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ᴀɴᴇ́ᴄᴅᴏᴛᴀs ɪɴsᴇʀᴠɪʙʟᴇs

|𝟸|ᴛᴀʀᴀ

La mesa estaba lista en el salón de casa, la iluminación era poca y apenas se escuchaban sonidos relajantes o propios de la noche, ni siquiera los grillos nos daban su cantar, todo lo gélido que envolvía mi casa era perturbador, casi llegando a ser sobrio. No todos los silencios traían paz, no todos eran buenos, el silencio de mi casa era la falsa modestia que rodeaba a mi familia cada vez que Taemin estaba cenando con nosotros, para llenarse la boca con historias en las que él nunca había sido protagonista, sin embargo le gustaba dar buena impresión y a mi familia también.

Mamá me obligaba constantemente a comer junto a él, sentada a pocos centímetros de su cuerpo y cada vez que él hablaba yo tenía que mostrarme sumamente interesada, de lo contrario mi mamá me lanzaba miradas asesinas durante toda la cena. ¿Cómo podía ella poner a Taemin sobre su propia hija? Eso era traición.

Esta noche en particular fui obligada a escuchar otra sarta de estupideces de la boca de Taemin, una de esas historias que el contaba cuando se sentía aburrido, cuando quería sobresalir y hacerle creer a los demás que él era un héroe.

Inició hablando de uno de los viajes que habían hecho él y el grupo de guerreros hacia las aldeas vecinas, mencionando que para llegar a la aldea de los Kim había que pasar un trecho lleno de cuevas y peligros, entonces salieron a relucir una vez más aquellos animales que atormentaban su mente. Dijo que los lobos vivían ahí, que los había visto, que casi fue mordido por uno pero que logró escapar para avisar al resto. "Son tenebrosos, grandes y demasiado fuertes, parece que pueden devorarte de un solo mordisco y aunque tu seas fuerte, ellos lo serán más" esas fueron sus palabras. Eran mentiras y tonterías que le soltaba a mi familia para caer en gracias.

A mi no me sorprendía porque ya había escuchado la misma historia de la boca de Jimin. Al menos el relato de Taemin tenía algo de verdad, lo único cierto era lo de las cuevas, pero de ahí lo único que había salido fue un pequeño coyote que no asustó a nadie, esas fueron las palabras de Jimin.

A pesar de ser un charlatán de primera, un mentiroso de primera, mi familia lo ponía en un altar, casi glorificando su nombre como si fuera un dios.

— Creo que esa historia no iba así — dije interviniendo en sus palabras — Jimin mencionó que fue un coyote.

Me miró, nervioso y burlesco porque nunca perdía ese pequeño sentido del humor.

— Te equivocas, mi Tara. Fue un lobo. Yo estuve ahí.

— No creo que Taemin tenga que mentir — dijo mi madre — todos aquí sabemos que él es un héroe.

Creí que iba a vomitar por eso. Taemin no era un maldito héroe, era la persona más gallina y cobarde que alguna vez había conocido, pero como era hijo del jefe, pues había que respetarle.

Había una ironía en todo esto, Taemin corría con la suerte de poder mezclarse bien en todos lados, era charlatán y presumido de vanidad que lograba embaucar a todo el que se pusiera en su camino, por ende, con mi familia funcionó así. Él logró hacer que establecieramos una rutina en casa solo para su comodidad, usualmente él venía y traía regalos, después halagaba el ego de mi madre diciendo palabras vanas, Taesun no se escapaba de sus manos, pues a esta le traía pequeños pedazos de tela fina en la que Suni elaboraba bordados. Con papá él no cruzaba muchas palabras pero aún así, siempre soltaba otro comentario.

Después de la ronda de halagos venía la cena, después un té y luego la ronda de chistes y anécdotas sin sentido. Escucharlo hablar era normal para mi, más aún no podía acostumbrarme a la idea de que tenía que hacerlo por todos los días, especialmente si de verdad mi madre planeaba casarme con él. A veces deseaba que todo eso fuera un mal sueño, pero no, la fecha se acercaba. Me molestaba de sobre manera que mi mamá y Taemin hablaran de mi como si yo no estuviera presente.

Ambos hacían planes sobre la dichosa boda, sobre como querían que fuera perfecta. Mamá incluso mencionó niños, ¡una locura! Yo ni siquiera podía pensar en cómo iba a ser capaz de dormir con alguien a quien no deseaba, alguien que me provocaba disgusto y angustia tan fuertemente. De casarme con él, jamás traería niños al mundo, porque yo más que nadie sabría que los iba a despreciar.

— ¿Qué opinas tú, Tara? — preguntó mi madre sonriendo tranquilamente.

Yo no tenía idea de lo que se hablaba en concreto, mi mente solo tenía pequeños estragos de la conversación.

— ¿Sobre qué? — pregunté metiendo un pedazo de pan a mi boca.

— Sobre el día de tu boda — dijo ella aún más contenta — Puede ser para año nuevo, ya sabes, para esto de la nueva felicidad.

— Mamá, creo que es muy pronto para decidir eso — respondí angustiada. Faltaba poco para que el año terminara.

