9
Rebecca agradeció que Billy viviera en Hawkins, gracias a eso no tenía que compartir auto con Steve y su hermana, quien estaba más distante de lo normal. No se había molestado en preguntarle porque no se lo diría, simplemente fingiría una sonrisa y le diría que todo estaba bien aunque el mundo se le estuviera cayendo a pedazos.
Billy pasó tarde por ella pero eso le importaba poco, no es que tuviera prisa por escuchar hablar a la maestra de biología.
—Atrás, Max —ordenó Billy cuando Rebecca se acercó al auto.
Max era la hermanastra de Billy, una chica pelirroja de la edad de Mike. Rebecca nunca había convivido con ella, no tenía ni idea de cómo era ni qué clase de relación llevaba con el rubio, sin embargo, siendo Hargrove como era dudaba que fuera amistosa.
—Me iré atrás, Billy —habló Rebecca.
Siendo el auto de dos puertas, Max tenía que bajarse aún así para que la castaña pudiera subir. La chica se subió en el asiento trasero y Rebecca la miró con reproche, la pelirroja la ignoró por completo y estuvo a punto de comenzar a regañar a Billy de no ser porque no quería crear un momento incómodo a sabiendas de que eso podría repercutir en Max.
—¿Irás hoy a la fiesta? —preguntó Billy—. Ni siquiera sé por qué pregunto, paso por ti, vamos a cenar y después a la fiesta.
Rebecca rodó los ojos y sonrió.
—Podrías invitarme, sabes.
—Acabo de hacerlo —sonrió el rubio.
Con Billy las cosas eran así: como él quería. Rebecca ignoraba su odiosa forma de ser ya que más de una vez lo había visto llorar y lo había consolado, Billy estaba roto y no sería ella quien pisara los pedazos, tampoco quien intentara unirlos. Si Billy quería ir a cenar y a la fiesta, bien, lo haría, sabía de sobra que el chico quería ir a cenar porque necesitaba hablar con alguien.
No estaba emocionada por la fiesta de Tina, era de disfraces y seguro su hermana y Steve estarían ahí, había escuchado a Nancy planear su disfraz y le molestaba saber que era en pareja.
Ella no tenía pensado nada, no era precisamente fanática de los disfraces, iría a beber y divertirse con Billy. Sí, eso haría.
Tardaron unos minutos en llegar a la secundaria y Rebecca caminó a clase con Billy a su lado, la mitad de los alumnos los miraban, ni hablar cuando llegaron al salón, todos los miraban y algunos cuchicheaban sobre ellos. Sabía que todos pensaban que se acostaba con Billy, nunca lo había hecho y tampoco quería hacerlo, contrario a la creencia popular aún no se había acostado con nadie. No había una razón en específico, podía ser el hecho de que no había llegado nadie que le gustara tanto o que nunca se había dado ese momento con nadie.
—¿De qué vas a disfrazarte? —le preguntó el rubio en cuanto estuvieron sentados.
Rebecca sonrió sin ganas.
—No me gustan los disfraces —masculló.
Billy sonrió.
—Te buscaré algo.
—Por favor no. Ya accedí al hecho de que quieras llevarme a la fuerza.
—¿A la fuerza? —se burló—. Irías conmigo o sin mí, Becca.
—Soy una persona diferente aunque no lo creas, Hargrove.
—Seguro —sonrió burlón—. Igual te buscaré algo.
Rebecca suspiró y decidió darse por vencida; no importaba lo que dijera, Billy le buscaría un disfraz y ella simplemente se negaría a usarlo.
• • •
—Ya no puedo seguir así —habló Nancy.
—¿Seguir cómo? —preguntó Steve.
Se encontraban en uno de los espacios privados de la biblioteca que se utilizaban para estudiar, si Nancy había estado distante en la cena, ese día lo estaba aún más.
—Fingiendo que todo está bien.
—¿De qué hablas?
—De Bárbara. Es como si la hubieran olvidado, como si no les importara, excepto a sus padres y ahora van a vender la casa...
—Nancy... —la interrumpió Steve.
—Y pasarán sus vidas buscándola —continuó diciendo—. Su vida quedó destruida.
—Lo entiendo, ¿si? Pero no podemos hacer nada.
Nancy lo miró incrédula.
—Podríamos decirles la verdad.
—Sabes que no podemos.
—No tenemos que decirles todo...
