaz de levantarse —, zahuk pu tf yvvt — mientras tanto, aquella que se mostraba del otro lado del círculo estaba parada con tranquilidad. Su rostro, apenas reconocible entre las sombras, mostraba una sonrisa mientras miraba hacia abajo a aquella alma en pena.

Zovd fvby mhjlz — Nule estaba en trance. Incluso si era capaz de ver aquella alma sufriendo frente a ella, no era capaz de distinguir lo que pasaba a su alrededor. Como si todo el mundo y todos los objetos hubieran desaparecido en cuanto empezó el ritual, sólo podía escuchar un murmullo a su espalda y sollozos de otro mundo, de un plano lejano. Apenas y podía distinguir destellos en los símbolos, ideas de que algo estaba mal con esa alma.

Mhjlz thyrlk if aol Ahukh Hthyh.

Entonces algo la atravesó. Aquella silueta que Ledi veía pero ella sólo sentía caminó por en medio de los círculos, acercándose a la silueta que lloraba y abrazándola. El ritual debía terminar, sólo dos palabras más y-

Ahukh Hthyh.

La volteó a ver.

Hobro Oaofo.

Pudo sentir cómo tocaba su frente y abría su tercer ojo.

Oviyv Vhvmv.

Las imágenes que le mostró hicieron que terminara el ritual por la fuerza, destrozando el círculo pequeño con sus manos.

Ledi se lanzó sobre ella en el momento que los símbolos dejaron de brillar. Iba a abrazarla, pero Nule lo detuvo con una mano.

— ¿Dónde está Kenna?

— ¿Qué?

— Kenna, ¿Dónde está?

Los ojos de Nule eran verdes, pero en ese momento se veían completamente oscuros, negros como un abismo. Ledi empezó a tartamudear antes de resolver la pregunta.

En ese momento, el teléfono sonó.

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