— ¿Por qué? — preguntó ahora Taemin dándome la misma mirada lánguida y traicionera de siempre que se salía con la suya — En cuanto más pronto seas mi esposa mejor.

— Sí, hija, además ya podrás enfocar tu vida a ser una mujer de verdad — miré a mi mamá fulminandola con la mirada — Ya no tendrás que preocuparte por ir a el centro de estudios...

— Casada o no, no voy a renunciar a eso — le dije enojada — ¿Ser mujer de verdad? Yo ya soy una mujer de verdad, mis partes íntimas lo dicen, madre.

Papá tosió y Suni que no era parte de la conversación se llevó las manos a la boca, sorprendida.

— Cuida lo que dices — recriminó ella — Me refiero, a que ahora podrás instruir tu vida a algo más productivo.

— Tu madre tiene razón — dijo Taemin, casi burlesco con su tono — Después de casarnos tu única preocupación debería ser darme hijos. Uno varón al principio.

Me levanté del tapete donde estaba, enojada y fulminando a todos con la mirada.

— Si llego a casarme contigo, Taemin, me aseguraré de nunca traer un hijo al mundo, porque lo despreciaria de la misma manera en la que te desprecio a ti.

Enojada y sin oportunidad de que ellos dijeran algo más me fui a mi pequeña habitación. Era el único lugar en donde podía refugiarme cada vez que una conversación como esta se salía de control. Mi mamá sabía mi desprecio a Taemin, lo sabía bien, pero le gustaba torturaron tan cruelmente, ella actuaba como si mis sentimientos no importaban.

Casi llorando me acerqué a la ventana y observé los primeros árboles que bordean la pequeña cerca que nos separa del bosque, todo estaba parcialmente oscuro, apenas iluminado con la luz de la luna, el silencio era hermoso y apenas los cánticos de los grillos eran audibles, más no molestos. Siempre me había fascinado la belleza del silencio, la tranquilidad de la soledad y como eso era aparentemente mejor que mi familia.

Me lastimaba, me dolía lo que hacían, cómo no podía detener esta situación que me llevaría encadenada a mi futuro miserable, y por primera vez en mi vida no podía hacer nada. No tenía un plan que me ayudara a salir, no había escapatoria.

Sin querer, empecé a llorar, tenía mi vista centrada en la oscuridad del bosque mientras mi corazón se sentía abatido y casi deshecho, mientras mi mente trataba de crear un plan, dos círculos pequeños se asomaron en la oscuridad del bosque, un par de ojos resaltaban no por su tamaño, era por su color, eran dos bolas de fuego ardiendo que miraban fijamente hacia mi ventana, tan pronto como lo vi, mis ojos dejaron de derramar lágrimas y pasé de estar preocupada a asustada, ¿qué era? ¿Un lobo? Tonterías, de serlo eso confirmaría la teoría del abuelo de Jungkook.

Los dos ojos aún me miraban, con mucha insistencia, sin parpadear una sola vez. Sentía miedo pero a la vez ansiaba ver al animal que los poseía, pero después de unos minutos el miedo recorrió mi médula y erizó toda mi piel, de prisa cerré la ventana, hiperventilando por lo que había visto. Los dos ojos más ardientes entre cualquier animal felino.

Me apoye en la venta y deje que mi corazón se calmara, después volví a abrirla para observar, pero ya no estaban, los ojos se habían ido. Más tranquila, me acerqué hasta donde estaban mis mantas para dormir y me recosté sobre ellas, dejando que la luz de la luna golpeara mi cara, esperando dormir o morir. Prefería la segunda, solo porque mi muerte era lo único que evitaba mi matrimonio con Lee.

°

Me desperté ya demasiado tarde, sabía que no era mi hora habitual de levantar la cabeza pero pues me había dormido demasiado tarde pensando en lo que había visto en el bosque. Necesitaba ir y buscarlo.

Si las estúpidas historias de Taemin eran ciertas, o ligeramente verdad, el visitante de la noche anterior tenía que vivir en esas supuestas cuevas que él miró de camino a la aldea de los Kim. Como yo era partidaria de hacer de mis propias ideas un dogma de vida, planeaba comprobar si todo eso era cierto, o no.

Me levanté saliendo de mis cómodas sábanas para buscar un nuevo atuendo. Tenía clases con la mamá de Jungkook, esperaba verlo a él aunque fuera por unos minutos, o unos segundos, lo que fuera estaba bien.

Rebusque entre todos mis vestidos y encontré uno de color gris con cintas rosas, evidentemente tapaba todo mi cuerpo por lo que amarre en mis medias una navaja que guardaba en mis cosas. Solté mi cabello y puse una peineta en él, aunque yo no era partidaria de seducir a alguien, en este caso a Jungkook, al menos sabía que podía hacer de mi sufrimiento algo agradable. Había veces en donde cuestionaba mi proceder, si Jungkook me gustaba ¿por qué no simplemente le decía y listo? Había dos posibles respuestas.