—Esto no es un juego, Nance —la cortó el chico—. Si se enteran de que les contamos una...
Steve respiró con fuerza y se alejó para cerrar las cortinas de la habitación. No estaba de acuerdo con Nancy, no cuando el hablar de lo que había ocurrido les traería consecuencias a ambos y a sus familias, incluso a Rebecca. Dios, necesitaba sacársela de la cabeza, cosa que resultaba imposible después de verla llegar con Hargrove.
—Podrían meternos a la cárcel o, peor, destruir a nuestras familias. Podrían hacer lo que quisieran, solo piensa lo que dices.
Nancy bajó el rostro con lágrimas en los ojos, al instante se sintió mal por lo que había dicho pero no había nada que pudiera hacer, ninguno de los dos en realidad.
—Nance... —dijo Steve, acariciándole el brazo— es difícil pero... vamos a la estúpida fiesta de Tina con nuestros estúpidos disfraces en los que hemos estado trabajando mucho tiempo y finjamos ser adolescentes tontos, ¿si? ¿Podríamos hacerlo solo por esta noche?
—Bien —susurró la chica, mirándolo triste.
Steve la abrazó por unos segundos y se abstuvo de suspirar. No era igual que con Rebecca y se detestaba por pensar eso.
• • •
Rebecca se maquilló con sombras oscuras y máscara de pestañas además de brillo labial. Iba vestida de negro, con unos pantalones ajustados y unas zapatillas de tacón, la blusa también era ajustada, de cuello y de manga larga.
Se vio al espejo y sonrió, lucía bastante bien. Se topó con su hermana mientras bajaba las escaleras, llevaba un suéter blanco y una falda corta del mismo color, no podía negar que se veía muy bonita, sin embargo no dijo nada al respecto, últimamente apenas intercambiaban palabra.
La vio salir y subirse al auto de Steve, seguramente Billy tardaría un rato más en llegar.
Pensó en la relación de Harrington y su hermana, ¿qué era lo que los mantenía juntos? Ya casi no los veía hablar, tampoco divertirse o hacer algo que no fuera mirarse con angustia. Porque sí, aunque tuviera sentimientos por Steve no le gustaba que fueran infelices o que no la pasaran bien, ambos se merecían ser felices y eso lo tenía muy claro.
El claxon del auto de Billy la sacó de sus pensamientos y salió de la casa, el rubio se había bajado y se acercaba a ella con una bolsa.
—Ni lo pienses.
—Sólo velo, ¿quieres?
Rebecca suspiró resignada, abriendo la bolsa que le tendía Billy.
—¿Y? ¿Tomé una buena decisión?
La chica se mordió el labio sin querer dejar su orgullo a un lado, por más que le costara reconocerlo, Billy había acertado.
—Te espero para que te cambies —y dicho esto se internó en la casa sin importarle que Rebecca no lo hubiera invitado a pasar.
Se probó el vestido que le había llevado Billy, era de charlestón. Se trataba de un vestido negro corto, apenas le llegaba a la mitad del muslo y eso porque tenía algunas tiras que salían del borde de la prenda. El escote del vestido era cuadrado y tenía unos tirantes delgados, estaba decorado con lentejuelas negras y venía con un collar de perlas.
Sonrió al observarse al espejo, sus piernas lucían largas y esbeltas, el escote hacía resaltar su pecho y el maquillaje iba de maravilla con el vestido. Decidió que no era del todo malo disfrazarse.
—Wow... —sonrió Billy en cuanto la vio, Rebecca dio una vuelta con media sonrisa—. Sí, definitivamente tomé una perfecta decisión.
—No puedo quejarme.
El rubio le sonrió y salieron de la casa. Billy la llevó a un restaurante italiano y se sentaron al fondo del lugar, al instante pidió algo de beber y Rebecca se sorprendió que el mesero no dijera nada al respecto.
—Por una noche increíble —brindó Hargrove en cuanto les llevaron la bebida.
Rebecca chocó su vaso con el de su amigo y ambos bebieron.
—¿Cómo estás? —preguntó la chica.
Billy suspiró.
—No me gusta. Odio estar aquí, odio a mi padre, a su esposa, a Max... —Rebecca le acarició la mano, ganándose una leve sonrisa por parte del rubio—. Ya no sé qué hacer.
—Aquí estoy —susurró, Billy no escuchaba consejos, simplemente se desahogaba.
