Campanas
Ryou miró por la ventana.
La nieve caía, cubriendo todo Londres con su blanquecino manto helado.
La brisa fría, sin embargo, era bienvenida y agradable contra sus mejillas sonrosadas.
Se sentía como flotando en medio de nubes, y su corazón latía encantado.
Entorchó un mechón de su cabello en el índice derecho, de forma nerviosa, cuando escuchó pasos subiendo por la escalera. El aroma a incienso era a sutil, aunque empezaba a ser penetrante en el ambiente.
El hikari albino suspiró. Hacía muchos años que no pisaba aquella casa de su familia en Londres, pensó que lo invadirían sentimientos encontrados, pero la realidad es que nada de eso había pasado.
Sonrió al sentir unos fuertes brazos alrededor de su cintura y su corazón se saltó uno o dos latidos.
Al mirar el anillo en la mano ajena, a juego con el que estaba en su propio dedo anular, sintió que no necesitaba nada más en la vida.
El sonido de campanas desde el Big Ben se escuchó cuando aquellos fornidos brazos hicieron voltear al menor y lo atrajeron a su cuerpo para un amoroso y cálido beso.
—Tenía mis dudas, pero realmente escogiste el mejor lugar para nuestra luna de miel, Kura —comentó Ryou, con las mejillas encendidas.
—Qué poca fe, yadonushi —rio Bakura —qué poca fe —repitió en voz baja, mirándole a los ojos con amor mientras acariciaba, con sus manos, las caderas de su pareja.
Ryou le echó los brazos al cuello, para empinarse en busca de más besos.
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