El ambiente era cálido a pesar de ser pleno invierno.

El olor a canela y jengibre inundaba el salón, así como el fresco aroma a pino. Un toque muy inusual dentro de aquel gran salón, y de la mansión en general.

Seto se sorprendió al llegar a casa y hallar a Mokuba dormido a los pies del árbol navideño en medio de cajas y adornos regados por doquier.

No había ni un sirviente o mucama cerca y el pequeño pelinegro usaba de almohada un adorno de Santa Claus.

El CEO se despojó de su gabardina y se inclinó frente a su hermano menor, acariciando la melena negra con una mano. Entonces se fijó en lo que el menor sostenía entre sus brazos.

Una guirnalda azul en sus brazos.

Una guirnalda con su nombre deletreado.

Seto sonrió muy sutilmente, se irguió para colocar la cadeneta alrededor del árbol, junto a una con el nombre de Mokuba.

Luego, cuidadosamente cargó al niño en brazos y lo llevó hasta su recamara, acostándolo con cuidado en la cama y cubriéndolo con las mantas.

—Buenas noches... nii-sama —murmuró el pelinegro entre sueños, acurrucándose con gusto en el cálido y cómodo lecho.

—...Buenas noches, Mokuba —susurró de regreso, junto a una caricia en el pelo.