—Yo sé, Becca. ¿Qué hay de ti? ¿Sigue siendo insoportable?
—Peor —reconoció—. Mis padres apenas me miran, las cosas en casa están demasiado tensas.
—¿Tus hermanos?
—No sé nada de ellos. Cada día los veo más tristes y me abruma no poder salvar a nadie.
—No tienes que hacerlo.
Rebecca asintió y suspiró, sabía que no tenía que hacerlo pero una parte de ella se sentía responsable, como si fuera su deber cuidarlos.
—Quisiera irme lejos —reconoció Rebecca.
—Algún día, de mí te acuerdas, que nos iremos muy, muy lejos. Juntos.
La chica le sonrió, esperando que así fuera.
—Ahora dejemos los temas tristes a un lado, Becca, que tenemos una fiesta y tu vestido no va con la cara que traes.
Rebecca rió, sacándole la lengua.
Cenaron entre pláticas triviales, cuando Billy estaba solo era una persona completamente distinta a lo que aparentaba, estaba relajado y reía con los comentarios de la chica, quien comenzaba a sentir la sangre hervir por el alcohol.
Cuando salieron del restaurante apenas podían contener la risa, Billy insistía en quitarse la playera como parte del disfraz, Rebecca le suplicaba no hacerlo.
—¿Qué clase de disfraz sería ese, rubio? ¿Actor porno?
Billy rió.
—Stripper —corrigió, haciéndola soltar una carcajada.
—"Tomato, tomato" —se burló la chica.
Llegaron a la fiesta y el rubio se quitó la playera, haciéndola reír.
—Luces aterrador —se burló.
—Aterradoramente bien. Había que hacerte competencia.
Rebecca le sonrió y entraron a la casa, la cual ya estaba atestada de adolescentes borrachos. Algunos se besaban en medio de la sala, otros charlaban, algunos otros bailaban y todos bebían.
La chica le indicó que fueran por algo de tomar, Billy la siguió de cerca hasta llegar a una jarra con una bebida roja. Sirvió dos vasos, uno para ella y otro para el rubio, quien le tendió un cigarro.
Rebecca observó a su alrededor, conocía a la mayoría de los chicos que estaban ahí, su vista se estuvo en Nancy y Steve, quienes bailaban en el centro de la pista. Su estómago se revolvió y le dio un buen trago al vaso, escuchó reír a Billy a sus espaldas.
—¿Cuándo pensabas decirme que te gusta Harrington? —la chica le lanzó una mirada asesina.
—No me gusta.
—¿Ah, no? —se burló—, ¿y por qué lo ves a la distancia como amante abandonada?
—No soy una amante abandonada —masculló— y tampoco lo veo a la distancia.
—Seguro —rió—. Si te hace sentir mejor, él también te está viendo.
Volteó casi de inmediato a ver a Steve quien, como le había dicho Billy, sí la estaba mirando.
Hargrove rió casi a carcajadas, haciendo a Rebecca rodar los ojos.
—Esto no lo esperaba —rió—. Tú y Harrington...
—Harrington y yo nada —lo cortó.
—Ajá, entonces dejen de mirarse como perritos tristes.
—¡No nos estamos mirando!
—Hagamos una prueba entonces.
Rebecca estaba por negarse cuando Billy la tomó de la mano y la guió a la multitud, dándole una vuelta y pegándola contra él.
—Ahora voltea a ver al celoso, Harrington.
La chica le hizo caso, Steve la miraba y, cuando se dio cuenta que ella lo estaba viendo, bajó la mirada y volvió a enfocarse en Nancy.
—Te lo dije.
Rebecca rodó los ojos, no valía la pena mentirle a Billy, mucho menos porque no le creería una sola palabra.
• • •
Steve salió de la fiesta con la respiración agitada y el corazón latiéndole con fuerza. Las palabras de Nancy aún rebotaban en su mente, "nuestra relación es mentira". Para él no lo era, ni siquiera tenía idea de qué era su relación pero mentira no.
Se acomodó el cabello y respiró con fuerza, ¿qué se supone que debía hacer? Nancy lo había abandonado, no tenía con quién hablar ya que sus únicos "amigos" lo habían hecho a un lado por Hargrove y tampoco estaba seguro de qué necesitaba en ese momento. Ni hablar de Rebecca, había llegado con Hargrove, bailado con Hargrove, bebido con Hargrove y todo con el estúpido de Hargrove.
