-Yo-

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Apenas comenzamos el camino al lugar de llamado, me fijé que Kiryuu se había adelantado muchísimo, dejándome atrás; Kaji no respondía mis llamadas y tampoco mis mensajes, así que opté por llamar a Kusumi.

Como era de esperarse, tan callado, apenas le comenté la situación, colgué y me envió un mensaje.

"Vamos en camino °~°" -Leí el texto.

Por mi descuido, me perdí por un momento en el camino, como tonta busqué el GPS de mi celular y seguí, mi paso era tan confuso, que en el camino encontré a los que había alertado.

Me ayudaron a dirigirme al lugar junto a ellos; se trataba de un edificio abandonado en construcción.

¿Enserio se la pasan aquí? Dije para mis adentros, de un solo golpe, mis pensamientos se esfumaron, se trataba de una fuerte patada que Kaji le había proporcionado a la gran puerta del lugar; dejándonos ver ante todos, éramos el refuerzo o la ayuda.

Vi como mis compañeros de clase se encontraban completamente golpeados, no me interesaba saber el contexto o quiénes eran los contrarios, solo me fijé que eran unos sucios tramposos al usar objetos, su cuerpo y la cantidad de personas superaban mi grupo.

Llegaron. -Escuché al pelirosa que había llegado antes que yo.

¿Qué sucede aquí? -Hablé disgustada. -Están sucios y el lugar tiene polvo. -Sacudí mi mano leve en el aire.

Mi vista, rápidamente se fijó en mi amigo, aquel sol que hacía brillar el comienzo del día, lo vi en el suelo tirado, totalmente herido.

Kusumi, por favor, llévalo afuera. -Le pedí amablemente al chico callado.

Bien, veamos qué se puede hacer aquí. -Estiré mis brazos hacia arriba, como si me hubiera levantado de dormir y rápidamente hablé hacia mis compañeros. -Ustedes, ¿no pueden pasar un día tranquilo sin meterse en problemas? -Arrugué mi nariz.

¡Ja! ¿Eres de Fuurin? ¿Por qué tendrían una chica ahí? ¿eres la princesita mimada y linda? -Escuché burlas y malos comentarios apenas caminaba hacia adentro.

Mientras que por otro lado, Enomoto, Kaji y Kusumi, ya habían ingresado al campo de batalla.

La verdad, esos comentarios hartan. -Me dirigí a ofrecer apoyo a mis compañeros de salón, mientras proporcionaba unos fuertes golpes bajos al bando contrario.

Ten cuidado, están usando bates y fierros. -Me avisaron mis compañeros de estudios.

Gracias. -Les sonreí.

Fijé mi vista hacia mis amigos cercanos, se notaban cansados y golpeados, sin embargo seguí ofreciendo patadas y puños a los contrincantes que se me acercaran.

Entre tantos gritos, logré escuchar que aquella pandilla se llamaba Keel, algo raro, la verdad.

¿No se cansan? -Le pregunté a mis oponentes que me rodeaban, dejando una patada baja sobre todos, provocando que cayesen al suelo.

Aún en pleno combate, paré a observar el alrededor, parece que el líder, o quizá vice líder, se encontraba en la cima, provocando a Kaji.

La verdad, ya me estaba comenzando a cansar un poco, suspiré pesada y hablé nuevamente.

¿Cuánto falta? -Comenté para mi, al ver que el número de personas no disminuía considerablemente.

Estaba sudada y un poco sucia de tierra por el lugar, a pesar de estar en pelea, no podía apartar la vista de mis amigos.

¡Sugishita, detrás de ti! -Grité al ver como se le acercaban por la espalda.

¡Taiga, más cuidado! -Lanzaba comentarios en estado de alerta.

Pero sabía que tarde o temprano, esa preocupación por ellos, me haría factura.

Deberías preocuparte por ti, preciosa. -Fue lo último que escuché al recibir dos golpes a la vez con un objeto fuerte, uno a mi costado derecho y otro a mi lado izquierdo de la cabeza, sentí mi cuerpo caer, mientras mi vista se volvía completamente negra, dejando de escuchar mi alrededor.

||Mamá, ¿por qué papá tarda mucho? -Una niña pequeña hablaba agarrada de la mano de su progenitora.

Él tiene mucho trabajo, mi niña. -Contestó amable la mayor.

Ahí me encontraba yo, en aquella pequeña casa situada en Osaka, mi padre se la vivía trabajando, no sabía lo que él hacía, solo me encargaba de jugar con mamá.

El tiempo pasó, ahora me encontraba mudándome de la ciudad al campo, ahora mi casa, era reemplazada por una mucho más grande alejada de la ciudad.

Poco tiempo, descubrí que tendría un hermanito.

¿Podemos ir al parque? De seguro le gustará a mi hermanito. -Me acerqué y toqué la barriguita de mi madre.

Ese día en el parque, conocí a mi mejor amigo, Sakura, el tiempo transcurría y nos veíamos seguido.

Pasó el tiempo requerido y había nacido mi pequeño hermano, mientras que yo había cumplido 6 años.

Papá comenzó a pasar mucho más tiempo en casa, pero su actitud no era adecuada, eso me irritaba, papá y mamá peleaban mucho, mientras que yo cuidaba a mi hermano menor.

Aún avanzaban los días, los meses, las horas, los minutos, los segundos, había cumplido 10 años, mi hermano tenía 4 años; la casa olía a alcohol, mi padre y madre peleaban como era de costumbre, yo cocinaba para alimentar a mi hermano, mis días con Sakura habían disminuído.

Agosto, 23:45 p.m.

