Capitulo 3
Caelan no respondió. Su paso era lento, medido, pero había algo inquietante en la forma en que mantenía la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, como si escuchara algo que nadie más podía oír. Los gritos de Jinx apenas parecían llegar a ella, amortiguados por una barrera invisible que Caelan mismo había levantado en su mente.
— No desafíes a un muerto —repitió para sí, como un eco quebrado, mientras una sonrisa vacía comenzaba a formarse en sus labios. Pero sus ojos, sus ojos estaban desorbitados, perdidos en un punto invisible más allá de los árboles que los rodeaban, brillaban de un color morado mientras sonreía a la nada.
De pronto, se detuvo en seco, girando la cabeza hacia la nada, como si alguien le hubiera susurrado al oído.
— Lo sé, lo sé, pero no puedo detenerme ahora —murmuró, las palabras brotando con un tono casi infantil, entrecortado por una risa que no era de alivio ni de alegría, sino de una tensión insoportable. Luego, se llevó una mano al pecho, apretándola con fuerza, como si intentara contener algo que lo estaba desgarrando desde dentro.
Jinx llegó corriendo, jadeante, tratando de alcanzarla.
—¡Caelan! — exclamó Jinx mientras recobraba una pose y se colocaba las manos en la cintura —. Cuando te dije de escapar me refería a que me siguieras.
Caelan giró lentamente hacia ella, pero sus ojos no parecían enfocar del todo.
— Oh, hola... —Su voz era suave, casi cariñosa, pero había un brillo peligroso en su mirada—. Pensé que te habías ido... ¿o yo me había ido?
Jinx frunció el ceño con una sonrisa burlona que resaltaba en sus labios. Se acercó paso a paso, con cautela manteniendo las manos a la vista como si intentara calmarla o mostrarle que no era una amenaza.
— ¿De que hablas, loca? Estoy aquí, Caelan. Pero tenemos que irnos, antes que otros vigilantes lleguen.
— Ellos no nos van a dejar ir — la interrumpió, inclinando la cabeza mientras hacía muecas, luego Sevika llegó, desactivando el brazo nuevo que tenía reluciente —. Ya me hablaron, sabes... dicen que me necesitan.
— ¿Ellos? — Sevika frunció el ceño y luego se acercó a Jinx —. Yo pensé que tú eras la loca.
Jinx soltó una carcajada que resonó entre los árboles, aunque había una tensión palpable en ella.
— ¡Lo soy! —exclamó, girando sobre sus talones y extendiendo los brazos como si se proclamara reina —. Pero Caelan aquí me está quitando el título, ¿no crees, Sevika?
Caelan miró a ambas, su rostro alternando entre una calma inquietante y una expresión de profundo desconcierto. La cicatriz de su labio se elevaba junto a sus labios fruncidos.
— Ellos me eligieron —murmuró, su voz bajando a un susurro mientras sus dedos temblaban—. No puedes entenderlo. No pueden entenderlo.
Sevika bufó, cruzándose de brazos mientras ajustaba la conexión de su brazo desactivado.
— Lo único que entiendo es que si no movemos el trasero, todos acabaremos muertos. Incluyendo a tu amigo delirante.
Jinx se mordió el labio, evaluando rápidamente la situación. Finalmente, se acercó a Caelan y le puso una mano en el hombro.
— Está bien, genia elegida. Vamos a mi taller. Allí puedes escuchar a tus amiguitos sin que nadie te moleste, ¿sí?
Caelan la miró con desconfianza al principio, pero finalmente asintió, dejando que lo guiara. Sevika los siguió a regañadientes, murmurando maldiciones por lo bajo.
[...]
El espacio era un caos controlado, con partes de maquinaria esparcidas por todas partes, esquemas garabateados en las paredes y un par de bombas a medio ensamblar sobre una mesa. Jinx se movía entre sus cosas con una familiaridad casi felina, mientras Caelan permanecía de pie en el centro, observando todo como si estuviera en un lugar sagrado.
— Bien, bien. Aquí estamos —anunció Jinx, arrojando una llave inglesa sobre la mesa—. ¿Ahora qué? ¿Tus amigos invisibles necesitan algo? ¿Un café, tal vez?
Caelan no respondió de inmediato. Se quedó mirando una pequeña figura de metal que Jinx había moldeado: un muñeco diminuto con alas rudimentarias. Lo tomó con delicadeza, sus dedos temblando, y lo sostuvo frente a sus ojos.
— Siempre estás construyendo cosas que quieren volar, Jinx. ¿Por qué?
Jinx se encogió de hombros, girando un destornillador en su mano.
— Porque volar es mejor que caer, ¿no? Además, ¿como sabes eso?
Caelan soltó una risa baja, pero no había humor en ella.
— No siempre. A veces, volar solo significa que la caída será más larga. Y vi que tienes bombas... en el piso... por todos lados.
Sevika, que había estado apoyada contra la pared observando la interacción, frunció el ceño.
— ¿Y este discurso deprimente a qué viene?
Caelan dejó el muñeco sobre la mesa con cuidado y giró hacia Jinx, sus ojos oscuros pero llenos de intensidad.
— Ellos dicen que construir no es suficiente. Que lo que está roto no puede arreglarse. Solo puede destruirse.
El taller quedó en silencio por un momento. Jinx dejó de girar el destornillador y la miró fijamente.
— ¿Y qué quieres destruir, Caelan?
— Todo —respondió ella, con una calma aterradora—. Pero no me dejarán hacerlo sola.
Jinx entrecerró los ojos, evaluándola. Luego, sonrió, una sonrisa peligrosa que hizo que incluso Sevika se tensara.
— Pues si vamos a destruir algo... más vale que sea grande. ¿Verdad, genio?
Sevika puso los ojos en blanco, mientras Caelan la miraba con una mezcla de confusión y reconocimiento. Jinx no sabía si estaba provocándola para ganar tiempo o porque realmente quería seguirle el juego. Quizás ambas cosas.
— Muy bien, Caelan. Pero antes de volar todo en pedazos, vamos a necesitar un plan. Y, por supuesto, más explosivos.
[...]
A q no adivinan en quien está basada Caelan
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