Ángel
Malik simplemente no lo entendía.
Todos siempre representaban a los ángeles como seres celestiales, querubines con rostros perfectos, piel pálida, vestidos de blanco, con voces perfectas y armoniosas.
Seres encantadores sin un solo defecto, que emanaban luz propia, calidez, belleza y ternura.
Seres perfectos.
Por eso, no comprendía por qué Marik insistía en llamarlo Ángel.
¡Pero claro que amaba el hecho de que tuviese un apodo único para él!
Así como Yugi sonreí cada vez que Yami lo llamaba Aibou. Así como la cálida expresión, o el entrelace de manos que Ryou tenía para con Bakura, cada vez que le decía Yadonushi. Él no podía evitar ruborizarse cada vez que Marik se dirigía a él como Tenshi.
Y por más de que Marik le explicara que él era la luz de su vida (aunque todos supieran que era algo literal) que a sus ojos no había ser más hermoso y que, en su opinión, no había voz comparable a la suya; Malik jamás comprendería que llevó a su yami a dar con ese apodo.
Pero, demonios, no iba a quejarse.
Le fascinaba ese mote.
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