La primera era que mi lado cobarde no me dejaba actuar, la segunda era que yo ya conocía la respuesta. Yo no le gustaba a él. ¿Tan fea era? Jamás me había cuestionado antes mi aspecto físico, nunca he sido fiel creyente de que el valor de nosotras se encuentra en la delicadeza de nuestra belleza, de hecho, siempre había hecho lo necesario para verme masculina, para ir contra las normas, era cansino sí, pero me daba satisfacción. ¿Y si esa era la razón por la cual yo no le gustaba? ¿Y si a él le gustaban las chicas femeninas?

"Quien no ama tu condición no ama tu corazón" eso había dicho la mamá de Jungkook. Entonces yo simplemente no le gustaba. Suspiré y me quité la peineta del cabello y volví a recogerlo. No había caso, no iría tras él.

Tomé mis cosas, que eran muy pocas, de la mesa que estaba en mi habitación y salí de ella.

— Buenos días — saludé a mi madre, ella me miró molesta — Se que estas enojada conmigo por lo que pasó anoche, pero tienes que entenderme tú también.

— Fuiste muy grosera, nada apreciado para una señorita como tu — me dijo con desaprobación — Así no es como te eduque.

— Sí, madre, a veces yo no... — me mordí la lengua para no dar otro de mis comentarios — Yo no cuidó mis palabras. Prometo que no volverá a pasar — en realidad eso no era lo que quería decir. Iba a decir que "a veces yo no hago como me dicen que haga, aceptalo"

— ¿Dónde vas? Por cierto — preguntó.

— Con la señora Jeon — le dije sonriendo — Hoy va a enseñarnos a disecar animales.

Hizo una mueca de asco y sacudió su cabeza.

— Dejando de un lado tus aficiones más bizarras, te informo que en una semana vendrá la costurera que Taemin mando a traer desde otro pueblo, ¡ya te van a medir tus vestidos de novia! —  toda mi mañana se fue a la basura.

— Genial... — dije con nada de animo.

Salí de casa amargada, pensando en que hacer para no estar ese día. Hice una lista mental de todos las posibles soluciones a todos mis problemas.

Número uno, evitar mi encuentro con la modista.

Número dos, evitar boda con Taemin.

Número tres, morir por si no funciona el plan número dos.

Caminé a paso rápido por el pequeño trecho de bosque hasta que llegué al claro de la aldea de los Jeon. Era tan diferente a la nuestra. Tenía más colores, más vida, todos parecían más normales. La mía era alocada e insípida, además era gobernada por los Lee, eso ya era muy malo.

— Oh, la pequeña futura Lee ha venido — dijo una de las chicas que vivían en la aldea. Su nombre era Jinseol, hermana de el esposo de una de las tías de Jungkook, o quien sabe como era el asunto — ¿Qué haces aquí? Deberías estar organizando tu boda — dijo ella.

No era mala, en absoluto, nos llevábamos bien pero yo sabia que a ella le interesaba Jungkook, y ella sabía que a mi me interesaba él.

— No voy a casarme — respondí.

— Eso no es lo que pregona Lee — dijo ella — Todos aquí lo sabemos. Incluso sabemos que él cena en tu casa todos los días.

— Desafortunadamente él tiende a invitarse solo. Voy a deshacerme de él.

— De quien tienes que deshacerte es de tu madre — dijo más seria — Ella es el problema.

Detuve mi paso por unos segundos, confundida. Jinseol tenía razón.

— Solo bromeaba — rodé los ojos hasta que llegamos a la pequeña choza en la que recibíamos las clases.

Divisé a Taeri en medio de las demás chicas y me acerqué a ella.

— Hola — dije con una sonrisa — No me esperaste esta vez.

— No dormí en mi casa anoche — dijo ella hablando bajo — Me quedé con Jimin.

— ¿Hablas en serio? — abrí mi boca con sorpresa. Ella asintió — Tienes que contarme todo.

— Después de clases.

Sonreí emocionada por el morbo. Al menos ella podía vivir este poco de su felicidad.

La señora Jeon entró a la sala y tras ella Jungkook. Este cargaba una caja y la puso a la par de los pies de su madre, no deje de verlo ni por un segundo, evidentemente él no me miraba, como siempre.

— Hola niñas — saludó la señora Jeon — El día de hoy vamos a intervenir animales, es divertido y bastante instructivo — ella hablaba pero yo apenas podía entender sus palabras — en la caja de al lado tengo sapos que mi hijo ha asesinado. Jungkook cariño, repartelos.

Como siempre Jungkook obedeció a su madre y se paseo por los lugares de cada una dando nuestros cuerpos de trabajo hasta que llegó a mi. Me miró profundamente a los ojos, sentí un escalofríos fuerte, justo como la noche anterior. Se movió de mi vista y siguió poniendo el animal en cada lugar, hasta que terminó y fue hasta donde estaba su madre.

Me miraba esta vez, fuertemente con su mirada oscura, serio, casi daba miedo. Mi corazón empezó a latir y apenas podía concentrarme cuando escuchaba las instrucciones de la señora Jeon. Me miraba todavía después de unos minutos, su mirada estaba sobre mi y no entendía porqué.



Hola, aquí el segundo capítulo, espero y les guste.💗






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