Capitulo 4
Caelan estaba sentada en el suelo con sus piernas en posición de mariposa mientras veía a Jinx pasear por toda su guarida dando vueltas y vueltas. Ladeó su cabeza y su mirada se detuvo en Sevika.
— Me acaban de decir... — su cabeza volvió a su pose normal mientras pretendía escuchar algo —. Oh, no me dijeron nada...
Jinx giró abruptamente hacia Caelan con una sonrisa ladeada y los ojos abiertos de par en par, un brillo casi maníaco reflejándose en ellos.
—¿Qué? ¿No escuchaste nada? —preguntó, acercándose con pasos ligeros pero tensos, como si estuviera a punto de explotar en cualquier momento—. ¡Eso no tiene sentido! Yo escuché algo. Algo grande. Algo importante. Algo que tú también deberías haber escuchado, ¿no crees?
Caelan levantó una ceja, acostumbrada a los arrebatos erráticos de Jinx, y entrelazó sus dedos mientras se inclinaba hacia adelante, tratando de mantener su tono tranquilo.
—No sé, Jinx. Quizá fue solo tu imaginación otra vez.
—¿Imaginación? —Jinx soltó una risa aguda mientras alzaba las manos al aire—. ¡No hay nada de imaginación en esto, Caelan! ¡Todo esto es real! —Señaló alrededor de la guarida, y luego su mirada se clavó en Sevika, quien permanecía apoyada contra una pared con los brazos cruzados, observándolas en silencio—. Pregúntale a ella. Seguro que lo escuchó también.
Sevika levantó la vista lentamente, como si fuera una tarea agotadora lidiar con las idas y venidas de Jinx. Chasqueó la lengua antes de responder.
—No escuché nada, niñata. Solo tus delirios habituales.
Jinx frunció el ceño, claramente ofendida por la respuesta de Sevika. Dio un par de pasos hacia ella, pero luego se detuvo, tamborileando los dedos contra el mango de su arma improvisada.
—¿Delirios habituales? —repitió con una voz fría y burlona—. Interesante que lo digas tú, Sevika. ¿Por qué no nos cuentas de tus delirios habituales? Como el de que aún crees que eres alguien importante en este lugar.
Caelan suspiró, viendo cómo la tensión en la habitación aumentaba rápidamente.
—Jinx, no tiene sentido discutir. Si escuchaste algo, tal vez sea importante, pero necesitamos claridad ahora mismo, no más conflictos.
Jinx giró hacia ella de nuevo, con una expresión entre incrédula y divertida.
—¿Claridad? —repitió, alargando la palabra como si fuera un chiste privado—. ¡Oh, claro, claridad! ¡Eso es justo lo que necesitamos! —De repente, sacó un par de herramientas de su cinturón y comenzó a trabajar frenéticamente en una pequeña caja metálica sobre la mesa más cercana—. Bueno, Caelan, querida, si quieres claridad, tal vez deberías prepararte. Porque lo que viene no es exactamente... claro.
—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Sevika, su tono más áspero que antes.
Jinx no levantó la vista, pero su sonrisa se ensanchó mientras el zumbido de un artefacto comenzaba a llenar la habitación.
—Oh, nada... solo preparándome para escuchar mejor. Porque, ya sabes, cuando no te dicen nada... —Hizo una pausa para alzar la caja, que ahora emitía un débil brillo púrpura—. Bueno, entonces hay que forzar que hablen.
Sevika se tensó al instante, avanzando un paso hacia Jinx.
—No me digas que vas a usar eso aquí...
Caelan parpadeó, su expresión ahora completamente alerta.
—Jinx, lo que sea que estés planeando... no lo hagas.
Pero Jinx solo soltó otra carcajada, colocando un dedo en sus labios mientras inclinaba la cabeza hacia un lado.
—Shhh... ¿no escuchan? Ahora sí están hablando.
El zumbido del artefacto púrpura creció en intensidad, llenando la guarida con un ruido agudo que parecía perforar los oídos. Caelan se llevó las manos a la cabeza, intentando bloquear el sonido, mientras Sevika avanzaba con rapidez, su expresión mezclando ira y preocupación.
—¡Jinx, apaga esa maldita cosa antes de que todo esto explote! —rugió Sevika, su tono grave cortando el aire.