Se recargó en el barandal exterior de la casa mientras intentaba pensar con claridad, cosa que de nada sirvió porque mientras más pensaba, peor se sentía. Necesitaba todo lo contrario: no pensar, olvidarse de todo por un momento. Era una idea tremendamente estúpida pero qué más podía salir mal esa noche, su novia lo había dejado después de haberlo hecho sentir como una mierda, el cómo lidiara con eso era su problema.
Sabía que la opción más sensata sería irse a casa pero no quería hacerlo, no quería encerrarse en su habitación y continuar pensando, no quería no poder dormir porque su cabeza continuaba torturándose.
Se adentró en la casa y bebió un trago directo de la botella, acción que fue aplaudida por las personas a su alrededor, haciéndolo sonreír levemente. ¿Quién necesitaba a Nancy? Él no.
Bebió de todo y se integró a un grupo de personas que no conocía y que resultaron ser bastante agradables o al menos el alcohol los hacía parecer agradables.
—¡Hey, Bec! —exclamó en cuanto vio a Rebecca Wheeler seguida de Billy odioso Hargrove.
Un malestar se apoderó de él al ver que el rubio la seguía de cerca, le molestaba verlo con ella, no soportaba la idea de que fueran amigos, mucho menos pensar en algo más. Rebecca no podía estar con alguien como Billy Hargrove, nunca.
La chica Wheeler se acercó a él, ignorando a Billy a sus espaldas, quien simplemente sonreía socarrón.
—¿Ya me saludas? —sonrió burlona—, ¿cuánto bebiste Harrington? —el tono de su voz dejaba ver que ella también había bebido de más.
—La misma pregunta para ti.
La castaña sonrió a medias y al instante Steve la tomó de la mano, guiándola al centro de la habitación, alegrándose de dejar colgado a Billy.
Sonaba la canción de "What I like about you" de "The Romantics" y la gente a su alrededor cantaba y saltaba al ritmo de la música, no tardó en imitarlos, haciendo reír a Rebecca.
—Dios, Harrington —rió Becca al verlo bailando.
—¡Tú también tienes que bailar! —se quejó.
—Yo no bailo, bajo ninguna circunstancia.
—¿Por favor?
La castaña rodó los ojos, sonriendo levemente. Steve no estaba seguro si era el efecto del alcohol pero le gustaba la sonrisa de Rebecca, le gustaba cómo sus ojos se hacían pequeños y brillaban, cómo los hoyuelos se le marcaban en las mejillas para después morderse el labio levemente.
—¿Qué? —preguntó la chica al darse cuenta de su mirada.
Steve se apresuró a negar con la cabeza, tomándola de la mano y obligándola a dar una vuelta para después sostenerla por la cintura y obligarla a moverse junto con él, como una especie de baile en pareja donde solamente daban tumbos.
—Recuérdame no volver a bailar contigo nunca —rió Rebecca, sin soltarlo.
No estaba seguro de qué ocurría en ese momento pero le gustaba, le gustaba reír con Bec, le gustaba que el mundo dejara de existir mientras bailaban, le gustaba tomarla de la mano y también de la cintura.
—¡Nos dejaste en ridículo! —se burló Steve en cuanto terminó la canción, haciéndola reír.
—¿Yo? ¡Debiste verte, Harrington! Parecías pez fuera del agua brincando de un lado a otro.
—Bien, Bec, lo intentaremos con otra canción.
La chica soltó una carcajada y permitió que Steve la tomara de la cintura mientras bailaban, ignorando lo que había dicho el día anterior. Si conversar en la madrugada estaba mal, bailar juntos... Ni siquiera sabía en qué nivel quedaba eso.
Continuaron bebiendo y Steve apenas podía quitarle la vista de encima, lucía increíble con ese vestido, no era novedad que Rebecca Wheeler era guapa pero no como ese día, ese día era... perfecta.
—Me gusta tu vestido —dijo el chico cerca del oído de Rebecca para que alcanzara a escucharlo.
—Gracias, Harrington —sonrió.
—Y volvemos al Harrington —se quejó—. ¿Algún día vas a llamarme por mi nombre? ¿Siquiera lo sabes?
Rebecca rió.
—Puedes recordármelo —dijo burlona, haciéndolo rodar los ojos.
—Bien, repite conmigo: S-t-e-v-e.
La chica soltó una carcajada, dándole un suave golpe en el brazo.
—Qué odioso eres —sonrió.
