Ninguno de sus amigos podría saber, a profundidad, cuanto significado tenía para Ryou aquel obsequio.

Por supuesto que fue conmovedor ver a Bakura entregarle ese adorable peluche de conejo a su pequeño Ryou, pero el golpe directo al corazón que sintió el menor solo lo sabría él.

—Bakura... significa mucho para mí —le susurraría el tierno albino aquella madrugada, una vez se disipara todo el fragor de la celebración navideña, con el regalo en sus brazos.

—Lo sé, yadonushi —le sonrió cálidamente su yami, abriendo los brazos para que su contraparte se refugiara, de la lluvia de emociones que experimentaba, en su abrazo.

Y este lo hizo gustoso.

El ex-espíritu cerró los ojos con un suspiro complacido. Claramente había valido la pena pasar horas y horas entre tiendas, buscando un conejo de peluche idéntico al que Ryou había obtenido de su madre cuando era solo un bebé, y que el padre de este había roto en un arrebato tras la muerte de su esposa e hija menor.

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