Había terminado de acurrucar a mi pequeño hermano, los gritos de mis padres se hacían cada vez más fuerte, mi padre comenzaba a golpear a mi madre.

¡Ya me tienes harta! -Me interpuse sobre mi padre cerrando los ojos, esperando a recibir aquel puñetazo por parte de mi progenitor.

B-basta. -Había escuchado al menor que antes tenía acurrucado.

Mis ojos se abrieron enseguida al escuchar aquella voz, pude ver a mi pequeño hermano sangrar de su cabecita, mis manos temblaban.

Los gritos de mis padres me desagradaban, ver lo que ocurría a mi alrededor me desagradaba, pensar me agobiaba, sentir me desesperaba, no sabía qué hacer.

Era rara la sensación que estaba comenzando a sentir, todo se nublaba a mi alrededor, el tacto de mis manos desaparecía, poco a poco  perdía el sentido del escucha.

Mi frustración y enojo eran tan delirante que se convertía en algo explosivo.

Agarré la botella de alcohol que consumía mi padre, partiéndola contra el borde de la mesa, mientras me subía por la espalda del adulto y se la clavaba en su cuello, dejándole una enorme cortada, empapándome de sangre.

Logré ver como el mayor caía de rodilla, mientras cubría la herida que le había hecho.

¡Mamá! ¡Vámonos juntas, por favor! ¡Llevemos a mi hermanito! -Le suplicaba a mi madre que se encontraba arrodillada y mal herida por los golpes de mi padre.

Por favor, huye, mi niña, crece feliz. -Me miró y dedicó una sonrisa, mientras agarraba el encendedor de la cocina y lo apuntaba hacia el alcohol derramado de la botella que había roto.

Perdóname. -Habló por última vez, mientras me miraba aliviada, y yo agarraba el cuerpo pequeño del niño, saliendo de aquel lugar, la mansión en que vivía ardía en rojo vivo, sus llamas se expandieron rápidamente, dejando ver las cenizas en el aire.

Me situé en el césped que se encontraba aún cerca de mi casa incendiada.

Hermanito, por favor. -Veía el pequeño cuerpo del niño, mis manos estaban empapadas de su sangre, su pecho subía y bajaba débil, su respiración comenzaba a cesar.

Perdón, por no poder cuidar y proteger de ti. -Lo atraje a mi pecho, abrazándolo, sintiendo aquel cuerpo dejar su último suspiro.

Mis manos temblaban, aún me encontraba cegada ante aquella situación, pero estaba decidida en enterrar el cuerpo pequeño de mi hermano, aunque no haya podido hacer nada para salvarlo, quería que viviese feliz en el otro lado, que crezca junto a los cerezos y a las flores.

Ahí estaba yo, descalza, sucia, sola, lastimada, no recordaba nada; mis manos se encontraban impregnadas de aquel líquido carmesí, era tan caliente, espeso y estaba comenzando a secarse.

Comencé a caminar con la mirada perdida, mi cabeza se encontraba totalmente nublada, solo me acercaba al parque en que Sakura y yo nos veíamos de forma común, dejándome caer sobre la tierra de aquel parque.

No recordaba nada de lo que había sucedido, solo vi aquellos ojos de diferentes colores, mi ropa no era la misma, y olía bien.

Los días pasaron, Sakura me había llevado al médico, él decía que era algo necesario para mi.

La amnesia es la pérdida de recuerdos, incluye hechos, información y experiencias; para resumirlo, no recuerda nada, gracias a un fuerte evento o trauma. -Un doctor le explicaba a mi amigo, mientras había terminado de examinarme, teniendo en cuenta que Sakura le había dicho cómo me había encontrado y yo no recordaba nada.

Cumplí 14, Sakura y yo, íbamos juntos a estudiar; sin embargo, era muy diferente, solo nos teníamos los dos, y yo, no me sentía bien.

No podía soportar, no sabía cómo estar sola, solo lo tenía a él, sus ojos de diferentes tonos me miraban con preocupación al ver mi estado.

Me sentía tan patética, ser incapáz de poder caminar tranquila o tan siquiera comer.

"Eres débil, buena para nada, desagradable, horrenda, una rara." -Esas palabras retumbaban en mi cabeza, era lo que siempre escuchaba por parte de los chicos y chicas de la escuela.

¿Qué está mal conmigo? -Le preguntaba a mi único amigo, mientras él sujetaba mis manos, luego de haberme defendido del resto.

Cumplí 16 años, ya me había acostumbrado a la vida que Sakura y yo llevábamos.

Bueno, después de todo, nos tenemos juntos.- Le sonreí a Sakura, mientras caminábamos por el lugar en que habíamos crecido. -No importa si no recuerdo mucho o nada, espero sentirme mejor. -Le comenté al chico.||

Abrí mis ojos, encontrándome sobre la espalda de Taiga, estaba cargándome, mientras que Suou cargaba de igual forma a Nirei.

Lo lamento tanto.-Escondí mi cara en aquella espalda. -Lamento no haber sido de ayuda. -Me disculpaba con los chicos al ver que aquel combate había finalizado, obteniendo nuestra victoria.

Necesito a Sakura.-Susurré y comencé a llorar, como si de un pequeño bebé se tratase, mis lágrimas recorrían mis mejillas, tornándolas de color rojizo, al igual que mi nariz, había recordado todo.

¡¿Qué sucede?! -Rápidamente el chico de heterocromía acudió a mi.

Sakura, gracias. -Le sonreí aún con lágrimas, mientras Taiga me bajaba de su espalda y me escondía en los brazos del pelibicolor.

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Holi.