Steve rió, sin darse cuenta de lo cerca que se encontraba de Rebecca y de lo cómodo que estaba con eso. Alcanzaba a ver las pecas en sus mejillas y lo brillante de sus ojos, sin embargo, eran sus labios los que apenas podía dejar de ver, sólo tenía que acercarse un poco...
Fue la chica quien se alejó de golpe, bajando la vista.
—¿A qué hora tienes que llegar a casa?
—El regaño de las dos será el mismo que el de las seis —respondió la mayor de las Wheeler con media sonrisa.
—Podemos ir a otro lado entonces —sugirió Steve, ganándose una mirada dudosa de la chica—. Por favor.
Su tono de voz sonó bastante suplicante, ya que Rebecca asintió y salieron de la casa en busca del auto de Steve, que estaba parqueado a unos cuantos metros.
—¿Tienes frío? —preguntó al ver a Becca temblar.
La chica asintió y al instante Steve le colocó su chamarra sobre los hombros, haciéndola sonreír levemente.
—¿A dónde iremos? —preguntó Wheeler en cuanto estuvieron frente al auto.
—Necesito hablar con alguien —se limitó a decir Steve, mientras le abría la puerta.
Rebecca asintió y subió al auto. El camino fue en silencio, tardaron apenas cinco minutos en llegar a casa del castaño.
Para sorpresa de Harrington, Rebecca no preguntó nada, simplemente esperó a que éste la guiara a la cocina.
—¿Pizza?
Rebecca sonrió.
—Lees la mente, Harrington.
Steve le guiñó el ojo, haciéndola reír.
—¿Otra vez? —se quejó—. Ya lo habíamos hablado, Wheeler.
—¿Lo siento? —se burló la chica, haciéndolo rodar los ojos.
Rebecca lo ayudó a poner la mesa y servir dos vasos con agua, a lo que Steve frunció el ceño.
—Si vamos a hablar necesitaremos algo más que agua —comentó y fue a buscar una botella de vino, copas y un cenicero.
—¿No prefieres que fumemos afuera?
—Mis padres volverán dentro de dos semanas —dijo Steve restándole importancia y sirviendo la pizza.
—Gracias —sonrió la chica, ayudándolo a descorchar la botella y servir las dos copas.
—Salud —dijo Steve en cuanto estuvo sentado, dándole un buen trago a la copa.
—Vaya sed —se mofó Rebecca, haciéndolo reír—. ¿De qué quieres hablar?
Steve suspiró, sin saber cómo empezar, sobre todo porque estaba en su casa teniendo una cita con la hermana de su ex de tres horas.
—Prohibido juzgarme.
—Lo prometo.
—Nancy rompió conmigo.
Rebecca se quedó callada unos segundos y Steve no sabía si debía decir algo más, seguramente estaba pensando en lo mal que estaba todo eso, ¿por qué ella había aceptado ir?, ¿por qué no se alejaba de él como todo el mundo hacía?
—¿Cómo te sientes? —acabó por preguntar.
Steve suspiró.
—No lo sé —reconoció, y era verdad, realmente no sabía cómo se sentía—. Por un lado estoy molesto, triste.
—¿Y por el otro?
Se quedó callado, sin saber cómo sonaría la verdad.
—Por el otro estoy feliz de estar cenando contigo —acabó por decir.
Rebecca suspiró antes de darle un trago a la copa de vino.
—Si tocaremos temas así, necesito más combustible —murmuró, sirviéndose más vino.
Se quedaron en silencio un rato, sin mirarse, mientras bebían y compartían uno que otro cigarro.
—Bien, creo que ya me armé de valor —murmuró la castaña, girándose a mirarlo.
Sus ojos brillaban y Steve sabía lo mal que estaba todo eso, lo mal que estaba pensarla como la pensaba, desearla como la deseaba.
—No soy de decir las cosas con tacto, como ya bien sabes. Lo siento mucho por Nancy y tú, de verdad, pero creo que alguno de los dos tenía que abrir los ojos. Fueron un amor adolescente, ¿comprendes? Se quisieron, compartieron, tal como se hace a esta edad. Y ya. No tienen chispa, juntos tienen tanta personalidad como Carol y Tommy —hizo una pausa—. Quiero a mi hermana, mucho y, aunque no lo creas, a ti también, quiero verlos bien, con alguien que los complemente y, por fortuna o desfortuna, esos no son ustedes.
