Aún cuando siempre había comparado el tono blanco de su hermosa cabellera, o incluso el de su tersa piel, con aquellas capas prístinas que cubrían la ciudad en época invernal; ahora mismo, ese era el último pensamiento que se le cruzaba por la cabeza.

Prefería pensar en una suave nube.

O en un agradable monte de algodón.

Incluso aquel suéter de lana blanca que yacía olvidado en el fondo del armario, por competir con la palidez de los colores de su propietario, y ser considerado muy poco apropiado para vestir.

Porque a Bakura no le gustaba nada el frío.

Y ahora que la nieve caía por doquier en ciudad Dómino, y el yami albino gustaban de enterrar sus dedos entre los pálidos pero cálidos mechones de su hikari, fingiendo mimos distraídos e inintencionales, lo último con lo que Bakura compararía cualquier cosa referente a su cálida y dulce luz...

Era con la fría nieve invernal.