Pero Jinx no se inmutó. Con una sonrisa que parecía bordear la locura, giró sobre sí misma, sosteniendo la caja frente a ella como si fuera un trofeo.
—¡No entiendes, Sevika! Esto no es solo ruido. Es información, secretos, fragmentos de lo que no quieren que sepamos. —Sus ojos brillaron mientras miraba el artefacto, como si estuviera hipnotizada por su propia creación—. Sólo hay que saber escuchar entre las grietas.
—¡Estás desquiciada! —Sevika extendió la mano hacia el artefacto, pero Jinx dio un salto hacia atrás, esquivándola con facilidad.
—¡Desquiciada o no, al menos hago algo! —replicó Jinx, sus palabras cargadas de veneno—. No como tú, que te quedas ahí, cruzada de brazos, esperando a que todo se derrumbe.
—¡Jinx! —gritó Caelan, su voz cortando el intercambio entre ambas. Ella se levantó del suelo tambaleándose ligeramente, sus piernas aún adormecidas por la posición anterior—. Si ese artefacto hace lo que creo, podrías destruirnos a todos.
Jinx se detuvo un segundo, ladeando la cabeza hacia Caelan con una mirada casi infantil, como si estuviera considerando lo que había dicho. Pero luego volvió a sonreír, más amplia que nunca.
—¿Y no sería eso emocionante?
El suelo comenzó a vibrar ligeramente, como si el artefacto estuviera desestabilizando algo en los cimientos de la guarida. Caelan dio un paso hacia Jinx, su voz firme pero calmada.
—Escucha, Jinx. No sé qué crees que vas a lograr con esto, pero necesitamos un plan, no caos. Si quieres respuestas, las encontraremos juntas, pero esto no es el camino.
Por un instante, el rostro de Jinx mostró una fisura, una duda. Su sonrisa titubeó, y sus ojos buscaron los de Caelan, como si esperara una señal que la convenciera. Pero el zumbido del artefacto volvió a crecer, esta vez acompañado por destellos de luz púrpura que se filtraban entre las grietas del metal.
—No... no... —Jinx murmuró, más para sí misma que para los demás—. Esto es el camino. Tiene que serlo. Si no... ¿qué sentido tiene todo esto?
Sevika aprovechó su distracción para lanzarse hacia adelante, agarrando el artefacto con ambas manos. Pero en el momento en que sus dedos tocaron la superficie metálica, una descarga de energía la lanzó hacia atrás, estrellándola contra una pared con un ruido sordo.
—¡Sevika! —gritó Caelan, corriendo hacia ella.
Jinx, por su parte, parecía horrorizada, pero no por Sevika, sino porque el artefacto había comenzado a emitir chispas y humo.
—¡No, no, no! —balbuceó, tratando de estabilizarlo con las manos temblorosas—. ¡No estaba lista todavía!
—¡Jinx, suéltalo! —gritó Caelan, mirando cómo las luces púrpuras se volvían más intensas.
Pero Jinx negó con la cabeza frenéticamente, su rostro lleno de desesperación.
—¡No puedo! ¡Si lo suelto, se descontrolará!
Caelan miró alrededor, buscando desesperadamente algo que pudiera ayudar. El zumbido ahora era ensordecedor, y las vibraciones amenazaban con derribar la estructura entera de la guarida.
—¡Jinx, confía en mí! —gritó Caelan, acercándose con cautela—. ¡Dame el artefacto! ¡Puedo ayudarte a estabilizarlo!
Jinx la miró, sus ojos azules llenos de miedo y desconfianza. Por un momento, pareció dudar, pero luego extendió el artefacto hacia Caelan, sus manos temblando.
—Si esto falla... —murmuró Jinx, su voz apenas un susurro—. Todo habrá sido para nada.
Caelan tomó el artefacto con cuidado, sintiendo el calor y la energía pulsando en su interior. Miró a Jinx directamente a los ojos y asintió.
—No fallaremos.
Mientras tanto, Sevika, tosiendo y recuperándose lentamente, observaba desde el suelo con el ceño fruncido.
—Más les vale no hacerlo —gruñó, mientras la habitación entera se llenaba de un resplandor cegador.
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