Steve asintió, intentando asimilar todo lo que había dicho Rebecca, sin embargo lo único que permaneció en su mente fue que ella lo quería.
—¿Entonces me quieres? —acabó por preguntar, haciéndola reír.
—Me esforcé tanto por buscar las palabras correctas y sólo te quedaste con lo que puede subir tu ego —se quejó.
—Las encontraste... las palabras, me refiero.
Rebecca asintió, dándole un leve apretón en la mano.
—No me contestaste —se quejó Steve, haciéndola rodar los ojos.
—Dios, Harrington. Sí, te tengo aprecio.
—Antes dijiste que me querías.
La chica puso los ojos en blanco para después soltar una carcajada.
—Dramático y demandante —se burló—, vaya combinación.
—No lo vas a decir nunca, ¿verdad?
—¿Para qué?
—Para poder decirte que yo también te quiero.
Lo siguiente fue tan confuso que Steve apenas pudo procesarlo cuando ya estaba ocurriendo. No estaba seguro de si él la había besado o ella a él, probablemente la primera opción. Sin embargo, en ese momento daba igual, ya que los labios de Rebecca se deslizaban sobre los suyos con cierta desesperación. El beso era todo lo contrario a tierno o dulce, el deseo los carcomía y era notorio por la manera en la que sus lenguas chocaban y sus cuerpos hacían un esfuerzo por acercarse más.
La castaña lo tomaba por el cuello mientras que Steve la había obligado a ponerse de pie para poder abrazarla por la cintura y que quedara a su altura.
Disfrutó del contacto con Rebecca, acercándola a él y deslizando su lengua por los labios de la chica, quien ahogó un suspiro. Le acarició la espalda y la besó con aún más intensidad, Rebecca Wheeler era una maldita diosa en vida y dudaba poder alejarse de ella, mucho menos después de eso.
Fue la chica quien se alejó de golpe, mordiéndose el labio inferior con nerviosismo.
—No puedo... yo...
Steve asintió, sin atreverse a soltarla por miedo a que se fuera. Lo que sea que estuviera pensando Rebecca se contradecía con sus acciones, ya que aún lo tomaba por el cuello y le miraba los labios de reojo.
—Al infierno ya nos vamos a ir —murmuró Steve, acercándose a sus labios.
Rebecca no se lo impidió y se permitió besarla con lentitud. Le gustaba, le gustaba absolutamente todo de Rebecca Wheeler y no sabía cómo había llegado a eso, no sabía cómo había quedado prendado de ella, tampoco sabía en qué momento ni por qué. Solamente sabía que le gustaba ella y su forma espontánea de ser, el que siempre estuviera riendo, que tuviera una respuesta para todo, que fuera tan relajada y que, a pesar de su apariencia de chica libre y sin problemas, existía toda una Rebecca detrás de esa fachada: una Rebecca real, con sentimientos, sueños y miedos. A ambas las adoraba.
—Ven —murmuró Steve, alejándose levemente de ella y tomándola de la mano.
—No se trata de alcanzar el noveno círculo del infierno en un día —se quejó Wheeler en cuanto estuvieron en la habitación de Steve.
—Primero que nada, Wheeler, si hiciéramos lo que estás pensando alcanzarías el cielo completo —dijo Steve mientras sacaba una manta de su armario—. Segundo, mis intenciones son completamente inocentes.
Vio a Rebecca fruncir el ceño mientras acomodaba la manta en el piso con una almohada gigante y algunos cojines.
—Sólo nos sentaremos aquí a conversar.
La chica lo miró con cierta desconfianza antes de tomar asiento junto a él.
—¿Quieres que te recuerde lo que pasó la última vez que quisimos conversar?
—Por favor —se burló Steve, haciéndola rodar los ojos.
Se quedaron en silencio unos segundos, con las espaldas recargadas en la cama y la mirada al frente. Fue Rebecca quien acabó por recargar su cabeza en el hombro de Steve.
—¿Por qué me quieres? —preguntó en voz baja y Steve estaba seguro que era la primera vez que escuchaba inseguridad en su voz.
—No sé cómo puedes preguntar eso. Eres inteligente, simpática, agradable, independiente, valiente, espontánea, divertida, hermosa...
Alcanzó a verla sonreír levemente y vio que una lágrima se deslizaba por su mejilla, al instante la tomó por el rostro y le limpió la lágrima con el pulgar.
—Eres increíble, Bec, y lo sabes tan bien como yo.
La chica asintió, sonriendo sin ganas.
—Nunca pensé que serías tú el que dijera eso.
—Yo tampoco —sonrió Steve, haciéndola poner los ojos en blanco.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó la chica al cabo de un rato en silencio.
—No tengo un tema en concreto —suspiró Steve—, sólo quiero prolongar esto lo más que se pueda.
—¿Esto?
—¿Cómo lo llamarías tú?
—Buen punto.
Se quedaron en silencio unos segundos y Steve estaba seguro que Rebecca pensaba lo mismo que él, ¿qué era eso?, ¿qué era lo que lo atraía a Rebecca tal como un imán?, ¿por qué se había acercado a ella, por qué la había llevado a su casa? No estaba seguro de tener las respuestas y, si las tenía, no quería reconocerlas.
—¿No estás preocupada de lo que puedan decir tus padres?
Becca se encogió de hombros.
—Tienen tan poca fe en mí que no pienso decepcionarlos con esto.
Steve le apretó la mano sin atreverse a preguntar algo más, por las pocas veces que Rebecca hablaba de su familia sabía que no era su tema predilecto y que se trataba de una relación difícil.
—No les importo, ¿sabes? —acabó por decir la castaña—. No les importa si estoy en casa o no, si me siento bien o no, si logro algo o no; me ven como un karma y, en este punto, la verdad es que me esfuerzo por ser un karma insoportable —sonrió sin ganas.
—¿Puedo preguntar qué pasó entre ustedes?
Rebecca suspiró y Steve se atrevió a entrelazar sus dedos. Las manos de la chica eran largas y delgadas, adornadas con diferentes anillos y dos tatuaje pequeños, uno en cada una.
—Si te soy sincera, no lo sé. Siempre fui un dolor de cabeza, me castigaban en clase, no ponía atención, llegaba tarde a cualquier compromiso, no me gustaba que me dijeran qué hacer... Y estaban bien con eso, me aceptaban —hizo una pausa—. Y un día dejaron de hacerlo, fue el verano que me enviaron con mi tía a California, claro que les salió el tiro por la culata, ¿quién en su sano juicio enviaría a su hija adolescente con problemas de autoridad a vivir a California con su tía que intenta ser hippie? Volví aún más rebelde y con la mente más abierta, cosa que les molestó muchísimo, incluso hablaron de enviarme a una especie de internado cuando llegué oliendo a cerveza, ni se diga cuando me descubrieron una cajetilla.
Steve frunció el ceño, pensando en lo que Rebecca acababa de decir.
—No lo entiendo —dijo finalmente—. No eres rebelde, Bec, simplemente eres tú. Quizá eres la persona más impuntual que ha pisado la tierra pero eso no te convierte en mala hija ni nada similar. Además, hemos sido compañeros toda la vida, si los profesores te castigaban era porque terminabas los ejercicios antes que los demás y te ponías a hacer cualquier otra cosa. Y en cuanto a salir de fiesta y beber, nombra un sólo adolescente que no lo haga, es para lo que vivimos, literalmente.
Rebecca rió levemente, haciendo sonreír a Steve.
—Creo que es por Nancy —murmuró—. Siempre ha sido esa hermana a la que nunca podrás llegarle ni a lo talones: responsable, introvertida, calmada, estudiosa, brillante, bonita, es lo que mis padres consideran una "chica buena".
—Odio esa expresión —se quejó Steve, haciéndola sonreír—. Se confunden muchas cosas con ser bueno o malo cuando la realidad es que simplemente estamos probando y viviendo por nuestra cuenta.
Rebecca lo miró encarnando la ceja.
—Hablas como si lo entendieras.
—Lo hago. La presión de ser hijo de mi padre... Dios, tener que ser bueno para el deporte, ser brillante para cualquier materia, entrar a una universidad de prestigio, conseguir una novia perfecta y de buena familia, tener un trabajo digno de presumirse... y eso por nombrar lo básico.
—Creo que el karma lo estamos pagando nosotros —sonrió Rebecca sin ganas—. Hablemos de algo más feliz.
Steve sonrió levemente.
—Prolonguemos esto lo más que se pueda —murmuró, haciendo reír a Rebecca, quien casi al instante se giró para poder besarlo.
Quizá no era el noveno círculo del infierno pero sí el siete o el ocho.
Espero les esté gustando :)
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